miércoles, 9 de octubre de 2019

La Procesión del Cristo de la Sala de Bargas


La localidad toledana de Bargas, anhela los 365 días del año la llegada del tercer domingo de septiembre, para cumplir con su tradición más preciada. 

Los bargueños celebran sus fiestas en honor al Santísimo Cristo de la Sala, imagen de gran devoción, a la que dedican un cariño muy especial.

Son varios los momentos que componen esta fiesta, pero sin duda, el de mayor arraigo y antigüedad, es la solemne procesión que tiene lugar el domingo entrada la noche. 

No es una procesión cualquiera, sino que se trata de una amalgama en la que todos los sentidos toman parte.

 La tradición manda que el Santo Cristo recorra las calles de Bargas acompañado por las mujeres bargueñas ataviadas con el elegante y antiguo traje de la localidad. 

Se trata de una joya de la indumentaria tradicional de nuestro país, un atuendo que ya usaron siglos atrás otras bargueñas, y que fueron dejando la bonita herencia a sus descendientes, para que jamás se perdiese tan bonita tradición.

El traje de bargueña se compone de enaguas, falda plisada larga, blusa, delantal negro del mismo largo de la falda con ricos bordados, y pañuelo blanco a la cabeza. 

Remata el atuendo el que sin duda diríamos que es el elemento de mayor vistosidad: el mantón de manila, que se coloca cruzado a la cintura, cayendo en pico sobre la espalda. 

Las bargueñas llevan esta prenda dispuesta con gran elegancia, formando varios pliegues por debajo de la nuca, lo que da gran vistosidad al conjunto. 

Y digo que se trata de una parte fundamental del traje de bargueña, puesto que suelen ser mantones muy antiguos, pasados de abuelas a madres y de madres a hijas, y que muchos cuentan con varios siglos de antigüedad.

 Las mujeres bargueñas sacan para ese día sus mejores joyas, luciendo preciosas arracadas, así como colgantes de oro y piedras preciosas. 

Los hombres también participan con su atuendo particular que se compone de pantalón de pana, blusón azul, y alpargatas con suela de esparto. 

Al cuello se anudan el típico pañuelo de hierbas, prenda muy representativa también muy presente en las fiestas de Bargas.





Tras varios años contemplándola, puedo decir que la procesión de Bargas es la “procesión de los sentidos”. 

El olfato se deleita con el intenso olor a tomillo que alfombra las inmediaciones de la iglesia para recibir al Santo Cristo. 

La cera, el olor a velas, a cientos de velas que los bargueños y bargueñas portan para dar luz a su Cristo, y que forman interminables hileras que alumbran en la oscuridad de la noche. 

Y un olor que me levanta el vello, que me emociona y que me transporta a siglos pasados: el olor a arca, a baúl, que desprenden los mantones al pasar las bargueñas. 

Ese olor que atestigua la antigüedad de estas prendas, de esos mantones testigos de muchas procesiones, cada año iguales pero distintas a la vez… Son el testigo callado del paso del tiempo, de la tradición cumplida año a año.

 Olor a tradición, a devoción, a fuertes señas de identidad que cada septiembre salen de los cofres para seguir cumpliendo años y rindiendo honores al Señor de Bargas… Olor a flores, a miles de flores que ornamentan la carroza del Santo Cristo, que es bandera y timón para cualquier bargueño.

La vista se embriaga de la luz que en la oscuridad desprenden las velas, de la luz que desprenden los preciosos mantones con sus ricos y coloridos bordados. 

Luz del blanco reflejo de los pañuelos sobre las cabezas de las bargueñas, que con el resplandor de las velas brillan aún más.

 La vista se emociona con los rostros que esconden miles de historias, miles de sentimientos, de promesas, de anhelos… 

La vista queda maravillada al contemplar la marea de mantones y pañuelos blancos, de pañuelos de hierba y blusones, de cirios, que avanza en interminables filas que, serpenteantes, unen las puertas del templo de principio a fin.

El tacto, el tacto de los pies contra el suelo de Bargas. 

Pies descalzos que cumplen promesas o que piden algún favor al Cristo.

 El tacto, el con-tacto, de lo humano con lo divino, de Bargas con el Cristo que, cada tercer domingo de septiembre le siente más cerca aún porque sale a bendecir su pueblo.

 Las piedras que pisan esos pies desnudos son pisadas inmediatamente por el Santo Cristo que recoge en cada paso peticiones y agradecimientos, el sentir de todo un pueblo que acude a él en todo momento.

Y así es como transcurre la inigualable procesión del Cristo de la Sala de Bargas, un auténtico acto de piedad popular , lleno de una vistosidad y un recogimiento que impresionan y que hacen a esta fiesta merecedora de todo tipo de halagos y piropos. 

Parece que el tiempo se detiene es esta procesión siempre de antaño y siempre de hogaño.

Los ricos mantones de Manila

Promesas


Bargueñas en la procesión


Comienza la procesión


Stmo. Cristo de la Sala de Bargas

Filas interminables de bargueñas


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