Nos hemos referido al reloj, hasta ahora, sin hacer notar que este tipo de artilugio consta de dos partes, que deben considerarse por separado: el movimiento, dicho en terminología relojera, y la caja, cuando la hay, que en este caso está representada por la cámara en que aquél se aloja, más su exteriorización o fachadas, que aquí se manifiesta por duplicado en la esfera pétrea que da sobre la Puerta de la Feria o del Reloj, y en la interior, de la que es predso decir también algo, aunque ni ésta ni aquélla tengan ya que ver con nuestro Gutiérrez, ni con su época.
a) La cámara.
Volvamos, para ello, a nuestra fuente documental, es decir, a Parro:
"Para colocar este moderno reloj se construyó encima de la Puerta de la Feria o de la Chapineria, y sobre el cuarto en que estuvieron los anteriores, una bonita pieza adornada al gusto moderno con molduras muy lindas y filetes dorados; de bastante capacidad, con una cupulita sobre la máquina, como si fuera un lujoso oratorio, pavimento de mármoles de diferentes colores, y sus ventanas que le dan la claridad necesaria.
Debajo de esta pieza hay otra igualmente clara y proporcionada, en cuyo testero se ve un gran escaparate de cristales que intesta en el techo, precisamente en el sitio en que está horadado y en comunicación con la máquina, para que desciendan por dicha abertura la pesas y la péndola del reloj, quedando una y otras encerradas dentro del insinuado escaparate; y habiendo, para subir al cuarto de encima, una preciosa escalera y una puerta muy linda al final de ella, con~Iduras talladas y doradas, sobre 'la cual hay una tarjeta que dice en letras doradas:
OMNIA METITUR TEMPUS, SED EGO METIOR IPSUM, ARTIFICIS FRAGILI MACHINA FACTA MANO
(Todas las cosas las mide el tiempo, mas yo le mido a él, ) con una máquina frágil hecha por mano de artífice.
b) El movimiento.
Continuemos aún con esta larga cita: "En medio de la pieza se alza un zócalo de mármol, y sobre él un pedestal de madera de nogal, muy bien tallado y con adornos de mucho gusto, en el cual asienta la máquina del reloj, que es de péndola real; su materia es hierro y bronce dorado, y su forma la de un templete, que va estrechando hasta concluir en una estatua que representa la Muerte con su guadaña ... En el mismo remate tiene una planoha como una placa bruñida y en ella, grabada, la inscripción siguiente:
Continuemos aún con esta larga cita: "En medio de la pieza se alza un zócalo de mármol, y sobre él un pedestal de madera de nogal, muy bien tallado y con adornos de mucho gusto, en el cual asienta la máquina del reloj, que es de péndola real; su materia es hierro y bronce dorado, y su forma la de un templete, que va estrechando hasta concluir en una estatua que representa la Muerte con su guadaña ... En el mismo remate tiene una planoha como una placa bruñida y en ella, grabada, la inscripción siguiente:
"Reinando Carlos IV, siendo Arzobispo el Eminentísimo Sr. Cardenal D. Francisco Antonio Lorenzana, y Obrero D. Francisco Pérez Sedano, Abad de Santa Leocadia, Dignidad y Canónigo" '. "Tiene, además, varias otras estatuas del mismo bronce, y toda la parte de hierro está bruñida, de manera que parece de plata y oro".
Las "varias otras estatuas" de la mención de Parro hay que decir que son cuatro alegorías de las estaciones del año; ~.demás, un grotesco de cabeza de fauno en cada una de las patas de araña que forman y sostienen el baldaquino sobre el que se asienta el dios Cronos (puesto que no es la Muerte), y seis copas que rematan las pHastras de la jaula del reloj. "La parte de hierro -sigue Parro- está bruñida, de manera que parece de plata y oro".
El supuesto defecto que Parro le atribuye al reloj, es decir, el de necesitar que le den cuerda dos veces al día, ha sido subsanado hace tiempo; pero pudo haberlo sido al instante, y si no fue así debemos achacarlo a los disgustos producidos en las negociaciones. (Supongo que se efectuó a raíz de la "restauración" de que se habla en la nota', el año 1881, posterio:-, por tanto, al tiempo en que escribía Parro; pero sólo lo ha sido dotándolo para 24-28 horas, y sin más operación que horadar el suelo). Sería muy sencillo y hasta económico -además de conveniente- dotarlo de cuerda para ocho días, mediante polipastos.
