martes, 23 de mayo de 2023

Fray Juan Martínez López-Carbonero (Confesor de Felipe IV) (y II)

Pero no todo fueron alegrías para nuestro paisano. Como integrante de la Corte, el maestro Martínez estuvo sujeto a la crítica, sátira y en ocasiones cruel burla de los súbditos de su majestad, especialmente los madrileños, que no vieron en él sino otra sanguijuela más de las muchas que chupaban la sangre al monarca, embaucándolo y esquilmando la hacienda pública. 

Esta opinión generalizada del pueblo llano quedaba reflejada por estas fechas en los numerosos libelos, pasquines, avisos y todo género de escritos en verso y prosa, que corrían de mano en mano por los llamados mentideros de la villa, especialmente en las gradas de la Iglesia de San Felipe el Real, situada en la misma Puerta del Sol. 

No olvidemos que nos estamos moviendo en los tiempos de Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Góngora y Calderón de la Barca.

Escritos de Fray Juan Martínez

De entre todos esos “avisos” o gacetas manuscritas dotadas de cierta regularidad y consideradas hoy en día como los orígenes del periodismo español, destacaban los de escritores como José de Pellicer y Jerónimo de Barrionuevo. 

El primero gran literato y comentarista de la obra de Góngora y el segundo un sacerdote con ínfulas de escritor y tesorero de la catedral de Sigüenza, cuya ascendencia noble le permitía mantener una tupida red de informantes tanto en palacio, como en el exterior de aquella Corte desaguadero de noticias y todavía centro del mundo, en la que coincidían ministros y embajadores de todos los países.

En esos avisos o gacetillas, nuestro paisano aparece bastante mal parado, representado como un personaje altivo y ambicioso, ávido de ostentación y dinero, que sólo buscaba enriquecerse él y ennoblecer a su familia. En uno de ellos Barrionuevo recoge:

 "El Confesor del Rey hace en el Corral de Almaguer, donde es natural, un Mayorazgo grande para un sobrino suyo, y labra una casa de las más suntuosas de España. Tiene hoy gastado en ella 100.000 ducados, y no está hecha la tercera parte, y hoy pasa cuanto hay por sus manos; todos acuden a él, y con sólo una pluma que cada uno le deje, vendrá esta corneja a ser el ave más hermosa de todas y de más pluma"

En otro de los avisos, Barrionuevo escribe sobre un pasquín anónimo crítico con el rey y su confesor, que debía contener dibujos satíricos o caricaturas. El pasquín, aparecido el 19 de febrero de 1657, es descrito por el escritor de la siguiente manera: el Rey aparece sentado pescando en una laguna. Decía la letra: Pescador de caña / más come que gana. Y su Confesor, con un bolso en la mano muy grande, decía: Mi corazón es el bolsón / Todo aquesto he menester / para el Corral de Almaguer.

Finalmente, existe también un cartel burlesco, como los usados para anunciar las funciones de teatro de la época, que habla de una supuesta nueva representación teatral titulada: Comedia famosa, jamás vista ni representada, de tres yngenios, los mejores de España



Cartel burlesco recogido por Jerónimo de Barrionuevo, junto a su traducción

Aunque a nosotros nos resulte imposible descifrar el lado satírico del cartel y las circunstancias que describe, lo cierto es que se trata de una imaginaria obra teatral en tono de burla, donde se juega una partida de cartas (el juego del hombre), en la que todos los personajes son reales y habían intervenido -en mayor o menor medida- en la depreciación de la moneda de vellón que tanto había empobrecido a los españoles. El lugar de la representación no deja de ser simbólico: el Corral de Almaguer, donde, según generalizada opinión de la época, el confesor del rey invertía todos sus ahorros.

¿Pero había algo de verdad en todas estas acusaciones contra fray Juan?

FRAY JUAN MARTÍNEZ EN CORRAL DE ALMAGUER

Capilla de la Magdalena o de los Gascos

No cabe duda que fray Juan Martínez se encontraba especialmente agradecido con sus parientes lejanos, los Gascos, por haberle permitido asistir a las clases que impartía el profesor de gramática y latín que pagaba la capilla y patronato de la Magdalena y gracias a las cuales había podido cursar sus estudios. 

Fray Juan nunca ocultó su admiración por el Maestrescuela de Sevilla y Obispo electo de Cádiz don Martín Gasco, fundador de la capilla de la Magdalena, al que consideraba un ejemplo a seguir en todos los campos. 

