En el Archivo Histórico Nacional se conservan todos los expedientes del tribunal de la Inquisición de Toledo. Entre ellos hay varios relacionados con vecinos de La Puebla de Montalbán, que tratan sobre limpieza de sangre o sobre problemas de fe y moral.
En los tres siglos de existencia del Tribunal de la Inquisición se abrió expediente a tres mujeres de La Puebla, a las que se acusaba de hechicería o brujería y curanderismo:
La Manjirona en el siglo XVI, La Tendera en el XVII y La Tía Fruncida en el XVIII. Hay un cuarto expediente iniciado en Torrijos (María López Sarria, siglo XVII), que se refiere a hechos acaecidos en La Puebla durante más de dos años. Se ha perdido el expediente de Mayor de Monzón, conocida como la Física de La Puebla, que fue llevada a la hoguera hacia 1528.
Estas prácticas de hechicería y superstición estaban muy generalizadas en los siglos XIV y XV así como en los siglos siguientes. La presencia árabe y judía en Toledo ejerció gran influencia entre sus habitantes.
Sobre el suegro de Fernando de Rojas, llamado Álvaro de Montalbán (preso en 1525) y sobre sus padres, fue preguntado Alonso Ruiz, párroco de San Ginés de Madrid, quien “dixo que los padres ha oydo decir que son de la dicha Puebla, y que en toda la dicha Puebla apenas ay persona que no sea reconciliado” (judío converso).
Sobre el suegro de Fernando de Rojas, llamado Álvaro de Montalbán (preso en 1525) y sobre sus padres, fue preguntado Alonso Ruiz, párroco de San Ginés de Madrid, quien “dixo que los padres ha oydo decir que son de la dicha Puebla, y que en toda la dicha Puebla apenas ay persona que no sea reconciliado” (judío converso).
Algunos historiadores aseguran que La Puebla “era una antigua ciudad poblada desde los primeros años por habitantes judíos”. (S. Gilman, La España de Fernando de Rojas, pg. 235).
LA JUDERÍA DE LA PUEBLA o Barrio de los Judíos , separado del núcleo de la villa por el Arroyo Malacate, surgió -no se sabe cuándo- como consecuencia de la normativa del Concilio IV de Letrán (año 1215) sobre judíos: debían llevar una vestimenta especial y vivir en sus propios barrios.
Normas que se fueron recogiendo a lo largo de los siglos posteriores en varios sínodos diocesanos, entre otros el de Toledo celebrado en 1323. La aljama de La Puebla en 1474 pechaba 800 maravedís.
El Barrio de los Judíos, según planos antiguos, ocupaba una extensión mayor que en la actualidad. En cuanto al emplazamiento de la sinagoga parece que estaba cerca del terreno que ocupa el convento de los Franciscanos (Cantera Burgos). “Hoy sabemos que dicha sinagoga judía lindaba con la calle de los Alfares y esta calle tiene su comienzo precisamente en la plaza del convento” (Julián Martín-Aragón).
MORISCOS EN LA PUEBLA.-Como en otros lugares del Reino de Toledo, después de la reconquista, también en las tierras de La Puebla de Montalbán quedó una población musulmana significativa, aunque no numerosa. Era la tierra donde habían nacido y se decidieron por la conversión para quedarse aquí.
Fueron conocidos como mudéjares, que se dedicaban a la alfarería, a la producción de tejas, a la carpintería y a la albañilería (alarifes); también se dedicaron a trabajar como arrieros, en la pastoría o en la huerta (“una huerta es un tesoro si el que trabaja es un moro”, decía un refrán). Adoptaron nombres cristianos y mantenían el habla de sus antepasados (“la algarabía”). Pero no renunciaron a sus señas de identidad en el vestir o en la construcción (estilo mudéjar).
A estos moros antiguos locales se unieron los deportados desde las Alpujarras en el Reino de Granada en tiempos de Felipe II (1568-1570). A Toledo llegaron unos 7.500 (a Torrijos, un centenar de familias muy pobres y manteniendo sus costumbres).
Se dedicaron al campo o trabajaron como arrieros y acarreadores, herreros y curanderos. Una de las supersticiones más comunes entre los moriscos era adivinar el futuro con el juego llamado “Suertes Dulcarnia” a base de dados. También gustaban de tomar bebedizos mágicos o “anoxaras” para evitar las calamidades.
