miércoles, 2 de octubre de 2019

Consuegra: De Encomienda a Priorato de San Juan (y III)

Resultado de imagen de casa la tercia consuegraLA CÁMARA PRIORAL DE CONSUEGRA 

De forma paralela al declive de las encomiendas menores del Campo de San Juan, asistimos al ascenso de la antigua villa y bailía consaburense.

Casa de la Tercia, Consuegra

Según el profesor Carlos de Ayala, el funcionamiento de una mesa común para mantenimiento de la dignidad prioral se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIII y sólo a partir de entonces empezó a diseñarse una específica mesa prioral, diferenciada de los ingresos ordinarios que cada comendador gestionaba en su respectiva circunscripción.

Esta mesa prioral estaba formada por diversas rentas de carácter jurisdiccional y, sobre todo, ciertas encomiendas especiales que recibieron entonces el nombre de cámaras priorales.

No se sabe la fecha exacta de la conversión de Consuegra en cámara prioral, pues en 1308 todavía se menciona a un comendador de la bailía de Consuegra; sin embargo, poco después ya sólo se cita al lugarteniente del prior, el oficial de la Orden encargado de administrar la bailía en nombre de la autoridad prioral.

Por este motivo desde principios del siglo XIV y no antes, podemos hablar ya con toda propiedad del Priorato de la Orden de San Juan en Consuegra.

En todo caso, no creemos que haya que devaluar en exceso el papel histórico de Consuegra en el siglo XIII. Como hemos visto, era una de las villas más prósperas de la Orden de San Juan en toda la corona de Castilla y su extenso alfoz proporcionaba suculentas rentas a los titulares de la bailía, a la dignidad prioral y, a través de las responsiones, al propio convento principal de Oriente.




Por su parte, el castillo de Consuegra era reconocido por entonces como un referente militar y espiritual de la Orden de San Juan en España.

En sus dependencias residía el comendador de Consuegra, sus subalternos y un buen número de capellanes. También era la sede administrativa de la bailía y como tal custodiaba el primitivo archivo de la misma.

En los primeros tiempos debió servir también de residencia de los priores en sus estancias ocasionales en territorio manchego; sin embargo, la rudeza de sus instalaciones motivó que surgiera la necesidad de levantar un nuevo palacio en la villa aledaña.

Resultado de imagen de casa la tercia consuegraEl artífice de dicha construcción fue el prior frey Fernán Pérez Mosejo (1280-1293). Este personaje que ostentó también el cargo de gran comendador de los cinco reinos de España (1286-1293), se distinguió por su labor de mecenazgo en todo el reino de Castilla.

 En el Campo de San Juan sabemos que realizó obras en el castillo de Consuegra y mandó construir las casas de morada o palacios de Consuegra, Madridejos, Urda y Manzaneque, la torre de Alcázar (1287) y el cortijo de Los Foyos.

Fuera del Campo de San Juan mandó edificar el palacio de Toledo y el de Ávila, una torre en San Juan del Camino y otra en el castillo de Castronuño, así como las casas de la Orden en Córdoba y en Montoro.

Moriría en 1293, recibiendo sepultura en el interior de la iglesia de Santa María de Consuegra, en una capilla que él mismo mandó labrar.


A mediados del siglo XIV, el prior de Castilla y León administraba directamente las cámaras priorales de Consuegra, Castronuño y Lora del Río, no obstante, según todos los indicios, era la cámara consaburense la más rica de todas. Los ingresos del prior procedían de diversas fuentes. Por un lado estaba la renta señorial derivada de la posesión y explotación de la tierra.

La intensa política de repoblación que llevó a cabo la Orden de San Juan en su Campo durante la primera mitad del siglo XIII estaba orientada a atraer población, es decir, pecheros y a explotar los yermos de su vasto término. No obstante, en el siglo XIV algunas de estas pueblas habían desaparecido o estaban en vías de desaparición (Tirez, Móstoles, Villaverde, Villacañas de Algodor, Castilnovo).

Los motivos de estas despoblaciones son múltiples y no siempre debieron ser coincidentes. Podemos apuntar en primer lugar los efectos negativos de la crisis bajomedieval (empeoramiento climático, plagas y en menor medida la peste), pero también hay que tener en cuenta la atracción que supuso la conquista y repoblación del valle del Guadalquivir y el reino de Murcia, y sobre todo, el cambio de política económica.

