domingo, 2 de febrero de 2020

El Asesinato del Barbero de Madridejos en 1916

En 1916, el crimen del barbero Félix Sánchez Delgado conmocionó a la localidad de Madridejos. Vista del Paseo y Ermita del Cristo (Foto, Archivo Diputación Provincial de Toledo - ABC

ESBOZOS PARA UNA CRÓNICA NEGRA DE ANTAÑO (XLVII)


Fueron condenados sus dos hermanos Guillermo, que era menor de edad, y Francisco, condenado a muerte, aunque Alfonso XIII conmutó la pena por cadena perpetua

Por ENRIQUE SÁNCHEZ LUBIÁN TOLEDO 
Actualizado:13/11/2019 14:53h

El 25 de agosto de 1916, bien entrada la mañana, algunos vecinos de Madridejos se mostraban extrañados porque Félix Sánchez Delgado no había abierto su barbería. El retraso no era habitual, máxime cuando a ninguno de sus parroquianos había comentado que no pensara atender aquel día su negocio. Preocupados, un grupo de ellos entraron en el local, encontrándose con un espectáculo dantesco. 




Su cadáver estaba en el suelo en mitad de un gran charco de sangre. A escasa distancia del cuerpo aparecían unas navajas de afeitar, muy melladas, que aparentemente habían sido utilizadas para cometer el crimen. Para la autoridad judicial y para el vecindario, el suceso aparecía envuelto en el mayor misterio.

Descubierto el cadáver, un grupo de vecinos se encaminó a casa de su madre, quien vivía con los dos hermanos del difunto: Francisco, zapatero de profesión, y Guillermo, de trece años de edad. Al conocer la terrible noticia, todos ellos rompieron a llorar, mostrándose indignados contra el autor de la muerte.

Por la tarde, tras haberse realizado la autopsia, se verificó el sepelio del cuerpo de Félix. Sus hermanos, muy enlutados y compungidos, presidían la comitiva fúnebre. Mientras tanto, el juez local, auxiliado por agentes de la Guardia civil, avanzaba con la investigación y ya tenía alguna pista que podría encaminarle a esclarecer el suceso.

A la mañana siguiente, cuando Francisco asistía en la iglesia del pueblo al funeral en sufragio de la víctima, la Guardia civil, que ya tenía pruebas inequívocas de la autoría del crimen, le invitó a salir del templo y le condujo detenido hasta el juzgado. Hasta el mismo fue trasladado también el joven Guillermo. Ambos estaban acusados de haber matado a su hermano.

En sus primeras declaraciones, negaron toda participación en el asesinato. Su temple durante los interrogatorios duró poco y no tardaron en confesar que la muerte de su hermano se produjo durante una reyerta entre ellos, causada por, según dijeron, la deplorable conducta del barbero. Esta confesión tampoco se ajustaba del todo a la verdad, pues habían atenuado su testimonio. A la tercera fue la vencida y, por fin, contaron al juez lo ocurrido.

Francisco y Félix estaban enemistados por cuestiones familiares. Ambos, con sus jornales, contribuían al mantenimiento de su madre, viuda, y su hermano pequeño. Al primero le disgustaba la conducta del barbero, considerando que gastaba en vino gran parte de cuanto ganaba. Según se decía en el pueblo, al resentimiento entre ambos no era ajena cierta rivalidad amorosa.

En la noche del 24 de agosto, Francisco entró sigilosamente en el cuarto donde dormían su madre y Guillermo, pidiéndole a éste que le acompañara. Ya en la calle, ante la barbería de Félix, le dijo que iban a matar a su hermano. «Tú, que lo entiendes –le ordenó- abre la puerta con cuidado». Sin oponer ningún reparo, el menor de los Sánchez Delgado, franqueó sin dificultad la entrada al local. En su interior, echado sobre unas banquetas, Félix dormía tranquilamente.

Para no despertarle, ni hacer ruidos, Francisco se descalzó, encendió un quinqué, cogió una navaja de afeitar y con ella en la mano se abalanzó contra su hermano. La agresión, según constaba en el atestado judicial, fue feroz, asiendo a Félix por la cabeza y dándole un buen número de cortes en el cuello, produciéndole una gran hemorragia. Cuando la navaja perdió su filo, agarró otra y continúo atacando a su hermano en el pecho. La muerte del barbero fue inmediata.

Cometido el crimen, Francisco volvió a calzarse las zapatillas, apagó el quinqué y salió a la calle con Guillermo, dejando bien cerrada la puerta de la barbería. Al llegar a su casa, se lavó concienzudamente las manos y las ropas que llevaba. Conservó un pañuelo ensangrentado, con el que se había limpiado las manos en la barbería, dándoselo a su madre para lavar al día siguiente, pretextando que estaba manchado por una hemorragia nasal que había tenido durante la noche.

Una de las pistas que había llevado a la Guardia civil fue un cartoncillo que se encontró en los bolsillos de Félix con la siguiente leyenda: «Me salgo de mi casa por no doblegarme al bandido de mi hermano, que está enseñando mañas del señor segundo Vivillo». 

Esta mención hacía referencia al bandolero andaluz Joaquín Camargo Gómez, conocido con el sobrenombre de «El Vivillo», quien tras haber permanecido huido en Argentina, unos años antes de cometerse el crimen de Madridejos, fue extraditado a España, quedando absuelto de los delitos que se le imputaban y rehaciendo su vida como picador de toros.

Dos años después de cometido el crimen, en la Audiencia Provincial de Toledo se celebró el juicio contra los hermanos Francisco y Guillermo Sánchez Delgado. Se les acusaba de ser autor y coautor de delito de asesinato, con las agravantes de alevosía, parentesco y nocturnidad. Para el primero de ellos se pedía la pena de muerte, mientras que para el segundo, por ser menor de edad, la solicitud del ministerio fiscal era de ocho años y un día de prisión mayor.

A preguntas de su abogado defensor, Francisco sostuvo que molesto por la conducta de Félix fue a pedirle explicaciones a la barbería, discutiendo con él. Como no le satisficieran las mismas, le acometió, obcecado, con una de las navajas que había en el tocador. Guillermo, por su parte, ratificó que su hermano no le había advertido de sus intenciones hasta llegar al local de Félix y que, una vez dentro, no hizo nada más que presenciar el altercado y la agresión.

Oída esta declaración, el fiscal retiró su acusación contra el menor por considerarle irresponsable. El abogado defensor de Francisco, señor Basarán, intentó aminorar la responsabilidad de su patrocinado, considerando que los hechos debían ser calificados como homicidio, en vez de asesinato, mediando provocación por parte de la víctima. 




Esta consideración no fue tenida en cuenta por el jurado, prevaleciendo las tesis de la acusación pública, imponiéndosele al procesado la pena de muerte y una indemnización de tres mil pesetas.

En el Viernes Santo de 1919, Alfonso XIII indultó a seis condenados a muerte, uno de ellos era Francisco Sánchez Delgado

Nueve meses pasó Francisco en prisión esperando a que se cumpliese la pena dictada contra él, pero, afortunadamente, ese fatídico momento no llegó. 

El 19 de abril de 1919, Viernes Santo, Alfonso XIII, perpetuando la «piadosa» costumbre de los reyes españoles de conmemorar tal fecha con el perdón de algunos reos sentenciados a muerte, firmó en el Palacio Real de Madrid el indulto para seis condenados. E

ntre ellos se encontraba Francisco Sánchez Delgado, de veintiocho años de edad y conocido como «El Chato», siéndole conmutada la pena impuesta por la de cadena perpetua.

Por ENRIQUE SÁNCHEZ LUBIÁN TOLEDO 

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