viernes, 12 de abril de 2019

Silleria del Coro de la Colegiata de Talavera de la Reina: Misericordias (I)

SILLERÍAS DE CORO (XII)


De la antigua sillería de coro de la colegiata de Talavera de la Reina
(ahora en el Convento de Religiosas Agustinas).
(PRIMERA PARTE. MISERICORDIAS.)

El mundo animal ocupó un lugar considerable en la decoración de las misericordias de las sillerías de coro góticas como antes lo había hecho en la ornamentación marginal de los manuscritos iluminados o en los capiteles o canecillos de las iglesias románicas. 



Muchas veces la iconografía de los animales y sus historias fue importada de los libros de devoción, del Bestiario o de las fábulas, pues si el salterio fue la obra en la que se aprendía a leer en la Edad Media el Bestiario sirvió como enseñanza preparatoria cuando se estudiaban los rudimentos sobre el mundo. 


Su presencia parece justificarse principalmente por su valor didáctico pues en las ilustraciones de los bestiarios cada animal estaba dotado de un atributo o de una pequeña historia característica.

 El animal más presente en los márgenes de los manuscritos era el mono pues es el que imita con más frecuencia las actividades de los hombres. 

En una de las misericordias de la antigua sillería de coro de la excolegiata de Talavera de la Reina un mono toca en un órgano portátil mientras un segundo mono está llenando de aire los tubos actuando sobre dos fuelles.

La condena de la música se expresaba desde la reforma gregoriana por el tema de los animales músicos, pues de esta forma se cuestionaba la sensualidad de la música profana y la ignorancia bestial del músico iletrado. 

De forma similar a la misericordia de Talavera, en el salterio de Gorleston – ms. Add. 49622 de la British Library- se representan más de seis veces en la decoración marginal a dos animales tocando un órgano instrumento de iglesia en la época [se muestra composición con dos detalles de los folios 88v y 117r]. 

En opinión de Wirth y Bräm la contradicción entre la personalidad supuesta del animal humanizado y las competencias que le son prestadas en los dibujos se pueden justificar por el divertimento que procura su observación.

En sí, la adopción de comportamientos humanos por los animales no son más que una convención artística, y su iconografía probablemente no tenga una explicación más específica que la tendencia general a humanizar al animal para conocernos mejor los humanos tal como suele ocurrir en las fábulas.

 La antigua sillería de coro de la colegiata de Talavera de la Reina afortunadamente fue donada en 1751 a las monjas del convento de religiosas Agustinas de San Ildefonso de dicha ciudad para ser sustituida por una nueva más acorde a los tiempos y que sería destruida cuando la guerra. 

El cariño y los cuidados con que ha sido tratada por las monjas ha permitido que 23 misericordias y los estalos a que pertenecían hayan llegado hasta nuestros días.

 Se desconoce su autor y el número de estalos que constituían la sillería original aunque es muy probable que fueran más de los 25 que se conservan en un lateral de la capilla del colegio de las Madres Agustinas; presumiblemente fue realizada por el taller de Egas Cueman tal como parece indicarlo la semejanza estilística y temática con algunas de las misericordias de la antigua sillería de coro de la catedral de Cuenca que fue vendida y ahora se conserva en la excolegiata de Belmonte.

El motivo iconográfico del caracol enfrentado a un campesino o a un guerrero fue bastante habitual en la iconografía medieval. Para Louis Maeterlinck, el caracol protegido por su caparazón era una sátira de los poderosos que, encerrados en sus castillos, se reían de la amenaza de los pobres a los que explotaban.

 Para Lilian Randall el enfrentamiento del caracol con el guerrero iba asociado a los lombardos que tenían la reputación de cobardes –se les asociaba proverbios como “huir ante un caracol”- pero que eran, junto a los judíos, los banqueros de Europa. 

Relacionado con los arribistas porque sale de su caparazón, e incluso con connotaciones sexuales a veces, Michael Camille resume el tema señalando que al igual que los proverbios medievales -que jugaron un importante papel en la vida y en el arte-, cambiaban de forma o de idea respondiendo a situaciones específicas, el motivo pudo formar parte de metáforas muy diversas.


Habitual de los manuscritos iluminados medievales, en uno de ellos, el salterio de Gorleston -conservado en la British Library-, el caracol enfrentado a un guerrero llega a figurar hasta en 16 páginas [en la siguiente composición se muestran cuatro de estos dibujos]. 

Hay que tener en cuenta también que en la Edad Media se empleaba la expresión “combatir el caracol” (“assaillir la limace”) a todos aquellos cuyo único coraje consistía en atacar a enemigos imaginarios, por lo que no debe extrañar su representación cuando se trataba de arrancar una sonrisa.

