martes, 14 de febrero de 2023

Una Escapada tras las Íberos y Romanos a Los Puertos de Castellón

Morella, Castellón

La Lloma Comuna, Castellfort

Necrópoñis de San Joaquín de la Menarella

Basílica de Santa María la Mayor, Morella

Ciudad Ibero romana der Lesera


Mucho antes de que el primer soldado romano pusiera un pie en la tierra que llamarían Hispania, y antes de que la primera nave griega arribara a las costas del lugar que conocían como Hesperia o Iberia, en la península más occidental del continente europeo existía una desarrollada red de culturas autóctonas.

 En la comarca de Els Ports, «donde las obras de los parques eólicos pusieron al descubierto yacimientos como el ibérico amurallado de los siglos VII al II, de La Lloma Comuna, de Castellfort; o en Portell de Morella, otro de la Edad del Hierro, del s. VII, 

 En Balaguer, donde las excavaciones han considerado que se trata del tipo conocido como casa-torre

Vale la pena visitarlos. Están muy bien conservados». 


Índice

1. Como llegar a Morella, Origen de nuestra Ruta



Morella se encuentra en el interior de Castellón, siendo la única forma de llegar es en coche o en autobús. 

La localidad está bastante lejos de las principales ciudades del Mediterráneo. 

De Valencia está a 172 kilómetros (2 horas aprox.) por la CV-10, la CV-132 y la N-232, carreteras que han de tomarse para llegar a Morella. 

De Peñíscola la separan 78 kilómetros por la N-340 hasta Vinaroz, y luego la N-232. 

También hay servicios de autobuses que comunican la localidad morellana con ciudades como Vinaròs, Castellón de la Plana y Peñíscola.

2. Croquis de nuestra Ruta



3. Algo de Historia

A partir del primer milenio a.C., un factor clave en la evolución de las tribus de Hispania fue el grado de contacto que tenían con otros pueblos de la cuenca mediterránea, en especial griegos y fenicios. Los pueblos ibéricos comerciaban con ellos y, además de importar productos -mayoritariamente objetos de prestigio para las élites-, absorbían influencias culturales como el alfabeto y los dioses orientales. 

A la vez, los productos que estos demandaban influían en el desarrollo de la economía de los pueblos autóctonos: algunos proporcionaban grano y otros alimentos, mientras que otros comerciaban con los recursos naturales que poseían, en particular metales como el oro, la plata y el cobre.

Los griegos entablaron contacto principalmente con las tribus íberas del levante peninsular. Su motivación era distinta a la de fenicios y cartagineses: los helenos buscaban principalmente una fuente de abastecimiento de alimentos, ya que su patria no era tan productiva para la agricultura y la ganadería. 

No obstante, aquella nueva tierra les permitió solucionar uno de sus problemas más graves, la sobrepoblación, fundando colonias permanentes dedicadas al comercio. 

A medida que estas se iban emancipando de sus metrópolis, la sociedad íbera y la griega tendían a fundirse en una sola, como relata el geógrafo Estrabón.

Conquista romana de Hispania

Lo que se inició a finales del siglo III a. C. como una invasión estratégica para cortar las líneas de abastecimiento cartaginesas que sostenían la invasión de la península itálica por Aníbal durante la segunda guerra púnica, pronto pasó a ser una invasión de conquista que en unos doce años había expulsado por completo a las fuerzas cartaginesas de la Península. 

Sin embargo, Roma aún tardaría casi dos siglos en dominar la totalidad de la península ibérica, debido principalmente a la fuerte resistencia que los pueblos del interior (celtíberos, lusitanos, astures, cántabros, etc.) ofrecieron a los invasores. 

Dos siglos de guerras intermitentes aunque extremadamente violentas y crueles, tras los cuales las culturas prerromanas de Hispania fueron casi por completo exterminadas. 

