martes, 1 de octubre de 2019

Consuegra: De Encomienda a Priorato de San Juan (II)

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A mediados del siglo XIII queda pues perfectamente delimitado el Campo de San Juan en La Mancha, un señorío compacto de unos 3195 Km2 llamado a ser el más extenso e importante de toda la corona de Castilla. 

Encabezado por el castillo y villa de Consuegra, se extendía desde la sierra de Orgaz-Los Yébenes al norte, a las lagunas de Ruidera al sur, y desde el Riánsares y la sierra de El Romeral en Villacañas al este, al camino de Córdoba a Toledo por Guadalerzas al oeste. 

Ocupaba pues los términos municipales actuales de Tembleque, Turleque, Manzaneque (parcialmente), Los Yébenes (parcialmente), Urda, Consuegra, Madridejos, Villacañas, Camuñas, Villafranca de los Caballeros y Quero en la provincia de Toledo; y Alcázar de San Juan, Herencia, Puerto Lápice, Las Labores, Arenas de San Juan, Villarta de San Juan y Argamasilla de Alba en la de Ciudad Real. 




De forma paralela a la definición de los límites exteriores, la Orden de San Juan se preocupó por fomentar la repoblación interior, concediendo al efecto ciertos privilegios a quienes se decidieran por venir a poblar las aldeas de la tierra de Consuegra. 

La fórmula seguida fue la de conceder cartas de población (cartaspuebla), remitiendo al fuero consaburense y otorgando privilegios y exenciones fiscales temporales a los nuevos moradores. 

De esta forma se crearon o refundaron varias aldeas, dependientes todas de la villa principal, Consuegra, y se regularon las obligaciones y derechos de los vasallos con respecto a la institución señorial, la Orden de San Juan de Jerusalén.

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La primera carta puebla conocida es la de la aldea de Villacañas (1230), seguida de Manzaneque (1231), Urda (1232), Arenas y Villarta (1236), Madridejos y Camuñas (ambas en 1238), Herencia (1239); Quero, Tembleque y Alcázar en 1241, y finalmente Turleque, Villaverde y Villacañas de Algodor en 1248. Seguramente también contaron con carta-puebla los despoblados de Tirez, Móstoles y Castilnovo.

 El elevado número de cartas conservadas contrasta con la práctica ausencia de este tipo de instrumentos en otros dominios de órdenes militares (caso del Campo de Calatrava por ejemplo) y demuestra, por un lado, hasta qué punto estaban interesados los oficiales de la Orden de San Juan en repoblar el Campo homónimo, y por otro, el elevado grado de madurez de tipo político e institucional que había alcanzado nuestra institución en la primera mitad del siglo XIII .

LA ENCOMIENDA DE CONSUEGRA 

Desde el punto de vista administrativo, Consuegra se convirtió a partir de finales del siglo XII en sede del convento principal de la Orden de San Juan en la Transierra castellana, cabeza de una encomienda mayor y residencia —más bien ocasional—, del prior de Castilla y León.

 La institución comendataria con sede en Consuegra se fundó muy pronto y su titular lo era también de todo el convento de aquende serra. Se trataba pues de una dignidad importante en el seno de la Orden, no en vano era el único que tenía subalternos a su cargo, los subcomendadores.

 Durante todo el siglo XIII van a ser frecuentes las ocasiones en las que el comendador de Consuegra realice destacadas funciones político-representativas, administrativas y jurisdiccionales. Aparece en la documentación recibiendo donaciones a la Orden, algunas de ellas realmente importantes como los castillos de Setefilla, Almenara y Lora, en Andalucía (1241). 

También figura en la entrega del castillo y villa de Archena (1244), otorgada por el infante don Alfonso a frey Guillen de Mondragon, titular de la bailía consaburense, con mención expresa a los servicios "que me fizo e me fara". 

En ambos casos se trata de donaciones relacionadas con la intervención del comendador y las huestes sanjuanistas en las campañas militares por tierras andaluzas y murcianas, respectivamente. Con bastante frecuencia el comendador de Consuegra interviene en la formación e incremento del patrimonio de la Orden, sobre todo en el proceso de adquisición de heredades. 

Se le suele ver también presentando clérigos al arzobispo de Toledo, promoviendo la concesión de cartas puebla, interviniendo en los acuerdos de límites y jurisdicción, en los asuntos cotidianos de los concejos, en pleitos entre otros señores o instituciones, etc. Como vemos, en el siglo XIII el comendador de Consuegra tenía un papel principal, no sólo en el Campo de San Juan, sino también en el conjunto del priorato castellano-leonés.

