ESBOZOS PARA UNA CRÓNICA NEGRA DE ANTAÑO (XLV)
Durante días, las conversaciones en Carmena estuvieron centradas en conjeturas sobre la autoría del robo y sobre cómo pudo perpetrarse sin alertar al vecindario
En enero de 1916, las autoridades galas expulsaron de la capital francesa al toledano Antonio Moreno Santurino, de veintidós años de edad, natural de Cebolla y barbero de profesión, de quien sospechaban pudiera ser un agente secreto al servicio del káiser Guillermo II
TOLEDO
16/10/2019 20:23h
A finales de enero de 1916 París sufrió de cerca las terribles consecuencias de la Guerra Mundial. Durante dos días, zeppelines alemanes bombardearon la ciudad de Sena, causando decenas de muertos, numerosos heridos y cuantiosos daños materiales. Casi todas las víctimas se encontraban en sus casas. La conmoción internacional por el ataque fue muy grande.
El entierro se convirtió en una imponente manifestación de duelo, patriotismo y protesta contra un ataque reñido con «todo sentimiento humanitario y contra la nobleza que en toda contienda debe resaltar por encima de la animosidad», se decía en la crónica del sepelio publicada en el semanario «Mundo Gráfico».
Pocos días después de perpetrarse estos raids, las autoridades galas expulsaron de la capital francesa al toledano Antonio Moreno Santurino, de veintidós años de edad, natural de Cebolla y barbero de profesión, de quien sospechaban pudiera ser un agente secreto al servicio del káiser Guillermo II, aunque la verdadera razón de su estancia allí era bien distinta.
Fachada del Ayuntamiento de Carmena, cuya caja fuerte fue forzada para robar más de seis mil pesetas (Foto, Archivo Diputación Provincial de Toledo)
En la mañana del 8 de diciembre de 1915, los mil ochocientos vecinos de Carmena despertaron sobresaltados al conocer que durante la noche anterior se había perpetrado un robo en su ayuntamiento. Para llevarlo a cabo, sus autores habían escalado hasta el tejado de la casa consistorial, accediendo desde allí a la sala donde se custodiaban los fondos municipales, forzando las tres cerraduras del arca donde estaba guardado el dinero. La cantidad sustraída ascendía a 6.185,86 pesetas.
Durante los días siguientes, todas las conversaciones en el pueblo estaban centradas en el robo, haciéndose miles de conjeturas y comentarios sobre cómo los ladrones podrían haber perpetrado su acción sin que nadie oyese descerrajar las tres cerraduras de la caja de caudales.
Con sorpresa se comentaba que, quizás para despistar, los ladrones dejaron sin tocar 2.900 pesetas.
Las sospechas pronto recayeron en el secretario municipal, Manuel Muñoz, quien fue sometido a concienzudos interrogatorios, cuyo resultado nada pudo aclarar. Ante esa circunstancia los investigadores buscaron un nuevo objetivo, fijándose en Antonio Moreno Santurino, barbero de profesión, quien en esos días estaba colmando de regalos a su novia, María Felisa Perales, entre ellos una valiosa caja de mazapán, unos pendientes, unas peinetas y algunas cosas más, sabiéndose también que había comprado una bicicleta.
Sintiéndose vigilado, abandonó Carmena, no sabiéndose nada de él durante varias semanas. En su ausencia, el jefe de línea de la Guardia Civil de Torrijos, capitán Pablo Riera, continuó trabajando tanto para aclarar la autoría del robo, como la desaparición del barbero.
A principios de febrero de 1916 supo que Antonio se encontraba en Madrid. Siguiendo su rastro de desplazó a la capital y en colaboración con el teniente José del Río Domínguez, jefe de línea del Puente de Segovia, consiguió dar con su paradero y detenerlo.
De inmediato, el huido reconoció haber sido el único autor del robo, confesando que el sentirse vigilado se marchó a Talavera,
Toledo y Madrid, viajando finalmente hasta París, de donde fue expulsado por considerársele espía de los alemanes. De la suma sustraída solamente se le encontraron 1.385 pesetas, además de un reloj, un revolver, unos billetes y monedas francesas y un pasaporte para pasar a Francia, el cual dijo haber conseguido en San Sebastián previo pago de cincuenta pesetas.
Declaró a los guardias civiles que había huido de Carmena «ansioso de ver algo que no sea el pueblo», lamentándose de que no le hubiese dado tiempo a «invertir» las mil y pico pesetas que le encontraron «para correr un poco más de mundo», pues le había ido muy bien y así podría seguir yéndole si no hubiera sido por los bombardeos de los zeppelines.
En poder, ya, de las fuerzas de seguridad fue trasladado a Toledo, quedando ingresado en la cárcel provincial.
El sepelio de las víctimas del raid aéreo fue una imponente manifestación patriótica de duelo (Foto, Agencia Rol. Biblioteca Nacional de Francia)
Allí esperó doce largos meses hasta que el 27 de febrero de 1917 su caso fue juzgado en la Audiencia Provincial. En su declaración ante el tribunal dijo que había perpetrado el robo para comprar libros y prepararse para poder llegar a ser practicante.
Su abogado defensor, Maximino Ruiz de los Paños, centró su estrategia en intentar demostrar la incapacidad de su patrocinado, haciendo ver al jurado la reiteración de sus titubeantes respuestas, no sabiendo, por ejemplo, cuantos billetes de cien pesetas se precisaban para contar mil o aportando varios testigos que recordaban como algunos familiares del barbero murieron dementes en el manicomio de
Toledo. También indicaron que en una ocasión en que se prendió fuego la torre de la iglesia de
Carmena, el reo acudió a sofocarlo con riesgo de su vida.
Recorte de “El Eco Toledano” dando cuenta del inicio del juicio oral contra Antonio Moreno Santurino, autor confeso del robo
Los peritos médicos que reconocieron o visitaron a Antonio en la cárcel no vislumbraron en sus encuentros con él ninguna circunstancia especial que pudiera llevarles a indicar que no fuese responsable de todos sus actos.
Coincidente fue, también, la declaración del maestro del pueblo Juan Ramón de Córdoba, quien dijo que en sus años escolares hizo algunas travesuras, «pero que jamás le dio ataque alguno».
Ninguno de estos argumentos sirvió para que el fiscal, Luis Gaspar, no considerarse a Antonio como autor de un delito de robo con nocturnidad, solicitando se le impusiera una pena de seis años y un día de prisión, así como el pago de las costas.
El jurado, reunido al finalizar la vista, ratificó ese veredicto de culpabilidad, siendo condenado el barbero a la pena solicitada.
Autor: Enrique Sánchdez Lubián
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