Los engastes ofrecen una especial importancia como elemento de soporte de estos códigos de color. Todos ellos manifiestan una cuidada elaboración, que podemos observar también en los que incorporan las piezas de Torredonjimeno.
En Guarrazar, predominan los engastes de tipo cápsula con moldura (Fig. 11, 1-2), elaborados mediante el embutido de una lámina, que posteriormente se recorta para crear el hueco en el que se sitúa el cabujón, repasándose posteriormente a cincel.
En menor medida, el conjunto incorpora también piezas con engastes de bata simple, de paredes lisas y borde superior abatido hacia el interior, como la corona repujada con cabujones, o el colgante con letra Alfa o del MAN (Fig. 11, 3). En Torredonjimeno esta proporción se invierte, con un predominio de los engastes de bata simple.
Sin embargo, encontramos también ejemplos de engastes más elaborados, incluyendo un tipo no documentado en Guarrazar, los engastes en caja, fabricados mediante la soldadura de varios cuerpos laminares, que como los de tipo cápsula, pudieron reservarse para las piezas de mayor calidad técnica (Figura 11, 4) .
Los engastes de la cruz de estructura calada de la corona de Recesvinto (Fig. 12) constituyen un caso aparte.
Tienen forma de templete con columnas vegetales, cuyo capitel termina en unas patillas que sirven para sujetar a los zafiros (Fig. 12, derecha).
Las perlas situadas en los extremos de los brazos se sujetan mediante un hilo de oro enfilado por una perforación que las atraviesa, un sistema que al igual que los engastes anteriores, está bien documentado la orfebrería bizantina.
Sin duda, y a pesar de su asociación de origen a la corona de Recesvinto, nos encontramos ante una pieza tecnológicamente diferente y ajena al taller de Guarrazar, quizá elaborada por un orfebre bizantino, como ya se ha sugerido.
El proceso de producción
Las piezas de Guarrazar corresponden a un taller de tipo palacial, estable y bien organizado, que debemos valorar desde una perspectiva diacrónica, pues en este participaron diferentes artesanos a lo largo del tiempo. Este taller asumió la producción tanto de piezas tecnológicamente simples como de objetos con una gran complejidad.
Tanto unos como otros, implicaron el control y la gestión de un proceso complejo, que se inicia antes de la fabricación del objeto, y que abarca desde su diseño hasta el cálculo de las materias primas, técnicas, herramientas y tiempo de trabajo necesario (unas 500 horas, en el caso de la corona de Recesvinto); además de los procesos de elaboración y montaje.
El estudio de los objetos ha mostrado igualmente la capacidad de estos orfebres para aplicar diferentes soluciones técnicas en función de sus características (tamaño, peso o complejidad estructural u ornamental). Los orfebres de Guarrazar contaron con un fácil acceso tanto a los recursos metálicos –suministrados por el propio palacio o los personajes demandantes de los objetos– como a los gemológicos, a través de talleres lapidarios que lo abastecerían en función de las necesidades de cada momento.
Contarían igualmente con unas instalaciones que incluirían toda la infraestructura necesaria para el desarrollo de su actividad. Por ejemplo, al menos dos hornos, uno grande y uno pequeño, avivados con fuelles para el control de su temperatura, en los que se prepararían las aleaciones y se ejecutarían los procesos térmicos de trabajo, incluyendo las soldaduras 47. La instalación contaría también con bancos de trabajo; distintos tipos de yunques para el forjado o trabajado de láminas, chapas y alambres; y herramientas de filo cortante o prensas para el trabajo con hilos.
Junto a lo anterior, encontraríamos el amplio conjunto de herramientas y materiales empleados en las diferentes fases de trabajo: crisoles, lingoteras, material refractario de apoyo, pinzas o tenazas para manipular los objetos en el fuego, martillos de diferentes tipos; embutidores; compases para trazar; taladros, punzones y cinceles; materiales adhesivos; de cementación, abrasivos para el acabado final de los objetos (p. ej. cuero, arena o cenizas), etc.
Seguramente, el orfebre dispondría también en esta oficina de una pequeña reserva de metal semielaborado o fragmentado, así como de gemas y vidrios procedentes de objetos ya desechados, dispuestos para su reciclaje. Como ya se ha señalado, las producciones del taller de Guarrazar estuvieron condicionadas por unos códigos ritualizados en función del tipo de pieza a elaborar o de la naturaleza de los encargos recibidos.
Tanto estos códigos como los conocimientos técnicos se transmitirían de generación a generación entre los orfebres, contribuyendo a dificultar la valoración de las diferencias cronológicas o tecnológicas entre sus materiales.
Valoración final
La singularidad de las piezas conservadas y las distintas calidades técnicas documentadas en Guarrazar sugieren que nos encontramos ante un conjunto heterogéneo. Podemos diferenciar, al menos, dos talleres o momentos diferentes.
