jueves, 17 de noviembre de 2016

La extraña caída del Reino Visigodo (yII)

La derrota visigoda no sólo supone la desaparición de la cabeza del reino, sino la desaparición de una importante parte de su nobleza así como el cuantioso rescate de algunos de los herederos más ricos del reino.

El singular combate que tienen visigodos y moros es un golpe de gracia, una victoria decisiva. Después de ésta, allá corrió la morisma hacia Toledo, sede real, que capituló y cuyos tesoros fueron arrebatados para pagar a las tropas. La entrada de los moros en Toledo es una de esas escenas de la historia que bien se merece una bonita película con sacerdotes escondiendo el tesoro real, traiciones viles, concejales corruptos y joyas procedentes de la India.

Pero incluso así no se explica la fulgurante conquista de Hispania. ¿Por qué?



Como se ha dicho, existía otro rey visigodo en el norte (Argila y luego Ardón). Pasan casi diez años hasta que los invasores derrotan a su ejército. En esa loca segunda década del siglo VIII, las fuerzas invasoras encabezadas por Muza y su segundo, Tarik —Tareco, probablemente godo y cristiano, ya que era un liberto y su nombre es godo— ciertamente van domeñando plazas.

Unas veces conquistan a sangre y fuego (la violación en masa y el botín de guerra suelen subir la moral de tus tropas) y las más de las veces las plazas capitulan (según la ley musulmana, la plaza que se rinde pasa a rendir vasallaje y no es importunada).

Recordemos que muchas ciudades y villas tenían una lejana relación con el rey visigodo. A sus gobernantes tanto les da pagar tributo a un fulano que a otro. En esta conquista que ya no podemos seguir llamando conquista, hay un caso especial, el de Teodomiro. 

Un puñado de ciudades desde Valencia a Lorca eran propiedad de un tal Teodomiro, importante duque godo que capituló todo el sureste de España cambio de pagar tributo. Al capitular, sus habitantes siguieron profesando el cristianismo y continuaron con sus vidas sin mayor problema. No creo exagerado pensar que esta fue la tónica general de la imprecisamente llamada conquista.

El tema de los tributos es importante. Hubo nobles godos que para no pagar el molesto impuesto de capitación (los musulmanes ponen un impuesto especial a quienes no son musulmanes), decidieron convertirse al islam. En un mundo en el que no existen derechos civiles, si tu señor se convierte a otra religión, tú también te conviertes. Esto tampoco sería un gran trauma para mucha gente: no olvidemos el fuerte sustrato arriano que probablemente existía en parte de la nobleza goda. El islam y el arrianismo coinciden en negar la divinidad de Cristo y la gente no sabía leer, así que qué más les daba.

Hay que decir que durante esta campaña de desigual avance por la península, el pequeño ejército bereber-godo tuvo muchas pequeñas derrotas: según avanzaban por la meseta se les revolvían las ciudades andaluzas. 

Algunas, como Sevilla, tuvieron que volverlas a poner bajo asedio. La mayor presencia de tropas invasoras en el sur respondió a que era una zona vulnerable para los moros y además una zona desde la que podían recibir refuerzos desde África. Igual por eso, en los primeros años de conquista los omeyas decidieron establecer su capital provincial en Sevilla y posteriores reinos andalusíes en Córdoba.

WAT



En este contexto convulso de guerra civil y resistencia ante invasores, un noble partidario del derrotado rey Rodrigo es el que acaudilla a los godos en Asturias (seguramente un lugar de refugio y coordinación de tropas para la contraofensiva) y tiene éxito en rechazar al invasor. Un tipo extraño, Pelayo, por tener un nombre hispanorromano y no godo. 

Su yerno, Alfonso, aprovechará la revuelta de los abásidas contra los omeyas y la guerra de estos contra los carolingios para recuperar para la cristiandad la esquina noroeste de la península.

Un noroeste que se repoblaría a costa del vaciamiento de la frontera con el moro y que sentaría las bases de nuevos reinos que a partir de entonces llevarían casi siempre la iniciativa militar (sólo alterada por nuevas oleadas invasoras en las fitnas o guerras civiles que tenían los propios moros, que los cristianos aprovechaban y sobre las que nunca nos hemos detenido mucho porque nuestros mitos fundacionales tienen que dejar al enemigo borroso y en la oscuridad, si no dejarían de ser mitos).

http://www.cronicasdeunmundofeliz.com/2015/10/sobre-la-extrana-caida-de-los-visigodos.html

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