sábado, 21 de marzo de 2020

1934: El Crimen de Moraleda y sus dramáticas secuelas


Cuesta de las Armas con esquina al Corral de la Campana, en cuyas inmediaciones fueron tiroteados los hermanos Moraleda (Foto, Archivo Municipal de Toledo)

ESBOZOS PARA UNA CRÓNICA NEGRA DE ANTAÑO (Y L)
Por Enrique SÁNCHEZ LUBIÁN TOLEDO 
Actualizado:14/03/2020 21:21h 

Los hermanos Félix y Julián Moraleda Miján, propietarios de los bares «Toledo» y «Oriental», llegaban a su domicilio en la calle de las Armas, a pocos metros de la plaza de Zocodover. Antes de que pudieran abrir la puerta fueron tiroteados




Pasadas las cuatro de la madrugada del 23 de agosto de 1934, los hermanos Félix y Julián Moraleda Miján, propietarios de los bares «Toledo» y «Oriental», llegaban a su domicilio en la calle de las Armas, a pocos metros de la plaza de Zocodover.

Antes de que pudieran abrir la puerta fueron tiroteados. Unas horas después, a consecuencia de las heridas recibidas, fallecía el primero de ellos. El crimen tuvo una gran repercusión, perpetrándose el mismo en mitad de un conflicto laboral que enfrentaba a los Moraleda con la sociedad de camareros «La Fraternidad».

En 1928, los hermanos Moraleda inauguraron el bar “Toledo” en la plaza de Zocodover (Foto, Archivo Municipal de Toledo)

En enero de 1928, en los soportales de Zocodover abrió sus puertas el café-bar «Toledo». Los hermanos Moraleda, oriundos de Consuegra, ya regentaban el «Oriental», en la calle Nueva. 

El establecimiento estaba montado por todo lo alto, considerado un local moderno y elegante. 

En su factura habían participado notables especialistas de las artesanías tradicionales toledanas, como Julio Pascual, los hermanos Gutiérrez, Vidal, Joaquín Potenciano o los «Meneses». 

Durante el verano de 1934, los camareros del «Toledo» iniciaron una huelga por discrepancias con sus dueños sobre diferentes contrataciones y despidos. La autoridad gubernativa declaró ilegal el paro, ante lo cual se inició un boicot a este bar. El mismo fue secundado por otros gremios de la Casa del Pueblo. Ello acarreó conflictos en diferentes comercios locales, como en la panadería de Ratié donde un obrero fue despedido por negarse a llevar pan al «Toledo».

En la tarde del 22 de agosto, centenares de toledanos asistieron en la Catedral al traslado de la imagen de la Virgen del Sagrario desde el altar mayor a su capilla. Con ello finalizaba la Feria de Agosto, festejos deslucidos por la anulación de la corrida de toros prevista para el domingo 19, cuyo cartel estaba conformado por Ignacio Sánchez Mejías, Domingo Ortega y Alfredo Corrochano. Unos días antes Sánchez Mejías había sido corneado mortalmente en Manzanares. Esa noche, pasada la una y media de la madrugada, los hermanos Moraleda, una vez terminada su faena, se sentaron en un velador del «Toledo», junto al industrial Plácido Sánchez, para tomar una cerveza antes de irse a descansar.


Además de compartir ese refrigerio, Plácido estaba allí con cierto sentido de salvaguarda, para evitar que los Moraleda pudiesen tener algún problema derivado del conflicto laboral mantenido en su local. Advirtieron que por Zocodover merodeaban tres camareros, dándose la circunstancia de que esa misma noche «La Fraternidad» había celebrado asamblea en la Casa del Pueblo. 

A la hora de retirarse, Félix le dijo a Sánchez que no le acompañase, pues nada había de temer. Días antes el gobernador civil también le había ofrecido protección, rechazándola él. No obstante, una pareja de seguridad tenía encargo de seguirle discretamente cada noche hasta su casa.

Apenas habían transcurrido unos minutos desde que se separaron, cuando en la plaza se oyeron varios disparos. Plácido vio, a lo lejos, como uno de sus amigos caía al suelo. Al instante acudieron a socorrerlo varios agentes y curiosos. Sin pérdida de tiempo, Félix fue trasladado a la Casa de Socorro en la misma plaza de Zocodover. Se le apreciaron cinco heridas de arma de fuego en la región glútea y en las caras posterior y anterior de ambos muslos. En vista de la gravedad se determinó su traslado al Hospital Provincial.

