La miniatura prerrománica española se distingue por su originalidad frente a la que se hace en le resto de Europa en estas fechas.
Sus principales obras corresponden al siglo X y uno de sus rasgos más característicos es su arabismo.
Las obras presentan un dibujo incorrecto, salvado por su intenso valor expresivo, casi dramático, quedando todo subordinado al tema que se desea representar.
La perspectiva no existe y toda referencia al naturalismo clasicista desaparece, renunciando también a lo anecdótico.
Los edificios que aparecen tienen valor simbólico y se destaca su parte más importante.
Los edificios que aparecen tienen valor simbólico y se destaca su parte más importante.
En la figura humana, el cuerpo queda oculto por pesados y voluminosos ropajes, perdiendo todo su valor, concentrándose el artista en los enormes ojos de dichas figuras.
El origen de esta miniatura lo debemos buscar en la pintura visigoda, añadiéndose influencias musulmanas y elementos procedentes del mundo carolingio.
La mayor parte de los ejemplos que poseemos de la miniatura prerrománica proceden de los llamados beatos, manuscritos ilustrados que copian el tratado elaborado por el monje Beato de Liébana sobre los "Comentarios al Apocalipsis".
Ante la dificultad de los textos, la imagen alcanza un importante valor, por lo que el color se convierte en un vehículo fundamental para construir una percepción visionaria, en la que lo importante no es lo que se ve, sino lo que se imagina a partir de lo visto.
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