domingo, 31 de mayo de 2020

El Desaparecido Convento de San Agustín, Toledo (I)

El desaparecido Convento de san Agustin - 1562 - Detalle de una vista de Toledo por Anton Van Den Wyngaerde

El convento de Agustinos Calzados de Toledo, que también fue sede de varias cofradías, como las de Nuestra Señora de Gracia y de San Pedro de la Vega o el Verde. (No confundir con el Convento de Agustinos de Recoletos Descalzos, Sito en la calle de recoletos),

Este convento que fuese palacio de reyes sería destruido por: "La insensata piqueta y el desprecio de los hombres que destruye la historia y condena a repetirla lo mismo ayer que hoy"

Debió de ser fundado por Alfonso X, hacia 1260, o gracias a las contribuciones reales, en una ermita dedicada a san Esteban situada en un lugar de la solanilla, en los alrededores del Puente de san Martín.




De donde quizás por la humedad insalubre que procedía del río o por el simple deseo de instalar el monasterio dentro del recinto de la ciudad, El Conde de Orgaz, Gonzalo Ruiz de Toledo logro de doña María de Molina la cesión de los terrenos que constituirían su residencia definitiva.

Las casas cedidas a los religiosos estaban localizadas en un palacio Visigótico, donde la tradición ubico el palacio del Rey Rodrigo y más tarde árabe, que según la tradición había pertenecido al Rey don Rodrigo y tambien el lugar donde nació la princesa árabe conocida como santa Casilda.

 La comunidad se trasladó al nuevo edificio en 1312, conservando hasta su desaparición en el siglo XIX algunos salones del antiguo palacio.

En 1323: Muere el Señor de Orgaz y es enterrado en la iglesia del convento. En 1327 su cuerpo sería trasladado a la Iglesia de Santo Tomé.

En el siglo XVI y comienzos del XVII se reformará y ampliará el convento, nos han llegado datos de la reforma, pues se conservan las trazas originales de Covarrubias:

En 1547, se ocupo de la reforma del convento Alonso de Covarrubias, en este año se enlosaron los cuartos altos y bajos del dormitorio y mirador hacia la vega del convento, ocupándose de esta obra previa a la reconstrucción encargada a Covarrubias un solador de nombra Alonso Domínguez.

Covarrubias daría las trazas y condiciones para la obra que comenzaría en 1522, el 4 de Agosto de ese año el albañil Francisco González y el carpintero Diego Honrado comenzarían las obras, que se redujeron a la construcción anterior y al derribo del cuarto viejo, de todo el cuarto nuevo de la hospedería, del zanjeo de la portería y el medio de la iglesia, Se levantaría un claustro de tres pisos. 

Con las celdas conventuales, donde se aprovecharon los pilares del cuarto viejo, se acometieron también las techumbres y su viguería así como las armaduras de madera de los tejados y barandillas de los claustros.

En 1562 - Anton Van Den Wyngaerde en su vista de Toledo lo dibujaría junto a la Puerta del Cambrón como un edificio renacentista, (la imagen superior de la página muestra la imagen que debería de tener el convento).

En 1566 Covarrubias trazaba y daba las condiciones para la enfermería del convento, levantada por los albañiles Pedro Sánchez y Bartolomé Díaz, contaba de dos plantas desde la escalera principal al medio del convento donde se hace una pared nueva. 

Sepultura de los Condes de Melito, que fue trasladada a la iglesia de San pedro Martir, por Valeriano Bécquer 1870, semanario la Ilustración de Madrid

La capilla de Nuestra Señora de Gracia se realiza bajo el patronato de doña Ana de la Cerda Condesa de Melito, fue ensanchada hasta el primer pilar del Huerto del claustro, tomando una parte de la capilla de san Ildefonso, colateral a la mayor. 

Aquí se colocarían los nichos funerarios de los Condes de Melito , “Un doble enterramiento, hermoso sobre toda ponderación, del género plateresco, cuajado de labores y tallas en piedra blanca, que parecen verdaderos dibujos”

Otra capilla conventual llamada de los genoveses, que antes era exterior al convento y que en 1590 pertenecía al genovés Esteban Gentil Cenarega quedó dentro del monasterio tras las reformas de Covarrubias, esta misma época se construyó la sacristía para la capilla de San Ildefonso estando esta debajo de la escalera principal del monasterio.




Enfrente de la capilla de san Ildefonso se encontraba la capilla de San Esteban, Los agustinos siguiendo una traza de Covarrubias para abrir un arco grande para ornato de la iglesia pidieron para esta capilla de san Esteban la misma forma.

 La obra se demoraría hasta 1597 en que el ayuntamiento cede una parte de la calle real a Don Pedro de Ávalos para que se hiciese la ampliación.

Aunque no hay documentos que lo acrediten parece que desde 1577 se encargaría de las trazas de la obra Nicolás de Vergara el Mozo. Quien seguiría las trazas dejadas por Covarrubias.

En 1597 la obra de carpintería pasaría a Lorenzo Sánchez

En 1599 se solicitó que las murallas quedasen adscritas al convento, ya que eran parte de sus muros exteriores y era necesario abrir pasos en ellas hacía unas huertas colindantes también dependientes del convento,

En 1613 se efectuó el pago de 1250 ducados como valor de estos muros, de las murallas

En 1618 el convento adquirió el resto de los huertos de la zona, En este año el alarife del ayuntamiento Juan Díaz supervisó el derribo de algunas partes de la muralla para abrir los pasos a las huertas.

En 1601 se encargaría de las obras de la portada y pórtico de la Iglesia Nicolás de Vergara el Mozo.

En 1615 la obra de la Capilla mayor pasará a Rodrigo Vargas, quien quería abrir nichos funerarios y colocar escudos de armas en las paredes, En 1618 se reanudarán las obras por el maestro Espinosa,

Este cambiaría el artesonado de la iglesia, levantarán nuevos muros con pilastras de yeserías y pequeñas capillas de poco fondo entre cada dos pilastras, también se pondrían cornisas que recorrían toda la nave, Cubriría toda la nave con una bóveda de cañón, con lunetos y ventanas en ella.