Ante la fachada de la Casa de Socorro se congregaron numerosas personas, entre ellas estaban los camareros que momentos antes andaban por Zocodover: Hilario de la Torre Calvo, Agustín Calvo Garrido y Dámaso Sánchez Sánchez, conocido como «Julio». El herido y su hermano los identificaron como los autores de la agresión, siendo detenidos al instante. Trabajaban en los cafés «Suizo», «Español» y «Oriental» respectivamente.

Una vez en el Hospital, el cirujano extrajo a Félix algunas balas, sin atreverse a afrontar una intervención de mayor envergadura dada su extrema gravedad. Ante esa circunstancia, el herido fue traslado a su domicilio. Julián, por su parte, también había recibido varios impactos, que solo le causaron daños en la ropa. Una de las balas quedó aplastada contra unas tijeras que llevaba en el bolsillo de su chaleco.
Félix Moraleda, en el centro, junto a la doctora Carmen Miedes y el diputado socialista Manuel Aguillaume

Pasadas unas horas, sobre las tres y cuarto de la tarde, Félix falleció. Tenía treinta y seis años de edad. Estaba casado con Daniela Velasco Cuéllar y era padre de una hija, Carmen. Año y medio antes, en marzo de 1933, a la edad de dieciséis meses había muerto el segundo de sus hijos, Francisco.

La noticia causó una gran conmoción, cerrando sus puertas numerosos establecimientos en señal de duelo. Desde la Cámara de Comercio se pidió serenidad y se remitió un telegrama de protesta al ministro de la Gobernación.

Entre los testimonios de pésame recibidos en casa de Moraleda destacaba un telegrama del presidente del Consejo de Ministros, Ricardo Samper. También les visitó Hipólito Jiménez Corona, ex director general de Prisiones. A petición del alcalde, Guillermo Perezagua, el pleno municipal mostró su pesar por esta muerte y su protesta por el atentado cometido.

En tanto, el juzgado de guardia ya había iniciado su investigación. En el lugar de los hechos se recogieron trece casquillos de pistola, una bala íntegra y otra machacada.

Los detenidos declararon que tras dar un paseo por Zocodover se encaminaron por el Paseo del Carmen hacia el Tajo con la intención de darse un baño. De camino al mismo, escucharon unos disparos. 

En el trayecto, según manifestaron, se cruzaron con tres desconocidos, elegantemente vestidos, que a la carrera se dirigían hacia el puente de Alcántara. En el Miradero, dijeron, se encontraron con un guarda a quién preguntaron qué había pasado y tras ser informados de que había un herido continuaron hasta la plaza para conocer más detalles. 

Así llegaron a la Casa de Socorro, donde fueron identificados como los presuntos autores de la agresión y quedaron detenidos. Pese a que no se les encontró arma de fuego alguna y las reiteradas negativas de su participación en los hechos, incomunicados, fueron presos en la cárcel provincial.




La policía supo también que otros dos camareros habían marchado a Madrid. Avisada la Dirección General de Seguridad fueron detenidos, a la vez que otro más en Toledo.

Al día siguiente del fallecimiento, los comercios siguieron cerrados. Junto a la familia Moraleda, el sepelio fue presidido por el ministro de Gobernación, Rafael Salazar Alonso, quien era amigo de juventud del asesinado. Entre la numerosa asistencia no faltaban la totalidad de autoridades locales, así como una nutrida representación empresarial y del partido Renovación Española de Toledo, con el ex diputado a Cortes, José Félix de Lequerica a la cabeza.

Desde el gobierno civil, en tanto el juzgado avanzaba en sus investigaciones, se ordenó la clausura de la Casa del Pueblo. La autopsia determinó que Moraleda tenia, entre otras heridas, siete perforaciones en el vientre.

