El mayor desprecio que se podría hacer a esta hipótesis sería ignorarla. Pero sólo queremos dar un dato para demostrar su falsedad. Cuando en su poder para testar en su nombre, llama El Greco «doña» Jerónima a la madre de su hijo, ya hacía más de tres años que el rey Felipe III había promulgado una ley prohibiendo el uso del «don» que con el tiempo había sido extendido incluso entre maleantes y prostitutas.
En su decreto, el rey reserva la permisión del uso del don entre otros a personas tituladas y a las mujeres de grandes maestros. El Greco quiso demostrar con ello que si Jerónima no era su esposa, con ese tratamiento la consideraba con todo respeto como si lo fuera.
Queda por mostrar mi hipótesis acerca de la falta de matrimonio canónico entre nuestros protagonistas. Lo haremos después de demostrar que al menos el hijo, Jorge Manuel, vive con El Greco. Y de doña Jerónima, hablaremos acto seguido. Cuando El Greco pinta «El entierro del conde de Orgaz», ya hace ocho años del nacimiento de su hijo, al que retrata en el cuadro Y lo retrata poniéndole en el bolsillo un pañuelo con firma y fecha.
Lo primero que nos muestra aquí El Greco es que su hijo vive con él. Y además certifica que es su hijo. En la firma del pañuelo dice. Doménikos Teothocopoulos epoiei 1578. (Doménico Theotocópuli me hizo 1578). Vamos a pasar por alto las confusiones que provocaron la fecha en el pañuelo a ciertos investigadores, que cuando se empezaron a interesar por la obra del Greco, quisieron demostrar que el cuadro estaba pintado en 1578 y no en el 1586 que decían los documentos, pues según ellos, podían demostrarlo por la firma y la fecha pintadas por la mano del Greco.
Después de algunas discusiones se demostró que la autoría y la fecha del pañuelo se refería a su hijo, afirmando que él le había hecho en 1578. ¿Por qué hay un silencio documental sobre Jerónima de las Cuevas? ¿Por qué no se casaron? Nuestra hipótesis es que sufrió una depresión post parto que la hizo perder la razón, aunque se recuperara por períodos y volviera a recaer. Apenas disponemos de datos escritos que corroboren esta tesis, pero pensamos que fue ingresada en el manicomio al menos por períodos intermitentes.
Llevamos muchos años estudiando esta hipótesis y creemos estar muy cerca de poder confirmarla; pero de momento nos conformaremos con exponer los datos que nos llevan a esta idea. En nuestras averiguaciones hemos descubierto que la depresión post parto era sufrida por un porcentaje muy elevado de mujeres en aquella época, y que casi el mismo porcentaje se sigue registrando en la actualidad. La diferencia está en que hoy hay más medios para atajarlo y en la antigüedad casi todos los casos terminaban en la locura.
Según Cristina Gavilán, «de cada tres personas con depresión, dos son del sexo femenino», y añade que «una de las formas más comunes es la depresión post parto, que se produce en un porcentaje muy elevado de mujeres ante la llegada de su primer hijo. Francesca Lombardo, psicóloga y magister de la Universidad de Paris, y del World University Service, que actualmente hace investigaciones de gestantes de alto riesgo en los servicios de Psiquiatría y Ginecología, dice entre otras cosas, que «las esquizofrenias y las depresiones que se declaran en el parto tienen un contenido y un carácter específico, incluso cuando se trata de la agravación de un proceso crónico debido a una disposición preexistente».
También dice que, «La reproducción como fenómeno, es siempre la misma y siempre singular. Muchas leguas de civilización, de elaboración, nos separan del hombre primitivo y del antiguo, del medieval y del renacentista. La gestación misteriosa y soterrada oficio de mujeres entre mujeres, ha ido lentamente dejando las alcobas domésticas para convertirse en objeto de investigación científica y cuidados médicos específicos…» Laura Ramiro, dice que «hoy se trata de una manera adecuada a la paciente en una depresión crónica y recurrente que comporta trastornos afectivos con el bebé y con la pareja, que en otros momentos incluía el riesgo de suicidio».
De entre los estragos que el parto producía en la mujer desde los comienzos de la humanidad, y que se empezaron a detectar en la Edad Media y a poner remedios en la Moderna, no se han comenzado a estudiar seriamente los trastornos psiquiátricos del post parto hasta el siglo XX. Dan fe de ello numerosas publicaciones al respecto, de las que conocemos un par de decenas que recogemos un nuestro libro sobre El Greco escultor, y que por no cansar la atención de ustedes les liberamos de su especificación. Lo cierto es que la depresión post parto llevaba frecuentemente a la locura en la época del Greco.