En efecto, desde finales del siglo XIII la monarquía y las autoridades señoriales habían fomentado la ganadería especulativa en detrimento de la agricultura y ganadería tradicionales.

Las razones son fáciles de entender, se conseguían mayores beneficios y sobre todo, se obtenían de una manera más fácil y rápida. Estas rentas podían venir de la venta y arrendamiento de pastos (herbajes), del cobro de derechos de tránsito del ganado trashumante (montazgo) y de la explotación de la propia cabaña ganadera para la posterior exportación de la lana.

De esta forma la Orden de San Juan —como el resto de órdenes militares— fomentó la creación de espacios adehesados (Tirez y Borregas por ejemplo), aprovechando también la debilidad demográfica que se experimenta ya en toda la corona de Castilla.

En este sentido no es de extrañar que a lo largo del siglo XIV las iniciativas repobladoras de la Orden de San Juan en La Mancha fueran escasas, no documentándose mas que los casos de Villafranca de los Caballeros y la Puebla de Santa María del Monte (término de Urda), aunque sólo la primera consiguiera consolidarse.

Otra importante fuente de ingresos del Priorato eran los derivados de la administración eclesiástica, ya que como es sabido la Orden de San Juan no era solamente una institución militar y señorial, sino también religiosa.

El derecho eclesiástico más importante era sin duda el diezmo. Los sumos pontífices habían concedido en el siglo XII a las diferentes órdenes militares el derecho de cobrar el diezmo en las iglesias que se construyeran en sus términos.

 Este privilegio chocaba frontalmente con los intereses de la iglesia diocesana que tradicionalmente era la perceptora de dicha contribución. En nuestro caso, las iglesias del Campo de San Juan estaban adscritas a la archidiócesis de Toledo, dentro del arcedianato de Toledo y arciprestazgo de La Guardia.

El conflicto entre ambas instituciones se solventó con dos concordias fechadas en 1228 y 1229.

El arzobispo de Toledo reconoció al prior el derecho de percibir dos tercios del diezmo de los frutos de las villas y aldeas de su señorío.

El tercio restante —la tercia— iría a las arcas diocesanas. Como hemos dicho se trataba de una renta muy sustanciosa, por lo que no es de extrañar que las autoridades de la Orden tuvieran que mostrar en más de una ocasión las avenencias citadas para evitar las injerencias del arzobispo o de sus subordinados en las iglesias del priorato.

 Los derechos de tránsito constituían uno de los privilegios más antiguos asociados al señorío consaburense.




Desde 1173 se cobraba portazgo en el castillo de Consuegra sobre las recuas y mercancías que marchaban a tierras de Andalucía y Segura. También se cobraba el montazgo sobre el ganado trashumante en los términos del castillo de Consuegra y los de Peñarroya.

 Finalmente había también todo un conjunto variopinto de cargas y prestaciones de menor importancia como los acarreos de leña, el llamado pecho de San Miguel (medio maravedí para campesinos con yunta), las entregas de ropa y paja para los castillos, la limpieza de caces, los servicios en las sernas de la Orden, etc.

Mención aparte merecen los monopolios señoriales, fundamentalmente el horno comunitario para cocer pan, bien es cierto que para el siglo XV estas cargas estaban ya muy devaluadas o en claro desuso.

Para administrar los bienes y rentas adscritos al priorato y para ejercer las funciones propias del poder señorial, el prior contaba con una serie de oficiales y subalternos. Éstos solían tener más ascendencia sobre la población dependiente que la propia autoridad prioral, generalmente ausente.

La documentación del siglo XIV cita a los lugartenientes del prior, normalmente freires de la Orden que se encargaban de las labores administrativas y financieras.

Eran los encargados de recibir las rentas señoriales y de rendir cuentas a la dignidad prioral, por lo que la población campesina personalizaba en ellos todo lo negativo de la presión señorial.

Con frecuencia esta negatividad estaba plenamente justificada, ya que estos lugartenientes solían abusar de su poder, lo que provocaba continuas quejas ante el prior. Si no eran atendidas, estas quejas podían derivar en reclamaciones ante instancias superiores (cabildo provincial o pleitos ante los tribunales regios).

En 1308, por ejemplo, se reunió en Castronuño (Valladolid) un capítulo de la Orden que entre otras cosas concedió unas ordenanzas a la villa de Alcázar ante las quejas del concejo de la localidad por los muchos agravamientos e fuerças e desaforamientos que recibien del que era comendador de la baylia de Consuegra e del freyle que tenia la casa de Alcaçar e de otros omes.