Se dedicaron al campo o trabajaron como arrieros y acarreadores, herreros y curanderos. Una de las supersticiones más comunes entre los moriscos era adivinar el futuro con el juego llamado “Suertes Dulcarnia” a base de dados. También gustaban de tomar bebedizos mágicos o “anoxaras” para evitar las calamidades.
La creencia en el influjo de los astros estaba muy extendida así como el uso de hierbas recogidas en la noche de San Juan o a la luz de la luna. La creencia en los conjuros estaba muy arraigada. Una real Cédula de 4 de mayo de 1499, ya señalaba que los gitanos, los mudéjares y los moriscos solían andar juntos “haciéndose hechiceros, adivinos y otras cosas”.
En la expulsión de los moriscos del año 1610 de La Puebla de Montalbán salieron 16 familias: en total 68 personas, con una media de 4,25 miembros por familia, que hasta entonces habían pagado sus censos y hecho compra-ventas. Alguno era propietario de una viña.
Según las normas diocesanas los moriscos en La Puebla de Montalbán estaban obligados a asistir a misa mayor los domingos en la iglesia de San Miguel así como a la enseñanza de la doctrina cristiana (catequesis), que el sacerdote encargado de esta misión debía impartirles semanalmente.
Así lo exigían reiteradamente cuando venían a La Puebla los visitadores eclesiásticos para cumplir lo mandado por varios sínodos diocesanos celebrados en 1580, 1582, 1596 y 1601, presididos sucesivamente por los Cardenales Quiroga, Archiduque Alberto y Bernardo Sandoval y Rojas. Se utilizaba un catecismo para los conversos procedentes del Islam, que, por mandato del Cardenal Cisneros, se imprimió en Toledo en el año 1500.
Había sido preparado por el doctor García de Villalpando y se titulaba “Instrucción de la vida cristiana para los moriscos nuevamente convertidos”. El clero asumió la misión de cristianizarlos, aculturizándolos a la vez.
Según las normas diocesanas los moriscos en La Puebla de Montalbán estaban obligados a asistir a misa mayor los domingos en la iglesia de San Miguel así como a la enseñanza de la doctrina cristiana (catequesis), que el sacerdote encargado de esta misión debía impartirles semanalmente.
Así lo exigían reiteradamente cuando venían a La Puebla los visitadores eclesiásticos para cumplir lo mandado por varios sínodos diocesanos celebrados en 1580, 1582, 1596 y 1601, presididos sucesivamente por los Cardenales Quiroga, Archiduque Alberto y Bernardo Sandoval y Rojas. Se utilizaba un catecismo para los conversos procedentes del Islam, que, por mandato del Cardenal Cisneros, se imprimió en Toledo en el año 1500.
Había sido preparado por el doctor García de Villalpando y se titulaba “Instrucción de la vida cristiana para los moriscos nuevamente convertidos”. El clero asumió la misión de cristianizarlos, aculturizándolos a la vez.
Por las recomendaciones de los visitadores eclesiásticos, parece que muchos moriscos de La Puebla no cumplían con estas obligaciones o practicaban la “taqiyya” u ocultación de la fe musulmana para evitar perjuicios.
LA CELESTINA.-Ya a finales del siglo XV Fernando de Rojas refleja en la Celestina este tipo de prácticas. En el acto tercero Celestina habla de su aceite de serpiente, sus alfileres, la sangre del murciélago, la pelleja del gato negro, los ojos de la loba, la sangre del macho cabrío y los ungüentos. Todo ello le servía para conseguir que otras personas quedaran atadas a su voluntad.
Lo que para Fernanfo de Rojas era una genial ficción en su tragicomedia, debía ser muy conocido para las gentes más sencilla. En La Puebla “entre la Celestina y estas hechiceras de carne y hueso la influencia se ejercía en ambas direcciones (S. Gilman, pg. 233).
Lo que para Fernanfo de Rojas era una genial ficción en su tragicomedia, debía ser muy conocido para las gentes más sencilla. En La Puebla “entre la Celestina y estas hechiceras de carne y hueso la influencia se ejercía en ambas direcciones (S. Gilman, pg. 233).