No ha de extrañarnos, pues, que Jerónima de las Cuevas pudiiera sufrir una depresión después del parto de su hijo. Y que como consecuencia de ello, tuvieran que internarla en el hospital psiquiátrico de Toledo, llamado El Nuncio por haber sido fundado y costeado por en nuncio de su santidad. Hay muchos datos que nos llevan a esta posibilidad. Primero, tanto Cossío como Marañón, piensan que El Greco se inspiró en locos de Toledo para pintar sus apostolados.
Si, según estos dos autores, El Greco había visto a los locos del hospital de dementes de Toledo, no debemos pensar que los locos fueran al estudio del pintor, antes bien pensaríamos que fuese El Greco el que visitara con cierta frecuencia el manicomio. Segundo, El Greco como sabemos era amigo del doctor Rodrigo de la Fuente, al que retrató. Es cierto que el retrato se lo hizo en 1588, después del supuesto internamiento de Jerónima en el manicomio, si por las fechas no se demuestra que la amistad surgió por el retrato, sí queda demostrado que cuando le retrató ya eran amigos.
Después de algunas discusiones se demostró que la autoría y la fecha del pañuelo se refería a su hijo, afirmando que él le había hecho en 1578. ¿Por qué hay un silencio documental sobre Jerónima de las Cuevas? ¿Por qué no se casaron? Nuestra hipótesis es que sufrió una depresión post parto que la hizo perder la razón, aunque se recuperara por períodos y volviera a recaer. Apenas disponemos de datos escritos que corroboren esta tesis, pero pensamos que fue ingresada en el manicomio al menos por períodos intermitentes.
Llevamos muchos años estudiando esta hipótesis y creemos estar muy cerca de poder confirmarla; pero de momento nos conformaremos con exponer los datos que nos llevan a esta idea. En nuestras averiguaciones hemos descubierto que la depresión post parto era sufrida por un porcentaje muy elevado de mujeres en aquella época, y que casi el mismo porcentaje se sigue registrando en la actualidad. La diferencia está en que hoy hay más medios para atajarlo y en la antigüedad casi todos los casos terminaban en la locura.
Según Cristina Gavilán, «de cada tres personas con depresión, dos son del sexo femenino», y añade que «una de las formas más comunes es la depresión post parto, que se produce en un porcentaje muy elevado de mujeres ante la llegada de su primer hijo. Francesca Lombardo, psicóloga y magister de la Universidad de Paris, y del World University Service, que actualmente hace investigaciones de gestantes de alto riesgo en los servicios de Psiquiatría y Ginecología, dice entre otras cosas, que «las esquizofrenias y las depresiones que se declaran en el parto tienen un contenido y un carácter específico, incluso cuando se trata de la agravación de un proceso crónico debido a una disposición preexistente».
También dice que, «La reproducción como fenómeno, es siempre la misma y siempre singular. Muchas leguas de civilización, de elaboración, nos separan del hombre primitivo y del antiguo, del medieval y del renacentista. La gestación misteriosa y soterrada oficio de mujeres entre mujeres, ha ido lentamente dejando las alcobas domésticas para convertirse en objeto de investigación científica y cuidados médicos específicos…» Laura Ramiro, dice que «hoy se trata de una manera adecuada a la paciente en una depresión crónica y recurrente que comporta trastornos afectivos con el bebé y con la pareja, que en otros momentos incluía el riesgo de suicidio».
De entre los estragos que el parto producía en la mujer desde los comienzos de la humanidad, y que se empezaron a detectar en la Edad Media y a poner remedios en la Moderna, no se han comenzado a estudiar seriamente los trastornos psiquiátricos del post parto hasta el siglo XX. Dan fe de ello numerosas publicaciones al respecto, de las que conocemos un par de decenas que recogemos un nuestro libro sobre El Greco escultor, y que por no cansar la atención de ustedes les liberamos de su especificación. Lo cierto es que la depresión post parto llevaba frecuentemente a la locura en la época del Greco.
No ha de extrañarnos, pues, que Jerónima de las Cuevas pudiiera sufrir una depresión después del parto de su hijo. Y que como consecuencia de ello, tuvieran que internarla en el hospital psiquiátrico de Toledo, llamado El Nuncio por haber sido fundado y costeado por en nuncio de su santidad. Hay muchos datos que nos llevan a esta posibilidad. Primero, tanto Cossío como Marañón, piensan que El Greco se inspiró en locos de Toledo para pintar sus apostolados.