Es algo que quizá debiera decidirse cuanto antes, para evitar la servidumbre molesta que supone ahora subir las pesas cada día. También convendría limlpiar el óxido que 'comienza a aparecer en el hierro (pilastras de la jaula). Hay ahora barnices protectores, incoloros, que lo preservarían en lo sucesivo. Teniendo en cuenta la gran ventaja que el! camarín cerrado representa, frente a otros relojes de torre en los que se despachan a gusto pájaros y palomas, el problema del óxido es el menor de los males. Por ello, no sé si permitinne recomendar la construcción de una urna de cristal envolvente, ya que con ella el reloj perdería mucha de su actual prestancia
Las "varias otras estatuas" de la mención de Parro hay que decir que son cuatro alegorías de las estaciones del año; ~.demás, un grotesco de cabeza de fauno en cada una de las patas de araña que forman y sostienen el baldaquino sobre el que se asienta el dios Cronos (puesto que no es la Muerte), y seis copas que rematan las pHastras de la jaula del reloj. "La parte de hierro -sigue Parro- está bruñida, de manera que parece de plata y oro".
El supuesto defecto que Parro le atribuye al reloj, es decir, el de necesitar que le den cuerda dos veces al día, ha sido subsanado hace tiempo; pero pudo haberlo sido al instante, y si no fue así debemos achacarlo a los disgustos producidos en las negociaciones. (Supongo que se efectuó a raíz de la "restauración" de que se habla en la nota', el año 1881, posterio:-, por tanto, al tiempo en que escribía Parro; pero sólo lo ha sido dotándolo para 24-28 horas, y sin más operación que horadar el suelo). Sería muy sencillo y hasta económico -además de conveniente- dotarlo de cuerda para ocho días, mediante polipastos.
Es algo que quizá debiera decidirse cuanto antes, para evitar la servidumbre molesta que supone ahora subir las pesas cada día. También convendría limlpiar el óxido que 'comienza a aparecer en el hierro (pilastras de la jaula). Hay ahora barnices protectores, incoloros, que lo preservarían en lo sucesivo. Teniendo en cuenta la gran ventaja que el! camarín cerrado representa, frente a otros relojes de torre en los que se despachan a gusto pájaros y palomas, el problema del óxido es el menor de los males. Por ello, no sé si permitinne recomendar la construcción de una urna de cristal envolvente, ya que con ella el reloj perdería mucha de su actual prestancia
c) Esfera interior.
Bl reloj -volviendo a Parro- rige con unifonnidad las dos muestras de las fachadas exterior e interior, y hace jugar dos aparatos * para que den a un tiempo las horas y los cuartos, así las campanas grandes de la torre como las pequeñas del interior de la Iglesia. * Por endma de la muest'r.a hay una especie de hornacina muy adornada, dentro de la cual 'se ven dos figuritas como de dos pies de altas en traJe de armados al estilo de la época de Carlos V, con sus mazas o clavas -levantadas en actitud de golpear con ellas las campanas del reloj, que están en medio de las dos, y en erecto, antes las hacían sonar ellos para Ilas horas y los cuartos; pero por evitar la irreverencia que causaban en las gentes que estaban en la Iglesia oyendo los oficios divinos, pues se distraían para ver aquellos hombrecUlos herir con sus maZ8'S las campanas, les quitaron años ha el meoanismo que las poma No nos dice Parro -quizá no 'lo supiese- en· que época se tomó el acuerdo de anular el movimiento de los campa~ neros autómatas o "martinillos".
Tuvo que ser, sin embargo, antes de que Gutiérrez pusiese la nueva máquina; es decir, en el largo período del tercer reloj, el de Juan Jalón, que lo hizo en Medina del Campo, en 1536, y para el cual es lógico pensar que se habría dispuesto precisamente la ornamentación que hoy se ve. (Ya es sabido que el mecanismo de este reloj fue cedido a la villa de Ajofrín, el mismo año en que se colocaba el de Gutiérrez en su lugar.) Según el historiador italiano de reloj~ría, Antonio Simoni, tal fue el destino que alcanzó a todos ·los relojes de interior de Catedral que 'lucían alguna particularidad de esta índole: "En momentos de estricta observancia, particularmente du~ rante el seiscientos, estos relojes [se refire a los medievales de címbaJlo] dejaron de contar con el favor de los sacerdotes, que se lamentaban aduciendo que acababan por distraer más que por edificar a los fieles".
