La mozarabía toledana
Denominamos mozárabes –«mu-ahid»– a los integrantes de las numerosas generaciones de cristianos que, desde el año 711 hasta la reconquista de la ciudad por Alfonso VI (1085) –trescientos setenta y cuatro años–, vivieron en Toledo. A este respecto hay que recordar un hecho. A diferencia de lo ocurrido en Córdoba durante el siglo IX, en la etapa llamada de los mártires cordobeses, en Toledo no existió una persecución semejante. Los mozárabes toledanos continuaron habitando en su ciudad, conservando su fe y sus viejas iglesias construidas en tiempos visigodos.
Esas son las denominadas «iglesias mozárabes», viejos templos de la época visigoda y de estilo visigodo, pero no de estilo mozárabe: San Lucas, Santas Justa y Rufina, San Sebastián, San Marcos, San Torcuato y Santa Eulalia. Sin embargo, sería más correcto y evitaría muchas confusiones, denominarlas, no «iglesias mozárabes», sino «iglesias de mozárabes», ya que ni fueron nunca, ni son, iglesias de «estilo mozárabe». Tal modalidad arquitectónica nunca se conoció en Toledo –Caviró, B., 2007, Influencias andalusíes en el arte cristiano castellano-leonés, en Patrimonio, Fundación del Patrimonio de Castilla y León,nº 27–.
Las iglesias mozárabes, llamadas también «de repoblación» o «fronterizas», son únicamente las nacidas al socaire de la emigración, forzada por las persecuciones de los cristianos cordobeses, que se trasladaron hacia el norte de la Península. Emigración favorecida por el hecho de la «presura», emanada de una disposición de Alfonso III, con vistas a la necesaria repoblación de los territorios reconquistados. Mediante ella, la simple posesión continuada de un territorio se transformaba en propiedad. Las pequeñas iglesias construidas por los cristianos emigrados de Al Ándalus respondieron a un estilo artístico nuevo, diferente, en el que ciertos elementos de la arquitectura andalusí, como el arco de herradura, se utilizaron de forma sistemática. Esta modalidad arquitectónica –último ejemplo de nuestro prerrománico–, nacida por las razones expuestas, es la llamada comúnmente mozárabe, «fronteriza» o «de repoblación».
Al ser otras las circunstancias vividas a lo largo de siglos por los mozárabes toledanos, en Toledo se desconoció el estilo mozárabe. Las llamadas iglesias mozárabes toledanas fueron en un principio de estilo visigodo y, al reconstruirlas, después de la reconquista, a partir del siglo XII, se utilizó el estilo mudéjar, como hoy todavía podemos advertir.
La denominación de mozárabes no se debe a su estilo arquitectónico, sino a la calidad de sus feligreses. Rehabilitada la silla primada de Toledo en 1086 por el papa Urbano II, los primeros arzobispos no fueron, sin embargo, mozárabes, sino francos: Bernardo de Sedirac (1086-1124), Raimundo de Sauvetat (1124?-1152), Juan de Castellmorum (1152-1166) y Cerebruno de Poitiers (1166-1180)1 .
La denominación de mozárabes no se debe a su estilo arquitectónico, sino a la calidad de sus feligreses. Rehabilitada la silla primada de Toledo en 1086 por el papa Urbano II, los primeros arzobispos no fueron, sin embargo, mozárabes, sino francos: Bernardo de Sedirac (1086-1124), Raimundo de Sauvetat (1124?-1152), Juan de Castellmorum (1152-1166) y Cerebruno de Poitiers (1166-1180)1 .
Todos ellos condicionados por Cluny y por Roma. En esta época los cargos más importantes de la clerecía toledana estaban vetados aún para los mozárabes. Como excepción, Juan de Castellmorum designó arcediano a Nicolás b. ´Abdallah y posteriormente a Domingo al-Poli-chení. Los siguientes arzobispos ya no fueron francos, pero tampoco mozárabes: Pedro de Cardona (1181-1183), Gonzalo Pérez (1182-1191) –hermano del primer maestre de Calatrava, don Martín Pérez de Siones–, Martín López de Pisuerga (1192- 1208)–contemporáneo del califa almohade Ya´qub b. Yusuf–, Rodrigo Jiménez de Rada (1209-1247), el gran historiador –Historia de rebus Hispaniae–, Juan de Medina de Pomar (1248), Gutierre Ruiz de Olea (1249-1250), Sancho, infante de Castilla –hijo de Fernando III y Beatriz de Suabia– (1251-1261), Domingo Pascual (1261-1265), Sancho de Aragón (1266-1275) –hijo de Jaime I el Conquistador y sobrino de Alfonso X el Sabio– y Fernando de Covarrubias (1276-1280).
