En uno de los más sucios y escondidos entresijos de la entraña netamente toledana existe una callecita de fama deshonesta y sinuosa andadura, horra de aseos pecaminosos y vanidades urbanas.
Ella lo sabe, y esconde a la voracidad de los turistas su estrecha boca, que asoma al callejón del Avemaría, buscando la liturgia de los rezos conventuales, en tanto sus ojos miran a Pozo Amargo y sus lindos pies, descalzos, se acercan al Tajo, quizá con el oculto anhelo de purificarse en él...
En Toledo, tan pródigo en rutas extrañas, no hay calle más humana que este Plegadero, donde el espíritu y la materia se han amalgamado como el alma y el cuerpo en un ser vivo y consciente.
Félix Urabayan. Serenata lírica a la vieja ciudad (1932)
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