Amén de los guardas que esa noche prestaban servicio de vigilancia en las casetas instaladas en el Paseo del Miradero, quienes solo pudieron certificar haber visto a unos individuos corriendo por la zona, testimonio crucial en la investigación fue el aportado por la doctora Carmen Miedes Lajusticia, quien vivía en el mismo inmueble que los Moraleda. Declaró que alertada por las detonaciones se asomó a un balcón viendo a los tres individuos que agredieron a Félix. 

Sin dudar reconoció a uno de ellos entre los camareros detenidos. La reconstrucción de los hechos no aportó muchos más datos a la investigación, salvo cerciorar que desde donde decían encontrarse los camareros cuando sintieron los disparos, era difícil escucharlos. Y no descartándose que hubiesen estado implicadas otras personas más.

Una vez dictado el auto de procesamiento, los tres camareros nombraron abogado defensor a Ángel Lara, de Gálvez, quien formaba parte de consejo de dirección de la Casa del Pueblo. Los otros detenidos en Madrid y Toledo quedaron en libertad al no apreciarse indicios de culpabilidad contra ellos.

Apenas había transcurrido un mes del asesinato, cuando, gracias a haber sido declarado el procedimiento como urgente, se celebró el juicio en la sede de la Diputación Provincial. La viuda nombró como abogado a Agustín Conde y Julián a José Esteban Infantes.

 Junto a Ángel Lara, los acusados contaron con los servicios de José Prat, del colegio de Madrid, y José Andrés Manso, del de Salamanca. El fiscal acusaba a los encausados de los delitos de asesinato consumado en la persona de Félix, asesinato frustrado en la de Julián y tenencia ilícita de armas.

En mitad de un gran despliegue de fuerzas del orden, a las nueve y cuarto del 26 de septiembre de 1934, los tres procesados hicieron su entrada en la Diputación custodiados por la Guardia Civil. Las sesiones del juicio se prologaron varias jornadas. 

En sus declaraciones, los camareros apenas variaron la versión ya dada de cuanto hicieron aquella noche, aunque se supo que en algún momento, a consecuencia del conflicto laboral en el « Toledo», en el sindicato se planteó quemar las sillas de la marquesina que el bar mantenía abierta en Zocodover. Y que habían llegado a imprimirse octavillas clandestinas amenazando a los Moraleda.

Durante once sesiones se sucedieron los testimonios de una treintena de testigos, varios peritos y hasta otra reconstrucción de los hechos. La línea argumental de las defensas fue sostener la inocencia de los camareros y derivar la culpabilidad a los tres desconocidos vistos correr hacia el barrio de la Estación y que algunos testigos dijeron no ser las mismas personas que las procesadas. 

En apoyo de estas tesis fue llamado a declarar el diputado socialista Manuel Aguillaume, jefe provincial de Correos, quien dijo haber recibido un anónimo indicándole que horas después del crimen un automóvil con cuatro desconocidos cruzó el Tajo en la barcaza de Aceca. Esta circunstancia fue certificada, también, por el barquero Carmelo Pérez.

 En algún momento del juicio se especuló con que estas personas hubiesen actuado en connivencia con los acusados e incluso que pudieran ser pistoleros venidos ex profeso para poner fin al conflicto laboral mantenido en el «Toledo».Anuncios de los bares “Toledo” y “Oriental” en un programa de Ferias y Fiestas de Agosto de 1928 (Archivo Municipal de Toledo

A la sexta jornada de la vista se convocó huelga general en la ciudad, siendo detenidas las directivas de las sociedades de camareros y panaderos. Ante ello, el abogado Agustín Conde añadió a sus peticiones la disolución de «La Fraternidad».

Sin que ninguna de las circunstancias antes aludidas hubiera podido demostrarse rotundamente durante la vista, en la tarde del cuatro de octubre el tribunal hizo pública su sentencia, considerando a los procesados autores de dos delitos de asesinato con alevosía y uno de tenencia ilícita de armas. 

Se les imponían penas de veintiún años, seis meses y veintiún días de reclusión mayor por la muerte de Félix; de doce años, cinco meses y once días de reclusión menor por la agresión a Julián; y seis meses de corrección menor por la tenencia de armas, También debían indemnizar a la familia de la víctima con 25.000 pesetas. No fue aceptada la petición de disolución de la sociedad de camareros.

