viernes, 19 de septiembre de 2014

Alce, (Civitas ) Alcanea: Ocaña

Alces es el nombre de una estación del itinerario de Antonino en su vía 29 (parte hispánica), situada entre Liminio y Vico Cuminario. Hasta ahora no ha sido localizada.

Este nombre aparece otra vez en los textos antiguos que tratan de la Península. Es en Tito Livio, cuando hablando de las campañas de Sempronio Graco el año 179 a. C. cita a Alce como el lugar donde estaba el campamento de los celtíberos y en donde el régulo Thurrus se rindió al legado romano . Livio la sitúa en la Celtiberia, y desde allí, una vez conquistada la ciudad, Graco dirigió su ejército a Ergavica, que también abrió sus puertas a los romanos. 

El itinerario de Sempronio Graco por la Celtiberia y el que Ergavica se rindiera a los romanos por el terror levantado por la caída de los pueblos de alrededor hace pensar que Alce estuviera en las cercanías de esta ciudad. 

El nombre Alces parece acusativo plural de la palabra latina alces, -is , que aparece en César y Plinio para referirse a un tipo de cérvido. Es una palabra germánica (cf. inglés elk, alemán Elch) que designa un animal nórdico. César y Plinio no se refieren al mismo animal, puesto que el primero dice que es similar a una cabra o un corzo sin cuernos, animales que no se parecen nada a un alce, y lo coloca en los bosques de Germania y el segundo a un jumento con las orejas y el cuello de distinta longitud, comparación que, al menos para las hembras, sí es correcta, y dice que vive en Escandinavia. Así que, en latín, alces designa dos animales distintos.

Mapa de los territorios tribales prerromanos de Castilla-La Mancha y Madrid.
 Alce (destacado en color azul)
 se situaba en el extremo suroriental de 
Carpetania cerca de Cértima.
En la Península Ibérica no podía referirse al alce, animal que aquí no existía, sino a algún tipo de corzo. Quizás la palabra existente en la lengua celtibérica, que traían los carpetanos pobladores de la Meseta Sur, fue adaptada para otro animal parecido al que ellos habían conocido en el N de Europa. Es el mismo caso de los europeos, que al llegar a América llamaron tigre al jaguar, león al puma o búfalo al bisonte americano. Por tanto Alces sería un topónimo prerromano. 

Eso parece opinar R. Menéndez Pidal cuando propone para la primera parte del topónimo Alcobendas el étimo alce: “El primer elemento de este compuesto parece ser la voz céltica ALCE, recibida en el latín para designar el “corzo o robezo de la Selva Hercinia.” 

Recientemente Francisco Villar propone una nueva etimología, para mí más lógica, para Alcobendas, que vendría del celta Alcobindas, “colina de los corzos”.

El Alces del Itinerario podría pervivir en el topónimo actual Ocaña.

Si planteamos un adjetivo derivado de alce, alcaneus, análogo en su formación a otros como montaneus, de mons, -montis; terraneus, de terra, -ae; o campaneus, de campus, - i, tenemos que, de la misma manera que de *montaneus procede *montanea, plural neutro de dicho adjetivo, y de él nuestra palabra montaña, de alcaneus vendría alcanea, “lugar donde hay alces”, y de éste étimo Ocaña. Podría ser, por ejemplo, de Mansio o Civitas Alcanea, donde alcanea sería un adjetivo femenino.

La evolución sería la normal en español: 

Primero la vocalización de la L“ frecuente en español cuando le sigue oclusiva sorda (y la /k/ lo es); la oclusión central de ésta hace central también la L, relajándola... cuando precede la vocal más abierta, A, ésta dificulta la elevación para la L de la lengua que, en vez de adherirse al paladar, se aproxima solamente produciéndose una U.” 

Después la monoptongación de AU en O, normal ya en latín vulgar: “auris non oricla”, y que es la evolución normal en español: aurus > oro, audire > oír. 

Por fin la palatalización de NY: vinea > viña, aranea > araña, pinea > piña. 

Por tanto de *alcanea > aucanea > oucanea > ocanea > ocania > ocanna> ocaña.

Así el topónimo gallego Ouces y el portugués Ouca de acuerdo a la evolución esperada en esta lengua, deben de venir del latín alces y alca puesto que en gallego y en portugués en la evolución del latín al se adopta “el grado intermedio ou, que señala la fonética fisiológica... “ 

En la provincia de Burgos Oca y Montes de Oca continúan el topónimo prerromano Auca, que sería el paso siguiente a Alca.

El Libro de la Montería de Alfonso XI dice en uno de sus párrafos: “Peña Ocaña es buen monte de osso, et de puerco en iuierno.” Este lugar de Peña Ocaña, en Colmenar del Arroyo, Madrid, que es un berrocal, conocido hoy por el nombre de Peña Corvera, en una abrupta región cubierta de breñas y jarales, podía ser en época antigua un buen refugio para corzos, rebecos o cualesquiera que fueran los cérvidos a los que se refiere este nombre de alces. Aquí mató el rey dos osos, que se guarecieron en estas altas peñas. Toda la región era refugio de animales salvajes, como indican los cercanos topónimos El Cazador, Peña Osera, El Gato, etc. Lo más probable es que el topónimo Peña Ocaña viene del latín Pinna Alcanea, “Peña de los corzos”.