Él sólo había sido capaz de levantar aquella espectacular edificación, además de una gran casa familiar, un silo para los pobres de la villa, una capellanía y patronato de obras pías con buena dotación económica, varias becas para sus familiares, un vínculo y mayorazgo para sus descendientes y hasta un Colegio en Salamanca. ¿Acaso se podía pedir más?

Conseguida la cima de su carrera eclesiástica, fray Juan decidió que había llegado el momento de devolver los favores prestados a sus parientes. Y la manera de devolverlos no fue otra que engrandeciendo aún más aquel sagrado recinto que simbolizaba la grandeza del apellido Gasco y que a él le había ofrecido la posibilidad de estudiar y llegar donde había llegado: La capilla de la Magdalena.


PATRÓN Y MECENAS


La capilla de la Magdalena o de los Gascos, era sin lugar a dudas la auténtica joya de la parroquia y una de las más espectaculares de la comarca. A la grandiosidad de su portada primorosamente labrada en el estilo renacentista, se añadía la policromía que la embellecía sobremanera y los muchos detalles de su decoración interior. 

Lo primero que hizo Fray Juan tras su desembarco en Corral, fue fundar una capellanía con buena dotación económica y vincularla a la mencionada capilla de la Magdalena. De esa manera conseguía conjurar su humilde cuna y asociar su nombre al de los Gascos. 

“En 29 de junio, día del Sr. San Pedro del año de 1647, se dijo la primera misa en la capilla de los Gascos, a hora de las 12, por fundación del Sr. Confesor de Su Magestad. Fue su primer capellán por nombramiento de su reverencia, el licenciado Francisco Martínez Díaz Philipe, su sobrino, hijo de su primo hermano y de su prima segunda”.


Estatuas orantes mandadas esculpir por fray Juan Martínez, el confesor de Felipe IV

Dos años después, fray Juan encargó dos estatuas orantes de los fundadores de la capilla (el Obispo Martín Gasco y su hermano Antón) y los colocó en dos hornacinas creadas al efecto en lo alto del recinto. Compró también un dosel rojo de brocatel para el altar mayor de la parroquia, al estilo de los que hacían furor en las iglesias barrocas de Madrid y lo colocó aquel mismo día: “dio su reverendísimo confesor del rey, el dosel de brocatel que está puesto en el altar mayor, y se puso la víspera de la gloriosa Magdalena de este año santo de 1650. 

Tuvo de coste 300 ducados, 72 varas a 28 reales, flecos y hechura. Y los bustos de alabastro que se pusieron en la capilla, tuvieron de coste 500 ducados, con el balcón. Y en ponerlos hízolos a costa del arca del Colegio. 

Y se pusieron para el dicho día de Santa María Magdalena del dicho año de 1650”. Las esculturas orantes, policromadas y de cuerpo entero, representaban al Obispo vestido de pontifical y a su hermano como capitán de los ejércitos de su Majestad. Aunque desconocemos el autor de las figuras, lo que sí conocemos es su coste: 500 ducados de oro, o 5.500 reales de plata, o 13.750 reales de vellón. Una pequeña fortuna para la época que, sin embargo, a fray Juan no le pareció suficiente.

Un año más tarde, fray Juan enviaba a la capilla una diadema y título de plata sobredorada, para que se la colocaran al crucifijo que se encontraba en la capilla y otro dosel de brocatel que ya tenía encargado: “1651, primero de Mayo, se puso al crucifijo de la capilla la diadema y título de plata sobredorada, que tuvo de coste 1.000 reales y tiene ofrecido un dosel para la dicha capilla”

Cruz de Mayo o de las reliquias de fray Juan Martínez
(Museo parroquial)

Pero no acaban aquí las donaciones, pues pasados tres años fray Juan se presentó con una cruz procesional de madera dorada y policromada, cargada de reliquias, cuyo coste desconocemos, además de un pedestal para la imagen titular de la parroquia: “Nombró el rey Felipe IV al reverendísimo fray Juan Martínez por confesor del príncipe a 3 de Mayo de 1642, día de la cruz.

 Y en memoria y reconocimiento de esta merced recibida este día de mano de Dios, hizo una cruz muy suntuosa y la trajo a esta iglesia con muchas reliquias, este año de 54, el mismo día 3 de Mayo.

Y también el pedestal en que está puesta Ntra. Sra. de la Asunción, advocación de la Iglesia, y se puso el mismo día”

LA CASA DEL CONFESOR

Patio de la Casa del Confesor

Pero si en algo invirtió el dinero el confesor –como recogían con acierto las crónicas de la capital- fue en una gran edificación situada en su localidad natal. 

