La historia de Añover de Tajo comienza en la Edad Media, en un contexto de repoblación tardía de la zona tras la conquista castellana del Toledo islámico y su reino taifa, y una vez alejada la frontera con al-Andalus lo suficiente como para proporcionar cierta seguridad a los nuevos habitantes.
Sin embargo, antes de este momento, su término municipal albergó otros núcleos poblacionales repartidos por diferentes lugares a lo largo de los distintos periodos de la Historia.
El presente capítulo, de una forma resumida, muestra un paseo por esa evolución histórica, desde la Prehistoria hasta el siglo XIX.
Añover de Tajo. Día de mercado en la Plaza Chica
Prehistoria e Historia Antigua
El valle del Tajo y las terrazas que lo bordean fueron determinantes para el asentamiento humano desde la Prehistoria. Dichas terrazas se fueron formando en diferentes etapas desde hace unos 400000 años hasta hace tan solo 8000 y supusieron los primeros hábitats de ocupación humana en la zona. Eran principalmente zonas de caza y despiece, y muestra de ello son algunos utensilios encontrados en diferentes puntos.
Estos utensilios se fabricaban con piedra cuarcita y cuarzo filoniano mayoritariamente, y pertenecen sobre todo al periodo Achelense —amplia subdivisión del Paleolítico inferior— aunque también existen restos pertenecientes al Paleolítico superior, en este caso a los subperiodos Magdaleniense y Solutrense.
De época más reciente, lo que llamamos Edad de los Metales, también contamos con asentamientos. El Cerro San Gregorio, por ejemplo, estuvo ocupado en su día por poblaciones de la Edad del Cobre y la del Bronce (3000-1800 a.C. y 1800-750 a.C. respectivamente), y Barcilés, en la vega del Tajo, era un núcleo de población carpetano, pueblo celtíbero de la segunda Edad de Hierro (siglos V-II a.C.). Barcilés, además, de una u otra forma, se ha mantenido como núcleo poblado a lo largo de la Historia, también en época romana.
Muestra de ello es una inscripción que hace referencia a un manantial de aguas con propiedades curativas. Se trata de un exvoto dedicado a las ninfas de Barcilés.
Este enclave estaría relacionado con la explotación agraria de la vega y con la vía de comunicación que unía, por esta margen del río, las importantes ciudades de Toletum (Toledo) y Complutum (Alcalá de Henares).
Añover de Tajo. Carta Puebla (Facsímil) de Fernando III el Santo
La Edad Media
Tanto el mundo visigodo como el posterior periodo islámico resultan en muchas ocasiones difíciles de identificar arqueológicamente y nuestro caso no es una excepción. No contamos con asentamientos adscribibles a esos periodos con seguridad, pero la gran riqueza natural de la vega del Tajo, abundante por entonces en agua, caza, madera y con gran potencial para la agricultura, hace poco probable un intervalo de tiempo tan largo sin ocupación humana.
Y nuevamente, Barcilés es el enclave que con más probabilidad mantuvo una ocupación continuada a lo largo de estas épocas. De hecho en el año 1086, nada más conquistar Alfonso VI Toledo a los musulmanes, figura como villa en un documento de donación, título por cierto que Añover no recibiría hasta el siglo XVII.
Además todavía tendrán que pasar 136 años hasta que Fernando III, el rey santo, conceda la carta puebla por la que nace oficialmente Añover. Esto ocurrirá el 6 de enero de 1222. Antes, pero también en época cristiana, contamos con un nuevo enclave en el término municipal añoverano. En 1183 nace la encomienda calatrava de Alhóndiga que, junto con La Higuera y Borox, formará una importante posesión de esta orden militar en la zona que pervivirá a lo largo de la Edad Media.
La primera ubicación de Añover se localiza en el llamado “lugar de abajo”, junto al Cerro de la Vega, y su primera mención documental es del año 1140. De este modo cuando Fernando III otorga la carta puebla lo que hace en realidad no es dar comienzo a la ocupación del lugar sino dotar de legalidad a un hecho consumado. “Así a los presentes como a los venideros” concede el rey, a modo de normativa, el privilegiado Fuero de Toledo.
Los primeros edificios documentados textualmente son el castillo y el “cellero” de Añover y los molinos del Tajo, y de ninguno de ellos han quedado restos visibles. El castillo de Añover estaba situado sobre el Cerro de la Vega, pero no debemos imaginarlo como un gran castillo sino como una pequeña fortaleza o torre de vigilancia con una cerca que protegía el “cellero” o almacén de grano que luego se molía en los molinos del Tajo. Serviría de refugio a los habitantes de la aldea en caso de peligro y podía cumplir funciones de vigilancia ante un eventual ataque procedente del cercano castillo de Oreja (Ontígola).