Poco después de derrotar a los cartagineses en la península, Roma decidió incorporar a sus dominios los territorios entonces bajo su control militar, que por entonces incluía todo el levante desde Ampurias a Cartago Nova y la casi totalidad de Andalucía, tanto el valle del Guadalquivir como la zona de las cordilleras béticas y Sierra Morena al norte. 

Dicho territorio fue dividido en dos provincias separadas por una frontera que discurriría desde el oeste de Cartago Nova hacia el norte, debiéndose repartir los territorios conquistados desde entonces entre ambas provincias. A una provincia la llamaron Ulterior (la más alejada de Roma) y a la otra, Citerior (la más cercana a Roma). El territorio que cada una de estas englobaba fue variando con el tiempo, a medida que Roma conquistaba nuevos territorios ibéricos.

La dominación romana perduraría hasta la entrada en Hispania de las primeras tribus bárbaras, ya en el siglo V, formando durante los siete siglos de influencia romana una población homogénea en Hispania conocida como «hispanorromana».


Los iberos1​ o íberos fue como llamaron los antiguos escritores griegos a la gente del levante y sur de la península ibérica para distinguirlos de los pueblos del interior, cuya cultura y costumbres eran diferentes. 

Fueron mencionados por Hecateo de Mileto, Heródoto, Estrabón, Avieno y Diodoro Siculo citándolos con estos nombres (al menos desde el siglo vi a. C.): elisices, sordones, ceretanos, airenosinos, andosinos, bergistanos, ausetanos, indigetes, castelanos, lacetanos, layetanos, cossetanos, ilergetas, iacetanos, suessetanos, sedetanos, ilercavones, edetanos, contestanos, oretanos, bastetanos y turdetanos.

En realidad, lo que llamamos cultura íbera es más bien un conjunto de culturas hermanas con un elemento unificador: la lengua que hablaban, e incluso esta presentaba variantes, una septentrional y una meridional.

Entre los pueblos prerromanos de la península Ibérica, los íberos son uno de los que conocemos mejor, gracias a la gran cantidad de restos arqueológicos y a su relación comercial con otros pueblos del Mediterráneo

La heterogeneidad es la marca característica de los íberos, que más que por sus rasgos comunes se definen en oposición a los pueblos de influencia celta que ocupaban la mayoría de la península. Esta diferencia apoya la tesis de que su origen se encuentra fuera de la península, aunque se desconoce dónde exactamente. 

La teoría más aceptada los relaciona con la cultura llamada “de los campos de urnas”, por las necrópolis formadas por urnas que contenían los restos cremados de sus difuntos: esta se extendió desde el Danubio hasta el este de la península Ibérica y su penetración al sur de los Pirineos explicaría el predominio del factor celta en el resto de la península.

Por su parte, los griegos entablaron contacto principalmente con las tribus íberas del levante peninsular. Su motivación era distinta a la de fenicios y cartagineses: los helenos buscaban principalmente una fuente de abastecimiento de alimentos, ya que su patria no era tan productiva para la agricultura y la ganadería. 

No obstante, aquella nueva tierra les permitió solucionar uno de sus problemas más graves, la sobrepoblación, fundando colonias permanentes dedicadas al comercio. A medida que estas se iban emancipando de sus metrópolis, la sociedad íbera y la griega tendían a fundirse en una sola, como relata el geógrafo Estrabón.

Desde el punto de vista arqueológico actual, el concepto de cultura ibérica no es un patrón que se repite de forma uniforme en cada uno de los pueblos identificados como iberos, sino la suma de las culturas individuales que a menudo presentan rasgos similares, pero que se diferencian claramente de otros y que a veces comparten con pueblos no identificados como iberos.



Mapa de yacimientos arqueológicos visitables por comarcas . 

De los más de 2.000 yacimientos arqueológicos de asentamientos con que cuenta Castellón, una veintena de villas romanas, poblados íberos o una mezquita andalusí de las más antiguas en yacimientos de la Península se han acondicionado para su visita al turista,



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