El inquisidor Licenciado don Francisco Esteban del Bado hace comparecer a Maria en la audiencia del 4 de febrero de 1664 para que añada algo sobre lo declarado con anterioridad en defensa de su causa.
María declara que Inés de Huete y su hija Catalina, ambas vecinas de Navalmoral, pedían camisas a los enfermos que iban a curar diciendo era necesario para el diagnóstico y curación; y que, en lugar de emplear dichas camisas, se aprovechaban de ellas.
Y que ella hacía lo mismo, avisando antes al enfermo que quemaría finalmente la prenda, Confiesa que tan picaresco recurso lo empleó por vez primera con el enfermo torrijeño Juan del Fresno, quien la envió llamar a La Puebla para que se trasladase a curarle a Torrijas, La esperó en la plaza del Mercado Ana Velaseo, cuñada de Juan del Fresno, quien le dijo que éste se hallaba muy grave.
Ana Caro, esposa del enfermo, comentó que el mal había sido originado por la bebida suministrada por una mujer y que hacía días que su marido tenía una fiebre muy alta.
María ordenó que untasen la espalda de Juan con ungüento de calabaza, le colocasen unas hojas de parra y tomase bebidas frescas, También pidió una camisa del enfermo para continuar su curación desde La Puebla, y COQ ella hizo «unas envolturas para sus criaturas». Asimismo, recuerda que otra ocasión en la que pidió una camisa fue en la curación de Francisco Pantoja.
Añade que hará cinco años (en 1659) que estando en Torrijas, llegó a ella Isabel la Sorda, vecina de la localidad, que tenía un hijo enfermo de mal de ojo, Y estando en la habitación del paciente entró una mujer de Torrijos a quien llaman «La Cancilla», que hizo levantar al niño de la cama.
La madre tomó al niño en sus brazos mientras «La Cancilla» pidió un candil y una escudilla ae agua y tres granos de sal. Luego santiguó a la criatura poniéndole la mano en la cabeza y diciendo unas palabras que María no pudo oír.
Después acercó la escudilla de "agua a la cabeza del niño y echó en el recipiente los tres granos de sal y las tres gotas de aceite del candil. «La Cancilla» comentó que si las tres se juntaban no había aojamiento, mientras que si se separaban era señal de que existía hechizo.
Así es que María (según esta confesión) aprendió este remedio para combatir el mal de ojo de la curandera torrijei'ía «La Cancilla» y lo empleó por vez primera con Juan Serrano, pastor de cabras de La Puebla, y en otra ocasión con Juan Carranque, vecino de Torrijos.
Afirma también que la «Oración de Santa Ana» la aprendió también de «La Cancilla», por lo que cae en total contradicción y perjura ya que, en otras ocasiones, confesó que la aprendió de su madre, quien la recitaba mientras «envolvía a sus criaturas».
Comenta que siempre le fue bien en las curaciones dicho método, salvo cuando intentó curar a un niño en Gerindote, pues dicha criatura, además de tener mal de ojo, «estaba encanijada por haber mamado leche de mujer preñada».
Cuatro días después, comparece nuevamente María ante el mismo inquisidor. Al capítulo 5.° de la acusación, en referencia al intento de curación de hechizos de Leocadia Madrid, declara que pidió una camisa de la enferma y que, tal vez, «para dar más fuerza a su embuste, dijese le llevasen dicha camisa antes del viernes».
Y que empleó como remedio una bebida hecha de carnero y gallina, con unos granos de aljófar y coral y unos polvos de jalapa o de ruibarbo (no se acuerda bien). La enfermedad que padecía la joven torrijeña, en opinión de María, se había complicado con una «opilación» o hidropesía muy grande porque bebía mucho». Respecto a la curación de calenturas tercianas, recuerda que estando enferma en El Casar, le dijo un fraile que llegó desde Santa Olalla que se c?rtase las uñas de pies y manos, las metiese en un pedazo de levadura de pan y se las diese de comer a un perro «devariado» con lo que la enfermedad «pasaba al animal».