Esto mismo lo confirma el investigador irlandés Colin J. Roob '. Suponemos que semejante criterio no sería, en serio, compartido por nadie; aún antes de las reformas conciliares; pero, por si apoyados en esta evidencia nos entusiasmase la idea de que el ingenuo juego de autómatas podría volver a ser puesto en funcionamiento (recordemos al célebre "Papamoscas" de la Catedral de Burgos, rehabHitado a fines del pasado siglo), un examen superficial sobre el terreno me ha permitido comprobar que, tal COII1iO está actualmente, no parece nada fácil. De cualquier modo, antes de abandonar la idea, si previamente se tomase, yo recomendaría que dictaminase un técnico.
Tuvo que ser, sin embargo, antes de que Gutiérrez pusiese la nueva máquina; es decir, en el largo período del tercer reloj, el de Juan Jalón, que lo hizo en Medina del Campo, en 1536, y para el cual es lógico pensar que se habría dispuesto precisamente la ornamentación que hoy se ve. (Ya es sabido que el mecanismo de este reloj fue cedido a la villa de Ajofrín, el mismo año en que se colocaba el de Gutiérrez en su lugar.) Según el historiador italiano de reloj~ría, Antonio Simoni, tal fue el destino que alcanzó a todos ·los relojes de interior de Catedral que 'lucían alguna particularidad de esta índole: "En momentos de estricta observancia, particularmente du~ rante el seiscientos, estos relojes [se refire a los medievales de címbaJlo] dejaron de contar con el favor de los sacerdotes, que se lamentaban aduciendo que acababan por distraer más que por edificar a los fieles".
Esto mismo lo confirma el investigador irlandés Colin J. Roob '. Suponemos que semejante criterio no sería, en serio, compartido por nadie; aún antes de las reformas conciliares; pero, por si apoyados en esta evidencia nos entusiasmase la idea de que el ingenuo juego de autómatas podría volver a ser puesto en funcionamiento (recordemos al célebre "Papamoscas" de la Catedral de Burgos, rehabHitado a fines del pasado siglo), un examen superficial sobre el terreno me ha permitido comprobar que, tal COII1iO está actualmente, no parece nada fácil. De cualquier modo, antes de abandonar la idea, si previamente se tomase, yo recomendaría que dictaminase un técnico.
d) Esfera exterior.
La esfera que da a la Puerta de la Feria no ofrece ninguna particularidad, si no es la de su extrema sobriedad clásica, en contraste con la exuberante ornamentación plateresca de la del interior. Al igual que ésta, es de una sola aguja, y no ,e,,"la minutos, sino cuartos de hora. Su disco es de mármol y el enmarcamiento de granito gris, formando un armonioso conjunto en el añadido herreriano que semiocuIta esta fachada gótica de la Catedml. e) La torre (que fue) de las campanas. Otro eleInento fundamental del reloj queda por mencionar. Leemos en Parro que "la torre que hay en este sitio, con destino exclusivo para las campanas del reloj, se levantaba hacia 1425, en la época del segundo reloj, bajo la dirección del arquitecto Albar Gonz~lez".
Ni de su campana, ni de tal reloj, ni siquie¡oa del tercero, quedaba nada cuando Parro escribe aquéHo. Pero ,la torre, a la que (como ,leemos en la nota 1) hubo que añadirle algunos palmos para asentar en ella el nuevo armazón de las campanas, aIlí permanecía todavía. Las campanas" cdlocadas, una por encirna de. la otra, en el centro del último cuerpo, sobre una fuerte armadura de hierro dorada", se habían escogido en 1790 de entre las que entonces había en Toledo. "La de las horas procede del convento del Carmen Calzado, y fue fundida en 1677. La de los cuartos perteneció a la parroquia de San Justo y se hizo en 1740. Una y otra se subieron el día l.' de julio de 1791".
Si hay evidencia de que la torre de las campanas existía en 1856, por 'las citas de Parro, todavía se puede aducir un: testimonio fotográfico posterior, ya que se conserva en cliché su imagen; pero la realidad es que dicha torre no está hoy allí. Según nos informa el erudito a quien hay que acudir para todo lo que se refiera a la topografía toledana del pasado, Porres Martín-Oleto, no se puede precisar con exactitud la fecha de su demolición -mientras no se consulten los papeles de Obra y Fábrica-; si bien debe situarse entre alguno de los meses de los años 1887 y 1888, basándonos en dos datos muy reveladores: Uno, que el hecho es reseñado por Palazuelos en su libro Toledo. Guía artístico-práctica, editado en 1890: "Sobre la izquierda de la portada, se alzaba hasta hace bien poco tiempo la torre del Reloj ... , fábrica cuadrada en que se contenían las dos campanas de las horas y de los cuartos. Esta torre, por amenazar inminente ruina, ha sido casi en su totalidad desmontada a la hora en que se escriben las presentes líneas". El otro dato preciso es que en 1888 está fechado el reloj de Morez que vino, en cierto modo, a reemplazar esta >lamentable falta.
