domingo, 13 de enero de 2019

La Vida en el Colegio de Doncellas Nobles de Toledo (I)

Resultado de imagen de Colegio de Doncellas Nobles de ToledoResumen 

El Colegio de Doncellas Nobles de Toledo fue fundado por el cardenal Silíceo en 1551, destinado a formar a las mujeres como santas y cristianas esposas e instruidas amas de casa. 

Sólo serían admitidas aquellas niñas que pudiesen demostrar su ascendencia libre de sangre impura. Cuando se casasen recibirían una dote. 

A lo largo de los tiempos se realizaron a la institución muchas visitas de inspección que fueron tratando de poner orden en la relajación de la disciplina y desmadres producidos tanto en cuestiones administrativas, como económicas y de orden interno. 

Por fin el 20 de julio de 1988 se llegó a un acuerdo entre el Arzobispo de Toledo y Patrimonio Nacional. Por él se modificaron los Estatutos del Real Compatronato y se acordó convertir la institución en una residencia femenina. 

Ubicación de la fundación1 El Colegio de Doncellas Nobles de Toledo fue fundado por el cardenal Silíceo en 1551 con el nombre de Nuestra Señora de los Remedios. En sus comienzos esta institución estuvo ubicada en la casona-palacio situada en la parroquia de San Román, conocida por “Salón de Mesa”, que habitara el que fuera alcalde de Toledo, don Esteban Illán (1151- 1208). 


En el siglo xv perteneció a Rodrigo Manrique, conde de Paredes, Maestre de Santiago y padre del famoso poeta Jorge. En 1551 el arzobispo Silíceo se la compró el 20 de junio a un descendiente de los Manrique, Gómez Enríquez Manrique de Ayala –residente en Salamanca–, por 5.000 ducados de oro (1.875.000 mrs.) . 

Como se quedara pequeño el inmueble para las necesidades del Colegio, el 29 de marzo de 1554 compró las casas del duque de Francavilla y conde de Mélito, Diego Hurtado de Mendoza y de la Cerda –situadas en la plaza que actualmente lleva el nombre del Cardenal–, por 28.000 ducados (10.500.000 mrs.), donde quedó definitivamente instalado el Colegio El 29 de febrero de 1556 el Cardenal hizo una donación al Colegio de las casas principales y accesorias que comprara a Gómez Enríquez Manrique de Ayala, en la parroquia de San Román, donde se inició la vida de este Colegio ante el escribano Juan Sánchez de Canales,4 . 

Dos años más tarde , exactamente el 12 de febrero de 1558, sábado, ya fallecido el prelado, compareció ante el escribano y el alcalde ordinario Cristóbal Pérez, como administrador perpetuo del Colegio de Doncellas, el cual manifestó que a la institución le convenía vender las casas en las que el cardenal Silíceo instituyó el Colegio y en las que se mantuvo hasta el año 1554. 

Fray Cristóbal de Salamanca, prior del monasterio de S. Pedro Mártir y el doctor Hernando de Barriovero, capellán de la capilla de Reyes Nuevos, junto a Francisco Silíceo, abad de Santa Leocadia y canónigo de la catedral de Toledo apoyan la idea de que al Colegio le conviene vender dichas casas, –por estar muy deterioradas y parte de ellas hundidas dada su antigüedad–, a las personas que dieren más por ellas y que el dinero se convertiría en renta o censo útil para la vida del Colegio. 

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Por fin, Las casas se remataron en don Francisco de Ribera, señor de las villas de San Martín de Valdepusa y de Malpica, en 6.010 ducados (2.253.750 mrs.) en nombre de D. Ares Pardo de Saavedra, sobrino del cardenal Tavera, mariscal de Castilla y señor de las villas de Malagón y Paracuellos. 

Cuatro días más tarde (el 16 de febrero de 1558) fue ratificada la venta ante el escribano y ese mismo día Pedro de Figueredo, en nombre de Ares Pardo de Saavedra, recibió del alguacil Juan Becerro, las casas compradas6 .

Posteriormente, el 29 de mayo de 1560, el doctor Antonio de Santiago, del Consejo del rey y Oidor de la Chancillería de Valladolid, albacea del Cardenal, aprobó y ratificó la venta por parte del Colegio ante Francisco Silíceo, Cristóbal de Salamanca, Hernando de Barriovero, y el doctor Cristóbal Pérez, todos ellos albaceas también del prelado7 . 


Hacia la mitad del siglo xviii el edificio estaba muy deteriorado, con peligro de derrumbe de parte de él, sobre todo después del terremoto habido, dado que las paredes eran de tierra y muy vieja la construcción . 

Como se pudo comprobar la poca fiabilidad de los cimientos y muros (a fin de quitar miedo a las colegialas y atender a su sosiego espiritual y temporal), se las trasladó a las casas que habían sido siempre la morada de sus administradores, que hacían frente al hospitalito de Santa Ana, agregando otras propiedades del Colegio y otra propiedad arrendada. 

