jueves, 19 de septiembre de 2019

Sellos Pendientes de la Ciudad de Toledo

EL ARCHIVO MUNICIPAL DE TOLEDO Y LOS SELLOS PENDIENTES DE SUS DOCUMENTOS 

1428 y 1493. Sellos de la Ciudad de Toledo

La conservación en archivos municipales de sellos pendientes reales en documentos posteriores al siglo XVI es excepcional. Recordemos que en el de Córdoba el sello más moderno es del reinado de Carlos III y, en el de León, de Carlos II. 

En el de la ciudad de Toledo el último rey representado en sus sellos es Felipe IV, en documentos datados el 19 de octubre de 1624, y su sello más antiguo se corresponde con el monarca Alfonso VIII y pende de un privilegio de 30 de septiembre de 1182. 

Y esta, su amplitud cronológica, es una de las características a destacar en la colección toledana, al abarcar desde finales del siglo XII hasta entrado el siglo XVII. 

Otra, sin duda, es su número. En la actualidad se han identificado un total de ochenta y cinco sellos pendientes, de los que setenta y ocho son reales, uno es papal, y otros seis son de particulares o tienen otros orígenes. 





De ellos siete están hechos en cera y los restantes en plomo31. Estamos ante posiblemente el conjunto más numeroso y completo de los existentes en la actualidad en poblaciones castellanas. 

La conservación de tantos documentos con sellos pendientes dice mucho del sistema de control establecido por la corporación municipal toledana a lo largo de los siglos y de las medidas adoptadas para su adecuada instalación. 

En todo ello tiene mucho que ver el mueble del archivo secreto que los custodio hasta hace unas décadas. Pero expliquémoslo mejor. 

El Archivo Municipal de Toledo cuenta con un magnífico conjunto de documentos reales sobre pergamino datados entre el año 1136 y primeras décadas del siglo XIX (si incluimos entre ellos las mencionadas cartas de confirmación). 

Estos documentos, conforme eran recibidos por la ciudad, debían ser instalados en arcas de madera y sin sufrir cambios en su aspecto externo. 

Es decir, la forma del arca permitía guardarlos con los mismos dobleces realizados tras su expedición por la cancillería para facilitar su traslado a Toledo. 

Esta situación cambió cuando en 1526 fueron introducidos en un arca-archivo, hoy perdida, formada por dieciocho cajones, distribuidos en tres filas, pues el reducido tamaño de los cajones, de no más de 20 x 15 cm de altura por base, obligó a que fueran plegados para facilitar su introducción. 

Imaginemos la presión ejercida sobre esos pergaminos, en bastantes ocasiones de más de 60 cm de lado y de un formato casi cuadrado, para conseguir “reducirlos” a las medidas adecuadas que permitieran su inclusión en esos cajones, sirviendo, además, sus dobleces para proteger en su interior a los sellos pendientes que los autenticaban. 

Y así estuvieron durante varias décadas hasta su traslado a un nueve mueble, que todavía hoy se conserva, conocido como archivo secreto o archivo del secreto. Este fue construido hacia 1570, empotrado en uno de los muros del torreón sur de las casas consistoriales. 

En él se fueron incluyendo hasta mediados del siglo XVIII los documentos que la ciudad daba más valor, entre los que se encontraban la casi totalidad de los que portaban sellos pendientes. Y en ese armario permanecerían, en sus diferentes cajones y legajos, hasta finales de la década de 1970, cuando la entonces archivera Esperanza Pedraza Ruiz decidió vaciar su contenido y conservar los documentos allí existentes en cajas archivadoras de cartón, de tamaño folio prolongado, instaladas en estanterías de obra en otras dependencias del Archivo.





Los pergaminos, durante esos cuatro siglos, se siguieron conservando plegados dentro de los legajos instalados en los diferentes cajones del mueble del archivo secreto, algo por otra parte muy habitual en la época. El mueble disponía, y dispone, de dos alacenas en su parte inferior, una al lado de la otra, que estaban separadas por una plancha de madera. Por encima de ellas tiene una tabla extraíble de madera, con funciones de mesa escritorio, que separa las alacenas de las tres filas de cajones existentes en su parte superior. 

El tamaño no uniforme de esos cajones y de sus compartimentos32, y el de los propios documentos, condicionará el número de pliegues a los que se someterán los pergaminos. 

Los que no habían perdido sus sellos los conservaban unidos con sus cintas, cordones e hilos protegidos generalmente dentro de la plica o doblez del pergamino del que pendían, casi en su totalidad en legajos distribuidos por los diferentes cajones del archivo-secreto, pues las alacenas custodiaban fundamentalmente documentos en papel. 

El mueble estaba protegido por una puerta de madera recubierta de una superficie metálica y dotada de seis cerraduras. Además para acceder a la habitación en la que se encontraba era preciso atravesar otra puerta dotada también de tres cerraduras. 

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El riguroso control de acceso a los documentos municipales establecido ya por acuerdo del ayuntamiento toledano de 27 de enero de 1528, modificado en 19 de marzo de 1539 y 26 de febrero de 154533, debió ayudar mucho a su conservación, incluso antes de la construcción del archivo secreto. 

Todas las salidas de documentos del archivo eran anotadas en los libros de conocimientos, utilizados en Toledo con esta denominación hasta, al menos, el año 180934, fueran a petición de una autoridad local, de un oficial del ayuntamiento o de un particular. 

La autorización debía ser dada previamente por el regimiento reunido en cabildo. Tres de sus miembros tenían tres de las llaves del mueble del archivo secreto, rotándose cada año como regidores archivistas, una cuarta estaba en poder del corregidor, una quinta del escribano mayor, y seguramente la sexta recaía en un jurado. Los seis debían reunirse para abrir el armario-archivo y consultar el documento requerido. 

Pero antes los tres regidores debían haber usado otras tres llaves para abrir la puerta de la “cuadra de las escrituras”, como también se denominaba a la habitación en donde estaba el archivo secreto.

 Es obvio que la situación descrita ayudó notablemente a la conservación de los documentos municipales más solemnes a la largo de los siglos pero habría bastado un simple descuido o un leve periodo de falta de control para que todos los sellos hubieran desaparecido a manos de un coleccionista o fueran destinados a otros usos menos personales.





 Esto ocurrió en casi todas las poblaciones castellanas, pero Toledo es una dichosa excepción. Los archiveros toledanos que continuaron la tarea de los regidores archivistas no separaron los sellos pendientes de sus pergaminos y así, sin amputaciones, se conservan muchos de ellos en la actualidad.

Los libros de conocimientos nos reflejan la salida de los documentos del Archivo como pruebas en determinados procesos o para justificar derechos ante la Corona. Los que portaban sellos, al ser en su mayoría privilegios rodados, cartas plomadas o cartas de privilegio y confirmación, tuvieron un transcurrir ajetreado hasta entrado el siglo XIX pues solían ser los más viajeros al ser enviados de tarde en tarde a las Chancillerías, a los Consejos o a otros altos organismos de la administración central por los motivos señalados.

Esas salidas implicaban riesgos que podían provocar su pérdida definitiva o la de algunos de sus elementos validativos, especialmente de sus sellos.

https://www.ucm.es/data/cont/docs/446-2013-08-22-2012_separata%20garcia%20y%20galende_FALTA%20DEPOSITO%20LEGAL.pdf



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