La posesión de manuscritos iluminados, por su precio, era algo que tan sólo el clero o la aristocracia podían permitirse; por eso no es de imaginar que los entalladores fueran propietarios de algunos. 

Se supone que los talleres que realizaban las sillerías de coro tenían estampas o “libros de modelos” con dibujos tomados bien de manuscritos, de la realidad, etc y que eran los que empleaban en su trabajo. 

Entre lo que conocemos o el más parecido a uno de estos libros figura el llamado ”cuaderno” de Villard de Honnecourt realizado hacia 1230 y compuesto actualmente por sesenta y seis láminas; en una de sus hojas un dibujo nos muestra a un guerrero equipado con lanza y escudo que se enfrenta a un caracol armado con cuatro cuernos. 

Algo así debieron de disponer en el taller que realizó la sillería de coro de Talavera. 

En 1246 se consideraba que el caracol armado con dos o cuatro cuernos era un símbolo de la ilusión pues el miedo que produce es insignificante (Gossuin de Metz en “Image du Monde”), y en 1279 para el dominico Lorens el hombre que reculaba porque tenía miedo de un caracol que mostraba los cuernos era un cobarde; son opiniones de hombres de la época en que se realiza el cuaderno.

El motivo del guerrero que se enfrenta al caracol también figura en una misericordia de la sillería de la excolegiata de Belmonte; si bien las semejanzas entre algunos motivos iconográficos de ambas sillerías sugieren la posible autoría por el mismo taller no hay que olvidar que los temas de ambas eran entonces bastante frecuentes en Centroeuropa probable lugar de procedencia de sus autores.

El “Roman de Renard” es una colección de relatos cortos independientes, o “branches”, escritos en lengua romance, “roman”, por autores diferentes, entre los siglos XII y XIII ,que cuenta las aventuras del zorro Renard; fue compuesto con rimas planas para favorecer el recitado por los juglares a la población dado que en la Edad Media muy poca gente sabía leer y escribir. 

La lucha entre la burguesía y el feudalismo y la crítica clerical llenan gran parte de su trasfondo; Renard representaría, quizás, el pueblo, siempre dispuesto a miles de malabarismos para sobrevivir. 

A comienzos del siglo XIV un clérigo exclaustrado redacta “Renard le Contrefait” (“Renard el Contrahecho”) para criticar la sociedad y denunciar los vicios de su tiempo retomando la historia de Renard pero con algunas variantes; uno de sus episodios que gozó de mayor éxito desde el punto de vista iconográfico en la Edad Media fue el de Renard el predicador.

Renard el zorro se dispone a atacar a un grupo de gallinas pero estas logran huir y refugiarse en compañía del gallo Chantecler. Renard se presenta ante él y con la intención de ganar su confianza se hace pasar por un predicador de la Orden de los Arrepentidos, explicándole su conversión al tiempo que le invita a escuchar los terribles gemidos procedentes del Infierno; el gallo obedece a Renard y al aproximar un ojo al suelo y cerrar el otro es atrapado por el zorro. 

A lo largo del siglo XIV Renard suele ser representado como un predicador itinerante, tal como se narra en el texto literario, y el auditorio suele ser indistintamente un grupo de gallinas o de patos, pero en los siglos XV y XVI el zorro aparece adoctrinando a sus fieles desde lo alto de un púlpito. (a veces incluso era representado él solo disfrazado de fraile, monje u obispo, dependiendo de la fuente literaria de la que procediese la inspiración).

 [Una composición con imágenes tomadas de la decoración marginal de diversos manuscritos iluminados conservados en la British Library se muestra a continuación.]

En España el episodio aparece representado en diversas sillerías de coro; quizás una de las más parecidas iconográficamente a la de Talavera es la que realizaría medio siglo más tarde Rodrigo Alemán para la catedral de Plasencia. 

Casi todos los estudiosos consideran que estas imágenes constituyen un instrumento de crítica a las órdenes mendicantes, no excesivamente ejemplares en la época, mediante las que se realizaban acusaciones que no podrían llevarse a cabo abiertamente.

En una misericordia de la sillería de coro de Talavera un gato es subido por un grupo de ratones, mediante una escalera, a la horca. 

Al igual que las escenas representadas en las misericordias anteriores es un ejemplo de “el mundo al revés”, género literario y artístico caracterizado por presentar un mundo en el que se invertían todas las relaciones ordinarias de la vida; en particular la relación de los débiles con los fuertes aparece trastocada completándose p.e. la venganza de los animales más débiles sobre los más fuertes en situaciones que imitan las acciones humanas. 



En opinión de Isabel Mateo con las formas artísticas del “mundo al revés” se trataba de explicar, con seriedad “pero con humor, el confusionismo de ideas y la subversión de valores que caracterizó a la Baja Edad Media”.
por Luis Planas Duro 

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