 A los ejemplos citados podríamos añadir las menciones que aparecen en las concordias, como la celebrada en 1237 con la Orden de Santiago, donde se especifica que los santiaguistas no podían prender a vasallos de la Orden de San Juan sin ponerlo en conocimiento del comendador de Consuegra.

En este mismo documento, es el comendador de Consuegra y no el de Peñarroya el que recibe de la Orden de Santiago un pago anual por "ayuda del agua de Guadiana que saco por La Mancha de Montaragon". 

La superior jerarquía del comendador de Consuegra se aprecia también en su intervención en otros lugares y encomiendas menores situadas en la Transierra. Tal es el caso de Villar del Pozo (Ciudad Real), el lugar de Cortes en el término de Alcaraz (Albacete) o la encomienda de Olmos (El Viso de San Juan, Toledo). 

En un evocador documento fechado en 1216, el comendador de Consuegra Gutierre Ermíldez aparece citado como "comendador mayor de todas las cosas del Hospital en la Transierra", prueba evidente de su autoridad en todo este sector. 

Por todo ello podemos concluir diciendo que durante el siglo XIII la figura del comendador de Consuegra va a ser la segunda dignidad en importancia en el priorato de Castilla y León, después del propio prior. En este sentido, no es de extrañar que algunos comendadores de la bailía de Consuegra lograran también alcanzar la dignidad prioral.

Conocemos el caso de Gutierre Ermíldez, comendador de Consuegra y de toda la Transierra en 1216, cargo que parece ser que compatibilizaba con el de prior de Castilla (c. 1202-1217); Fernant Ruiz, titular de la encomienda entre 1229 y 1237 quien obtendría después el título de prior de Castilla y León (1237-1252) o Ruy Perez, comendador de Consuegra en dos períodos, entre 1238-1243 y de 1250-1251 que lograría más tarde la dignidad prioral(1253-1255).

El comendador de Consuegra era auxiliado en sus funciones por el llamado socomendador, cargo que se documenta desde 1230. Conocemos el nombre de algunos de estos subcomendadores: Pero Gonçalvez (1230-1237), Pero Martín (1238), Pero Gonçalvez (1248), Lorenço García (1248) y Guillen Garcia (1248).

 También suelen aparecer citados varios compañones o freires caballeros que sin ser comendadores, vivían de las rentas de la encomienda. Es el caso de Pero Bernaldo, Diego Ruiz, Lope Gonzalez y Rui Pelaez (1248) y otros muchos que seguramente omiten los documentos.

 Estos caballeros solían acompañar al comendador en sus desplazamientos por todo el reino, tanto para atender a los asuntos de la administración señorial como los de índole político-militar. 

También es frecuente la referencia al freire capellán, cuya misión sería la de atender las necesidades espirituales de la comitiva. En el resto del Campo de San Juan se organizaron también desde muy pronto una serie de encomiendas menores que dependían directamente de la bailía de Consuegra y que tuvieron como misión organizar la repoblación de sus respectivas circunscripciones. Son las encomiendas de Tirez, Azuqueca, Móstoles, Alcázar, Madridejos, Turleque y Peñarroya. 

Esta última tuvo en origen cierta relevancia, equiparable incluso a Consuegra, pues en fechas tempranas (1214) vemos a su titular, frey Montesino, interviniendo en el repartimiento de Alcaraz, formando parte del cabildo provincial en Castilla y León o testificando en la concesión de diversas cartas de población.




 Sin embargo, a medida que se consolide el avance repoblador y el peligro de la frontera se desplace definitivamente al sur de Sierra Morena, el castillo y encomienda de Peñarroya fue cediendo poco a poco protagonismo en la estructura jerárquica de la Orden, quedando equiparada a otras encomiendas menores.

 A pesar de todo, no creemos que los comendadores de las localidades citadas gozaran de excesiva relevancia en el seno de la institución sanjuanista, ni que las sedes respectivas tuvieran una vida longeva. 

En efecto, estos comendadores menores, al igual que la citada figura del subcomendador, habían surgido en un momento coyuntural en el que se necesitaba la presencia de oficiales de la Orden para asegurar el éxito de la repoblación, pasado ese período inicial, ya no serían necesarios, desapareciendo todos en la segunda mitad del siglo XIII-principios del XIV. 

JESÚS M. MOLERO GARCÍA UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA

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