No acierto a comprender la razón de esta suplantación. Habrá que pensar en que los cimientos o apoyos en que se asentaba la torre no ofrecerían garantías suficientes para volver a levantar otra. Se optó, pues, por trasladar el campanario desde el primiüvo emplazamiento a la torre grande, adquirir un nuevo reloj y dejar "mudo al exterior" al de Gutiérrez, que desde entonces solamente suena las horas y los cuartos sobre las pequeñas campanas de la esfera interior.
No cabe duda de que el reloj de Morez de Jura, en Francia, instalado sin esfera alguna, exterior ni interior, en la torre grande de la Catedral, está realizando mejor función "sonora" que la que desempeñó por cien años desde el antiguo campanario el r e 1 o j de nuestro compatriota -así como sus predecesores-, pues la altura y el aislamiento dan mucha mayor difusión a las campanadas. Sin embargo, hay que lamentar que esto haya ocurrido, y quedase privado de una de sus más relevantes funciones el venerable mecanismo al que dedicamos este trabajo.
Porque se da la circunstancia, precisamente, de que la función en que el de Morez reemplaza a>l de Gutiérrez, según demuestra la más autorizada y moderna invesügación, fue la primordial y única de los relojeros catedralicios en el medievo; interesante teoría que es oportuno divulgar aquí, porque la considero desconocida del profano. Es el historiador III que ya he aludido, Antonio Simoni, quien sostiene que durante cierto tiempo -variable entre uno y dos siglos desde el momento de la aparición del reloj mee á-nic(}- los relojes catedralicios carecían de esfera, y esto aunque fuesen ins'talados en el interior, siendo su única finalidad la de sona·r las horas, y no la de marcarlas, como se ha venido creyendo. Mas no se trataba tampoco de las actuales "horas civiles" de I a XXIV, sino de las horas temporales del día solar. Simoni, que ha probado su teoría con abundantes testimonios literarios, entre ellos el de Dante, Ilegó incluso a descubrir el código de toques de campana según el uso eclesiástico que correspondía entonces a esas horas o "l11(}mentos" 8.
No es fácil aventurar si en el de Toledo habrá habido, como en tantos otros templos europeos, un primitivo reloj de torre sin esfera exterior ni interior; un reloj para sonar las horas. Un tenue indicio hallamos en el texto de Parro, 2unque la época se nos presenta como algo tardía. En efecto, al hablar del segundo reloj, el del año 1425, dice que "un maestro que nombraban A'lí o A:lís hizo las' lunas o muestras y sus agujas"; pero no ha podido decir algo parecido respecto del anterior, el que en 1371 hizo un Gonzalo Pérez, platero de Toledo.
¿Pudo haber sido éste un reloj sin esfera? ¿Hubo otro de este género con anterioridad? Son enigmas que se reserva la Historia, ocultándolos a nuestro afán inquisidor. A propósito de este -¿primer?- reloj, tiene gracia la conclusión a que Uega Parro, a quien he convertido, casi sin darme cuenta, en co-autor del presente trabajo, de que" debía ser defectuoso o insuficiente para el objeto, cuando a los cincuenta años se tomó determinación de labrar otro, cuya construcción dirigió un religioso muy inteligente en el arte, llamado Fr. Pedro, hacia el año de 1425". Es gracioso, como digo, porque parece querer dar a entender que ya en aquella época 'la "garantía" de un reloj debía rebasar el plazo del medio siglo, mucho más allá de la supervivencia del propio constructor.
Ni de su campana, ni de tal reloj, ni siquie¡oa del tercero, quedaba nada cuando Parro escribe aquéHo. Pero ,la torre, a la que (como ,leemos en la nota 1) hubo que añadirle algunos palmos para asentar en ella el nuevo armazón de las campanas, aIlí permanecía todavía. Las campanas" cdlocadas, una por encirna de. la otra, en el centro del último cuerpo, sobre una fuerte armadura de hierro dorada", se habían escogido en 1790 de entre las que entonces había en Toledo. "La de las horas procede del convento del Carmen Calzado, y fue fundida en 1677. La de los cuartos perteneció a la parroquia de San Justo y se hizo en 1740. Una y otra se subieron el día l.' de julio de 1791".
