Un enrejado jaulón de madera donde se exponía el cadáver no reclamado de los desamparados muertos en la ciudad y su entorno próximo, que a veces resultaba irreconocible
En la parroquia mozárabe de las Santas Justas y Rufina tiene su sede la Antigua, Ilustre y Real Cofradía de la Santa Caridad cuyo origen se lleva al siglo XI con la entrada de Alfonso VI en el Toledo reconquistado y el pronto acuerdo de dos capitanes y «otras buenas personas» para dar cristiana sepultura, al no haber nadie que lo hiciera, a los muertos habidos, tanto en la lucha como por causas naturales.
En el siglo XVI se la tenía como la más antigua de la ciudad cuando, en 1525, un fuego arruinó el templo y el fondo documental de esta cofradía con sus legajos, bulas y privilegios de la época fundacional.
Para atender los piadosos fines, sus constituciones fijaban un cuerpo limitado a doscientos hermanos cuyo alto estatus dejaron holgadas rentas. La prelación de la Santa Caridad se veía en los ceremoniales de «reyes, prelados, canónigos y prebendas de dicha Iglesia».
Se la reconocía por su insignia, una cruz verde formada por un tronco desgajado, tras el pendón escoltado por dos ciriales. Hoy día, en la comitiva del Corpus Christi la cofradía desfila ante la custodia, entre las dignidades catedralicias. Los mayordomos llevan una vara coronada por una cruz y un hermano porta una pala, símbolo alusivo a los caritativos enterramientos que se realizaban siglos atrás.
En el XVI, la hermandad repartía limosnas y dotes para doncellas sin recursos. También socorría a enfermos y recluidos en la Cárcel Real.
En su propio pradito o cementerio -ubicado entre el postigo de Doce Cantos y el convento del Carmen Calzado- sepultaba los cuerpos de los infortunados.
También tenía como misión asistir a los reos hasta su ejecución. En ese momento, otra cofradía –la de la Sangre de Cristo, ubicada en Zocodover- recogía el cadáver que entregaba a los hermanos de la Caridad para su inhumación.
Parejos deberes se daban en otros lugares, como así hacía la Cofradía de la Caridad creada en Sevilla a mediados del XV, o las surgidas posteriormente, caso de la Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo de Valladolid, las hermandades de la Santa Caridad de Salamanca, Sanlúcar, Córdoba, Cádiz. Málaga, Zaragoza, Madrid… Pero volvamos a la fundación toledana y recordar un peculiar recurso suyo: el clavicote.
La misión de enterrar los cuerpos de personas anónimas, los extraídos del río o el traslado de los hallados en campos y caminos se sufragaba con la petición de limosnas destinadas a cubrir todos los gastos cuando no existían familiares o bien carecían de recursos. A fin de ordenar estas tareas, la Santa Caridad disponía en plena plaza de Zocodover, el núcleo comercial de Toledo, del llamado «Cajón de los Difuntos Pobres» o clavicote.
Un enrejado jaulón de madera donde se exponía el cadáver no reclamado de los desamparados muertos en la ciudad y su entorno próximo, que a veces resultaba irreconocible. El armazón disponía de un cepillo donde recoger las limosnas de cualquier persona apiadada por la contemplación de la víctima.
La imagen más antigua del «Cajón de Difuntos» aparece en la vista panorámica de Toledo dibujada por el maestro de obras José de Arroyo Palomeque hacia 1720.
En ella, en el centro de Zocodover, se percibe un cuerpo prismático elevado del suelo con una techumbre de cuatro aguas rematada por una cruz. Gracias al artículo que publicó Mariano Goitia Graells, en Toledo. Revista de Arte (abril, 1929), sabemos más datos de aquel catafalco, extraídos del archivo de la Ilustre Cofradía pero que, por desgracia, no revelan nada de su origen.
En 1716 y 1733 figuran arreglos puntuales confiados a carpinteros, alarifes y cerrajeros. En 1758 aparece un acuerdo para construir un nuevo clavicote cuyas trazas, fijadas en 4.770 reales, se convinieron con el carpintero Juan Martín.
El nuevo aparato tendría una estructura ovalada de álamo negro, de suficiente altura y anchura poder introducir las andas, apoyada sobre seis sillares de piedra y «hoja de lata bien clavada» en la cubierta. Se pintaría la cruz verde del emblema cofrade y cuatro insignias en los aleros.
También se instalarían cuatro «cepos para las limosnas» y cuatro argollas para facilitar las mudanzas del catafalco.
Del mismo siglo XVIII, constan las molestias que ocasionaba el tétrico cajón, no sólo por la visión y el hedor de los cadáveres, sino también por su obligado traslado cuando acontecía cualquier celebración. Se sabe que, en 1732, se llevó más bajo del Arco de la Sangre, ante las llamadas Cocheras de la Reina, en la actual plaza de Santiago de los Caballeros, y así se repitió para una función de toros en abril de 1766. La Ciudad decidió trasladar el clavicote al inicio de la cuesta del Alcázar, aunque luego acabó frente al Hospital de Santa Cruz, citado entonces como de Niños Expósitos.
De inmediato, el rector de este centro denunció el acuerdo alcanzado entre la Ciudad y la Cofradía, elevando una queja hasta el Consejo de Castilla, cuyo expediente conserva el Archivo Histórico Nacional ilustrado con un dibujo del clavicote ante las aludidas Cocheras. Alegaba que la exposición de algún cadáver en el cajón, «alumbrado de dos o más melancólicos faroles», asustaría a las «mujeres débiles» cuando, de noche, para no ser vistas, acudiesen a abandonar las criaturas, pues podían dejarlas de inmediato en plena calle, sin atreverse a llegar hasta el torno y depositarla allí. Para evitar tales riesgos, el Consejo dictaminaría que el tétrico jaulón se retirase de este lugar.
El Archivo Municipal de Toledo conserva otra reclamación, cursada el 11 de abril de 1766, por Manuel Félix Arroyo, administrador del mayorazgo de Hernán Suárez Franco, al que pertenecía «el Mesón del Peregrino, llamado de la Sangre de Cristo, y la Casa Taberna», frente a las Cocheras, para que se ordenase a la Santa Caridad la vuelta del «Cajón de los Difuntos Pobres» a Zocodover.
Alegaba los perjuicios que ocasionaba a vecinos y negocios, como eran «la venta de vino o la admisión de huéspedes». A ellos se unían el pavor de ver los cadáveres, la repugnancia por el mal olor y las muchas moscas que, después de «cebadas en los cuerpos», acudían a las casas.
En 1777 se llegó a un acuerdo entre el Hospital y la Cofradía que estudió poner el clavicote en su pradito, junto al convento del Carmen Calzado que, en 1810, fue destruido con la ocupación napoleónica. En 1814, acabada la contienda, según M. Goitia, el cajón de «los pobres difuntos y cepillo para no privarlos de los sufragios» fue colocado en la puerta del camposanto. Aunque allí se siguió enterrando hasta 1842, el tétrico artefacto debió deshacerse hacia 1836, año en que la Beneficencia municipal asumió las funciones de ésta y otras históricas fundaciones caritativas de la ciudad.
Rafael del Cerro Malagón
TOLEDO
Actualizado:16/03/2021 13:44h
https://www.abc.es/espana/castilla-la-mancha/toledo/abci-cajon-muertos-o-clavicote-santa-caridad-202103161334_noticia.html
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