Declara que este mismo remedio aplicó en la curación de Francisco Pantoja y especifica que las calenturas de Juan del Fresno procedían de la sangre de un pez que le dieron y «eran continuas y muy grandes».
Niega la aplicación de los polvos bajo la almohada de Francisco Pantoja. Sobre la autorización que decía tener para curar, juega con dos argumentos falaces: La falta de firmeza del inquisidor Paniagua en su audiencia de La Puebla y el falso documento que le facilitaron en Torrijos.
Dice que hace cinco años (en enero de 1659), viviendo en Torrijos <~unto a la casa del cedacero», llegó al pueblo un cirujano de Madrid llamado Rafael que, al tener noticia de que ella curaba sin licencia, se comprometió a conseguirle una por medio de un inquisidor tío de éste.
Un mes después, el cirujano le trajo un pergamino grande <~con unas letras doradas al principio y una imagen de la 'concepción enmedio». Al pedirle por sus servicios diez reales de a ocho, María alegó no poseerlos y, a cambio, Rafael aceptó un manto de lana como pago.
Esta es la licencia que presentó en Yuncler a requerimiento del Licenciado Cannena, aunque éste no llegó a examinarla, pues según la hechicera ésta se la enseñó a un vecino del pueblo que conoció que se trataba de un falso documento, por lo que ella misma, enojada, 10 rompió y no se lo entregó al sacerdote. 34 De la «Oración devotísima de San Cipriano» manifiesta que se la había entregado un Maestro de Escuela que vivía enfrente de su casa y que el hijo de éste se la entregó copiada en un papel.
Preguntada que por qué decía que hacía cinco años que disponía de una licencia del Licenciado Paniagua y ahora dice que curaba con la falsa licencia del tal Rafael, contesta que curaba con licencia de uno y de otro y «confiesa ser una embustera, embelecadora que andaba haciendo estas curas que se le oponen por ganar cuatro reales, y si por ellas merecía cuatro, pedía ocho; pero nunca ha sido hereje, ni judía, ni ha tenido pacto con el demonio, porque todo ha sido embuste y no sabe responder otra cosa».
Al capítulo 4.°, afirma que jamás accedió a las pretensiones de Antonio de Cárdenas para envenenar al marido de su amante, que le devolvió todo el dinero y que, además, dio parte al párroco de San Gil para que tuviera conocimiento de lo sucedido.
Niega haber entregado (capítulo 10.° ) una bolsita para evitar hechizos a Cristóbal Pantoja y asegura que a quien sí se la dio fue a Juan del Fresno, conforme había declarado en la audiencia del día 4 del corriente, y en la bolsita metió 5 granos de ruda, siendo cada grano de 5 cuarterones, «porque habían de ser de esta calidad para 10 dicho», y por cada cuarterón rezaba un credo, así que con cada grano rezaba 5 credos.
También llevaba la bolsita una camándula de Nuestra Señora de Guadalupe y no se acuerda bien si echó, además,' «un pedazo de hostia consagrada», que se la dio en Toledo su pariente Domingo Varela Barbero, a la sazón acusado. en el Santo Oficio de Madrid. Interrogada por qué utilizaba los 5 granos de ruda y por qué éstos habían de ser de 5 cuarterones, dijo que su madre 10 haCÍa así poniéndoselo a sus hijos para preservarlos de hechizos, y el número cinco por ser el de las llagas de Nuestro Señor Jesucristo. Al serIe preguntado por qué tenían que ser de ruda y n'o de otra hierba, contestó que «la ruda tiene esa virtud de que dicen que en ella no entran brujas ni otras cosas malas». Yen cuanto a rezar el Credo en lugar de cualquiera otra oración, dijo que porque así se lo oía a su madre. En cuanto a la utilización de la camándula o camáldula 21 y el trozo de hostia consagrada, aseguró que porque «eran reliquias y que cuanto más reliquias mejor». En la audiencia del 11 de febrero de 1664, recuerda que utilizó el «recurso» de la aparición de las prendas, además de los presentados por la acusación, con la madre de Juan Chaves, vecina de Torrijas, a la que hizo aparecer un manto. También a un vecino de La Puebla llamado Francisco Berganzones le hizo aparecer unas estameñas, y en el año 1661, María de Riofrío, vecina de Torrijas, la buscó para que hiciera aparecer dos pistolas.