Gabriel de los Morales (1604-1645), hijo mayor de Jorge Manuel Theotocópuli, nieto del Greco, profesó en este convento e incluso llegó a escribir en él algunos tratados teológicos.

En 1793 fray Vicente Romero de San José, librero de este gran convento elaboró un índice que ha permitido identificar las numerosas obras que componían la biblioteca del convento. obras estas que se han conservado.

Sufrió el incendio y saqueo durante la guerra de la Independencia (1808 – 1814). Hay un relato de un monje agustino de la entrada de las tropas francesas el 26 de abril de 1808. Leyendas de Toledo.com nos muestra el relato de la entrada de las tropas de Napoleón en Toledo que hace el fraile Agustino.

“Día 26 entró Dupont con 10.000 hombres en dos trozos: uno por la Puerta de Visagra y otro por la de Alcántara. Venía como para entrar a viva fuerza, puesta en orden su infantería, caballería y artillería, pensando encontrar resistencia y amenazando que a lo más podría perder su vanguardia, pero que en tal caso, Toledo quedaría destruido.

Todo quedó en amenazas, pues Toledo no hizo resistencia por no tener con que. En este convento se alojó la 4ª legión y otros cuerpos hasta unos mil y doscientos hombres desde la escalera negra en que se hizo la división hasta lo último hacia el río. Las inquietudes que nos causaron, no obstante que hacer perseguían como amigos, fueron muchas. 

No he visto una gente, incluso la oficialidad, más ignorante, más sin crianza, más atrevida e insultante, más sin religión y más sin moralidad en su porte, y aunque algunos soldados alemanes e italianos de los traídos por la fuerza conservaban pensamientos religiosos, tenían que esconderse para practicarlos. 

La habitación que se les cedió padeció mil destrozos: quemaron puertas y ventanas, inutilizaron el pozo y los aljibes, desenladrillaron varios trozos del claustro, rompieron tabiques, quebraron tenajas y vendieron los hierros que pudieron arrancar a menos precio, como el carrillo del aljibe que le dieron por dos reales.

La manutención que se les daba o por la Ciudad, o por la Intendencia, era de pan, vino y carne y aunque por el abasto se les daba el carbón necesario, que aun les sobró al tiempo de marcharse, no por eso dejaron de quemar hasta los vanos de las escalera. 

Era común dicho que importaba más lo que desperdiciaban que lo que aprovechaban principalmente a la rica carne que se les daba, porque las ventanas estaban rodeadas de colgajos de carne más negra que una pez.

Diez y seis millones de reales importaron las cuentas de sus gastos, y eran tan excesivos en pedir a millonadas de cada cosa, como zapatos, camisas, paños, que parecía que aquellos hombres intentaban que el pueblo se alborotase y se resistiese y con ese pretexto saquear la Iglesia y la Ciudad.

Los hospitales se hicieron un artículo de suma conjunción, principalmente de vinos generosos que en vez de gastarlos como debían, los aplicaban a sus banquetes.

Los médicos franceses ignorantes, dejaban morir a montones a los soldados, y si no hubieran puesto los Hospitales al cuidado de los Médicos españoles, no hubiera sobrevivido un francés. Generalmente hablando: su porte en Toledo fue atrevido, insultante con desprecio, amenazador, provocativo y sin señal de haber tenido una mediana crianza”.

El convento sería suprimido el 20 de septiembre de 1809, tras un año de la ocupación francesa,

En 1815 Volvió el Prior de los frailes, que solo encontró las ruinas de un convento destrozado por la ocupación. Con la venta de algunas propiedades rurales y diezmos, se recuperó y restauró de 1814 a 1820.

En 1821 tuvo que ser abandonado durante el Trienio Liberal, siendo saqueado de nuevo.

En julio de 1823 volvieron los frailes e iniciaron una nueva reconstrucción, que se prolongó hasta 1832, en que se inauguró otra vez el convento.

El 27 de agosto de 1835 el gobierno liberal suprimió el convento. Fueron exclaustrados los monjes y el resto de los residentes. La biblioteca del convento acabaría quedando integrada dentro de la Colección Borbón-Lorenzana.





Sixto Ramón Parró (1812-1868), quien conoció los restos del convento en esta época, tras el incendio y antes de ser demolido, vio algún resto de yesería de estos salones que se conserva en el claustro de san Juan de los Reyes. 

Recuerda el pórtico y portada principal, donde había una Estatua de San Agustín de Manuel Gutiérrez. Su iglesia y claustro donde había un fresco de Nuestra señora de Gracia de donde procede su segundo nombre y oficial advocación. 


Una Escapada a Gijón, Asturias

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Playas de Gijón, Asturias


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Gijón, con reminiscencias griegas y latinas en su nombre, y una historia profundamente vinculada a la antigüedad clásica europea y a los poblamientos astures prerromanos, es una especie de fortaleza natural que tuviera tres almenas diseñadas por el mar y el viento con poderosas rocas y acantilados: empezando por el oeste está el Cabo Torres, a continuación el Cerro de Santa Catalina, y por el este cierra la ciudad el Cabo San Lorenzo.

La orografía fortificada de Gijón la convierte en un lugar muy especial, que se asoma a playas de ensueño, dibujando una línea de costa donde las rutas y las vistas son sencillamente espectaculares.