Un taller antiguo, cuya fecha no puede determinarse con exactitud, pero que es anterior al reinado de Suintila (621-631), al que atribuimos la corona de chapa simple del museo de Cluny. En segundo lugar un taller reciente, al que corresponde la mayor parte de los objetos del conjunto y que cuenta con dos marcadores cronológicos fundamentales: los reinados de Suintila y Recesvinto (649-672). Entre ambos talleres, deberíamos situar la gran cruz procesional, procedente de un taller externo y probablemente fechable hacia el s. VI, a partir de la cual se fabricará la corona de Recesvinto. Respecto a la comparación con Torredonjimeno, las identidades formales y tecnológicas observables permiten defender su coetaneidad con el taller reciente de Guarrazar, 48 aunque sus producciones puedan abarcar un espacio temporal más amplio 49.
La tecnología de Guarrazar y Torredonjimeno debe valorarse principalmente en el entorno de la tecnología mediterránea de la Antigüedad, aunque pueda también reflejar otras influencias posteriores. Desde el punto de vista tecnológico, la gran aportación de Guarrazar a la historia de la orfebrería son los complejos procesos de producción asociados a la fabricación de estas cruces y coronas. A pesar de las similitudes formales, ambos conjuntos son muy diferentes.
Guarrazar debe enmarcarse en el ámbito de un taller palacial de uso real y aristocrático. Por el contrario, Torredonjimeno refleja el trabajo de varios talleres, con unas producciones que –al menos en su mayor parte– estuvieron destinadas a un espectro social más amplio. Tampoco las circunstancias de ambas ocultaciones son comparables. El cuidadoso ocultamiento del conjunto de Guarrazar entra en contradicción con el troceado y doblado de las piezas de Torredonjimeno, realizado probablemente para poder ocultar las piezas en el menor espacio posible, lo que caracterizaría el fruto de un expolio.
Las conclusiones de los trabajos realizados muestran la conveniencia de integrar el estudio tecnológico y arqueométrico de este tipo de materiales como una parte importante de la metodología de su investigación. Ambos enfoques permiten sin duda resolver diferentes cuestiones de tipo técnico, sin embargo, deben ser principalmente valorados como fuente de información a diferentes niveles (cronológico, social, económico, simbólico), una información no necesariamente orientada a resolver, sino a sugerir nuevos caminos de interpretación. Consideramos que las aportaciones realizadas desde el Proyecto Guarrazar han supuesto un buen ejemplo en ese sentido
Óscar García-Vuelta y Alicia Perea
En Guarrazar, predominan los engastes de tipo cápsula con moldura (Fig. 11, 1-2), elaborados mediante el embutido de una lámina, que posteriormente se recorta para crear el hueco en el que se sitúa el cabujón, repasándose posteriormente a cincel.
En menor medida, el conjunto incorpora también piezas con engastes de bata simple, de paredes lisas y borde superior abatido hacia el interior, como la corona repujada con cabujones, o el colgante con letra Alfa o del MAN (Fig. 11, 3). En Torredonjimeno esta proporción se invierte, con un predominio de los engastes de bata simple.
Sin embargo, encontramos también ejemplos de engastes más elaborados, incluyendo un tipo no documentado en Guarrazar, los engastes en caja, fabricados mediante la soldadura de varios cuerpos laminares, que como los de tipo cápsula, pudieron reservarse para las piezas de mayor calidad técnica (Figura 11, 4) .
Los engastes de la cruz de estructura calada de la corona de Recesvinto (Fig. 12) constituyen un caso aparte.
Tienen forma de templete con columnas vegetales, cuyo capitel termina en unas patillas que sirven para sujetar a los zafiros (Fig. 12, derecha).
Las perlas situadas en los extremos de los brazos se sujetan mediante un hilo de oro enfilado por una perforación que las atraviesa, un sistema que al igual que los engastes anteriores, está bien documentado la orfebrería bizantina.
Sin duda, y a pesar de su asociación de origen a la corona de Recesvinto, nos encontramos ante una pieza tecnológicamente diferente y ajena al taller de Guarrazar, quizá elaborada por un orfebre bizantino, como ya se ha sugerido.
El proceso de producción
Las piezas de Guarrazar corresponden a un taller de tipo palacial, estable y bien organizado, que debemos valorar desde una perspectiva diacrónica, pues en este participaron diferentes artesanos a lo largo del tiempo. Este taller asumió la producción tanto de piezas tecnológicamente simples como de objetos con una gran complejidad.
Tanto unos como otros, implicaron el control y la gestión de un proceso complejo, que se inicia antes de la fabricación del objeto, y que abarca desde su diseño hasta el cálculo de las materias primas, técnicas, herramientas y tiempo de trabajo necesario (unas 500 horas, en el caso de la corona de Recesvinto); además de los procesos de elaboración y montaje.