2-NOMBRES Y UTENSILIOS
En los diversos expedientes, que sobre hechicería y brujería hizo el tribunal de la Inquisición de Toledo durante los siglos XVI al XVIII, aparecen los apodos por los que se conocía a estas mujeres. Las tres de La Puebla se llamaban La Tendera, La Manjirona y La Tía Fruncida. Muy expresivos eran los de otras brujas y hechiceras de varias poblaciones: La Gorrinera (de Lillo), La Cacha (de Madridejos), La Fandanga (de Talavera), La Carranza (de Toledo), La Albardera (de Getafe).
Estas mujeres utilizaban los más variados elementos para sus hechicerías: sal, aceite, pelos, espejos, vinagre, polvos de diversa procedencia, un sapo, el corazón de una res, varias figuras, caldo de gallina y gato negro mezclados, el hígado de un gallo viejo, estiércol de cabra, trozos de culebra, cebolla, orines añejos, caldo de mondongo, leche de mujer, orines de rocín, canela, clavos, anís, cominos. Algunas utilizaban los sahumerios a base de quemar mezclados trapos viejos, sal, romero, granos de trigo y de centeno, culantro, pimienta, pelos y estiércol de varios animales.
3-HECHICERAS EN POBLACIONES CERCANAS
Entre los siglos XVI al XVIII hubo hechiceras en Alcabón, Fuensalida, Torrijos, Santa Olalla, Casar de Escalona y Puebla de Montalbán. También en Talavera y Toledo.
TORRIJOS: En el año 1662 se abre expediente a María López Sarria (Leg. 89, núm. 149), que curaba y hechizaba –según decían- a base de bolsitas preventivas. También era vecina de Torrijos María Sánchez de la Rosa, curandera y vendedora de vino, que traficaba con la honra de su hija; ésta curandera fue penitenciada en el año 1701 (Leg. 96, núm. 256, 257, 258).
ALCABÓN: En el año 1664 se actúa contra Ángela Rodríguez, curandera y hechicera en Alcabón, que también trabajaba en Fuensalida (Leg. 89, núm. 140).
SANTA OLALLA: En el año 1635 la gitana María Hernández es sacada de la cárcel de Santa Olalla por el tribunal de la Inquisición debido a su estado de salud (Leg. 88, núm. 123). En el año 1747 María Bajo, vecina de Santa Olalla, es acusada de utilizar dulces para que un hombre aborreciera a su mujer (Leg. 82, núm.21).
OTRAS POBLACIONES: De Toledo eran María Guevara, Leonor Berzana e Isabel Bautista. En Talavera actuaba la Fandanga y en el Casar de Escalona se acusó a tres mujeres de practicar la Brujería, que eran mendigas y de poco entendimiento.
Son de destacar varias mujeres en el siglo XVIII, que se hicieron pasar por brujas en la provincia: En el año 1702 se acusó a las brujas de Toledo capital de provocar varios torbellinos con gran ruido y espantosas figuras (Leg. 85, núm. 62). En Lillo había otra, que era “capitana” de siete brujas de la comarca, de las que se decía que eran capaces de abrir las puertas con un alfiler (Leg. 86, núm. 82).
4-BRUJAS DE LA PUEBLA EN EL SIGLO XVI
LA MANJIRONA (SIGLO XVI)
LOS HECHOS: la Justicia Real había abierto un proceso contra Inés Alonso, La Manjirona, de La Puebla de Montalbán por hechos ocurridos en esta población y denunciados por Pedro Palacios, alcalde ordinario y por Alonso Téllez Girón, señor de la villa por, según se decía, haber matado con hechicerías a varios hombres y mujeres. Especialmente, la denuncia se produjo por el suceso ocurrido en el Carpio: La Manjirona había hechizado a Juana Ruiz, que estaba enferma a causa de una figura de plomo, que había puesto La Manjirona un año antes debajo de una higuera en el patio de la mujer enferma.
Juana Ruiz y su marido Bernabé Sánchez, que era tejedor, llamaron a la Manjirona para que hiciera desaparecer el maleficio. La hechicera rompió la figura. La enferma mejoró. La Manjirona quitó el hechizo a Juana Ruiz, para lo cual puso los trozos de la figura de plomo en una cuchara. Se produjo tal estrépito que pareció hundirse la casa.
