martes, 21 de abril de 2015

La Orden Franciscana en la Provincia de Toledo

LA ORDEN FRANCISCANA EN LA PROVINCIA DE TOLEDO 

Parece comúnmente aceptado que la Orden franciscana, incluyendo las distintas ramas tanto regulares como seglares, ha sido la institución religiosa que ha gozado de mayor raigambre popular en la mayor parte de la geografía espafiola. 

Conviene recordar, por ejemplo, que hacia fínales del siglo XVIII, sólo el número de frailes franciscanos pertenecientes a la primera Orden ascendía a la impresionante cifra de 22.406. No había prácticamente ninguna zona de España que no contara con varios conventos franciscanos.

La sencillez y pobreza, características peculiares de la Orden fundada por San Francisco, parecía atraer de una forma especial a amplias capas sociales. 
La presencia de los franciscanos en la actual provincia de Toledo comienza ya en pleno siglo XIII con la fundación de los conventos de La Bastida el afio 1230, según los historiadores, y del convento de Santa Clara (1250).

Para algunos autores, la primera fundación franciscana sería aún más temprana, se remontaría al año 1219, fecha en que vivía aún San Francisco de Asís, fundador de la Orden que lleva su nombre. 



Desde estos modestos principios irán extendiéndose paulatinamente a lo largo y ancho de la geografía toledana, fundando conventos en casi todos los pueblos de una cierta importancia y densidad demográfica.

 A finales del siglo XVII el número de conventos franciscanos existentes en la provincia de Toledo ascendía a nada menos que veintiséis conventos. De elIos, diez pertenecían a los lIamados Observantes y quince a los Descalzos. 

Transcribimos a continuación la lista de dichos conventos por orden cronológico de fundación, incluyendo asimismo el nombre del santo titular y la población en que se encontraba.

Conventos Observantes: 

1219: San Juan Evangelista (o de los Reyes) (Toledo). 
1415: Nuestra Sefiora del Castafiar (Cuerva - El Castañar). 
1425: Nuestra Sefiora de la Esperanza (Ocafia). 
1445: Nuestra Sefiora de la Oliva (La Oliva - Lominchar). 
1494: San Francisco (Talavera de la Reina). 1502: Nuestra Sefiora de los Descalzos (Escalona). 1503: Santa María de Jesús (Torrijos). 
1519: Madre de Dios (Oropesa). 
1570: San Francisco (La Puebla de Montalbán). 
1571: San Eugenio (Mora de Thledo). 

Conventos Descalzos: 

1557: Nuestra Sefiora del Rosario o Rosarito (Oropesa). 
1572: San Antonio (Velada). 1576: San Pedro Apóstol (Consuegra). 
1577: Nuestra Sefiora de las Misericordias (Fuensalida). 
1578: Santa Ana (Thlavera de la Reina). 1578: San Juan Evangelista (La Torre de Esteban Hambrán). 1579: San Francisco (Yepes). 
1580: San Juan Evangelista (Santa Olalla). 
1592: San José (Toledo). 1590: Nuestra Sefiora de la Asunción (Illescas). 
1594: San Diego (Corral de Almaguer). 
1602: La Purísima Concepción (Tambleque). 1608: San Buenaventura (Ocaña). 
1611: San Francisco (Madridejos). 
1617: La Purísima Concepción (Puente del Arzobispo). 
1644: San Pedro Bautista (Lillo). 

Muy pocas provincias españolas, si es que hay alguna, acogieron a los franciscanos con tanto entusiasmo como la de Toledo, a juzgar por el número de conventos fundados en ella. Estos pertenecían a dos provincias franciscanas distintas, los Observantes a la de Castilla, y los Descalzos o Alcantarinos a la de San José. La Provincia de San José había sido fundada por el célebre reformador franciscano, amigo de Santa Teresa de Jesús, San Pedro de Alcántara, en 1562.

Aunque su lugar geográfico de nacimiento fue Extremadura, pronto se extendió a amplias zonas del centro y Sur de España, creando un número interminable de conventos que ejercieron una influencia poderosa en la reforma de la vida religiosa espafiola a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII. 

Fue, sin embargo, en ambas Castillas, Extremadura y La Mancha donde consiguieron una mayor implantación. Los Alcantarinos propugnaban una vuelta a la austeridad primitiva y a la pobreza radical, tan estimadas por San Francisco, el fundador de su Orden, y ejercieron una especial fascinación entre las capas sociales más humildes y empobrecidas.

Aunque desde el punto de vista jurídico, Lillo fue fundado por la Provincia de San José, en 1744 pasó a formar parte -junto con los conventos de Priego (Cuenca), Auñón (Ouadalajara), Corral de Almaguer (Toledo), Horche (Ouadalajara), Torrejoncillo (Cuenca), Brihuega (Ouadalajara), Uceda (Ouadalajara), Cuenca capital, Alcalá de Henares (Madrid), Buendía (Cuenca) y Ouadalajara capital- de una provincia independiente. 

La nueva entidad franciscana recibió el nombre de Provincia de La Concepción. Aunque durante los años 1776 al 1793 todos los conventos citados fueron de nuevo reabsorvidos por la Provincia de San José, a partir de la última de las fechas mencionadas la Provincia de La Concepción recupera de nuevo su existencia y continúa su andadura de forma autónoma hasta su extinción, ocurrida, al igual que sucedió a otras muchas instituciones religiosas, en 1836, con motivo de la desamortización de Mendizábal.

Cayetano Sánchez Fuertes
http://www.realacademiatoledo.es/files/temastoledanos/81.%20Los%20franciscanos%20y%20el%20pueblo%20de%20Lillo,%20por%20Cayetano%20Sanchez%20Fuertes.pdf

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