Éste, poco después de la toma castellana de Toledo, fue reconquistado por los almorávides, convirtiéndose este tramo del Tajo en un campo de batalla entre los almorávides de Oreja y los castellanos de Aceca (Villaseca de la Sagra), donde existía otro castillo. La definitiva toma castellana de Oreja será en 1139, pero la tranquilidad en esta zona de frontera no llegará hasta mucho más tarde, por lo que la existencia de una torre de vigilancia y refugio sería muy útil.
Añover, como decíamos, nace oficialmente el 6 de enero de 1222, en el contexto de una repoblación tardía e la zona una vez alejada definitivamente la frontera hacia el sur. Sus primeros pobladores, atraídos por las posibilidades agrícolas y ganaderas del emplazamiento, y por las ventajas fiscales y legales que suponía el Fuero de Toledo, procedían fundamentalmente de Toledo, que en esta época veía aumentar su población significativamente.
Mediante la carta puebla, que es un privilegio rodado garantizado con el sello real y confirmado por los prelados, grandes y primeros dignatarios del reino, el rey autorizaba la ocupación del lugar y confirmaba su término, pero se reservaba la propiedad de todo ello ofreciendo a los pobladores su tenencia y disfrute perpetuo, con posibilidad de transmitirlo a sus descendientes o a terceras personas incluso por compraventa.
Y lo hacía a cambio de tres tributos: la décima parte de todos los frutos, diezmados antes de volver a hacerlo para la iglesia; el pago anual de una moneda de oro por cada buey de labor; y la prestación en las tierras del rey de tres jornales al tiempo de sembrar, barbechar y trillar. Además el rey se reservaba la pesca entre la isla de Cinco Yugos y Añover y el derecho de pasto para su vacada de Magán.
Aunque Añover nace como lugar de realengo, es decir propiedad del rey, en 1243 el mismo Fernando III lo cambia, mediante escritura de trueque y cambio, junto con la todavía no conquistada ciudad de Baza, al arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada por el señorío de los Montes de Toledo, hecho que será confirmado por otro documento en 1252. De este modo Añover se convertía en un señorío solariego cuya titularidad correspondía a la Iglesia de Santa María de Toledo representada por su arzobispo.
Ésta lo explotará por vía de arrendamiento hasta que en el siglo XV, obligado por la mala gestión, el arzobispo Alonso Carrillo de Acuña constituya un censo enfitéutico perpetuo a cambio de una renta anual. Así aunque la iglesia toledana seguía siendo el titular del señorío, el titular del censo enfitéutico perpetuo era quien ejercía sus atribuciones, cobraba impuestos y se beneficiaba de los frutos y de los derechos señoriales. El primer titular de dicho censo enfitéutico en 1466 será, sospechosamente, Luis Carrillo, sobrino del arzobispo.
Es también en el siglo XV, y más concretamente durante su último tercio, cuando se produce el traslado de Añover desde “el lugar de abajo” a “el lugar de arriba”. Ello está motivado por haberse convertido el antiguo emplazamiento en malsano a causa de la humedad y de las crecidas del río, que por entonces discurría por la madre vieja, bastante más cerca del Cerro de la Vega que en la actualidad.
Poco a poco los vecinos de Añover se van trasladando al lugar donde hoy se encuentra el pueblo y adonde se dirigían los nuevos colonos que llegaban. Ante este hecho Fernando el Católico en 1479 y la Justicia de Toledo en 1484 prohíben dicha práctica sin obtener ningún éxito, existiendo por entonces, un “Añover bajo” y un “Añover alto”.
Edad Moderrna y principios de la Contemporánea
Será durante el siglo XVI cuando esta tendencia se confirme prevaleciendo el asentamiento en lo alto y estableciéndose con ello las bases para el desarrollo futuro de Añover. Por aquellos tiempos surgen o se consolidan costumbres y tradiciones que han perdurado hasta nuestros días, aunque en otros casos dichos usos se han perdido en el tiempo. Uno de los que nos ha llegado es el culto a San Bartolomé, que ya por entonces contaba con una ermita muy antigua en relación con su manantial y estaba dotada de una huerta.
La fuente principal de conocimiento de los pueblos de España en aquella época son las Relaciones de Felipe II (VIÑAS Y PAZ, 1949), que para Añover llevan fecha de 1576. Gracias a ellas conocemos datos acerca de su población, que por entonces crece sustancialmente, de la existencia de una primitiva iglesia parroquial de Santa Ana de la que nada ha quedado, de la ruina del antiguo castillo del Cerro de la Vega o de los productos de la tierra.
Éstos eran principalmente trigo y cebada, aunque también se plantaban viñas y frutales. La centuria, por otra parte, se cierra con la promulgación de las primeras ordenanzas municipales de Añover en 1597.