CONDENADA A GARROTE VIL.-El tribunal de la Inquisición de Toledo, a petición del fiscal, impuso a la Manjirona la siguiente condena: “Condeno a la dicha Ynés Alonso a la pena de muerte natural, que le será dada de esta manera, que sea cavallera en un asno con una soga de esparto a la garganta y las manos e pies atados, con una coroça en la cabeça pintada como se suele e acostumbra pintada en escarmientos de semejantes delitos con alta boz de pregonero que magnifique este su delito y sea llevada hasta fuera de esta dicha villa y al campo que ally sea puesto un palo con una argolla puesta y una estaca por debaxo la cual argolla sea puesta a la dicha Ynés Alonso y de la garganta que allí le sea dado garrote hasta que naturalmente muera e después de muerta sea quemada y hecha polvos”.
Es posible que “el campo” del que habla la sentencia estuviera en el paraje de La Puebla conocido como la Cruz Verde (hoy calle), hasta donde se llevaba a los que iban a ser ajusticiados. De madrugada los reos a pie, con sambenito y coroza o capirote, salían en un cortejo, encabezado por la Cruz Verde de la Inquisición llevada por el fiscal a caballo. La ejecución se anunciaba con el redoble de unos tambores de parche flojo, no tirante, que se llamaban «cajas destempladas», de donde ha quedado la expresión.
APELACIÓN.-Pedro Sánchez de la Rosa, que era el otro alcalde de La Puebla apeló esta sentencia, alegando que no estaba permitido dar tormento a gente de la edad de la Manjirona, que tenía 90 años cumplidos. Alegó que por miedo al tormento Inés Alonso había declarado en su perjuicio todo lo que se le había preguntado. Pasó muchos años en la cárcel de la Inquisición de Toledo.
El proceso contra La Manjirona fue suspendido por el Tribunal de la Inquisición en el año 1524 (Leg. 82, núm. 7).
LA FÍSICA (SIGLO XVI)
Mayor de Monçón, conocida como La Física de La Puebla de Montalbán, no era una curandera aficionada como La Manjirona. Hay datos para afirmar que esta mujer de carácter fuerte era una profesional destacada, que a veces citaba a Aristóteles y conocía la situación de todos sus compañeros de prisión. Apresada en 1514, estuvo encarcelada durante mucho tiempo en las mazmorras de la Inquisición de Toldo, donde seguía en 1518. Aislada y sujeta con cadenas. El expediente de La Física está perdido.
Fue llevada a la hoguera un poco antes de 1529, año en que su hijo Diego Adrada de La Puebla fue denunciado por no llevar el “sambenito” (especie de poncho de tela basta), a lo que estaba obligado por ser hijo de una ajusticiada.
La Física es considerada como una verdadera “Hechicera de carne y hueso” (Stephen Gilman (pg. 232-233).
5-EL SIGLO XVII
EL SIGLO DE LA CAZA DE BRUJAS
El siglo XVII estuvo marcado por “la caza de brujas” y las artes mágicas, sobre todo en Toledo (“ciencias toledanas” o “artes toledanas”). En el siglo XVII al rey Carlos II (1665-1700) el pueblo le llamaba el “Hechizado”: En el siglo XX Marañón le hubiera diagnosticado “panhipopituitarismo y progeria” (una enfermedad genética caracterizada por envejecimiento brusco y prematuro). Fue famoso el convento de San Plácido en el centro de Madrid desde 1625: llegaron a tener síntomas de posesión diabólica 22 hermanas de la comunidad. Incluso el pueblo de Madrid hablaba del rey Felipe IV, enamorado de una de ellas, a la que encontró muerta en su celda.
En La Puebla, según algunos historiadores, había en estos años un “núcleo brujeril” situado en el Callejón de las Brujas: La Tendera, Las Claudias y Juana La Dientes. En este Callejón de las Brujas vivía también una endemoniada o “energúmena”, llamada Ana de Borja. A todas ellas hay que añadir una curandera-hechicera, llamada Isabel López Sarria, que llegó a La Puebla en 1657, donde ejerció su oficio muy activamente durante dos años.
UNA ENDEMONIADA EN LA PUEBLA
Entre la documentación de la Inquisición de Toledo está registrada una actuación de su tribunal en el año 1625 relacionada con la investigación de otra mujer de La Puebla, llamada Ana de Borja. Estaba muy enferma del corazón. Desde niña quiso ingresar en el convento como religiosa. Pero esta dolencia se lo impidió. En La Puebla vivía en el Callejón de las Brujas.