Una monumental construcción que magnificara la gloria de su nombre y le hiciera pasar a la posteridad. 

Una enorme casa vinculada al mayorazgo y obras pías que fundó para sus sobrinos (los López-Carbonero) que, según los escritos del nobiliario de los Gascos -corroborados por el manuscrito de don Gorgonio-, estaba destinada a convertirse en orfanato y colegio de niñas pobres.

Como suele ocurrir con muchos de los propósitos que sirven para limpiar conciencias y esconder vanidades, fray Juan murió antes de ver finalizado su gran proyecto. 

Una obra en la que, según algunos documentos de la parroquia, llevaba gastados 80.000 ducados de oro o 880.000 reales de plata (las malas lenguas hablaban de más de 100.000 ducados). 

Una desorbitada cantidad de dinero para la época, con la que fray Juan podía haberse construido un magnífico palacio en Madrid.

Crujía superior o corredor del patio de la
Casa del Confesor

Aunque cuando murió nuestro paisano las obras se encontraban ya muy avanzadas, incluido el oratorio, no dio tiempo a colocar la portada de cantería que hubiera dado personalidad a tan monumental construcción y en la que hubieran estado presentes las armas de fray Juan y las de la Orden de Predicadores. 

Tras su muerte, los herederos abandonaron el proyecto y acabaron la casa de la forma más rápidamente posible, sin atenerse en absoluto a los planos de los arquitectos. Huelga decir que jamás fue destinada al supuesto fin para el que había sido construida.

¿Pero de qué monumental construcción estamos hablando?

Estamos hablando de la casa de las Valencianas, la casa de Medrano o la casa de Postas, como es conocida en la actualidad. 

El edifico más caro y mejor construido de la historia de Corral de Almaguer. Un formidable caserón dotado de tan grandes dimensiones y dependencias que hubiera servido perfectamente para Monasterio. Un edificio que guarda en su interior el patio más elegante y estilizado de todas las casas solariegas de Corral de Almaguer y que curiosamente jamás fue conocido por el nombre de su auténtico fundador: el confesor de Felipe IV fray Juan Martínez López-Carbonero. 

En el nobiliario de los Gascos se nos informa incluso del comienzo de las obras: “Empezose la obra de la casa de la plaza, el mes de julio del año de 1651”.

 Si tenemos en cuenta que fray Juan murió en el año 1676, podemos deducir fácilmente que las obras duraron 25 años y todavía se quedaron sin terminar.

Fachada de la Casa del Confesor

Con la muerte del confesor, el enorme caserón pasó a formar parte del vínculo y mayorazgo de los López-Carbonero -sus sobrinos- que suponemos no tardaron en buscarle algún uso alternativo que les reportara ingresos económicos, pues la fundación del mayorazgo impedía vender las tierras, edificios y otros bienes vinculados. 

Por otro lado, los López-Carbonero familiares de fray Juan también habían prosperado económicamente con la ayuda del confesor, emparentando con la familia más rica de Villarrubia de Santiago, los Mudarra, que en Corral de Almaguer darían nombre a la calle en la que construyeron su casa solariega. 

Uno de sus miembros, Alonso López-Carbonero Mudarra, fraile de la Orden de Santiago y cura párroco de Corral de Almaguer, había comprado incluso la hidalguía al rey abonando 19.000 reales de plata. 

Todo por mantener esa apariencia y afán de notoriedad que dominaba todos los campos de la vida española del Siglo XVII. 

A su muerte, fray Alonso dejó a la parroquia la casa de la plaza donde habitaba (la actual casa de los curas) con la única condición de que durante las fiestas permitieran a sus familiares utilizar los balcones para ver los toros, al igual que hacían las grandes familias de la localidad desde los otros edificios.

Venta de la Casa a D. Manuel Joaquín
Carbonero y Mudarra

Transcurridos 150 años desde su construcción y por orden de Carlos IV (la llamada desamortización de Godoy), el estado enajenó y subastó buena parte de los bienes de los colegios mayores, capellanías, mayorazgos y obras pías de carácter religioso, para intentar mitigar en la medida de lo posible la enorme deuda que arrastraba la nación por culpa de las guerras. 

La real Cédula otorgaba a los titulares de esos mismos mayorazgos la posibilidad de comprar, a nivel personal, los bienes incautados por el estado, cuyo usufructo hasta entonces habían disfrutado. 