En esta audiencia le fueron leídas cinco recetas (fols. 65 al 69). María afirmó que todas ellas e .,taban sacadas de los libros de Dioscóridcs y Avicena. La primera recela empieza «De palo santo» y termina «con cortesía». La segunda empieza «De palo santo» y tennina «según arte».
La tercera empieza «Lavando cualquier herida» y termina «según arte». La cuarta empieza «De vino blanco». y termina con «sangrado y purgado». La quinta empieza «Anís» y termina con «beindicta». Confiesa que la primera y la segunda las empleó en la curación de Juan del Fresno para las calenturas e hinchazón de tobillos.
La tercera no se la dio a nadie porque no surgió herida en la cabeza a quien aplicarla. La cuarta la usó con un mozo de Madrid. vecino de Torrijos, llamado Francisco, y con el calderero torrijeño Juan de la Huerta para curarles unas nubes de los ojos. y la quinta se la dio a Catalina Garda «para una ayuda por padecer mal de ¡jada». «Ya todos los que las dio aprovechaban dichas recetas.
En la audiencia del 21 de mayo de 1664, respecto al capítulo 9.°, correspondiente a la aparición- de las pistolas solicitada por María de Riofrío, la hechicera sospecha que ha depuesto contra ella don Félix Arroyo, vecino de Torrijas, «el cual es enemigo de esta confesante porque un criado suyo y otro compañero llevaron a casa de ésta unas mantas de unas mulas, y porque se las hurtaron de casa de la confesante ha quedado enemigo de ésta; y también el dicho don Félix es íntimo amigo de Antonio de Cárdenas, vecino de Torrijas, y los dos se han unido para testi~icar contra esta confesante».
En esta audiencia el inquisidor don Diego de Ozores le ofrece a María la defensa de dos letrados de oficio, don Pedro Hurtado Martínez y don Pedro MarÍn. La acusada se inclinó por el primero de ellos.
Los testigos de La Puebla de Montalbán se ratifican el 12 de julio de 1664. En esta misma audiencia comparece voluntariamente el familiar, del Santo Oficio en esta villa, Martín Sánchez de Vi llegas, quien declara y pormenoriza que conoce el asunto de la capa de Andrés de Sevilla, que es «público y notorio en el barrio de la Ce, que es donde ha sucedido». Y tiene a María López de Sarria «por embustera y que ha hecho de ella mal concepto, y que siempre que la ha visto le ha parecido a éste que es mujer muy desahogada y disoluta».
En Yuncler se ratifica Francisco Ruiz el Zapatero (17 -8-1664), mientras los testigos torrijeños lo hacen el J 4 de octubre del mismo año, ante el comisionado del Santo Oficio, Licenciado don Pedro Salcedo, estando presentes como testigos «por honestas y religiosas personas», fray Jerónimo Garcés y fray Juan de Pomar, franciscanos del monasterio de Santa María de Jesús. Juana Montalvo, viuda de Lucas Pérez, realiza su ratificación en Toledo, al encontrarse en dicha ciudad sirviendo en la casa de Cristóbal Martín.
LA SENTENCIA
En la audiencia del 2 de diciembre de 1664, el Santo Oficio hace saber a María que ha sido hecha pública la relación de testigos que deponen contra ella. El inquisidor Ozores la amonesta para que diga enteramente la verdad «porque habrá más lugar de usar con ella de toda brevedad y misericordia»-, Sin embargo ella dice que no recuerda nada más de lo que ya tiene declarado. El inquisidor Ozores ordena sea leída la relación de declarantes, callados los nombres y apellidos de los mismos y cualesquiera otras circunstancias que contribuyesen a la identificación de sus personas.