Indice:

  1. Como llegar a Gijón
  2. Algo de Historia
  3. Un casco histórico con sabor a salitre y a marea
  4. Jardín Botánico Atllántico
  5. Acuario de Gijon
  6. Un mar de mástiles a los pies de Gigia
  7. Un conjunto de playas que enamoran
  8. Sendas para soñar en verde
  9. Museos con las mejores vistas del mundo
  10. Termas Romanas de Campo Valdés
  11. Una imponente Ciudad de La Cultura
  12. Un mirador rumbo a Gijón “viento en popa a toda vela”
  13. De Tapas por Gijón
  14. Fiestas de Gijón
  15. Comer en Gijón

para saber mas: 



sábado, 30 de mayo de 2020

Tumba del Moro en Layos, Toledo

TUMBA DEL MORO -LAYOS-TOLEDO

Layos es un pequeño pueblo rodeado de campos de olivos, situado en la provincia de Toledo comunidad autónoma de Castilla-La Mancha.

Muy cercana al pueblo podemos encontrar la urbanización Layos-Golf y al sur de dicha urbanización pero dentro de su radio de influencia, se encuentra esta tumba excavada en la roca.

Es antropomorfa con el encaje para la cabeza muy grande, en la parte opuesta también presenta encaje para los pies, tiene repicado un escalón a nivel de la roca que serviría para ajustar la tapa de cubierta.

Esta orientada al Oeste la cabeza al Este los pies.

Junto a la cabeza presenta otro rebaje perpendicular a la sepultura y de la misma medida que el ancho de la tumba, podría tratarse de una tumba infantil del tipo ovalada, de no ser así desconozco su función.

Como siempre encuadramos este tipo de sepulturas en época medieval siglos VII – IX.

Me pareció observar que parecía como si alguien hubiera descalzado la roca, como si intentaran llevársela de este lugar.

ACCESO:

Layos está situado a unos 12 Km. de Toledo, en la carretera CM-4013, que une la capital con las poblaciones de Pulgar y Cuerva.


Primero voy a explicar la ruta que yo seguí para llegar a ver la sepultura. (en el mapa es la ruta azul).

Salimos de Layos dirección Pulgar a unos 500mts. llegamos a una rotonda en la que cogeremos la primera salida que entra en la urbanización y al golf. 

 Enseguida llegamos a lugar donde está la caseta de vigilancia, pero está cerrada y no hay vigilante, pasamos y llegamos a otra rotonda, donde cogemos la segunda salida y seguimos por esta calle hasta que describe una gran curva y cambia de dirección, entonces giramos a la izquierda por la calle Ruiseñor y al final aparcamos hemos llegado a los limites de la urbanización por el sur, delante tenemos un descampado lleno de hiervas muy altas, es en este descampado a unos 60mts. de distancia donde está la tumba.





En caso de que encontráramos a un vigilante y no nos dejara pasar, tenemos otra opción, (en el mapa es la ruta roja) desde la rotonda situada en la carretera seguiremos más adelante 1,3 Km. y encontraremos un camino en principio asfaltado que sale por la derecha lo cogemos y aparcamos desde aquí seguiremos un camino que va paralelo al río y en unos 700Mts. llegaremos a la altura de la sepultura que se encuentra a la derecha a unos 20mts.


COORDENADAS:


MÁS INFORMACIÓN:



viernes, 29 de mayo de 2020

Una Picota, un Humilladero y la auténtica Cruz de los Canónigos

Detalle de la basa del crucero con los restos de la inscripción original del XVI.
Tres hitos con distinta finalidad: uno de carácter penal, otro que recordó una antigua institución y el más visible aún que indicaba el antiguo estatus del municipio

RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN TOLEDO 
Actualizado:18/09/2018 13:49h

El 22 de marzo de 1917, Jerónimo López de Ayala, conde de Cedillo, de la Real Academia de la Historia, dictaba una conferencia en el Ateneo de Madrid que tituló Rollos y picotas en la provincia de Toledo.

En ella revisó la tipología de estos elementos repartidos en varias localidades que agrupó en cuatro «períodos históricos-artísticos». 




También recogió la definición de ambos conceptos según la Academia Española.

Tres Culturas: El Rollo de Justicia de Lillo
Una de las acepciones de rollo era la de una columna, rematada por una cruz, para marcar la jurisdicción de una villa.

Rollo de Justicia de Lillo

En cambio, picota podía aludir a la columna de piedra o de fábrica, situada en la entrada de las poblaciones, para exponer los reos a la vergüenza pública o las cabezas de los ajusticiados. 

Por nuestra parte añadimos el vocablo «humilladero» que la Academia define como un lugar de devoción en los accesos a las poblaciones. Y es que tal palabra fue usada en Toledo para aludir igualmente a los rollos jurisdiccionales alzados en su entorno. 

Así pues, estas premisas nos sirven para hablar de tres hitos con distinta finalidad: uno de carácter penal, otro que recordó una antigua institución y el más visible aún que indicaba el antiguo estatus del municipio.

En 1563, Anton van der Wyngaerde (1525-1571), también citado como Antón de Bruselas, dibujó una extensa panorámica de la ciudad desde el camino de Madrid, con el caserío y los principales edificios dentro y fuera de murallas.

Plaza de la ConstituciónAnte la puerta ahora llamada de Alfonso VI perfiló una aislada picota sobre una base circular –similar a la gótica, del siglo XVI, de Castillo de Bayuela-, con ganchos o garfios bajo un templete superior. 

El mismo elemento punitivo lo plasmó el Greco en la Vista y plano de Toledo (ca. 1610). Sin embargo, de esta concreta muestra de arquitectura judicial ningún recuerdo queda.

Picota de Almorox

Digamos que no lejos de esta posible picota, entre los restos del Circo Romano, desde 1565, se empezó a habilitar el Brasero de la Vega, lugar para ejecutar, sin concurrencia pública, a los condenados por los tribunales civiles o de la Inquisición. 

Esto se hizo para evitar que en Zocodover se continuasen escenificando las penas capitales o la exposición de los reos en una picota cercana a la calle de las Armas.

El segundo hito que repasamos también tiene su raíz en el mismo dibujo de Wyngaerde, concretamente en el ángulo inferior izquierdo, donde surge el Hospital de San Antón, fundado por Gonzalo Ruiz de Toledo en 1316. 