Según ésta etimología, Ocaña derivaría de (civitas) Alcanea, en donde el nombre adjetivado y derivado del de la ciudad, Alcanea de Alce, sería análogo al de otras ciudades romanas hispanas, en las que el nombre actual procede del adjetivo derivado del nombre, que acompañaba a la denominación civitas, por ejemplo de Asido > civitas Asidonia> Medina Sidonia; de Bania> Civitas Baniensis, de Ucia> Uciense, de Urso> Ursona, etc.

Los pasos intermedios de Alcanea a Ocaña estarían documentados:

En la divisio Wambae el punto en el que confuyen por el S los obispados de Complutum y Ercavica, situado, por tanto, en el Tajo, aparece con las variantes Alcone, Alquint, Alcont y Alcon, lo que habida cuenta de la poco correcta transmisión de los topónimos en el documento podría corresponder a Alcanea.

En una fuente árabe, hablando de la extensión de la kura de Santaberia, que, como se sabe, corresponde a los de Ercavica, se colocan sus límites por el SW en “los montes de Awkaniya ”. Como sabemos el árabe no tiene diptongos descendentes y Awkaniya sería la forma de escribir Aucania. En cuanto a que aparezca la expresión Monte de Ocaña, no es extraño pues, como el límite de Santaberia va, durante un cierto espacio, por el Tajo, desde el río la Mesa de Ocaña aparece como un monte, al que hay que subir. Es el mismo caso de los límites del Fuero de Oreja, dado en Toledo el 3 de Noviembre de 1139, en el que también se habla de la Alcarria como un monte : “...et inde ad Alharella, inde vero ad montem de Alcarrias...” Es decir, desde Alharilla, en el Tajo la Alcarria se ve como un monte, aunque no sea sino una mesa, como la de Ocaña.

Ocaña “goza de un importante yacimiento romano cuyos restos se pueden ver en el pequeño- gran Museo que los RR. PP. Dominicos y sobre todo el P. Santos ha formado después de muchos años de prospección por la zona.” El trazado del casco histórico es ortogonal y continúa las varias vías que a ella acuden, puesto que parece ser un “centro de comunicaciones en época romana con vías practicamente en todas las direcciones.” 

El trabajo de prospección arqueológica, en este caso de Dionisio Urbina, en la Mesa de Ocaña , sirve para precisar estas apreciaciones de Santiago Palomero, y nos presenta en los alrededores de Ocaña varios grandes yacimientos romanos. En un artículo, que desarrolla uno de los aspectos de su tesis, Urbina y sus colaboradores describen en la Mesa de Ocaña “tres grandes núcleos de población, aquellos que podríamos denominar ciudades” : son los de Los Villares, en Ocaña (30 Ha), Perusa, en Ciruelos (50 Ha) y Atalaya, en Dos Barrios (20 Ha).

El yacimiento de Ocaña es calificado de “uno de los asentamientos probablemente más importantes de la provincia. Por las características y amplitud del asentamiento romano, podría tratarse de una de las ciudades rectoras de la zona” . Sus niveles de ocupación van desde época carpetana y romana, hasta la musulmana, pasando con la repoblación la ciudad a un lugar distinto, pero cercano. En un lugar cercano, al O, tenemos otro gran yacimiento carpetano, asomado al borde de la mesa, en una posición más característica de los yacimientos de la II Edad del Hierro, y en un lugar conocido desde época medieval como Ocañuela, cuyo topónimo original hubo de ser también Ocaña.

Todo ello sería congruente con la Alce de Tito Livio, que era donde habitaba el régulo Thurrus : longe potentissimus omnium hispaniorum.

Entonces ¿sería Alce la misma que aparece en el Itinerario como Alces?

Existe la posibilidad de un error. La s final de la escritura visigoda, se traza de una forma parecida a una n final y Alces podría ser un error por Alcen, que es la misma forma de acusativo que aparece en el texto de Livio : Inde iam duxit ad Alcen urbem.

Por Ocaña pasaba en época romana, con seguridad la vía de Tarancón a Toledo y, con probabilidad también desde el S acudían vías a ella.

A mediados del s. XVI Ocaña se declaraba “pasajera dende la villa de Madrid donde reside al presente y lo demás ordinario la Corte de su Majestal a los reinos de Murcia y de Valencia y a tierras de Cuenca, y algunos pasan por ella al reino de Granada, que aunque no es tan común como por la ciudad de Toledo, es algo más breve... “ 

Es decir quizás el papel de Ocaña como gran centro de comunicaciones se recupera a finales del s. XVI, cuando Felipe II cambia la Corte de Toledo a Madrid, pasando a ser Ocaña el lugar en el que se desvían los caminos reales que van a Levante de los de Andalucía, función que antes cumplía Toledo. En el Villuga todavía los caminos de Valencia a Guadalupe y Lisboa, de Alicante a Santiago y de Sevilla a León pasan por Toledo, y hay caminos de Murcia, Málaga, Granada y Almería a Toledo. Ninguno de ellos pasa por Ocaña, y sólo lo hace el de Cuenca a Toledo.

Publicado en El Miliario Extravagante, 80, Febrero de 2002, p. 28, con ampliaciones.

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