Remedios farmacolĂłgicos de procedencia animal, vegetal o mineral que quizás se aplicaban en la mitad occidental de la provincia de Toledo, tomados de las dos obras citadas y especialmente de la Ăşltima, recogidos por el doctor MartĂn AragĂłn, nos recuerdan que ya se usaban corno abortivos el helecho o el culantrillo de pozo; afrodisĂacos, la hiel y huevos de perdiz, la mis taza, los piñones, el romero, el pollo o los testĂculos de tejĂłn.
Para la epilepsia o alferecia se usaba el polvo que los caballos tienen en las corvas cocido con vinagre, la cebolla, albarrana mezclada con miel, el aceite de laurel, la ruda ... Como antĂdotos recordaremos el almizcle, la hiel de gato, zumo de las bayas y hojas de laurel, la serpentarĂa ... CombatĂan las hemorroides con artemisa, el poleo, alheña.
El dolor de muelas se aminoraba con la «camisa» de culebra cocida con vinagre o semilla de negrilla para las caries. Las cenizas de sarmiento se aplicaban a las verrugas, la concha del erizo tostada era buena para la sarna, las hojas de hiedra para las Ăşlceras.
Con el fin de acelerar el parto se maceraban en vino semillas de madreselva. Para el dolor de riñones se aplicaba el aceite de alacrán; el haba morisca en forma de cataplasma era utilizada para la horquitis.
El culandrillo cocido era un buen remedio para atajar el asma o las habas secas cocidas con aceite ablandaban el pecho.
El culandrillo cocido era un buen remedio para atajar el asma o las habas secas cocidas con aceite ablandaban el pecho.
Buenos atisépticos eran el espliego, el ajenjo o las violetas.
Para librarse de los mosquitos se quemaban altramuces; el helecho servĂa contra las chinches y el sauco cocido mataba las moscas.
Tampoco faltaron en este siglo XV toledano los ensalmos, conjuros o la invocaciĂłn sobrenatural, que continuarĂa en siglos posteriores hasta hoy corno veremos, mezclados con remedios mágicos relacionados con animales y objetos a travĂ©s de los cuales se atraĂan las fuerzas del universo para resolver los males.
Las supersticiones en este campo eran tan corrientes como las celestinas que curaban los males del corazĂłn y del espĂritu. HechicerĂas que se evitaban colgando una cebolla albarrama del dintel de las puertas.
Entre los elementos que descubrimos en las ponzoñas y filtros se encuentra el haba morisca, la espina de erizo para clavarla en los muñecos de cera que representaban a personas a quienes se querĂa dañar; la sangre de macho cabrĂo o el pelo de sus barbas, la sangre de murciĂ©lago, dientes de ahorcados, cabeza de codorniz, etc.
De la multitud de remedios populares entresacamos aquĂ©l por el que era famosa la Celestina, «maestra de hacer virgos».
En la operaciĂłn «unos los hada de vejiga y otros curaba de punto». Aunque estos intentos de «cirugĂa plástica» al parecer eran, segĂşn algunos autores, pura ficciĂłn literaria, conociendo la estima social de la virginidad no eran extrañas tales manipulaciones.
El estiĂ©rcol ha sido un remedio terapĂ©utico que aĂşn algunas tribus indĂgenas aplican. Conocemos recetas que, por muy repugnantes que nos puedan parecer, fueron utilizadas con resultados «virtuosos».
El estiĂ©rcol de buey o vaca reciente, en hojas de parra, calentado entre cenizas y aplicado en las inflamaciones causadas por llagas las curaba y aliviaba, como lo hacia tambiĂ©n con la ciática y su mezcla con vinagre decĂan que provocaba la supuraciĂłn de las «glándulas escrofulosas».
Galeno hace referencia a esta terapia que también se aplicaba en caso de picaduras de avispas.
Galeno hace referencia a esta terapia que también se aplicaba en caso de picaduras de avispas.
El estiĂ©rcol de cabra hacĂa supurar toda clase de tumores, practicado tambiĂ©n por Galeno, mezclándolo con harina de cebada y aplicándolo como cataplasma en toda clase de durezas. El de oveja se usaba contra las arrugas si se mezclaba con vinagre.
El de lagarto como aceite para quitar las verrugas y blanquear la piel. Para las quemaduras se usaba la gallinaza diluyéndola en aceite helado y aplicándolo en compresas. Otros remedios semejantes curaban cólicos (o quizás los provocaban).
Las virtudes de los orines son aĂşn hoy una realidad terapĂ©utica, igual que ocurrĂa hace cuatrocientos o quinientos años.
La saliva humana y sus aplicaciones curativas ha llegado hasta la actualidad y la utilizan algunos curanderos como práctica habitual.
Se decia que era de tres clases: La que se produce después de las comidas, que no tiene ninguna virtud; la de ayunas, con grandes propiedades, y la que se genera en la digestión.
Se decia que era de tres clases: La que se produce después de las comidas, que no tiene ninguna virtud; la de ayunas, con grandes propiedades, y la que se genera en la digestión.
Se cuenta que mata reptiles y «bestias venenosas», hace supurar los forĂşnculos y desaparecer la sarna. Los huesos tambiĂ©n han formado parte de la farmacopea popular, al igual que la ceniza, utilizada para restañar la sangre de las heridas.
Tampoco han estado exentas de este conjunto de remedios heredados del medievo a principios del Renacimiento en nuestras comarcas, las recetas con la lombriz de tierra.
Cocida en agua-miel se usaba contra la retenciĂłn de orina, machacadas para cicatrizar nervios, y bebidas con vino provocaban la expulsiĂłn de las piedras en la vejiga.
Viejas recetas para librarse de las mordeduras de los reptiles nos hablan de las propiedades de las hojas de fresal contra las culebras. El cocimiento de plumas de buitre y su quema posterior librarĂa de las serpientes.
Los dolores de la denticiĂłn de los niños se aliviaban cociendo el cerebro de una liebre y frotando las encĂas.
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