Esta casa fue atendida por canónigos regulares de la orden de San Antonio para curar el «uego sacro» o ergotismo, dolencia motivada por el cornezuelo del centeno, cereal muy empleado durante siglos para elaborar pan. En 1787, una bula papal suprimía en España esta orden ante el descenso de afectados de aquel antiguo mal. 

Tras el cierre del hospital, el abandono, la ruina y los saqueos acabaron por borrar el edificio en los primeros lustros del XIX. Como recuerdo de la caritativa comunidad, en el lugar que ocupó la capilla, se erigió un pilar coronado con la cruz de la orden disuelta.

 Tal elemento sería reconocido como la Cruz de los Canónigos, nombre que, equivocadamente, en alguna ocasión se asigna al humilladero del siglo XVI, cercano a la ermita de la Cabeza y que aún persiste.

Una noticia puntual refiere que, el 17 de abril de 1817, hasta la cruz antoniana llegaba una rogativa procesional con la imagen del Cristo de las Aguas llevada desde la iglesia de Nuestra Señora de las Estrella. 

Una imagen de aquel pilar está en un hermoso óleo (90 x 110 cm) de Jenaro Pérez Villaamil (1807-1854) titulado Vista general de Toledo desde la Cruz de los Canónigos. La obra, depositada en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, ofrece una estilizada vista de Toledo con numerosos personajes transitando entre la puerta de Bisagra y el convento de los trinitarios descalzos, incendiado en 1809. 

En un cercano plano hay dos figuras, una de ellas sentada, al pie del humilde crucero que evocaba el Hospital de San Antón. Precisamente, en este detalle, el pintor sitúa su firma y la fecha de 1836.

El historiador Hilario González publicó en 1922 unos interesantes datos sobre dicho hospital, reseñando aún la existencia del pilar con la cruz de hierro de la orden de San Antón. Es posible que este crucero alcanzase hasta 1936, sin saberse nada de su posterior paradero.

El tercer hito que recordamos es uno de los tres humilladeros que mandó hacer Juan Gutiérrez Tello -corregidor de Toledo entre 1573 y 1579- en otras tantas entradas a la ciudad, según recoge Luis Hurtado de Toledo en el Memorial que elevó a Felipe II en 1576. 

Uno se alzó junto a San Eugenio, «en el camino que va a Madrid»; otro cerca de la ermita de la Cabeza y, el tercero, en Santa Ana, «encima del castillo de San Servando», es decir, en la antigua vía romana hacia Córdoba. De ellos, nos fijaremos ahora en el primero, el que presidía el camino que concluía en la puerta de Bisagra.

Hurtado de Toledo deja claro que se hizo, cerca de San Eugenio, la pequeña capilla, de ábside mudéjar, reedificada en el XVI, que aún pervive al final de la acera izquierda de la calle Marqués de Mendigorría. El punto concreto debió ser uno de los leves montículos situados al otro lado de esta vía.




 El historiador Fernando Marías (1986) aporta el nombre de Juan de la Gándara, cantero que labró con piedra de Las Ventas con Peña Aguilera, en 1576, una esbelta columna de fuste acanalado con un capitel corintio que sostiene una cruz.

Son evidentes los matices clasicistas de este conjunto que alcanzan al pedestal inferior que muestra una incompleta inscripción. Para dar altura al humilladero se añadió una base escalonada de planta cuadrada.

Esta estructura marcaba aquí el término urbano de Toledo, si bien, a juzgar por otros datos, tuvo cambios, algunos muy recientes. En 1971, el recordado historiador Julio Porres detallaba que, en 1941, el humilladero estaba desmontado en un almacén de Obras Públicas.

A petición de Francisco de Borja de San Román, director del Museo Arqueológico (1915-1942), se logró su traslado y recomposición en las mismas lomas fronteras a San Eugenio, el paraje original del siglo XVI, ahora poblado de unas pocas viviendas. 

A finales de los años sesenta se remodelaría esta zona, derribándose tales casas para rebajar el montículo natural hasta el nivel de la carretera de Madrid.

Allanado el terreno se volvió a recomponer el humilladero renacentista, elevándose aún más la base para no perder la visibilidad que siempre tuvo. En los años ochenta comenzó el ajardinamiento de la nueva explanada rebautizada ya como parque del Crucero.

RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN
TOLEDO

https://www.abc.es/espana/castilla-la-mancha/toledo/disfruta/abci-picota-humilladero-y-autentica-cruz-canonigos-201809121419_noticia.html

Viaje al Medievo del Maestrazgo, Castellón (y II) : De Alcoceber a Castellón

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Parque Nacional de Peñagolosa

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Xodos, Castellón

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Segorbe, Castellón

Indice:
  1. Vilafamés
  2. Xodos
  3. Parque Natural Penyagolosa
  4. Villahermosa del rio
  5. Manantiales de Montanejos
  6. Salto de la Novia
  7. Segorbe
  8. comer en Segorbe
  9. Jérica
  10. Els Estanys de Almenara
  11. Mascarell
  12. Onda
  13. Castellón de la Plana
  14. comer en Castellón

y este es el croquis de la segunda parte de nuestra ruta
      


para saber mas:



martes, 26 de mayo de 2020

Antiguos Hospitales de la Ciudad de Toledo

El Hospital del Rey quizá sea uno de los más antiguos de la ciudad de Toledo. 

En 1618 ya se decía que su fundación era tan olvidada y antigua «que no se sabía cuándo dio principio»

Placa del hospital de San Ildefonso. - Foto: La Tribuna

Cerramos el repaso a la mayor parte de hospitales que han existido (o existen) en nuestra provincia de Toledo, con las dos últimas entregas correspondientes a los hospitales ubicados en la ciudad de Toledo. 

Comenzamos con el de San Ildefonso que se ubicó en la calle que lleva el mismo nombre, junto a la que fue residencia temporal de los hermanos Bécquer, cerca de la parroquia de Santa Leocadia. 