Si, según estos dos autores, El Greco había visto a los locos del hospital de dementes de Toledo, no debemos pensar que los locos fueran al estudio del pintor, antes bien pensaríamos que fuese El Greco el que visitara con cierta frecuencia el manicomio. Segundo, El Greco como sabemos era amigo del doctor Rodrigo de la Fuente, al que retrató. Es cierto que el retrato se lo hizo en 1588, después del supuesto internamiento de Jerónima en el manicomio, si por las fechas no se demuestra que la amistad surgió por el retrato, sí queda demostrado que cuando le retrató ya eran amigos.
Y sabemos que era el director del manicomio en aquellos momentos. Además el pintor era también amigo del griego Antonio Calosinás, que había venido a Toledo antes que El Greco como traductor del griego y del latín, pero que ya traía estudios de medicina que aquí terminó y se doctoró bajo la dirección del doctor Rodrigo de la Fuente con el que hacía practicas en el manicomio. Ambos médicos del manicomio, pudieron recomendar y animar al Greco para que Jerónima fuese internada en dicho hospital. Tercero, podemos pensar que el Greco no habría permitido el internamiento de Jerónima de no haberse enterado antes de las condiciones de trato que podría recibir, de lo que pudo enterarse por sus amigos los médicos mencionados.
Nosotros sabemos hoy, y El Greco pudo saber entonces, que a finales del siglo XVI, o sea, en época del Greco, el dicho hospital había recibido una herencia del canónigo don Juan de Vergara, que aportaba al manicomio más de medio millón de maravedises al año, por lo que disponía para casos no graves de salas separadas por sexos, y de camas con colchón de esparto o lana, sábanas, manta o cobertor según la época del año.
Y para comer se servían diariamente once ónzas de cordero por enfermo, seis y media azumbre de vino para trece personas, especias, garbanzos y ensaladas para comer y cenar. Para el desayuno se servían frutos secos en invierno, y en verano fruta del tiempo, endrinas, higos, membrillo, melocotones, etc. etc. En aquellos años tenía el hospital del nuncio un gasto diario de 872 maravedises, para mantener una media mensual de entre 31 y 49 enfermos, lo que hacía un montante al año por encima de 318.000 maravedises para gastos de enfermos.
Además de estos gastos tenia que mantener a 14 pobres donados que se dedicaban a la ayuda y cuidado de los pacientes y 4 servidores además de los médicos. Hemos intentado consultar cuantos documentos pudiéramos sobre registro de visitas, ingreso de enfermos, alta de estos, permisos de salidas y entradas… pero los documentos del antiguo manicomio, ubicado en el adarve que hoy da comienzo a la calle del Nuncio Viejo, trasladado en el siglo XVIII al edificio que para él se construyó en la calle Real, el incendio que este edificio sufrió en la primera mitad del siglo XX del que fui testigo por vecindad, y su posterior traslado al paraje de La Vinagra, han hecho imposible nuestras pesquisas; además de ignorar si se llevaban dichos registros en aquella época.
A lo más que hemos podido llegar, de momento, es al libro de Obra y Fábrica de la catedral, en el que hemos encontrado algunos datos, más escasos de lo que hubiéramos deseado, que nos dicen que en 1578 y en años posteriores, ingresaron tres Jerónimas, sin especificar apellidos. Hay después del nombre en alguna de ellas una especie de apodo, probablemente puesto por el encargado del registro, no sabemos si para diferenciarla de las otras jerónimas o si para identificarla con la que ya hubiera estado ingresada con anterioridad.
No sabemos, por tanto, si alguna de ellas era la Jerónima que buscamos o las tres registradas en distintas fechas era la misma, lo cual podía ser, dado que según dicho libro había enfermos a los que se daba el alta temporal para volver a ingresar si recaían. Volvemos a encontrar el rostro de Jerónima que juzgamos perteneciente a la época de su hipotética estancia en el manicomio, con posibles entradas y salidas, en la Virgen de la Caridad, de Illescas.
Nosotros sabemos hoy, y El Greco pudo saber entonces, que a finales del siglo XVI, o sea, en época del Greco, el dicho hospital había recibido una herencia del canónigo don Juan de Vergara, que aportaba al manicomio más de medio millón de maravedises al año, por lo que disponía para casos no graves de salas separadas por sexos, y de camas con colchón de esparto o lana, sábanas, manta o cobertor según la época del año.
