miércoles, 17 de abril de 2019

Silleria del Coro de Talavera de la Reina: Misericordias y Crestería (I)

SILLERÍAS DE CORO (XII)


De la antigua sillería de coro de la colegiata de Talavera de la Reina(Toledo).
(ahora en el Convento de Religiosas Agustinas).

(SEGUNDA PARTE. MISERICORDIAS Y CRESTERÍA.)


En la ciudad de Talavera de la Reina existe una iglesia, que antiguamente fue Colegiata, dedicada a Santa María la Mayor, de la cual se conserva parte de su sillería de coro -de autor desconocido-, y cuya construcción se remonta a la segunda mitad del siglo XV.


Entre sus misericordias, una de ellas podría revelar la fuente de inspiración de los entalladores que realizaron estas pequeñas consolas: es una “drôlerie” –o extravagancia gótica-, escapada de la decoración marginal (¿un presumible enredado follaje?) de algún salterio medieval.

Las “drôleries” góticas, herederas de las antiguas gryllas grecorromanas –y muchas de ellas constituidas por criaturas a las que se les deformaba o se las sustraía partes del cuerpo-, se emanciparon de la severidad románica de la ornamentación de los manuscritos reapareciendo como unos nuevos y humorísticos monstruos medievales; la “drôlerie” escondida en una misericordia talaverana representa a un guerrero-híbrido sentado.


El “monstruo gótico” de la misericordia presenta un escudo redondo sobre la rodilla y sujeta agresivo una amenazadora lanza; la cabeza es humana y el cuerpo redondo de ave, con una larga hoja que cuelga por su espalda a modo de capa.

Es un ser divertido al que parece no debe tomársele excesivamente en serio y que está allí tan sólo como entretenimiento del espectador, al igual que ocurría con las gryllas que decoraron los manuscritos de los siglos XIV y XV.

Como ejemplo extraigo un puñado de ellos de un manuscrito ilustrado que contiene un florilegio de oraciones del Cantar de los Cantares conservado en la biblioteca de la Universidad de Yale –Ms 404 de la Beinecke Library-, pero podía haber elegido algunos otros muchos de los salterios conservados en la British Library o en la BNF, o en otros manuscritos ya que fueron muy abundantes; estas “drôleries” solían revolotear alrededor de otros personajes con mayor contenido narrativo. 

“Las sirenas son doncellas marinas que engañan a los navegantes con su gran belleza y la dulzura de su canto; de la cabeza al ombligo tienen cuerpo de virgen y forma semejante al género humano, pero poseen una escamosa cola de pez, que siempre ocultan en el mar” [“Liber monstruorum de Diversis Generibus”, siglo VIII]; hasta que Aldhelmo de Sherborne (¿) -San Aldhelmo-, las metamorfoseó en seres mitad pez y mitad mujer habían sido durante cerca de un milenio unos híbridos de ave y mujer y quizás antes unos animales aulladores del desierto.

En la Edad Media se las asoció a la lujuria y la tentación además de encarnar la falsedad y el engaño.

En la antigua sillería de coro de la que fue Colegiata en Talavera de la Reina una sirena de largos cabellos con cola de pez sostiene con las manos un espejo y un peine.

El espejo, atributo de la mujer impura, se consideraba servía para contemplar el rostro de la muerte o el culto al diablo, la cola era un emblema de la prostitución, y el peine alegoría de la seducción femenina.

En el arte cristiano medieval las sirenas se utilizaron como símbolo de la tentación encarnada por las mujeres; así, se dice en el manuscrito A del “Bestiario Catalán” (siglo XV):

Aquestes serenes podem nós acomparar a les fembres qui [no] són de bona conversació, qui enganen los hòmens, los quals se anamoren d’elles, o per bellesa de cors, o per ullades que elles los fan, o per paraules enginyoses que elles diguen, o en altra manera. E en qualsevol manera que ella engan a l’ome, ell se pot tenir per mort. Axí com diu lo savi: que tot hom qui leix la amor de Déu per la amor de la fembra, pot dir verament que és en mal port arribat; e si per son peccat mor en aquell stament, pot bé saber que serà perdut en cors e enànima

[“Podemos comparar a estas sirenas con las mujeres que tienen buena palabrería, que engañan a los hombres haciendo que se enamoren de ellas, bien sea por la belleza de su cuerpo, por las miradas que les lanzan, por las palabras engañosas que pronuncian, o de otro modo.