Actualmente solo queda de esta fundación un pequeño azulejo en su fachada, ya que el edificio ha sufrido varias transformaciones a lo largo del tiempo. 

Según Sixto Ramón Parro fue fundado en el siglo XIV para recoger y asistir corporal y espiritualmente a mujeres pobres o peregrinas perdidas, aunque en el XIX ya no funcionaba. 

Seguimos con el Hospital de la Concepción que estuvo ubicado en la parroquia de San Nicolás, más concretamente en la bajada del Cristo de la Luz. 





Sus ordenanzas fueron aprobadas en 1557 por el Cardenal Silíceo, aunque parece que se fundó mucho antes. Además de ser morada de peregrinos, este hospital se encargó de recoger mujeres pobres para cuidarlas, así como de dotar a doncellas cuando se casaban.

El Hospital de San Pedro se ubicó al final del callejón de San Pedro, frente a la Catedral Primada. Algunas fuentes hablan de su fundación a mediados del XVI y lo describen como un modesto asilo para recoger mendigos, cuyos gastos eran asumidos por una cofradía. 

En el año 1618 se define este hospital como un lugar «para recogimiento de clérigos y dotar huérfanas», desde donde además daban de comer a los presos de la cárcel. La hermandad que lo gestionó se denominó Hermandad de Clérigos de San Pedro. 

El siguiente es el Hospital de Santa Ana, que se ubicó junto al Colegio de Doncellas Nobles que fundara el Cardenal Silíceo. 

Aún hoy podemos observar la portada de este hospital que también tenía capilla y donde se albergaba a pobres, para lo cual se encargaba de su mantenimiento una cofradía toledana. Conservó un lienzo de El Greco con la imagen de Santa Ana. 

Ya en el siglo XIX habitaban la casa unas beatas que cuidaban de la iglesia y del hospital.

El Hospital de San Sebastián se ubicó en las Carreras y fue un asilo para acoger ancianos como otros tantos que hubo establecidos en nuestra ciudad. Tuvo una corta existencia por lo cual apenas hay documentación sobre el mismo. Continuamos con el hospital de la Santa Cruz, hoy convertido en el conocido Museo de Santa Cruz; fue fundado por el Cardenal Mendoza en 1494. 

La fundación de Mendoza pretendía atender a los muchos niños expósitos que había tanto en la ciudad como en los pueblos de la provincia. La bula de fundación fue firmada por Alejandro VI y los niños que se acogían en el mismo debían ser huérfanos o hijos de padres desconocidos y menores de un mes. 

Hasta los tres años de edad eran criados a costa del colegio y después se les entregaba a personas que les dieran educación. 

Había amas de cría que se encargaban del periodo de lactancia de los pequeños. El Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia lo fundó Guiomar de Meneses (esposa de don Gaitán de Ayala) en el siglo XV y se ubicó en un principio en parte de la actual iglesia de San Ildefonso (o de los jesuitas) aunque luego se trasladó a la casa del conde de los Arcos. 

Finalmente en 1932 el hospital se trasladó fuera de las murallas de Toledo al lugar donde hoy continúa, junto al Castillo de San Servando, siendo conocido por todos actualmente como el Hospital Provincial de Toledo.

Documento del hospital de San Pedro de Toledo. - Foto: La Tribuna

El Hospital del Rey quizá sea uno de los más antiguos hospitales de la ciudad de Toledo. 

En 1618 ya se decía que su fundación era tan olvidada y antigua «que no se sabía cuándo dio principio». 

Se creó para albergar enfermos incurables y según reza en el escudo que aún se ve sobre su puerta principal, se atendía a «ciegos, decrépitos e impedidos». 

La hermandad que lo gestionaba era la del Corpus Christi, Nuestra Señora de la Paz y San Ildefonso. 

En 1774 tenía 30 camas y 84.515 reales de renta. 

En el siglo XIX pasó a depender de la Beneficencia, convirtiéndose en asilo de ancianos, como así ha sido hasta su cierre hace unos años. 

El Hospital de Santiago lo fundó Alfonso VIII para atender a los heridos en el contexto de la Reconquista y su fundador fue don Pedro Fernández de Fuente Almejar. 

Ocupó siempre el mismo edificio inmediato al Alcázar de Toledo y se mantenía con las rentas que producían los impuestos de portazgo que se cobraban en la Puerta de Bisagra. 

El hospital -además de curar a enfermos- también rescataba cautivos cristianos y en otra fase del mismo se trataron en su interior a los enfermos del mal gálico o sifilíticos.

El Hospital de la Visitación, conocido comúnmente como el hospital del Nuncio fue fundado por don Francisco Ortiz en 1483.

 En su origen se recogía en su interior a 33 enfermos mentales y a 13 niños expósitos, aunque a partir de 1505 se recibieron solamente a los primeros. 

Su historia arranca en unas casas cerca de la Puerta Nueva, para luego trasladarse a la plaza de los Postes (actual plaza de Amador de los Ríos).





 Allí permaneció hasta 1793 momento en el cual se traslada a la calle Real, al nuevo edificio que levantó el Cardenal Lorenzana. Este hospital sería el antecedente histórico del hospital psiquiátrico San José y de la actual residencia social asistida San José.

El Hospital del Refugio que también denominan algunos documentos como el hospital de San Nicolás y de Jesús y Madre de Dios, lo regentó una cofradía fundada en 1610 y se ubicó en la calle Alfileritos, que en aquella época se llamó precisamente calle del Refugio. 

En él se albergaban los enfermos que no podían ingresar en ningún otro centro asistencial. A los miembros de este hospital se debía lo que llamaban «la ronda de pan y huevo», que realizaban entre los pobres que había en las calles, para entregarles una ración de pan y de huevo; recordemos al respecto el cuadro de Luis Tristán (1620) cuyo título es precisamente La ronda de pan y huevo.

José García Cano* - domingo, 24 de mayo de 2020

*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.