Otra figura destacada en la administración señorial de Consuegra y su tierra era el alcalde mayor, normalmente una persona con conocimientos en leyes —normalmente un bachiller— que ejercía la justicia civil y criminal por delegación señorial.

Atendía fundamentalmente los pleitos entre los concejos, como el que se suscitó en 1445 entre el concejo de Alcázar y los de Villarta, Arenas y Herencia; o el de 1494 entre Alcázar y Madridejos. También vemos con relativa frecuencia al alcalde mayor interviniendo en los asuntos de la administración concejil, sobre todo en lo que atañe a la elección de los alcaldes locales.

 Por ejemplo, en 1487 el licenciado Juan de Heredia, alcalde mayor y lugarteniente del prior, declaró nula la elección de alcaldes que se había hecho aquel año en Alcázar de San Juan porque no se había contado con la opinión del prior.

El asunto derivó en un pleito ante el consejo real de Castilla que dictó sentencia a favor del concejo de Alcázar Mención a parte merecen los alcaides que guardaban las torres y castillos de la Orden.

En origen tenían una función estrictamente militar, defender la fortaleza y mantenerla bien provista de bienes y pertrechos en previsión de posibles ataques enemigos.

Para ello gozaban de ciertos bienes y rentas, normalmente dehesas, y algunos derechos señoriales cedidos por el prior.

Ahora bien, desde fecha relativamente temprana —seguramente desde la primera mitad del siglo XIII—, los alcaides funcionaban también como mayordomos encargados de administrar los bienes adscritos a la fortaleza y por tanto, actuaban como oficiales o delegados del poder señorial (prior, comendador).

En ocasiones vemos al alcaide abusar de su poder, como ocurrió en Consuegra a mediados del siglo XV, cuando el concejo de la villa se vio obligado a denunciar ante el cabildo provincial de la Orden los abusos que cometía el alcaide del castillo.

El concejo se quejaba de los malos tratos “asy de obra como de palabra”, el prendimiento injustificado de los vecinos, la destrucción de las cosechas por los ganados, hombres y perros del alcaide; la percepción de “la parada de cada una cosa de las que traen a vender”, la caza en tiempos de veda, la tala desmesurada de los montes de la villa, el aprovechamiento de los enseres de los vecinos sin previo pago de dinero, la protección de malhechores y el hurto de paja.

En esta ocasión la reclamación tuvo éxito ya que el prior del Hospital en Castilla y León, don Gonzalo de Quiroga, intervino en la querella concediendo un privilegio al concejo de Consuegra por el que ponía coto a dichos abusos (1452).

Como administradores y hombres de confianza que eran, los alcaides y mayordomos de las casas y castillos de la Orden podían ser incluso esclavos, como ocurrió en el castillo de Cervera (hoy Alameda de Cervera), donde se cita a un moro de nombre

Alí como administrador de las sernas, dehesas y otras tierras propias de la Orden de San Juan en los términos de dicha fortaleza.

Esto prueba que las viejas interpretaciones maniqueas, mundo musulmán versus mundo cristiano y la ideología cruzadista ligada de manera permanente a las órdenes militares hay que ponerlas en entredicho o al menos, no siempre operaron de una manera tan radical como pone de manifiesto cierta historiografía de corte tradicionalista .

CONCLUSIÓN

El ascenso de Consuegra a la categoría de capital del priorato de Castilla y León de la Orden de San Juan fue un proceso paulatino que se inicia con la donación del castillo de Consuegra en 1183 y culmina con la constitución de la cámara prioral de Consuegra a principios del siglo XIV. En los siglos XII-XIII no se puede hablar con rigor de priorato, sino más bien de encomienda o bailía, bien es cierto que se trataba de una encomienda especial, seguramente la de mayor categoría y rentas de todo el reino de Castilla.

Durante esta primera etapa, el castillo de Consuegra fue sin duda una de las sedes conventuales más importantes de la Península Ibérica, sin embargo, en estos momentos la presencia del prior de Castilla en sus dependencias fue más bien esporádica y en ningún caso se puede hablar de sede prioral, o al menos no era la única.

El repaso a la data tópica de los documentos medievales de la Orden de San Juan en los que interviene el prior de Castilla y León como otorgante, receptor o simple testigo, prueban que la dignidad prioral rara vez estuvo en Consuegra y, por tanto, no puede considerarse sede o cabecera del priorato durante los siglos XIIXIII.