Si hay evidencia de que la torre de las campanas existía en 1856, por 'las citas de Parro, todavía se puede aducir un: testimonio fotográfico posterior, ya que se conserva en cliché su imagen; pero la realidad es que dicha torre no está hoy allí. Según nos informa el erudito a quien hay que acudir para todo lo que se refiera a la topografía toledana del pasado, Porres Martín-Oleto, no se puede precisar con exactitud la fecha de su demolición -mientras no se consulten los papeles de Obra y Fábrica-; si bien debe situarse entre alguno de los meses de los años 1887 y 1888, basándonos en dos datos muy reveladores: Uno, que el hecho es reseñado por Palazuelos en su libro Toledo. Guía artístico-práctica, editado en 1890: "Sobre la izquierda de la portada, se alzaba hasta hace bien poco tiempo la torre del Reloj ... , fábrica cuadrada en que se contenían las dos campanas de las horas y de los cuartos. Esta torre, por amenazar inminente ruina, ha sido casi en su totalidad desmontada a la hora en que se escriben las presentes líneas". El otro dato preciso es que en 1888 está fechado el reloj de Morez que vino, en cierto modo, a reemplazar esta >lamentable falta.
No acierto a comprender la razón de esta suplantación. Habrá que pensar en que los cimientos o apoyos en que se asentaba la torre no ofrecerían garantías suficientes para volver a levantar otra. Se optó, pues, por trasladar el campanario desde el primiüvo emplazamiento a la torre grande, adquirir un nuevo reloj y dejar "mudo al exterior" al de Gutiérrez, que desde entonces solamente suena las horas y los cuartos sobre las pequeñas campanas de la esfera interior.
No cabe duda de que el reloj de Morez de Jura, en Francia, instalado sin esfera alguna, exterior ni interior, en la torre grande de la Catedral, está realizando mejor función "sonora" que la que desempeñó por cien años desde el antiguo campanario el r e 1 o j de nuestro compatriota -así como sus predecesores-, pues la altura y el aislamiento dan mucha mayor difusión a las campanadas. Sin embargo, hay que lamentar que esto haya ocurrido, y quedase privado de una de sus más relevantes funciones el venerable mecanismo al que dedicamos este trabajo.
Porque se da la circunstancia, precisamente, de que la función en que el de Morez reemplaza a>l de Gutiérrez, según demuestra la más autorizada y moderna invesügación, fue la primordial y única de los relojeros catedralicios en el medievo; interesante teoría que es oportuno divulgar aquí, porque la considero desconocida del profano. Es el historiador III que ya he aludido, Antonio Simoni, quien sostiene que durante cierto tiempo -variable entre uno y dos siglos desde el momento de la aparición del reloj mee á-nic(}- los relojes catedralicios carecían de esfera, y esto aunque fuesen ins'talados en el interior, siendo su única finalidad la de sona·r las horas, y no la de marcarlas, como se ha venido creyendo. Mas no se trataba tampoco de las actuales "horas civiles" de I a XXIV, sino de las horas temporales del día solar. Simoni, que ha probado su teoría con abundantes testimonios literarios, entre ellos el de Dante, Ilegó incluso a descubrir el código de toques de campana según el uso eclesiástico que correspondía entonces a esas horas o "l11(}mentos" 8.
No es fácil aventurar si en el de Toledo habrá habido, como en tantos otros templos europeos, un primitivo reloj de torre sin esfera exterior ni interior; un reloj para sonar las horas. Un tenue indicio hallamos en el texto de Parro, 2unque la época se nos presenta como algo tardía. En efecto, al hablar del segundo reloj, el del año 1425, dice que "un maestro que nombraban A'lí o A:lís hizo las' lunas o muestras y sus agujas"; pero no ha podido decir algo parecido respecto del anterior, el que en 1371 hizo un Gonzalo Pérez, platero de Toledo.
¿Pudo haber sido éste un reloj sin esfera? ¿Hubo otro de este género con anterioridad? Son enigmas que se reserva la Historia, ocultándolos a nuestro afán inquisidor. A propósito de este -¿primer?- reloj, tiene gracia la conclusión a que Uega Parro, a quien he convertido, casi sin darme cuenta, en co-autor del presente trabajo, de que" debía ser defectuoso o insuficiente para el objeto, cuando a los cincuenta años se tomó determinación de labrar otro, cuya construcción dirigió un religioso muy inteligente en el arte, llamado Fr. Pedro, hacia el año de 1425". Es gracioso, como digo, porque parece querer dar a entender que ya en aquella época 'la "garantía" de un reloj debía rebasar el plazo del medio siglo, mucho más allá de la supervivencia del propio constructor.
Por LUIS MONTAÑES FONTENLA
http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/02/files_anales_0002_05.pdf
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