Viaje al Medievo del Maestrazgo, Castellón (I) : Del Santuario de la Virgen de Balma a Alcoceber

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Plaza de Toros de Morella, Castellón

Aunque la Costa del Azahar es, quizás, el atractivo más conocido de Castellón, la provincia es mucho más que eso. Castellón es mar, pero también es naturaleza, gastronomía y pueblos pintorescos y medievales.
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Ares del Maestrat, Castellón

En Las Tierras de Castellón el paisaje se va transformando en pliegues y se arruga en un puñado de sierras cuyos perfiles, más que de roca, parecen de corchoun territorio recogido que cabalga por el Levante entre las provincias de Castellón y TeruelReconquista

Conforme se da la espalda a la costa de y el camino se dirige hacia el interior. Cerros recortados por un viento que a veces los deja esculpidos como muelas de una dentadura de piedra: de hecho los llaman molas.

Así es la comarca del Maestrazgo, cuyo nombre procede de los grandes maestres (Maestrazgo) de las órdenes medievales, especialmente la del Temple, que llegaron acompañando a las huestes reales .

Indice:

  1. Como llegar al Santuario de la Virgen de Balma 
  2. Algo de Historia sobre el Maestrazgo
  3. Santuario de la Virgen de Balma 
  4. Comer cerca del Santuario de la Virgen de Balma 
  5. Forcall
  6. Olocau del Rey
  7. Morella
  8. Comer en Morella
  9. Castelfort
  10. Ares del Maestrat
  11. Villafranca del Cid
  12. Culla
  13. Catí
  14. San Mateo
  15. Comer en San Mateo
  16. Alcalá de Xivert
  17. Alcoceber
  18. Comer en Alcocebre

para saber mas:



lunes, 25 de mayo de 2020

Molinos Harineros de La Puebla de Almoradiel en el Catastro de Ensenada

Imachen:La Puebla de Almoradiel.png - Biquipedia, a enciclopedia libreIntroducción

El 10 de octubre de 1749, por Real Decreto de Fernando VI, se pone en marcha la mayor averiguación realizada hasta la fecha sobre las rentas, bienes y personas que debían contribuir en el reino, con el loable fin de eliminar la enorme cantidad de impuestos, diezmos y rentas provinciales, y de crear un único impuesto: la Única Contribución.

Entre los años 1750 y 1754 todos los pueblos de Castilla estaban obligados a pasar un interrogatorio. 

Para llevarlo a efecto se redactó una Instrucción General que contenía 40 preguntas, las mismas para todas las villas, que hacían referencia a la tierra, los productos de ella, límites de los términos, oficios, industrias, etc. Entre ellos también los ingenios como los molinos harineros.





Fue una obra ingente que desplazó a funcionarios y escribanos por todos los lugares de Castilla, se tomó detallada nota de todo, se confeccionaron mapas, se averiguó todo lo necesario sobre las rentas y bienes de cada persona contribuyente y los destinatarios de dichas rentas. 

Afectó por igual a la nobleza, la iglesia y al pueblo llano, pero finalmente no tuvo una buena acogida porque la nobleza y el clero reaccionaron contra esas averiguaciones, ya que veían peligrar los privilegios obtenidos y conservados durante siglos; este fue uno de los principales motivos por el que no se llevó a término, de modo que nunca llegó a aplicarse.

TEMAS VARIADOSPara realizar esta gran obra se constituyó la Junta de la Única Contribución, que dependía directamente del rey Fernando VI, formada por miembros de los Concejos, Intendentes provinciales, Jueces subdelegados, escribanos, peritos, etc.

Los procesos de declaraciones se iniciaron con una carta que el Intendente provincial enviaba a cada villa, conteniendo la orden real y un bando dirigido al alcalde de cada pueblo, para informarle que se colocara en sitio adecuado y se diera pregón al mismo. 

El concejo, alcaldes y regidores, elegían los representantes del municipio que deberían responder a las 40 preguntas del interrogatorio, normalmente el escribano, procurador síndico, cura párroco y otras personas hacendadas que conocían bien el pueblo y sus habitantes, quienes actuarían como peritos. 

Posteriormente llegaba el equipo del catastro, dirigido por el Juez subdelegado y un escribano que actuaba como notario, dando fe de cuanto se recogía en las declaraciones.

La Puebla de Almoradiel, seguía siendo la pequeña población que fue desde la Edad Media, pues solo contaba con 424 vecinos, unos 1.600 habitantes, recibió el 27 de enero del año de 1753 al Juez subdelegado Vicente Chocano y Cervantes, quien juntó a los representantes del concejo y peritos:

Alcalde ordinario por el estado de la nobleza, D. Pedro López de Villaseñor.
Alcalde ordinario por el estado general, Francisco Fernández Villarejo.
Regidor, Francisco Novillo Villaseñor.
Escribano del concejo, Juan Francisco Pérez Narro.
Peritos, Manuel López Colmenar, Pedro Fernández Villarejo, Alonso Fernández Villarejo y Pedro Sáez Ortega.

Molinos harineros de agua

En la pregunta 17 de la averiguación se da buena cuenta de los molinos harineros existentes en la ribera del río Gigüela, la mayoría de ellos construidos en la Edad Media que seguían, siglo tras siglo, con su función de moler el trigo; ya había pasado más de 300 años desde que se construyeran, y otros 300 años más hasta la época actual. En la pregunta 29 se comenta los importantes puentes de piedra de sillería que vadeaban el río Gigüela.

Comienza la pregunta 17 hablando de la laguna de sal que denominaban la Bermejuela, casi con seguridad por su color rojizo debido a la importante salinidad del agua. Esta laguna era aprovechada para la extracción de sal, principalmente para la fabricación de pólvora, como el resto de lagunas salinas que se daban en la Mancha y que administraba la Hacienda Real por su importancia estratégica.

En esta pregunta donde se hace referencia a los ingenios existentes en la villa, se comenta que existen dos calderas y alambiques para la fabricación de aguardiente, al que el estado ponía tasa como al tabaco. El vino que se estropeaba se dedicaba a la destilación de esa bebida alcohólica.