Con mucha frecuencia, al recibir la comunión, entraba en éxtasis y apretaba los puños con mucha fuerza, clavándose las uñas en la palma de la mano, sin que hubiera forma de abrírselos. Así podía pasar varios días. Otras veces, cuando entraba en trance, profería palabras obscenas o insultantes e incluso blasfemas.
Muy posiblemente fuera familia de Margarita de Borja la bruja de Toledo que conjuraba a las estrellas y que fue condenada en el auto de fe celebrado el día 1 de noviembre de 1616 (leg. 83, nº 3) en presencia de Felipe III y su familia.
En varias ocasiones Ana de Borja fue exorcizada. Y durante estas ceremonias le cambiaba la voz imitando al diablo. Para los exorcismos se utilizaba el Ritual Toledano, que había sido adaptado a la normativa del Concilio de Trento, clausurado en 1563, y al Ritual Romano de Exorcismos de 1614 preparado bajo la autoridad del Papa Pablo V (1605-1621). La ceremonia del exorcismo se hacía en la iglesia con la asistencia de la feligresía. La realizaba el párroco en presencia de un clérigo de grado inferir y acompañado por un médico y un familiar del endemoniado.
Recomendaba el ritual que el párroco exorcista no creyera fácilmente que aquella persona estaba poseída por el demonio, “pues puede ser que se tratara de una enfermedad del corazón o de la mente, en cuyo caso es el médico el que debe actuar”. Así opinaba Erasmo de Rotterdam en su “Elogio de la Locura” (1511).
El sacerdote debía estar revestido con la sobrepelliz y con estola morada y preparada una cruz, agua bendita y candela encendida. El “energúmeno” o poseído, de rodillas ante el sacerdote, que, mirando al pueblo, comenzaba la ceremonia diciendo: “en el nombre del Padre…”. Recitaba varias oraciones.
En la fórmula del exorcismo se invocaba a la Santísima Trinidad para que el “inmundo espíritu” saliera de aquella criatura por la fuerza del Señor. El párroco exorcista besaba el libro de los evangelios, que ponía sobre la cabeza del “energúmeno” así como la parte extrema de la estola. Después daba la cruz al “energúmeno” para que la besara. Si el poseído no quedaba liberado con estos ritos, el exorcista recitaba las letanías de los Santos y hacía nuevas oraciones.
En la fórmula del exorcismo se invocaba a la Santísima Trinidad para que el “inmundo espíritu” saliera de aquella criatura por la fuerza del Señor. El párroco exorcista besaba el libro de los evangelios, que ponía sobre la cabeza del “energúmeno” así como la parte extrema de la estola. Después daba la cruz al “energúmeno” para que la besara. Si el poseído no quedaba liberado con estos ritos, el exorcista recitaba las letanías de los Santos y hacía nuevas oraciones.
Este caso de Ana de Borja en 1625, lo recoge Cirac Estopañán entre los procesos de hechicería en la Inquisición de Castilla la Nueva de los Tribunales de Toledo y Cuenca (Madrid, 1942). El tribunal de la Inquisición de Toledo suspendió el expediente de Ana de Borja al poco de iniciarlo.
LA TENDERA (SIGLO XVII)
Isabel López, La Tendera, vecina de La Puebla, fue acusada de hechicería en el año 1632. Utilizaba bolsitas de tafetán negro que contenían diversos polvos así como hierbas secas, para conseguir amores y poner paz entre los esposos.
En el expediente de La Tendera aparece cómo en una ocasión dio cuatro bolsitas de éstas a una mujer para que su marido no perdiera en el juego ni recibiera mal alguno y “entre sí tuvieran paz y gusto”. Según La Tendera, dos bolsas debía llevar el marido y otras dos la mujer.
Algunos historiadores de estos fenómenos hablan también de otras brujas en La Puebla de Montalbán en esta época de La Tendera, como “Las Claudias” y Juana “La Dientes”.
El expediente de Isabel, López La Tendera, se abrió en el año 1632 (Leg. 89, núm. 145).
https://marianoestebancaro.wordpress.com/2018/01/30/brujas-y-hechiceras-en-la-puebla-de-montalban/
No hay comentarios:
Publicar un comentario