Y, de cualquier manera en que ella engañe al hombre él puede darse por muerto.

Como dice el sabio: que todo hombre que abandona el amor de Dios por el amor de la mujer, puede decir en verdad que ha arribado a mal puerto; y si por sus pecados permanece en aquella situación, bien puede saber que se perderá en cuerpo y alma”, trad. I. Malaxecheverría].

La representación de las sirenas en las misericordias de las sillas de coro es muy abundante; hemos elegido para su comparación con la de Talavera de la Reina una de las dos que aparecen en la sillería de la catedral de Ciudad Rodrigo realizada por Rodrigo Alemán y su taller.

La presencia de las sirenas en los manuscritos iluminados, y en particular en la ilustración de los Bestiarios, fue normal a lo largo del medievo tanto en su tipología de sirena-pájaro (un ejemplo figura en el fol 78 del manuscrito Ludwig XV 3, de hacia 1270, que se conserva en el J.P. Getty Museum), como en la de sirena-pez (arquetípica podría ser la ilustración de un Bestiario del siglo XV conservado en la Det Kongelige Bibliotek bajo el código GKS 3466 8º).

En la iconografía del Románico, en algunos casos, aparecen junto a las sirenas femeninas otras figuras marinas como los tritones –quizás su presencia esté relacionada con su vinculación musical pues se les consideraba músicos-, o los centauros, considerado también como símbolo de la tentación y de la lujuria.

Los centauros fueron conocidos en la Edad Media por la leyenda romana que cuenta que su origen se debió a la lujuria de Ixion al pretender los amores de Juno, y cuando Júpiter creó una nube con la forma de su mujer y la hizo aparecer ante Ixion que cayó en la trampa; de este amor libidinoso se engendraron los centauros.


Por su simbolismo y su plástica estas criaturas aparecen representadas con frecuencia en las sillerías de coro medievales
[a continuación se muestra una composición con ejemplares de la catedral de Ciudad Rodrigo, de la exColegiata de Belmonte, y de las catedrales de Plasencia y Zamora].


La iconografía del centauro escenificado en la sillería de Talavera de la Reina es algo diferente de la tradicional: tan sólo dos patas, el rostro vuelto hacia sus traseros, agarrándose el rabo y vestido con el hábito de fraile.

El escándalo por el mal comportamiento de los clérigos había alcanzado límites insospechados en los años en que se tallan las misericordias de las sillerías en España por lo que no es de extrañar las sátiras religiosas que aparecen en ellas; ya Alfonso X en “Las Partidas” señalaba p.e. “Que los clérigos no deben morar con las mujeres sospechosas, mager fuesen sus parientas”, y Alonso Martínez de Toledo, más conocido como “Arcipreste de Talavera”, había escrito sobre la vida libertina de una parte del clero: “yo la ví el otro día, aquella que tenéys por fermosa e que tanto alabáis, fablar con un abad … non quiero decir más, que la color quel abad tenía non la avía tomado rezando maytines, nin ella filando al torno”.

Las alusiones criticando sus costumbres en los estalos del coro tenían como fin moralizar a los clérigos, por lo que fue habitual su metamorfosis en animales que simbolizaban diversos vicios -entre los que suelen significarse la lujuria o el abuso de la bebida-, e identificando sus hazañas con las de estos.

Probablemente la ubicación de esta misericordia en la sillería no fue donde la vemos ahora sino en el estalo siguiente a aquel en que aparecía la sirena, pues como señala Isabel Mateo refiriéndose a un texto -de la época de realización de la sillería-, de Pérez de Guzmán “Puede ser que vaya errado/en esta mi opinión/ mas toda inútil cuestión/ debe ser muy evitada/ pregunta es demasiada/ si hay centauros y serenas/…” [“Preguntas útiles y discretas”, en “Las setecientas…”].


Un entallador no muy hábil fue el autor de una misericordia en la que figura un animal fantástico mezcla de león y ave; desconocemos que animal trató de representar pero podría ser bien un grifo o bien un león alado.

Por su simbolismo –dado que se trata de seres imaginarios cuya función predominante era la metafórica o la moralizante-, es más probable que quisiera representar al primero pero debió emplear como modelo una imagen del evangelista san Marcos acompañado por el león alado o de un Tetramorfos.