El estudio de los objetos ha mostrado igualmente la capacidad de estos orfebres para aplicar diferentes soluciones técnicas en función de sus características (tamaño, peso o complejidad estructural u ornamental). Los orfebres de Guarrazar contaron con un fácil acceso tanto a los recursos metálicos –suministrados por el propio palacio o los personajes demandantes de los objetos– como a los gemológicos, a través de talleres lapidarios que lo abastecerían en función de las necesidades de cada momento.
Contarían igualmente con unas instalaciones que incluirían toda la infraestructura necesaria para el desarrollo de su actividad. Por ejemplo, al menos dos hornos, uno grande y uno pequeño, avivados con fuelles para el control de su temperatura, en los que se prepararían las aleaciones y se ejecutarían los procesos térmicos de trabajo, incluyendo las soldaduras 47. La instalación contaría también con bancos de trabajo; distintos tipos de yunques para el forjado o trabajado de láminas, chapas y alambres; y herramientas de filo cortante o prensas para el trabajo con hilos.
Junto a lo anterior, encontraríamos el amplio conjunto de herramientas y materiales empleados en las diferentes fases de trabajo: crisoles, lingoteras, material refractario de apoyo, pinzas o tenazas para manipular los objetos en el fuego, martillos de diferentes tipos; embutidores; compases para trazar; taladros, punzones y cinceles; materiales adhesivos; de cementación, abrasivos para el acabado final de los objetos (p. ej. cuero, arena o cenizas), etc.
Seguramente, el orfebre dispondría también en esta oficina de una pequeña reserva de metal semielaborado o fragmentado, así como de gemas y vidrios procedentes de objetos ya desechados, dispuestos para su reciclaje. Como ya se ha señalado, las producciones del taller de Guarrazar estuvieron condicionadas por unos códigos ritualizados en función del tipo de pieza a elaborar o de la naturaleza de los encargos recibidos.
Tanto estos códigos como los conocimientos técnicos se transmitirían de generación a generación entre los orfebres, contribuyendo a dificultar la valoración de las diferencias cronológicas o tecnológicas entre sus materiales.
Valoración final
La singularidad de las piezas conservadas y las distintas calidades técnicas documentadas en Guarrazar sugieren que nos encontramos ante un conjunto heterogéneo. Podemos diferenciar, al menos, dos talleres o momentos diferentes.
Un taller antiguo, cuya fecha no puede determinarse con exactitud, pero que es anterior al reinado de Suintila (621-631), al que atribuimos la corona de chapa simple del museo de Cluny. En segundo lugar un taller reciente, al que corresponde la mayor parte de los objetos del conjunto y que cuenta con dos marcadores cronológicos fundamentales: los reinados de Suintila y Recesvinto (649-672). Entre ambos talleres, deberíamos situar la gran cruz procesional, procedente de un taller externo y probablemente fechable hacia el s. VI, a partir de la cual se fabricará la corona de Recesvinto. Respecto a la comparación con Torredonjimeno, las identidades formales y tecnológicas observables permiten defender su coetaneidad con el taller reciente de Guarrazar, 48 aunque sus producciones puedan abarcar un espacio temporal más amplio 49.
La tecnología de Guarrazar y Torredonjimeno debe valorarse principalmente en el entorno de la tecnología mediterránea de la Antigüedad, aunque pueda también reflejar otras influencias posteriores. Desde el punto de vista tecnológico, la gran aportación de Guarrazar a la historia de la orfebrería son los complejos procesos de producción asociados a la fabricación de estas cruces y coronas. A pesar de las similitudes formales, ambos conjuntos son muy diferentes.
Guarrazar debe enmarcarse en el ámbito de un taller palacial de uso real y aristocrático. Por el contrario, Torredonjimeno refleja el trabajo de varios talleres, con unas producciones que –al menos en su mayor parte– estuvieron destinadas a un espectro social más amplio. Tampoco las circunstancias de ambas ocultaciones son comparables. El cuidadoso ocultamiento del conjunto de Guarrazar entra en contradicción con el troceado y doblado de las piezas de Torredonjimeno, realizado probablemente para poder ocultar las piezas en el menor espacio posible, lo que caracterizaría el fruto de un expolio.
Las conclusiones de los trabajos realizados muestran la conveniencia de integrar el estudio tecnológico y arqueométrico de este tipo de materiales como una parte importante de la metodología de su investigación. Ambos enfoques permiten sin duda resolver diferentes cuestiones de tipo técnico, sin embargo, deben ser principalmente valorados como fuente de información a diferentes niveles (cronológico, social, económico, simbólico), una información no necesariamente orientada a resolver, sino a sugerir nuevos caminos de interpretación. Consideramos que las aportaciones realizadas desde el Proyecto Guarrazar han supuesto un buen ejemplo en ese sentido
http://revistas.ucm.es/index.php/ANHA/article/viewFile/48277/45177
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