Más tarde habla de los molinos harineros situados en la ribera del río Gigüela. Declaran que son nueve los ingenios harineros, pero en realidad relacionan diez, parece que nadie se dio cuenta de ese detalle tan importante. 

Los molinos e ingenios pertenecían a las familias hidalgas y hacendadas de la Mancha Santiaguista, se pueden leer sus apellidos: Villarejo, Ramírez de Arellano, Villaseñor, Figueroa, Portocarrero, Novillo. Entre los propietarios algunos presbíteros, pues el clero hidalgo siempre mostró mucho interés en la propiedad de estos ingenios harineros en toda la Mancha Santiaguista.

Muchos de los molinos eran de dos piedras con lo que se aumentaba la producción harinera. Estos molinos del Gigüela se construían junto a la ribera del río; mediante un caz, un canal para dirigir el agua y un pequeño embalse, se conducía el agua al cubo, allí alcanzaba la altura y presión suficientes para mover el rodezno, instalado de modo horizontal, cuyas palas giradas por el agua movían un eje que hacia mover toda la maquinaria.

 Eran pues molinos de agua de piedra horizontal, al contrario de los de ruedas verticales que se denominaban aceñas. Eran molinos de temporada, con un caz muy pequeño y sin embalse, por eso cuando llegaba el seco estío manchego el Gigüela no disponía del suficiente caudal para poder mover el rodezno, así que solo molían durante ocho meses del año.

Comienza la relación de molinos en orden, tomando dirección norte a sur, con el primero de ellos, el Cervero, en el límite con el término municipal de Villanueva de Alcardete y cuyo propietario era licenciado y vecino de esa villa, D. Francisco García Botija. 

Continúa con el Torrentera o Torrontera. Más abajo el Blanquillo, que hoy día no se representa en los mapas. 

Seguía el Nuevo Quemadillo, llamado así porque era nuevo y no de los molinos medievales; pertenecía a tres personas, uno tenía la mitad y los otros dos la cuarta parte cada uno; hoy día está en ruinas y se denomina del Quemadillo.

Restos del puente cercano al molino del Pintado. Fotografía perteneciente a Miguel Villafranca

Relacionan más tarde el Pintado, también de los medievales y actualmente en ruinas. Continúan por el Zurrón (pudiera ser que fuera el que llamaban Cerro en la Edad Media). 

Más tarde informan del Botifuera, perteneciente al concejo de La Puebla y por este motivo de los que menos producían; ya desde el medievo se decía que siempre estaba fuera de servicio y con necesidades de reparación.

Puente Próximo al molino Botifuera. Fotografía perteneciente a Miguel Villafranca

Me ha llamado mucho la atención que entre el Zurrón y el Botifuera no se nombrara el Pringazorras, especialmente porque este Catastro de Ensenada si no pecó de algo es de la falta de exactitud y veracidad en describir todos los elementos que podían producir una renta. 





Ciertamente tampoco se declara en la relación de los molinos medievales, por lo que es posible que no estuviera construido y se fabricara al presente siglo XVIII, aunque, a decir verdad, lleva a la confusión la fecha existente en la placa de su muro, 1728. 

A tenor de la fidelidad en los datos del Catastro, pienso que la fecha allí puesta no debe ser cierta, y quizás se deba a un baile de números, cosa muy frecuente en los alarifes y canteros que grababan las placas. Aunque sí parece muy probable que se construyera a finales de ese siglo XVIII o principios del siguiente.

Placa de reedificación en el molino Pringazorras. Fotografía perteneciente a Miguel Villafranca

A expensas de D. Joseph Pérez y Belázquez se reedificó el nuevo molino de Pingazorras. Año 1728.

Continuaron con la relación por el molino Nuevo de Abajo, sin duda para distinguirlo del Nuevo Quemadillo que estaba corriente arriba. Pertenecía a las Memorias del presbítero de La Puebla de don Fadrique, licenciado D. Cristóbal González Torrubia. 

Estas Memorias, como algunas otras en la Mancha Santiaguista (me viene al pensamiento las importantes Memorias de Morales de Nieva del Toboso), eran obras pías que fundaron ciertos clérigos para favorecer a los necesitados y, por ellas, quedara su memoria conservada en el tiempo. 

Sería importante estudiar el legado que dejó dicho clérigo en La Puebla de don Fadrique y villas de los alrededores a través de dichas Memorias.

Continuaba el molino de la Ortiza, el que se llamó en la Edad Media de Juan Ortiz, y que pasaría por herencia a su mujer o hija, de ahí el nombre, ya que en numerosas ocasiones se llamaba con el apellido en femenino a mujer o hija de una determinada persona, de Ortiz, Ortiza. Una mitad de sus rentas iban dirigidas a la Capellanía que instauró D. Francisco Bustos y a las rentas de la ermita de Santa Lucía, extramuros de La Puebla.

El último molino el Doña Sol, una cuarta parte de sus rentas pertenecían también a las Memorias del padre Torrubia.

Los molinos que se mencionan de la Edad Media eran nueve en total, y ahora, este año de 1753, se nombran diez molinos. De los nueve molinos medievales son siete los que coinciden con los actuales: Cervero, Torrentera, Blanquillo, Pintado, Botifuera, Nuevo y Juan Ortiz; dos molinos no coinciden sus nombres: Cerro y molino de Villaseñor. 

Los nuevos que se citan en el Catastro de Ensenada son: Nuevo Quemadillo, Zurrón y Doña Sol. Existen en los mapas actuales otros tres molinos no relacionados: Pringazorras, ruinas de molino sin nombre y molino del padre Juan, que también está en ruinas.

De este modo podrían ser catorce o quince los molinos existentes en el término municipal de La Puebla de Almoradiel: siete medievales que coinciden con el Catastro de Ensenada, más dos molinos medievales no relacionados en el Catastro, más tres nuevos molinos en el Catastro, más tres molinos en los mapas actuales, todo sumado hacen quince molinos, pero si alguno coincidiera serían entonces catorce.