Y para comer se servían diariamente once ónzas de cordero por enfermo, seis y media azumbre de vino para trece personas, especias, garbanzos y ensaladas para comer y cenar. Para el desayuno se servían frutos secos en invierno, y en verano fruta del tiempo, endrinas, higos, membrillo, melocotones, etc. etc. En aquellos años tenía el hospital del nuncio un gasto diario de 872 maravedises, para mantener una media mensual de entre 31 y 49 enfermos, lo que hacía un montante al año por encima de 318.000 maravedises para gastos de enfermos.
Además de estos gastos tenia que mantener a 14 pobres donados que se dedicaban a la ayuda y cuidado de los pacientes y 4 servidores además de los médicos. Hemos intentado consultar cuantos documentos pudiéramos sobre registro de visitas, ingreso de enfermos, alta de estos, permisos de salidas y entradas… pero los documentos del antiguo manicomio, ubicado en el adarve que hoy da comienzo a la calle del Nuncio Viejo, trasladado en el siglo XVIII al edificio que para él se construyó en la calle Real, el incendio que este edificio sufrió en la primera mitad del siglo XX del que fui testigo por vecindad, y su posterior traslado al paraje de La Vinagra, han hecho imposible nuestras pesquisas; además de ignorar si se llevaban dichos registros en aquella época.
A lo más que hemos podido llegar, de momento, es al libro de Obra y Fábrica de la catedral, en el que hemos encontrado algunos datos, más escasos de lo que hubiéramos deseado, que nos dicen que en 1578 y en años posteriores, ingresaron tres Jerónimas, sin especificar apellidos. Hay después del nombre en alguna de ellas una especie de apodo, probablemente puesto por el encargado del registro, no sabemos si para diferenciarla de las otras jerónimas o si para identificarla con la que ya hubiera estado ingresada con anterioridad.
No sabemos, por tanto, si alguna de ellas era la Jerónima que buscamos o las tres registradas en distintas fechas era la misma, lo cual podía ser, dado que según dicho libro había enfermos a los que se daba el alta temporal para volver a ingresar si recaían. Volvemos a encontrar el rostro de Jerónima que juzgamos perteneciente a la época de su hipotética estancia en el manicomio, con posibles entradas y salidas, en la Virgen de la Caridad, de Illescas.
Este rostro de Jerónima, está ya castigado por los años y por la enfermedad. Jerónima contaba en la fecha que el cuadro se pintó cincuenta y tantos años de edad. El Greco la retrata recordándola con cariño, o viéndola con cariño en cada una de sus salidas del hospital. Es el mismo rostro de cándida inocencia en el que se adivina además una ausencia de cuanto pueda rodearla.
A pesar de ello, El Greco la pinta extendiendo su mano derecha y su mirada al hijo que hay bajo su manto, Jorge Manuel, que contaría por entonces veintitantos años, lo cual costó un disgusto al pintor, pues fue usado por los cofrades de La Caridad para intentar abaratar el precio o retrasar el momento del pago. …y assimismo enzima de ntra. Sra. en la parte mejor del dicho retablo, está pintada una ymagen de la Charidad y allí Retrato de su sobrino Jorge Manuel con muy grandes lechuguillas y otras personas conocidas que combiene quitar del todo (…) y así los primeros tasadores que tasaron la dicha obra declararon que combenía que se borrase como yndecente…
Presentamos el cuadro del Greco y uno antiguo sin las lechuguillas. Creemos que El Greco no borró las lechuguillas, sino que, de mala gana, pinto sobre las capas de barniz los cuellos que se ven en la fotografía antigua cubriendo las lechuguillas o golas, por lo que, cuando después de la guerra se limpió el lienzo, aparecieron las lechuguillas que habían sido pintadas cobre las capas de barniz.
A pesar de ello, El Greco la pinta extendiendo su mano derecha y su mirada al hijo que hay bajo su manto, Jorge Manuel, que contaría por entonces veintitantos años, lo cual costó un disgusto al pintor, pues fue usado por los cofrades de La Caridad para intentar abaratar el precio o retrasar el momento del pago. …y assimismo enzima de ntra. Sra. en la parte mejor del dicho retablo, está pintada una ymagen de la Charidad y allí Retrato de su sobrino Jorge Manuel con muy grandes lechuguillas y otras personas conocidas que combiene quitar del todo (…) y así los primeros tasadores que tasaron la dicha obra declararon que combenía que se borrase como yndecente…
Presentamos el cuadro del Greco y uno antiguo sin las lechuguillas. Creemos que El Greco no borró las lechuguillas, sino que, de mala gana, pinto sobre las capas de barniz los cuellos que se ven en la fotografía antigua cubriendo las lechuguillas o golas, por lo que, cuando después de la guerra se limpió el lienzo, aparecieron las lechuguillas que habían sido pintadas cobre las capas de barniz.