La nómina de estos testigos, que ratifican y juran que su testimonio es verdadero y no se conducen llevados por el odio, es la siguiente:
Testigo 1 Licenciado don Pedro de Robles
En Villaluenga Testigo 2 Gonzalo Pantoja
En Yuncler Testigo 3 Francisco Pantoja
Testigo 4 Francisco Ruiz
Testigo 5 Gabriel del Río
En Torrijos Testigo 6 Ángela del Valle
Testigo 7 Juan del Fresno
Testigo 8 Ana de Caro
Testigo 9 Ana Díaz
Testigo 10 Juana Montalvo
Testigo 11 Ana Velasco
Testigo 12 María Muñoz
Testigo 13 Don Pedro Téllez
En La Puebla de Montalbán Testigo 14 Marín Sánchez de Villegas
Testigo 15 Ana López
Testigo 16 Juana López
Testigo 17 Andrés de Sevilla
Testigo 18 Lorenzo de Lasarte
Testigo 19 Cristóbal Carrasco
Testigo 20 Manuela Hemández
Testigo 21 María Toledana
Testigo 22 Bernabé Sánchez En» Testigo 23 Juan Moreno del Valle En » Testigo 24 Alfonsa Durán Testigo 25 Mari Martín
Testigo 26 Don Pedro Vélez
Testigo 27 Cristóbal Pantoja
Testigo 28 Doña María Magdalena de Salazar
Testigo 29 Andrés González de Rivero
Testigo 30 Leocadia Garda
En Torrijos
En la audiencia del 6 de diciembre, bajo la presidencia de los inquisidores s Ozores y Esteban, junto con la del doctor Alonso Santiso, en calidad de ordinario del Eminentísimo Señor Cardenal Sandoval, el secretario Licenciado don Antonio Pardiñas lee el veredicto del Santo Oficio: « ... Para dar satisfacción del escándalo que esta fea ha causado y sea conocida por supersticiosa y embelecadora y que no ha tenido ni tiene licencia para curar como lo dio a entender en diversas partes, salga en fonna de penitente, en auto público de fe si lo hubiera de próximo, y si no en una iglesia particular en donde le sea leída su sentencia con méritos y abjura de levi.
Y sea gravemente suspendida, advertida y conminada, y al otro día sacada a la vergüenza por las calles públicas y acostumbradas de esta ciudad y desterrada de ella y de la villa de Madrid y de Torrijas y de La Puebla de Montalbán, Yuncler y Cebolla, y ocho leguas en contorno, por tiempo de dos años, y que no pueda curar enfennedad alguna ni usar de dichas supersticiones ni de otras, so pena de doscientos azotes, y de las demás penas que hubiere lugar en derecho»
2.\ La sentencia del Santo Oficio de Toledo queda ratificada por el Real Consejo de la Santa Inquisición, en Madrid, con fecha 22 de enero de 1665, en audiencia presidida por el Licenciado don José de Ribera, Secretario de Felipe IV y del Consejo. Sin embargo el Real Consejo determina que la pena a la que se condene a María López de Sarria ha de ser de destierro «por cuatro años, dos precisos y dos voluntarios».
María cumple la condena «a su manera». En efecto, durante los «dos años precisos» vive fuera de Torrijos y su comarca, pero dicho período de destierro lo pasó en Madrid, burlando la vigilancia del Santo Oficio.
En la Villa y Corte la hechicera encontró acogida entre sus familiares y la ayuda de su primo Domingo Varela, que se había establecido allí desde su marcha de Toledo. Mejora su sittlación económica a la par que crece su fama como hechicera. Pasados dos años regresa a Torrijos.
Atrás han quedado los años de miseria y goza de la estima de sus vecinos que siguen recurriendo a sus remedios para curar de sus dolencias. Nuestra curandera ha madurado en muchos aspectos y sabe qué prácticas puede realizar sin que pueda despertar sospechas ni recelos que la puedan llevar a un nuevo proceso:inquisitorial.
CONCLUSIONES
Al finalizar este trabajo sobre algunos aspectos de la vida y obra de María López de Sarria nos permitirás, querido lector, que manifestemos varios juicios u opiniones vertidos desde una visión que intenta discurrir desde la objetividad hasta la frontera del escepticismo
Si hubiéramos sido contemporáneos de María es muy po~ible que nos hubiese movido la tentación de componer un relato al estilo del género más genuinamente español: La novela picaresca.