Algo muy interesante que se menciona en esta pregunta del Catastro de Ensenada es la comunidad que formaron cinco villas de la Mancha Santiaguista, como existe en otras partes de España. Esta comunidad de las cinco villas manchegas santiaguistas estaba formada por: Corral de Almaguer, Villanueva de Alcardete, La Puebla de Almoradiel, La Puebla de don Fadrique y Miguel Esteban.

El Catastro de Ensenada dice lo siguiente a la pregunta 17:

A la décima séptima pregunta dixeron: que en el término de esta villa hay una laguna de sal de agua, la qual llaman Bermexuela (Bermejuela), y se halla agregada a las que tiene Su Magestad en la villa de Quero, por cuya parte se administra sin que esta villa tenga intervención alguna

Es decir, el aprovechamiento de la sal de la laguna, utilizada para la fabricación de pólvora, se administraba desde la villa de Quero, junto con las lagunas que allí existían.

Hay, así mismo, dos calderas de fabricar aguardiente, la una entre D. Bartolomé García Álvarez y Francisco García Estremera, y la otra entre Manuel Villaxos (Villajos) y Gregorio Fernández Villarejo, las quales solo sirven para dar salida a los vinos que se tuercen, y por esta razón no considera más utilidad que la de doscientos reales a cada caldera

Los vinos que se estropeaban se destilaban en las dos calderas existentes en La Puebla y se usaban en la fabricación de aguardiente.

Igualmente se hallan situados en dicho término y ribera de Gigüela, nueve molinos harineros, que al uno llaman el Zervero (Cervero), y este se compone de dos piedras, el qual, como todos los demás, muelen con agua corriente del expresado río, cuya propiedad es del licenciado D. Francisco García Botija, presbítero y vecino de Villanueva de Alcardete, una de las cinco comunales con ésta (se refiere a una de las cinco villas que formaban comunidad con La Puebla), el qual produce en cada un año, ochenta fanegas de trigo.

Otro llamado la Torrentera, propio de D. Joseph Fernández Brisuela, vecino de Madrid, que tiene otras dos piedras, y en cada año podrá producir la renta de ciento y veinte fanegas de trigo, que son las mismas que produce.

Otro llamado el Blanquillo, con dos piedras, propio de D. Joseph Figueroa, presbítero de Villacañas, que produce al año ciento y veinte fanegas de trigo.

Otro llamado el Nuevo Quemadillo, consiste en dos piedras, y su mitad es del Marqués de Lugo, vecino de Granada, la cuarta parte de Alphonso Novillo Casas, vecino de esta villa, y la otra cuarta parte de Juan Francisco López Villaseñor, vecino de la de Miguel Esteban, una de las comunales (se refiere a que era también villa perteneciente a la comunidad de cinco villas), y su renta anual ochenta fanegas de trigo.

Otro llamado el Pintado, propio de D. Vicente Portocarrero, vecino de Villacañas, con dos piedras, y su renta anual es la de ciento y treinta fanegas de trigo.

Otro que llaman el Zurrón, propio de D. Rodrigo Collado, vecino de la villa del Corral, una de las cinco comunales, tiene dos piedras, y su renta anual es ciento y treinta fanegas de trigo.

Otro llamado Botifuera, propio de esta villa (es decir, del ayuntamiento de La Puebla), tiene dos piedras, su renta anual dos mil y doscientos reales.

Otro llamado el Nuevo de Abaxo (Abajo), propio de las Memorias que en la villa de don Fadrique, una de las cinco comunales, fundó el licenciado Cristóbal González Torrubia, presbítero que fue de ella, tiene dos piedras, y su renta anual ochenta fanegas de trigo.




Otro que llaman la Hortiza (Ortiza), es de una piedra, y su mitad goza D. Martín Parreño, vecino de dicha villa de don Fadrique, y la otra mitad la Capellanía que posee el licenciado D. Francisco Bustos, vecino de esta villa, quien la tiene cedida a Miguel Antonio de Bustos, su sobrino, y al Caudal de la Señora Santa Lucía que se venera en su ermita, extramuros de esta villa, y la renta anual es cuarenta fanegas de trigo.

Otro que llaman Doña Sol, tiene dos piedras, y su mitad pertenece a Alphonso Hortiz (Ortiz) Manzanedo, vecino de esta villa, y la otra se divide entre Alphonso Fernández Palomino, que lo es también, y Fernando López, vecino de el Hinojoso, entre cuyos dos perciben la cuarta parte, y la otra restante a dicha Memoria del padre Torrubia, y su renta anual es la de ochenta fanegas de trigo.

Y todos ellos muelen, de los doce meses del año, los ocho, poco más o menos, con agua corriente de dicho río Gigüela, en tiempo de invierno y primavera, porque en el de verano se aminoran y consumen las aguas, de forma que no pueden moler. Y responden.

Puentes del Gigüela

Se relacionan cuatro puentes de piedra en la pregunta 29, que no producen renta alguna, pues no se cobra nada a vecinos y forasteros por el paso por ellos, aún dice que tiene mucho gasto por mantenerlos reparados y en uso.

Aunque no se nombran, los más conocidos son: el Puente Viejo, el Puente del Blanquillo, el Puente de las Puentes, el del camino de Tahierro y la Puente de Doña Sol.

Puente Próximo al molino Botifuera. Fotografía perteneciente a Miguel Villafranca

Cuatro puentes de piedra sillería con diferentes ojos, sobre el río Gigüela y sus corrientes, que sirven para el uso, y paso, y común de los vecinos y forasteros, los cuales no producen ni pagan por sus pasos cosa alguna, antes si, para su subsistencia y composición, se causan a esta villa y sus vecinos muchos gastos, y no hay barcas, ferias, ni mercados. Y responden


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