Del edificio de Romaila la Nueva nada queda hoy, salvo la base, convertida en mirador sobre el paso de agua que movía sus turbinas
RAFAEL DEL CERRO
ABCTOLEDO
Actualizado:23/06/2020 17:43h
En anteriores artículos hemos repasado diversas historias sobre tres presas existentes en el cauce del Tajo a su paso por Toledo: la de Safont, la del Artificio y la de Saelices. Junto a ellas hubo norias islámicas, molinos, regadíos, abastecimientos de agua o las innovaciones que aportó la revolución industrial del siglo XIX.
Las mismas claves aparecen también en el cuarto azud, ubicado bajo las murallas inmediatas a la iglesia de San Sebastián, cuyo nombre identifica a la bajada y a los molinos situados en la orilla derecha. En la parte opuesta de la referida presa nada queda de las antiguas aceñas medievales que con el tiempo se conocerían como de Romayla la Nueva.
La historia de esta parte de la cara sur de la ciudad recoge noticias de una iglesia en época visigótica y la posible transformación en mezquita islámica. Cerca de ella se situó la puerta de Adabaquín (o de los Curtidores), cuyas últimas noticias son del siglo XII, una más de los accesos a la medina toledana, ideada para controlar en este paraje la comunicación con las riberas del río.
La población de esta humilde barriada trabajaba esencialmente en el curtido de pieles, labor que exige abundante agua a la vez que es de difícil integración en el interior urbano dadas las molestias de los olores y los residuos consiguientes.
Esta industria se mantuvo en Toledo a lo largo del tiempo, contándose, a mediados del XVIII, hasta ocho tenerías repartidas en el cercano curso del Tajo
Bajo la línea de murallas de las actuales Carreras de San Sebastián (nombre suplantado por un artificial alias urbanístico nacido hacia 1964: La Cornisa del Tajo), al bajar hacia el río, aparecen sugerentes hallazgos frutos de recientes excavaciones.
Los primeros, a la derecha, hoy citados como de las Tenerías, son los restos de unos baños árabes –posiblemente del siglo X- que, al perder su uso, alguna parte se reutilizó como infravivienda, quedando el conjunto soterrado por sucesivos echadizos.
Salieron a la luz en 1987, al limpiarse de escombros aquellos rodaderos, alentándose entonces unos iniciales trabajos de exploración.
Años después, en 1997, la Confederación Hidrográfica del Tajo impulsó nuevos estudios arqueológicos dirigidos por Juan Manuel Rojas y Ramón Villa. Posteriores tareas a cargo del Consorcio de Toledo (2002) aseguraban su conservación y la posibilidad de conocer la estructura de varias estancias habituales en los baños árabes: las salas fría, templada y caliente, aljibe, letrinas, hipocaustium…
En una cota inferior, pero por otro acceso, se llega a los ahora llamados baños de San Sebastián de Yuso (estudiados por J. Passini desde 1997), fechados en el siglo XI. De ellos, hoy considerados como «bien inmueble en peligro», se perciben los restos de tres estancias abovedadas, el horno y conducciones del aire caliente además de una captación de agua.
Al pie de este conjunto, en 2008, se hallaron las huellas de unas tenerías con varias cubetas o noques, artesas, canales y demás recursos de aquella actividad gremial que, en 1751, aquí ejercían cuatro curtidores censados.
Por fin, al llegar a la presa que atraviesa el Tajo, están los muros de una antigua industria que la Memoria relativa a la navegación del Tajo del militar Francisco Xavier de Cabanes (1829) denomina «Batán de los herederos de D. Eugenio Alada».
En el mismo paraje, en noviembre de 1882, Félix Obaldía Velasco (un principal contribuyente y concejal de 1890 a 1893) era el dueño de aquel negocio y reclamaba al Ayuntamiento que Castor Sierra (otro gran propietario, uno de los fundadores de La Electricista Toledana y poseedor de los no alejados molinos harineros del Hierro) solicitaba la cesión de unos terrenos que consideraba sobrantes, cuando, en realidad, «era una servidumbre inmemorial a los batanes de San Sebastián» según defendía Obaldía.
Tal mención prueba que el enfurtido de paños siempre fue un trabajo bien arraigado en este lugar.
En enero de 1905, El Heraldo Toledano notificaba que Antonio Garijo (otro activo y polifacético industrial) se hacía cargo de los «Batanes y Molinos de San Sebastián» donde se vendía borra y se lavaban géneros de lana, «mantas de cama y de viaje». En realidad, Garijo sería el arrendatario, pues al fallecer Félix Obaldía, en 1908, su viuda e hijos heredaron la propiedad, figurando en un listín telefónico (1917) al frente de los «molinos y batanes» de las Carreras de San Sebastián.
Frente a estos restos -integrados en la actual Senda Ecológica en 1994-, en la orilla opuesta de la presa, hubo unas antiguas aceñas que, en 1751, se citaban como Romayla la Nueva. En el siglo XIV eran del Cabildo catedralicio y, posteriormente, de los jerónimos de la Sisla hasta su incautación en 1820. En la citada Memoria de Cabanes se anota: Molinos de Ylario del Prado.
En los planos de F. Coello-M. Hijón (1858) y de J. Reinoso (1882) se llaman de la Nueva y en el de Rey Pastor (1926) de Noya. El provecho molinero debió ser ya escaso a principios del XX. Su final llegó cuando La Electricista Toledana, en 1915, eligió el lugar para alzar la central de Romaila la Nueva, con dos turbinas de 300 CV, la misma fuerza que ya dispensaba la «fábrica de luz» de Saelices, la primera levantada en la ciudad, en 1890, aguas arriba, en la misma orilla.
Asimismo, la compañía disponía de generadores en la Casa Elevadora (1894) y de una central de vapor en la Incurnia desde 1897, más la dispuesta cerca del puente de San Martín, en 1912.
Aparte, La Electricista ya había absorbido a La Imperial (empresa que nació en la presa de San Servando, en 1897) y se había fusionado, en 1920, con Hidroeléctrica de Santa Teresa, creada por la familia Leyún en la presa de Safont. En 1926, Toledo: revista de arte, daba cuenta que La Electricista disponía de una central en San Bernardo que fue del rico ingeniero agrónomo y diputado del partido Liberal, Sergio Novales.
Con este potencial, La Electricista gestionaba el alumbrado y la industria de Toledo, también lo hacía en Azucaica, Bargas, Burguillos y Nambroca.
A mediados del XX, casi todas las compañías locales serían absorbidas por las nuevas empresas hidroeléctricas dueñas de grandes embalses en varias cuencas españolas. Esta dinámica explicó el cierre y el abandono de las centrales asomadas al Tajo a su paso por Toledo. Del edificio de Romaila la Nueva nada queda hoy, salvo la base, convertida en mirador sobre el paso de agua que movía sus turbinas.
RAFAEL DEL CERRO
https://www.abc.es/espana/castilla-la-mancha/toledo/abci-molinos-san-sebastian-y-romayla-nueva-202006231256_noticia.html
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