ÚLTIMOS DATOS SOBRE JERÓNIMA
En 1612, dos años antes de su muerte, El Greco había obtenido por ruegos anteriores de su amigo don Luis de Castilla, una «sepultura graciosa», o sea, gratuita para ser enterrado en Santo domingo el Antiguo. Algo después, Jorge Manuel manifiesta que tiene necesidad de otra sepultura junto a la de su padre, y surge un acuerdo entre la abadesa doña Andrea de la Cerda y Jorge Manuel de que éste, como arquitecto de obras, haga una bóveda sepulcral frente a la puerta de entrada a la iglesia, como se sale de la capilla de los Gomara para «entierro de su padre, suyo y de sus hijos y descendientes perpetuamente de manera que la bóveda sea siempre suya para siempre jamás y no se pueda dar a otro ninguno para que se entierre en ella».
Su padre, El Greco, pintaría un cuadro para poner sobre la bóveda con la «Adoración de los pastores». Y allí se enterró al Greco y enterró Jorge Manuel a su primera esposa, Alfonsa de los Morales. Ocho años después del fallecimiento del Greco, en 1622, surgen unas dasavenencias entre la entonces abadesa doña Ana Sotelo de Ribera y Jorge Manuel, creemos que por las dificultades que entrañaría el futuro enterramiento de la segunda esposa de Jorge Manuel. Jorge Manuel, entonces, inicia un trato con los responsables de San Torcuato para conseguir sepultura para enterramiento en ella de «sus padres» y demás personas conforme a su voluntad. ¿Vivía con él doña Jerónima de las Cuevas cuando pidió esta condición para sus sepulturas en San Torcuato?
¿Había fallecido y estaba enterrada en otro sitio? ¿Por qué no se le menciona para nada en los trámites de enterramiento en Santo Domingo? Las respuestas a estas preguntas no son demasiado difíciles. Partiendo de mi hipótesis de esporádicos internamientos en al manicomio del Nuncio, podríamos suponer que doña Jerónima viviera en sus salidas con El Greco y después con su hijo. No parece que hubiera fallecido, pues no encontramos actas de defunción por estas fechas en la que sabemos fue su parroquia, Santo Tomé. En cuanto a no mencionarla en los trámites de enterramiento en Santo Domingo, recordemos que la primera sepultura que se le concede al Greco en la iglesia del dicho convento fue a instancias de don Luis de Castilla, y sería, seguramente, un hueco en el suelo o en uno de los muros para una sola persona; como son las sepulturas que en el mismo monasterio tienen don Diego de Castilla y don Luis.
Luego es su hijo el que pide la bóveda para entierro de su padre, suyo y de sus hijos y descendientes… no menciona aquí a su esposa ni a su madre. A su primera esposa, Alfonsa de los Morales, la entierra en Santo Domingo, pues formaba parte de su familia cuando se hizo este contrato; pero el casarse de segundas nupcias y teniendo pendiente el enterramiento de su madre, que no había estado casada con su padre, debieron surgir las desavenencias entre Jorge Manuel y la abadesa doña Ana Sotelo de Ribera.
Y ello llevaría a Jorge Manuel a gestionar sepulturas en San Torcuato. No queremos dar la sensación con nuestras hipótesis de obstinarnos en que Jerónima estuviera loca. Sólo queremos buscar una situación lógica, que pudiera ser verdadera por los datos aportados, para limpiar la teoría de que doña Jerónima fuese una prostituta del burdel de la Antequeruela, y reivindicarla como la mujer amantísima y respetable que fue de Doménico Theotocópuli llamado el Greco. Lo de amantísima y respetable, queda demostrado por cuanto hemos contado:
El Greco la retrata al menos en cuatro ocasiones claras –aunque en algunos otros rostros femeninos de su obra esté siempre recordando el de Jerónima-. El Greco pinta a su hijo también al menos en tres ocasiones, demostrando con ello igualmente su cariño. Y Jerónima es mencionada en documentos al menos en otras tres ocasiones; la última cuando Jorge Manuel pide sepultura para ella. Creemos firmemente que las circunstancias hicieron de ellos una pareja cuyo amor imposible pero fiel, atenazó sus vidas.
