LA LUZ VISIONARIA EN LA OSCURIDAD DE UN BAÚL, SANTA BEATRIZ DE SILVA (1424-1491)
¿Puede esperar toda la vida una persona hasta conseguir el que considera su principal objetivo vital?
Muchos ejemplos nos han llegado de hombres y mujeres que no han cejado en su empeño a pesar de las dificultades, las voces contrarias y las puertas cerradas.
El caso de Santa Beatriz de Silva es uno de esos casos de espera paciente y trabajo incansable para conseguir lo que ella creía que era la razón por la cual había llegado a este mundo.
La rocambolesca reclusión en un baúl durante días por la locura de una reina ya conocida por sus desvaríos,
Isabel de Portugal (aquella que fue abuela de la conocida como Juana la Loca) abrió los ojos a una jovencita de poco más de veinte años en aquella negrura sin sentido.
Una visión de la Virgen durante su reclusión le aseguró que saldría viva de semejante extraña situación y ella, en agradecimiento, entregó su vida a la madre de Dios y se propuso crear ni más ni menos que una nueva orden monástica dedicada a la Inmaculada Concepción de María.
La dama de la reina
Beatriz de Silva y Meneses nació en Ceuta en el año 1424. El abuelo de Beatriz había sido el primer capitán de esa plaza africana, entonces portuguesa. Sus padres fueron Ruy Gómez de Silva e Isabel de Meneses. Pero Beatriz viviría poco tiempo en Ceuta pues la corona portuguesa premió el buen trabajo de su padre trasladándolo a Campo Mayor, en el Alentejo, donde fue nombrado alcalde.
La infancia de Beatriz transcurrió feliz en Campo Mayor rodeada de sus once hermanos. Todos ellos recibieron una buena educación de la mano de frailes franciscanos quienes a buen seguro inculcarían en Beatriz y algunos de sus hermanos la devoción a la Inmaculada Concepción de la Virgen.
En 1447, cuando Beatriz era una jovencita de 22 años, se sumó a las damas de la corte lusitana que iban a acompañar a la princesa Isabel a Castilla, donde iba a casarse con el rey Juan II. El carácter difícil y rayando en la locura de la nueva reina castellana se hizo pronto patente en la corte.
La reina se mostraba constantemente agobiada por los celos de sus damas de honor, celos que se convirtieron en obsesión. Una obsesión que pronto recayó sobre Beatriz a quien la soberana vio como una amenaza.
Así, en cierta ocasión en que Isabel creyó ver un cruce de miradas entre el rey su esposo y Beatriz su dama de honor, en un arrebato de demencia la empujó en un baúl y la encerró con llave.
Beatriz sufrió varios días de angustia y desesperación hasta que un tío suyo reparó en su ausencia en la corte y dio la voz de alarma. Pasado el tiempo, Beatriz aseguró que en su injusta reclusión tuvo una visión de la Virgen María en la que la tranquilizó y le aseguró que saldría viva de aquel macabro encierro.
Reclusión en Toledo
Sintiendo que en la corte no estaba en absoluto segura, Beatriz se alejó de la reina Isabel y pidió refugio en Toledo, en el Monasterio de Santo Domingo, donde vivió buena parte de su vida sin llegar a tomar los hábitos.
La antigua dama de corte tenía reservada para ella misma otro destino. Según una promesa que habría hecho a la Virgen en aquel horrible baúl, Beatriz quería crear una orden dedicada a la Virgen.
Pero aquella determinación no iba a ser fácil de materializar pues hacía tiempo que el papado había prohibido la creación de nuevas órdenes monásticas, de manera que los nuevos cenobios deberían ceñirse a las reglas ya existentes.
Lo que Beatriz quería era una orden religiosa defensora a ultranza de la Inmaculada Concepción de la Virgen, es decir, que creyera y defendiera el hecho de que María habría nacido sin pecado original.
Que una mujer quisiera crear una nueva orden monástica femenina y además lo hiciera basándose en una cuestión que aún no se había convertido en dogma de fe era poco menos que un sueño irrealizable.
En el Convento de Santo Domingo de Toledo, Beatriz pasó unos largos treinta años meditando la manera de materializar su objetivo.
Cuando Isabel, hija de Juan II y aquella otra Isabel que tan mal tratara a Beatriz, se convirtió en reina, visitaba con cierta asiduidad a la que fuera dama de su madre y a la que mostró siempre mucho respeto y admiración. Isabel I de Castilla no dudó en ayudar a Beatriz en su cometido.
Cuando Isabel, hija de Juan II y aquella otra Isabel que tan mal tratara a Beatriz, se convirtió en reina, visitaba con cierta asiduidad a la que fuera dama de su madre y a la que mostró siempre mucho respeto y admiración. Isabel I de Castilla no dudó en ayudar a Beatriz en su cometido.
Monja concepcionista
Lo primero que hizo la reina católica fue ceder a Beatriz unos amplios terrenos en Toledo conocidos como los “Palacios Galiana”.
Allí se instaló en 1484 junto con otras once mujeres que vivieron en aquel beaterio a la espera de recibir la aprobación de Roma.
El Papa Inocencio VIII aprobó el 30 de abril de 1489 la Bula Inter Universa en la que, si bien obligada a Beatriz y sus seguidoras a acogerse a las ordenanzas de la orden del Císter, las podía adaptar quedando al margen de las leyes litúrgicas cistercienses.
En el nuevo monasterio se rezaría un oficio peculiar, el de la Concepción. La nueva orden de monjas concepcionistas se distinguiría con un hábito blanco y capa azul.
Pero Beatriz no consiguió del todo su cometido pues el Papa le denegó la aprobación de una regla específica redactada por ella misma. Tampoco pudo vivir demasiado tiempo como monja concepcionista pues fallecía el 17 de agosto de 1491.
Beatriz de Silva fue beatificada por Pío XI en 1926 y canonizada por Pablo VI cincuenta años después.
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