Cuando apenas habían trascurrido veinticuatro horas desde que fue conocida la sentencia, los toledanos tuvieron un nuevo sobresalto: las organizaciones socialistas convocaban huelga general en todo el país en protesta por la entrada de tres ministros de la CEDA en el Gobierno. Como respuesta, el Consejo de Ministros acordó declarar el estado de guerra. 

En Toledo el paro fue secundado por obreros de la construcción, electricistas, camareros, panaderos y chóferes. En toda España fueron detenidos los principales dirigentes socialistas. El comandante militar de Toledo, coronel Moscardó dispuso el destierro de la ciudad del diputado Aguillaume. Por si acaso estos acontecimientos no eran suficiente motivo de controversia en la capital, el 11 de octubre Hilario, Agustín y Dámaso ingresaron en el penal de Chinchilla.

Allí se encontraban el 16 de febrero de 1936 cuando el Frente Popular triunfó en las elecciones generales. Desde ese momento, en toda España se sucedieron numerosas manifestaciones solicitando amnistía para los condenados por los sucesos de la huelga general del 34, así como la reapertura de las Casas del Pueblo.

 En Toledo, estas marchas reclamaban también la liberación de los camareros y, según el padre Alonso Getino en su obra «Carmen MiedesLajusticia, protomártir de Toledo», se lanzaban canticos amenazantes contra la doctora y su familia, propietaria de una droguería en la calle del Comercio, en la que solían reunirse grupos falangistas de la ciudad, proveyéndose allí de materiales para la realización de pintadas y pancartas. 

Cinco días después de celebradas las elecciones, el gobierno aprobaba un decreto ley concediendo amnistía a los penados y encausados por delitos políticos y sociales. La medida acogió a los tres camareros condenados. En una de aquellas manifestaciones, la sede de Falange en la plaza de Zocodover fue asaltada, respondiendo sus militantes poniendo un artefacto explosivo en la puerta de la Casa del Pueblo, en la cercana calle Núñez de Arce.

Iniciada la guerra civil, ella, junto a sus hermanos Mariano y Joaquín quiso encerrarse en el Alcázar, pero no lo hizo por quedarse en un domicilio particular cuidando a una niña enferma.

Unos días después, al abandonar ese lugar, fue detenida y recluida en la Diputación Provincial, de donde fue sacada el 4 de agosto para ser asesinada en la Subida de la Granja por seis milicianos. Su padre, Mariano, y un hermano suyo, Luis, lo habían sido días antes. 

Otros dos más, José y Jaime, que estaban presos en la cárcel provincial, murieron víctimas de una saca en el mes de agosto, en la que fueron asesinados más de sesenta reclusos en el Paseo de Recaredo.Penal de Chinchilla, donde fueron encarcelados por tres camareros sentenciados por el crimen de Moraleda (Foto Loty)

Pero las dramáticas secuelas sufridas por algunas de las personas relacionadas con el crimen de Moraleda no terminaron ahí.




Manuel Moraleda Miján, hermano de Félix y Julián, fue herido mortalmente el 24 de julio al intentar cambiar de domicilio.

En Salamanca, el abogado y diputado socialista José Andrés Manso fue detenido por los militares sublevados, siendo ejecutado sin juicio previo y enterrado a la entrada del cementerio, para que todo quien pasase al mismo hubiera de hollar su tumba. Manuel Aguillaume, por su parte, fue detenido en Alicante en abril de 1936, sometido a consejo de guerra y fusilado en Toledo en mayo de 1942.

En cuanto a los camareros condenados, únicamente he podido encontrar algún dato de Hilario de la Torre, quien iniciada la guerra ingresó en el cuerpo de Carabineros y en marzo de 1937 fue puesto en busca y captura por gobierno de Burgos encausado en un sumario por el robo de alhajas y objetos artísticos en la ciudad de Toledo.

José Prat, otro de los abogados defensores, marchó el exilio en México, llegando a ser presidente del PSOE (histórico). De regreso a España fue senador entre 1979 y 1986 y presidente del Ateneo de Madrid.

El escritor Luis Alfredo Béjar, fallecido en 2012, trabajó los últimos meses de su vida en una novela sobre el crimen de Moraleda, cuyo manuscrito dejó prácticamente concluido horas antes de morir. El mismo continúa inédito.


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