La corte prioral, al igual que el resto de cortes medievales, era de carácter itinerante por lo que era habitual que se localizara allí donde hubiera asuntos que dirimir.

 Además, el prior de Castilla y León era una de las máximas autoridades señoriales del reino, por lo que solía pasar largas temporadas en la corte regia, ejerciendo el consilium propio de cualquier buen vasallo.

De esta forma va a ser habitual ver al prior en castillos, villas y ciudades situadas al norte del Sistema Central y cuando aparece en la Transierra, se suele localizar en Toledo, Santorcaz, Humanes, Brihuega, Olmos, etc, y en mucha menor medida en Consuegra o en sus aldeas.

 También es frecuente encontrar al prior al frente de la hueste de la Orden en los principales hechos de armas que salpicaron los siglos XII y XIII: toma de Cuenca, Cáceres, la batalla de Las Navas de Tolosa o los sitios de Córdoba y Sevilla.

De igual forma, la institución colegiada más importante del reino, el cabildo provincial, que se solía convocar todos los años por primavera, por mandato del prior y con presencia de los principales miembros de la Orden en el reino de Castilla y León, rara vez se reunió en Consuegra, prefiriéndose por el contrario otras villas y lugares situados en la Meseta norte: Wamba, Armezillo y sobre todo Fresno Viejo y Castronuño, en la actual provincia de Valladolid.

A partir de finales del siglo XIII la situación cambia sensiblemente. Los priores de Castilla y León pasan más tiempo en Consuegra, se levanta un palacio en la villa y se crea una pequeña corte con el servicio y los lugartenientes de la institución.

En una fecha próxima, en la primera mitad del siglo XIV, asistimos a la erección de la cámara prioral de Consuegra, es decir, un territorio administrado directamente por el prior y cuyas rentas se dedicaban básicamente a su mantenimiento.

Sólo a partir de este momento podremos hablar con propiedad del Priorato de la Orden de San Juan en Consuegra y no antes.

La difícil coyuntura política de la corona de Castilla en el siglo XV, salpicada de luchas nobiliarias y guerras civiles, y la señorialización de los cargos de la Orden, derivaron en la necesidad de dividir la cámara prioral de Consuegra en dos, una con sede en la antigua villa consaburense, conservando su nombre, y otra con capital en la pujante villa de Alcázar de San Juan.

 Las primeras noticias de esta división administrativa datan de mediados del siglo XV (1457), sin embargo, habría que esperar a principios del siglo XVI para que la división tuviera carácter oficial.

En 1504, el maestre y el capítulo general de la Orden, reunidos en Rodas, decidieron aprobar dicha escisión al crear la cámara prioral de Consuegra y la cámara prioral de Alcázar de San Juan “con la fortaleza de Peñarroya”.

Finalmente, en ese mismo año, se desgajó de la cámara de Consuegra la nueva encomienda de Yébenes de San Juan “con la torre de Azuqueca”.

Sin lugar a dudas, esta reorganización administrativa supuso un revés a los intereses de la villa consaburense que veía así perder peso específico en el mapa político-administrativo de la Orden. Poco después (1517) asistimos a un nuevo conflicto nobiliario por la titularidad del priorato.

La solución, un tanto salomónica, consistió en fundar un nuevo priorato con sede en Alcázar de San Juan, el llamado priorato de León, a cuyo frente se situó don Antonio de Zúñiga, gobernando al efecto las villas de Alcázar, Quero y Villafranca, más la fortaleza de Peñarroya.




Por su parte, Consuegra quedó como sede del priorato de Castilla, encabezado por don Diego de Toledo. No obstante, ambos titulares, el prior de Castilla y el prior de León, eran nobles absentistas, más preocupados por la alta política del reino y la vida en la corte que por los asuntos de su señorío.

 La intromisión de la monarquía hispánica en los asuntos del priorato se manifiesta, en fin, con la política de “venta” masiva de privilegios de villazgo a favor de las aldeas de Consuegra a mediados del siglo XVI. Con ello se evidencia el ocaso de la antigua y pujante villa de Consuegra.

La paradoja es que para entonces, la vieja bailía de Consuegra de los siglos XII y XIII, luego cámara prioral o priorato a partir del XIV, comenzó a denominarse Gran Priorato, un término ostentoso y rimbombante, acorde sin duda con la elevada alcurnia de la mayoría de sus titulares, pero también por las suculentas rentas que proporcionaba a la dignidad prioral.

JESÚS M. MOLERO GARCÍA UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA


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