martes, 26 de marzo de 2019

Asustaniños de la Mancha: La Mano Negra

Mano Negra. Serie Cocos y Asustaniños Femeninos 

El imaginario popular nos ha legado una variada gama de misteriosos seres femeninos cuya función principal es la de “asustaniños”, espantar a los niños y jóvenes es su característica y misión esencial. 

Aunque algunos de estos personajes pueden ser también advertidos por los hombres y mujeres adultos, quedando aterrados. 

Estos son los más habituales en nuestros pueblos.

La Mano Negra. El más extendido de nuestro apartado de tutelares femeninos asustaniños y el más eficaz en la educación coercitiva de los más pequeños. Su origen hay quien lo sitúa en la mítica organización secreta anarquista-terrorista. Tenebroso ser acuático que habitaba, ¿vive aún?, en nuestros pozos.

Su sola mención hace que la chiquillería huyera a escape de la cercanía de los brocales. Coinciden la mayoría de los testimonios en su descripción: “Era como una grandísima y feísima mano, con enormes uñazas negras”.


 “Como ser alado era imaginado en La Solana, y aparecía del pozo para llevarse a los niños díscolos”. Algunos de los entrevistados coinciden en señalar el “corte a ras de muñeca viéndosele algún que otro hueso y repugnantes colgajos de carne”.

Un informante de Puertollano cuenta lo siguiente: “en los colegios (que yo recuerde, cursaba primero de EGB, 7 u 8 años) era algo que había en los retretes y aterrorizaba pensar que pudiera salir y agarrarte la mano negra cada vez que entrabas y te encerrabas allí”.

Con sus habilidades de hechicera chupaba los sesos de algún adulto al que atraía mortalmente hacía dentro del pozo. 

Cuando sacaban el cadáver del infortunado, las abuelas presentes, con voz callada decían a los nietos: “…veis, veis… cosa de la Mano Negra… no acercaros… veros, veros”.

 “Y cuando ya siendo mocicas y mocicos, habíamos aprendido el arte de hincar el cubo en las aguas, no podíamos evitar el repelús que nos corría por todo el cuerpo. Sacábamos el cubo pegando chuscas… no fuera que la mano negra le diera por dar sus estirajos”.

Así se refiere a ella Villar Esparza en su libro “Con Once Orejas”: “habitaba en muchos pozos del campo montieleño. 

De la Mano Negra se cuenta que gozaba de una activa existencia en los avisos maternos. Que acechaba en silencio en sus dominios, al ojeo del abierto y angosto techo del pozo. Más Carón que Cancerbero, aguardaba al curioso niño que imprudente se asomaba por el brocal. 

La Mano Negra, en viendo la cabecita del niño, más rápida que el pensamiento volaba hasta él y lo apresaba. La cuestión del vuelo lo desmienten algunas abuelas, pues es un error, y coinciden en señalar que la Mano Negra lo que hacía era reptar como las bichas por las paredes húmedas.

Entonces arrastraba hasta el fondo de las aguas poceras a la víctima. Sólo el chapoteo y el grito desgarrador probaban la tragedia”.

Se le considera deforme pariente lejano de los invisibles genios de las aguas, de las Xanas de arrebatadora hermosura, de las Ninfas de agua enamoradas de hombres mortales; de las Lamias, tan bellas y terribles como voluptuosas, y de las infanticidas Marías enganchas. 

Dice la tradición que la Mano Negra, condenada a eternas soledades, siente enfermiza envidia de sus primas, las “Encantás”, que cada 24 de junio florecen como los tréboles en los mágicos espejos de la noche sanjuanera.


En otros pozos manchegos tiene su hábitat otro bicho peludo al que se le conoce por Garduña. Uno de los ancestros de nuestra Mano Negra podría ser el mismo Airón, Dios ibérico de quien hemos encontrado referencias en las aguas de un pozo de Uclés.

El mito trasciende los límites de La Mancha. Ángel del Pozo de Pablos en “La Cripta Sellada” recoge en Segovia relatos sobre este ente diabólico con forma de mano que ataca a las personas cuando están distraídas o dormidas, orinando en el caso de los hombres.

Si te toca el hombro, al girar el rostro suele arrancar los ojos del incauto.


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