En 1612, dos años antes de su muerte, El Greco había obtenido por ruegos anteriores de su amigo don Luis de Castilla, una «sepultura graciosa», o sea, gratuita para ser enterrado en Santo domingo el Antiguo. Algo después, Jorge Manuel manifiesta que tiene necesidad de otra sepultura junto a la de su padre, y surge un acuerdo entre la abadesa doña Andrea de la Cerda y Jorge Manuel de que éste, como arquitecto de obras, haga una bóveda sepulcral frente a la puerta de entrada a la iglesia, como se sale de la capilla de los Gomara para «entierro de su padre, suyo y de sus hijos y descendientes perpetuamente de manera que la bóveda sea siempre suya para siempre jamás y no se pueda dar a otro ninguno para que se entierre en ella».
Su padre, El Greco, pintaría un cuadro para poner sobre la bóveda con la «Adoración de los pastores». Y allí se enterró al Greco y enterró Jorge Manuel a su primera esposa, Alfonsa de los Morales. Ocho años después del fallecimiento del Greco, en 1622, surgen unas dasavenencias entre la entonces abadesa doña Ana Sotelo de Ribera y Jorge Manuel, creemos que por las dificultades que entrañaría el futuro enterramiento de la segunda esposa de Jorge Manuel. Jorge Manuel, entonces, inicia un trato con los responsables de San Torcuato para conseguir sepultura para enterramiento en ella de «sus padres» y demás personas conforme a su voluntad. ¿Vivía con él doña Jerónima de las Cuevas cuando pidió esta condición para sus sepulturas en San Torcuato?
¿Había fallecido y estaba enterrada en otro sitio? ¿Por qué no se le menciona para nada en los trámites de enterramiento en Santo Domingo? Las respuestas a estas preguntas no son demasiado difíciles. Partiendo de mi hipótesis de esporádicos internamientos en al manicomio del Nuncio, podríamos suponer que doña Jerónima viviera en sus salidas con El Greco y después con su hijo. No parece que hubiera fallecido, pues no encontramos actas de defunción por estas fechas en la que sabemos fue su parroquia, Santo Tomé. En cuanto a no mencionarla en los trámites de enterramiento en Santo Domingo, recordemos que la primera sepultura que se le concede al Greco en la iglesia del dicho convento fue a instancias de don Luis de Castilla, y sería, seguramente, un hueco en el suelo o en uno de los muros para una sola persona; como son las sepulturas que en el mismo monasterio tienen don Diego de Castilla y don Luis.
Luego es su hijo el que pide la bóveda para entierro de su padre, suyo y de sus hijos y descendientes… no menciona aquí a su esposa ni a su madre. A su primera esposa, Alfonsa de los Morales, la entierra en Santo Domingo, pues formaba parte de su familia cuando se hizo este contrato; pero el casarse de segundas nupcias y teniendo pendiente el enterramiento de su madre, que no había estado casada con su padre, debieron surgir las desavenencias entre Jorge Manuel y la abadesa doña Ana Sotelo de Ribera.
Y ello llevaría a Jorge Manuel a gestionar sepulturas en San Torcuato. No queremos dar la sensación con nuestras hipótesis de obstinarnos en que Jerónima estuviera loca. Sólo queremos buscar una situación lógica, que pudiera ser verdadera por los datos aportados, para limpiar la teoría de que doña Jerónima fuese una prostituta del burdel de la Antequeruela, y reivindicarla como la mujer amantísima y respetable que fue de Doménico Theotocópuli llamado el Greco. Lo de amantísima y respetable, queda demostrado por cuanto hemos contado:
El Greco la retrata al menos en cuatro ocasiones claras –aunque en algunos otros rostros femeninos de su obra esté siempre recordando el de Jerónima-. El Greco pinta a su hijo también al menos en tres ocasiones, demostrando con ello igualmente su cariño. Y Jerónima es mencionada en documentos al menos en otras tres ocasiones; la última cuando Jorge Manuel pide sepultura para ella. Creemos firmemente que las circunstancias hicieron de ellos una pareja cuyo amor imposible pero fiel, atenazó sus vidas.
FÉLIX DEL VALLE DÍAZ Académico Numerario
http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2016/06/4.-Do%C3%B1a-Jer%C3%B3nima-de-las-Cuevas-mujer-de-El-Greco-por-F%C3%A9lix-del-Valle-y-D%C3%ADaz.pdf
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