Este fue el caso de don Manuel Joaquín Carbonero y Mudarra (vecino de Villarrubia de Santiago) y titular del mayorazgo fundado por fray Juan Martínez, que compró -en enero de 1807- las casas del vínculo que él mismo había poseído y disfrutado hasta entonces, por la ridícula cantidad de 83.560 reales de vellón (14.625 pagados como vales reales de deuda pública) a los que había que añadir otros 2.506 reales de réditos anuales durante cinco años. 

Muy lejos del millón de reales que había costado el edificio.



Diligencia de finales del Siglo XIX

Pasada la Guerra de Independencia contra los franceses y la subsiguiente crisis económica, don Manuel Carbonero Mudarra, afincado en Villarrubia, decidió desprenderse de la casa del confesor traspasando su propiedad a don José María Medrano y Treviño, teniente coronel de artillería natural de Ciudad Real, que había participado en la defensa de Gerona y de Montjüic durante la invasión francesa. 

Don José María Medrano se había instalado en nuestra villa en 1819, como consecuencia de su desposorio en primeras nupcias con doña María Josefa Morales de la Fuente, una de las ricas herederas de la familia “de la Fuente” con numerosas posesiones en Corral de Almaguer. Medrano quedó viudo al poco tiempo, por lo que volvió a casarse con doña María Asunción Baíllo y Chacón de Campo de Criptana. A su muerte la casa fue segregada en partes para los diferentes herederos

Lo que no se acaba de entender y es bastante probable que se trate de un nombre inventado no hace mucho tiempo, es lo de Casa de Postas. Corral de Almaguer jamás tuvo una Casa de Postas oficial en la que se recibiera el correo, ni aparece recogida entre los itinerarios oficiales de postas de los Siglos XVIII y XIX. De hecho, el Ayuntamiento se veía obligado a mandar a un funcionario dos veces a la semana a Ocaña para que recogiera la valija del correo. Con la llegada del ferrocarril, la posta se trasladó a Villacañas y es ahí adonde debían dirigirse los funcionarios del ayuntamiento para recoger el correo.

Diligencia de finales del Siglo XIX

Otra cosa muy distinta es que una de las particiones de la casa, la que comunica con la calle Real, fuera utilizada como Parador y lugar de refresco de las caballerías de la Compañía de Diligencias Generales de España que se dirigían a Valencia, Murcia y Cartagena por el Camino Real. 

Una carretera que había sido reformado en el último tercio del Siglo XVIII, al estilo de las carreteras europeas, quedando en excelentes condiciones para el tránsito de vehículos de rodadura (diligencias, galeras, calesas y coches de colleras). 

Un detalle que supieron aprovechar algunos vecinos emprendedores de la localidad, para montar Paradores (hoteles de lujo de la época) y posadas (alojamientos más humildes para arrieros y personas con menor presupuesto). Pero mejor que sea el propio don Gorgonio el que nos lo cuente en su visión del Corral de Almaguer de 1864.

“Tiene el pueblo cuatro Paradores, situados en la carretera general que pasa de Madrid a Valencia, muy capaces y cómodos para toda clase de carruajes, con cuadras muy anchas para caballerías, pozos abundantes y bastantes habitaciones para los viajeros. El uno se llama de Berguices, el segundo del vínculo de Valsalobre (perteneciente a una rama de los Collados), el tercero de los señores D. Manuel y D. Miguel Barreda y el cuarto de los herederos de Eusebio Beato. Este se hizo desde los cimientos en 1851 y 1852.

Así también hay cuatro casas Posadas para arrieros. La una en la calle de la cuerda titulada del tío Juan Gabaldón, otra en la esquina de la plaza y calle de Pedro Campo propia de D. Manuel Barreda, otra en la misma calle y la última en la calle de las tiendas. Estas dos últimas corresponden en propiedad al Sr. D. Juan Manuel Collado. Todas cuatro son generalmente buenas para el objeto, aunque sus edificios son de mala construcción y poco sólidos".

En los comienzos del siglo XX, a la casa de fray Juan Martínez se le añadió el torreón que destaca en su lado oriental con vistas a la plaza mayor. Un torreón que la embellece y le otorga personalidad. A lo largo de este siglo el edificio permaneció dividido en tres partes y con el bellísimo patio también partido en dos, pasando a denominarse Casa de las Valencianas, por habitar en ella dos profesoras solteras conocidas en la población con ese apodo. 

En la actualidad la casa presenta dos de las particiones restauradas con mayor o menor acierto, mientras la parte principal, conservada como en el siglo XVIII, se encuentra en venta y pendiente de restauración.

Fachada principal de la Casa del Confesor

http://historiadecorral.blogspot.com/2021/05/fray-juan-martinez-lopez-carbonero.html



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