 Al grifo solía considerársele como guardián de tesoros, de bienes apreciados por los hombres, pero su simbología medieval aparece como contradictoria pues se le da tanto la significación del demonio como de Cristo.

Según señala Noelia Silva “las citas bíblicas le otorgaban, …, una consideración especial, la de las criaturas de cuya existencia no se puede dudar aunque no se hayan visto, y que eran apropiadas para encarnar un simbolismo religioso y moral”.

En una misericordia de la sillería figura un animal que, retorciéndose sobre sí mismo y con un cuello lleno de bultos, se muerde sus testículos. Cuenta Louis Réau que “la buena fama que se ganó se explica por un calambur con su nombre, que la etimología popular relaciona con “castrado” y “casto””.

En la Edad Media el castor fue un animal muy buscado, no sólo por su piel, sino por una secreción –la empleaba para acicalar su pelaje- de utilización medicinal y contenida en sus vesículas pero que se pensaba se albergaba en los testículos. La fábula del castor fue aceptada por casi todos los escritores medievales, por lo que tomamos lo que se dice en “Li Bestiaires d’Amours di Maistre Richart de Fornival”:

 “El castor es un animal que posee un miembro que encierra una medicina, y al que cazan para apoderarse de tal miembro. Huye tan aprisa como puede; pero cuando ve que ya no puede escapar a la persecución, tiene miedo de que le maten.

Y sin embargo, posee por su propia naturaleza tanto juicio, que sabe perfectamente que sólo le persiguen a causa de aquel órgano; aferra, pues, tal miembro con los dientes, lo arranca y lo deja caer en medio del camino; y cuando el cazador lo encuentra, deja ir al castor, pues no se le caza más que por eso”.

Si bien la fábula es similar en casi todos los Bestiarios la moralización es a veces muy distinta, aunque en general convierte al castor en símbolo del hombre que prefiere privarse de lo que más aprecia para evitar el peligro.

En España existen varias sillerías de coro que presentan tallas similares; como ejemplo se muestra en la composición adjunta una misericordia de la catedral de Toledo.

Algunas de las imágenes que protagonizan las misericordias de la segunda mitad del siglo XV son escenas representativas de fábulas esópicas o de cuentos medievales.

 Eran una forma directa y sencilla de dar lecciones o consejos.

 En una de las misericordias de Talavera aparece un hombre que monta sobre un asno mientras sostiene un saco en su espalda. Probablemente responde a una fábula de la que existen multiples variantes; una de ellas dice así:

“Un hombre iba una vez con su burro cargado con un saco al mercado cuando al pasar junto a un grupo de gente oyó decir: ¡que vergüenza como carga a su burro!.


Entonces el hombre tomó el saco, se lo cargó al hombro y continuó su camino con el burro tras él, hasta que otras personas que le vieron se rieron de él mientras decían: “Que tonto, teniendo un animal de carga y la está llevando él mismo”.

Y esta vez con la carga sobre sus hombros se subió al burro y siguió su camino”.

El precepto moral o de conducta que trata de ilustrar podría ser que cualquier cosa que hagas en la vida será criticada no pudiendo agradar a todos porque no todos te van a entender: mantén tus convicciones y no cambies por la crítica de la gente; ese parece ser el consejo de una fábula de La Fontaine bastante similar conocida como “El molinero, el hijo y el asno”. Elaine C. Block, sin embargo, considera que podría divulgar algún signo de locura campesina.

La sillería de coro de la capilla del convento de Religiosas Agustinas de Talavera de la Reina presenta algunas escenas en sus misericordias similares a las conservadas hoy en día en la excolegiata de Belmonte: es el caso del hombre que cargando con un saco al hombre cabalga sobre un asno.

En una misericordia de la sillería de Talavera de la Reina un pescador aparece sentado a la vera de un rio; viste pantalones ajustados y una chaqueta con cortes a los lados.


Entre las ondulaciones de las aguas asoma la cabeza de un pez. Si bien la pesca fue un pasatiempo menos practicado que la caza en época medieval tuvo también sus adeptos como parece señalarlo el Marqués de Santillana en sus “Refranes que dicen las viejas tras el fuego”: 

“Pescador de anzuelo, a su casa va con duelo”; probablemente iba dirigido a aquellos que por no trabajar buscan ejercicio de poco cansancio y escasa utilidad, como sucede al que pesca con caña que puede pasarse horas y horas sin haber obtenido nada.


Publicado por Luis Planas Duro en 6:30

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