Aunque nuestros afanes y desvelos por parecer que tenemos de escritores los dones que no quiso damos el Cielo (paráfrasis de un terceto cervantino), nos habían abocado al más ignominioso de los fracasos en aquel hipotético entonces.
Hoy jugamos con una carta de ventaja y nos refugiamos en que sería anacrónico escribir tal relato. De lo que no queda duda es que nuestro personaje reúne todos los rasgos precisos y su vida está más que aderezada de los aditamentos necesarios para protagonizar una narración realista, sin necesidad de recurrir a la ficción.
María fue una pícara más dentro de una sociedad de pícaros. El objetivo fundamental de su azarosa vida es sobrevivir, no importa cómo, y sobreponerse a la miseria omnipresente por doquier. No duda en recurrir al engaño, al embeleco y lo convierte en instrumento de sus artes: La hechicería y la curandería.
Hemos de reconocer en sus trapacerías rasgos indudables de ingenio y finísimas dotes de observación.
Es una magnífica psicóloga, juega cOn las apariencias, imprime a sus actuaciones de las adecuadas dotes de teatralidad, se recrea en la ignorancia y superstición de quienes la rodean ... La curandera se beneficia de la sociedad pero es, a la vez, víctima de la misma. Ella, al igual que sus colegas, pecharía con todo el bagaje que en materia de superstición tenían sus vecinos y sufre un proceso inquisitorial.
El Tribunal del Santo Oficio procedía hipócritamente cuanto enjuiciaba estos problemas. Era necesario hallar chvos expiatorios para el escarmiento público y estas mujeres servían para tal fin. Aunque bien es cierto que en la causa que se sigue contra María la Inquisición actuó con una indulgencia fuera de lo común.
Coincidimos con nuestro admirado Juan Blázquez Miguel en que María fue, sin duda, la más famosa curandera de nuestra comarca a mediados del siglo XVII y que tenía una inteligencia muy superior a las de las demás. Sí discrepamos radicalmente en la consideración de que la hechicera torrijeña poseía un nivel cultural elevado.
Nunca redactó de puño y letra receta alguna, ni dirigió por el mismo medio cartas en demanda de clemencia del Santo Oficio de Toledo por la sencilla razón de que era analfabeta, según confiesa en cuantas audiencias es consultada sobre si sabe leer y escribir. Es más, cuando tiene que firmar las actas de dichas audiencias lo hace en su nombre el secretario de turno.
Las recetas se las facilitó por escrito el cirujano Berenguer, la oración de San Cipriano se la transcribió el hijo del maestro de escuela de Torrijas quien, posiblemente, expidiese las suplicatorias dirigidas al Santo Oficio que aparecen firmadas en nombre de María. , No encontramos en María López de Sarria virtudes excelsas, hechos ennoblecedores ni curaciones extraordinarias.
Su estrella no brilla con luz propia, sino en contraste con las tinieblas que la circundan. La fama de nuestra hechicera ha trascendido a través de tres largas centurias merced a la tradición popular. medio que distorsiona la realidad, magnificando unos hechos que no suelen ser excepcionales. Es obvio que se trata de un personaje que gozó y aún goza de la admiración del pueblo. Y si además las escasas referencias escritas coinciden en este sentido apologético, la aproximación al mito es evidente.
Cuando nos atrevimos a irrumpir en la vida de María por medio del copioso aporte documental de.su proceso, no pudimos evitar sentimos embargados por un sentimiento de intrusismo y una cierta culpabilidad de haber desmitificado sus trabajos y sus días ... Apelamos humildemente a la natural indulgencia de ql}ienes nos lean y presentamos como descargo para nuestra causa que hemos intentado aunar respeto y rigor en difícil maridaje para conocer mejor la vida de la «Hechicera de Torrijos».
https://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/03/files_temastoledanos_91.%20Maria%20Lopez%20de%20Sarria.%20Una%20curandera%20en%20Torrijos%20y%20su%20comarca,%20por%20Julio%20Longobardo.pdf
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