Las leyendas que narran visiones de personas ya fallecidas son una constante en Toledo.
La ciudad inspira apariciones y misterios narrados en la noche de los tiempos, en versiones diferentes de un mismo mito que todas las culturas que aquí han morado repiten una y otra vez.
Ahora aquí reproducimos, en su versión caballeresca, una de las leyendas toledanas más repetidas.
La infanta Catalina de Austria recibió una gran fiesta en Toledo.
Sobre la media noche, cuando aún resonaban las campanadas en el reloj del monasterio de Santo Domingo el Real, cercano a donde se realizaba el acto, un noble que asistía a la fiesta, vio como una dama se acercaba.
Sobre la media noche, cuando aún resonaban las campanadas en el reloj del monasterio de Santo Domingo el Real, cercano a donde se realizaba el acto, un noble que asistía a la fiesta, vio como una dama se acercaba.
Como era de gran belleza, le pidió que fuese su acompañante y extrañamente, sin mediar palabra, aceptó su invitación.
Cuando acabo el baile, el noble acompañó a la dama a su casa, que se situaría en la calle de Aljibes, y le prestó su capa roja porque hacía frío.
Al día siguiente, el caballero fue a la casa donde la joven dijo que vivía para recuperar su capa y quedó sorprendido cuando le explicaron que aquella dama había muerto hacía dos meses.
A los dos días un hombre llevó al noble su capa roja que misteriosamente la encontró en el camposanto, encima de la tumba de la condesita de Orsino, «la misteriosa dama de los ojos sin brillo».
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