Para la asistencia a los oficios religiosos diarios de las colegialas se convino con la hermandad y cofradía de dicho hospitalito la utilización, mientras durasen las obras del Colegio, de su capilla, para lo que era preciso construir un pasadizo en la calle que media entre ambas edificaciones, con licencia municipal, a fin de que las doncellas no tuvieran que salir a la calle cada vez que debieran acudir a una celebración religiosa y así seguir guardando la clausura.

Asimismo el Colegio podría usar de la casa contigua al referido hospitalito y de la habitación que tenía el demandadero. 

Por todo ello el Colegio pagaría anualmente su arrendamiento . Se consiguió el permiso del Ayuntamiento para hacer el pasadizo –afirmación obvia pues aún puede contemplarse hoy día–, como afirma Andrés de Munárriz Baquedano, canónigo obrero mayor de la catedral y administrador del Colegio, en su carta al cardenal conde de Teba, arzobispo de Toledo, con fecha 18 de noviembre de 1757. 

En ella además le notifica que la cofradía había cedido dicho hospitalito (con aprobación del Consejo de la Gobernación del arzobispo), y la casita vecina, para que pudiera servir a las colegialas de tránsito al coro y al comulgatorio, dando otra vivienda a las gentes que por encargo de la cofradía cuidaban de él. 

En 1762 se comprobó que la iglesia se hallaba en mal estado, por lo que el arzobispo de Toledo ordenó al administrador del Colegio, con fecha 21 de enero de 1763, que iniciase su desmonte y reedificación, cosa que se concluyó en el mes de marzo de 1768. Asimismo, por otra orden del mismo prelado de fecha 13 de febrero de 1771, se ordenó realizar el allanamiento de la zona de poniente del edificio y su reedificación. 

Ambas obras se realizaron con fondos del Colegio, con las cantidades que le estaba debiendo la Dignidad Arzobispal de Toledo y la Casa del conde de Cifuentes11; pero sería a partir de 1776 cuando recibiera la mayor transformación de la mano de Ventura Rodríguez, arquitecto mayor de la villa de Madrid y director general de la Real Academia de San Fernando, a iniciativa del cardenal-arquitecto-urbanista Francisco Antonio Lorenzana, que estuvo a la cabeza de la archidiócesis toledana desde 1772 a 1800 y le nombró Maestro Mayor de la Catedral Primada. 

Los informes sobre los planos, trazos y diseños, obra de dicho arquitecto, fueron presentados por él y por el aparejador Durango el 29 de julio y el 2 de agosto de 1775 y aprobados por la Real Cámara el 31 de octubre del mismo año, con un presupuesto de 250.000 rs. 

El cardenal Lorenzana dio orden de marzo el 9 de marzo de 1776 de que comenzasen las obras en la primavera bajo las órdenes del aparejador Eugenio López Durango con un sueldo diario para este de 15 rs. Por fin Vicente Miguel Morterero, capellán del Colegio, comunica el 14 de enero de 1787 al arzobispo que las obras del Colegio están terminadas. 

Nuevamente se queda pequeño el Colegio para albergar a las doncellas, pues ante la estabilización de las rentas los patronos procuraron acercar lo más posible el número de colegialas al de las cien que pretendiera el fundador; entonces se piensa utilizar un edificio próximo constituido por dos viviendas, propiedad del Colegio. 

Se tiran ambas y en su solar se construye entre 1900 y 1903 un edificio cuyas trazas realizó el arquitecto Santiago Castellanos13 con un carácter historicista neomudéjar.

 Para tener fácil comunicación entre ambos edificios al haber una calle intermedia, se construyó un pasadizo aéreo, a modo de cobertizo, que difiere y se significa de los famosos cobertizos de la capital al utilizar el hierro como material, el mismo con el que está realizado el edificio –solución visible en las galerías cubiertas del patio interior–. 

Este segundo edificio, tras una remodelación y rehabilitación, pasó a la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha y en él estuvo ubicada la Delegación provincial de la Consejería de Cultura, posteriormente fue sede de Presidencia mientras se rehabilitaba el palacio de Fuensalida.

Durante la guerra civil de 1936, se utilizó el edificio del Colegio como Hospital de Sangre y pasó a residencia de chicas universitarias en 1994. 


Por resolución de 5 de noviembre de 1996, la Dirección General de Cultura de la Consejería de Educación y Cultura de la Comunidad Autónoma de Castilla-la Mancha incoa expediente para declarar bien de interés cultural, con la categoría de monumento, el inmueble. 

Asimismo, el Ministerio de Educación y Cultura, por resolución de 9 de junio de 1998, de la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales, incoa expediente con el mismo fin y por último, el citado ministerio promulga el Real Decreto 913/1999, de 21 de mayo, por el que se declara bien de interés cultural, con categoría de monumento, el Colegio de Doncellas Nobles, en Toledo.

POR Ángel Santos Vaquero1 
Doctor en Historia 
http://hispaniasacra.revistas.csic.es/index.php/hispaniasacra/article/viewFile/518/518

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