El siguiente arzobispo de Toledo, en el último tercio del siglo XIII, fue ya el primer primado mozárabe, Gonzalo Pétrez (1280-1299). Eran los tiempos de Alfonso X el Sabio (1252-1284) y de Sancho IV el Bravo (1284-1295). Y, en Al- Ándalus, se había iniciado la dinastía nazarí. A partir de 1085, con la reconquista de la ciudad por Alfonso VI, la situación de la mozarabía toledana empezó a cambiar.
Tenía que integrarse en la nueva circunstancia. Es cierto que no había perdido su fe, pero la población mozárabe se hallaba totalmente condicionada por la secular cultura islámica en la que se había visto inmersa, hecho que se reflejaba en sus nombres y en sus documentos, escritos en árabe. En cuanto al clero mozárabe su posición, al principio, fue delicada, ya que sobre él pesaba el sambenito de «la superstición toledana», debido a su defensa del viejo rito mozárabe, frente a la gran reforma gregoriana exigida por Roma.
Tenía que integrarse en la nueva circunstancia. Es cierto que no había perdido su fe, pero la población mozárabe se hallaba totalmente condicionada por la secular cultura islámica en la que se había visto inmersa, hecho que se reflejaba en sus nombres y en sus documentos, escritos en árabe. En cuanto al clero mozárabe su posición, al principio, fue delicada, ya que sobre él pesaba el sambenito de «la superstición toledana», debido a su defensa del viejo rito mozárabe, frente a la gran reforma gregoriana exigida por Roma.
La integración del colectivo mozárabe toledano, a partir de la reconquista, se vio beneficiada, sin embargo, por el Fuero o Charta Firmitatis, que le concediera Alfonso VI el 19 de marzo de 11012 , y con la tolerancia para que pudiera regirse por el antiguo Liber Judicum o Fuero Juzgo. El hecho podría explicar la designación de un mozárabe, Sisnando Davídiz , como gobernador toledano. Sin embargo tal integración fue de gran complejidad, debido en parte a la disparidad del grupo mozárabe.
A este respecto hay que tener presente el texto de Ibn Bassam –comienzos del siglo XII–, en el que se alude a la conversión al cristianismo de los musulmanes toledanos «más estúpidos», según él, que estaba teniendo lugar. Estas conversiones, contrarias a la obligación de emigrar de todo territorio infiel impuesta por el Islam a sus fieles, vinieron a engrosar el colectivo mozárabe sin grandes problemas, ya que, tanto los viejos mozárabes como los musulmanes toledanos convertidos al cristianismo, habían convivido durante siglos en un Toledo arabizado.
Esa relativa cohesión y tolerancia se puso claramente de manifiesto ante el peligro almorávide y el almohade.Tal población mozárabe empieza a salir del anonimato a partir del siglo XII, como advertimos en numerosos documentos dados a conocer por expertos investigadores. Entre otros recordemos a González Palencia –Los mozárabes toledanos en los siglos XII y XIII–.
Por otra parte, en la rica colección documental de Salazar y Castro, de la Real Academia de la Historia, muchos documentos nos han permitido aclarar importantes incógnitas que se vienen arrastrando desde hace siglos. Gracias a las fuentes, hemos podido obtener ciertas genealogías netamente mozárabes, como la de los Cervatos3 , la de los Ben Furón, señores de Ajofrín4, la de los Lampader, la de los Salvadores, la de los Ambrán, etc. Y asimismo la de los Illán5 , antepasados de nuestro primer arzobispo mozárabe toledano, Gonzalo Pétrez «Gudiel».
Por otra parte, en la rica colección documental de Salazar y Castro, de la Real Academia de la Historia, muchos documentos nos han permitido aclarar importantes incógnitas que se vienen arrastrando desde hace siglos. Gracias a las fuentes, hemos podido obtener ciertas genealogías netamente mozárabes, como la de los Cervatos3 , la de los Ben Furón, señores de Ajofrín4, la de los Lampader, la de los Salvadores, la de los Ambrán, etc. Y asimismo la de los Illán5 , antepasados de nuestro primer arzobispo mozárabe toledano, Gonzalo Pétrez «Gudiel».
Partiendo de una primera endogamia mozárabe que, pasado cierto tiempo, fue mitigándose, hay que hacer una primera referencia a los Lampáder, linaje emparentado con los Illán –y, por lo tanto, antepasados también del arzobispo Gonzalo Pétrez–, de enorme interés por tratarse asimismo de antepasados de Fernando el Católico.
Desde comienzos del siglo XII, los Lampáder figuran en los documentos. Sus nombres árabes, con distintas grafías, evidencian su pertenencia a una mozarabía cuyo nivel social permite hablar de un patriciado mozárabe que, poco a poco, va alcanzando mayor protagonismo en la sociedad toledana. Un Abdelaziz b. Lampáder o Abu al Asbag b. Lampáder figura en 1125 como alguacil alcalde en el testamento del presbítero Mair Abdelaziz b. Sohail.6 Y Aben Lampáder, indudablemente el mismo, confirma un privilegio real en 11297 .
Desde comienzos del siglo XII, los Lampáder figuran en los documentos. Sus nombres árabes, con distintas grafías, evidencian su pertenencia a una mozarabía cuyo nivel social permite hablar de un patriciado mozárabe que, poco a poco, va alcanzando mayor protagonismo en la sociedad toledana. Un Abdelaziz b. Lampáder o Abu al Asbag b. Lampáder figura en 1125 como alguacil alcalde en el testamento del presbítero Mair Abdelaziz b. Sohail.6 Y Aben Lampáder, indudablemente el mismo, confirma un privilegio real en 11297 .
Según Molénat, este Abu al- Asbab ‘Abd ‘Aziz b. Attaf b. Lampáder, hijo de Ataf b. Lambazár, es equivalente a un primer Pedro Suárez, documentado en 11468 , antepasado de los llamados Toledo, Suárez de Toledo o Toledos de San Antolín,cuyas casas principales, con sus armas en la portada, podemos ver parcialmente conservadas en el Convento de Santa Isabel. Esteban Aben Lampáder, según Julio González, fue hijo del anterior.
Los documentos vuelven a revelar su posición destacada en la sociedad toledana de la primera mitad del siglo XII, como la de su padre, al testificar en 1138 en la división de los bienes arzobispales de la iglesia de Santa María de Toledo, entre la mesa arzobispal y la de los canónigos –mesa capitular–, en tiempos del arzobispo don Raimundo de Sauvetat.
Ese mismo año testifica en la donación que doña Berenguela, mujer de Alfonso VII, hace a la iglesia de Toledo y al cabildo, del diezmo de la moneda que se fabricara en la ciudad. Hijo de Esteban b. Lampáder fue Melendo b. Lampáder quien contrajo primeras nupcias, en 1142, con una hija de Illán Pétrez de San Román, hermana de Esteba Illán. Poco después confirmaba un privilegio real. Posteriormente casaría con María Peláez, hija de Pelayo Pérez de Frómista y Balencia.
Primeramente Melendo b. Lampáder ostentó el cargo de zafalmedina, con poderes judiciales –1151–, según testifica en la donación que hace Alfonso VII al arzobispo don Raimundo y a sus sucesores, de la mitad de un molino en el Tajo, junto a la Bab al Portel o puerta del Portillo, interviniendo también en el litigio sobre el molino de San Servando –1154–.
Después fue alcalde de los mozárabes según demuestra la confirmación de privilegios con este título, mientras Pedro Díaz lo era de los castellanos. Melendo b. Lampáder, documentado como tal, aparece en diversos textos entre 1166 y 1179, época en la que Toledo había pasado ya a poder de Castilla, bajo Alfonso VIII, con el apoyo de los Lara.
Su calidad de mozárabe queda subrayada por sus firmas en árabe. Vemos el nombre de Melendo en 1175 confirmando las concesiones hechas anteriormente por Alfonso VII y Sancho III, que eximían al monasterio de San Clemente de la jurisdicción del arzobispo toledano, sometiéndolo a la Orden del Císter. Sus últimas actividades como alcalde de mozárabes nos lo muestran confirmando la donación, otorgada por Nuño Pérez de Lara y su esposa Teresa, a la catedral y al arzobispo Cerebruno, de la mitad de Alcabón y del palacio que tenían en Toledo, junto al Alcázar, así como la declaración de protección, por parte de la reina Leonor, de la capilla que sería posteriormente denominada de Santo Tomás de Canterbury en la Catedral –que al parecer se construyó en el lugar ocupado actualmente por la Capilla de Santiago o de don Álvaro de Luna– y de sus propiedades en Alcabón. Según los Anales Toledanos, el alcalde don Melendo Lampáder murió en mayo de 1181.
BALBINA C AVIRÓ M ARTÍNEZ ARTÍNEZ
Correspondiente
http://realacademiatoledo.es/el-linaje-y-las-armas-del-arzobispo-toledano-gonzalo-petrez-lgudielr-1280-1299-por-balbina-caviro-martinez/
Es preciso indicar la gran importancia del Códice Albeldense en la historia de Toledo.
ResponderEliminarComo la obra más importante bibliográfica española de esa época, tanto por el número de folios miniados, algunos a página entera, y la calidad de sus miniaturas, como por el esfuerzo de recopilación de textos históricos y de derecho canónico y civil que incluye.