El siglo XVII es un periodo clave para la historia de Añover. De hecho comienza con la fijación definitiva del nombre de “Añover de Tajo”. Ello se debe al nacimiento en 1601, en tierras de Salamanca, de un nuevo Añover: Añover de Tormes. Desde entonces para diferenciar uno de otro, en la documentación, se hace referencia a la pertenencia fluvial. El otro gran hito de la centuria y de la historia de Añover de Tajo es la obtención del título de villazgo.
Éste es concedido por Felipe IV en 1639 previo pago de 16000 ducados y supone el cambio de estatus jurídico de Añover de Tajo, que de lugar o aldea pasa a ser villa independiente de Toledo con su propia jurisdicción civil y criminal. En ella el vecindario elegirá desde entonces a sus autoridades libre y directamente, y la Justicia juzgará todos los casos en las dos instancias, pudiendo imponer penas incluso de muerte.
La Villa de Añover de Tajo conocerá en la centuria del Setecientos un periodo de relativa riqueza y prosperidad. En su transcurso se erige la actual iglesia parroquial —que no su torre que fue construida a mediados del siglo anterior—. La nueva iglesia, edificada entre 1728 y 1753 según proyecto del arquitecto Pedro Sánchez Román, sustituye a la antigua, que se encontraba en estado de ruina ya en 1683 hasta el punto de cerrarse al culto poco después, trasladándose las imágenes y oficios religiosos a las ermitas de la Vera Cruz y de San Bartolomé. Esta última y su cofradía viven por entonces su momento de mayor esplendor.
Así en 1764 se adquiere el actual trono de plata realizado por el artista platero Manuel de Bargas.
Durante este siglo se da el aumento y pujanza de la nobleza local. Destacan las familias de los Alcázar, Carmena, Cuellar, Horcasitas o Quintana, alguno de los cuales nos dejaron sus casonas con escudo nobiliario. Para el campo también es un buen momento.
Se introducen nuevos cultivos como el sen o el espárrago, se construye en 1730 un nuevo puente sobre el arroyo de la Fuente del Valle para bajar a la vega —y poder enlazar con el camino real de Toledo a Aranjuez— y se crea la Real Acequia del Jarama en 1741.
El presente capítulo, de una forma resumida, muestra un paseo por esa evolución histórica, desde la Prehistoria hasta el siglo XIX.
Muestra de ello es una inscripción que hace referencia a un manantial de aguas con propiedades curativas. Se trata de un exvoto dedicado a las ninfas de Barcilés.
Este enclave estaría relacionado con la explotación agraria de la vega y con la vía de comunicación que unía, por esta margen del río, las importantes ciudades de Toletum (Toledo) y Complutum (Alcalá de Henares).
Y nuevamente, Barcilés es el enclave que con más probabilidad mantuvo una ocupación continuada a lo largo de estas épocas. De hecho en el año 1086, nada más conquistar Alfonso VI Toledo a los musulmanes, figura como villa en un documento de donación, título por cierto que Añover no recibiría hasta el siglo XVII.
Además todavía tendrán que pasar 136 años hasta que Fernando III, el rey santo, conceda la carta puebla por la que nace oficialmente Añover. Esto ocurrirá el 6 de enero de 1222. Antes, pero también en época cristiana, contamos con un nuevo enclave en el término municipal añoverano. En 1183 nace la encomienda calatrava de Alhóndiga que, junto con La Higuera y Borox, formará una importante posesión de esta orden militar en la zona que pervivirá a lo largo de la Edad Media.
Éste, poco después de la toma castellana de Toledo, fue reconquistado por los almorávides, convirtiéndose este tramo del Tajo en un campo de batalla entre los almorávides de Oreja y los castellanos de Aceca (Villaseca de la Sagra), donde existía otro castillo. La definitiva toma castellana de Oreja será en 1139, pero la tranquilidad en esta zona de frontera no llegará hasta mucho más tarde, por lo que la existencia de una torre de vigilancia y refugio sería muy útil.
Mediante la carta puebla, que es un privilegio rodado garantizado con el sello real y confirmado por los prelados, grandes y primeros dignatarios del reino, el rey autorizaba la ocupación del lugar y confirmaba su término, pero se reservaba la propiedad de todo ello ofreciendo a los pobladores su tenencia y disfrute perpetuo, con posibilidad de transmitirlo a sus descendientes o a terceras personas incluso por compraventa.
Y lo hacía a cambio de tres tributos: la décima parte de todos los frutos, diezmados antes de volver a hacerlo para la iglesia; el pago anual de una moneda de oro por cada buey de labor; y la prestación en las tierras del rey de tres jornales al tiempo de sembrar, barbechar y trillar. Además el rey se reservaba la pesca entre la isla de Cinco Yugos y Añover y el derecho de pasto para su vacada de Magán.
Ésta lo explotará por vía de arrendamiento hasta que en el siglo XV, obligado por la mala gestión, el arzobispo Alonso Carrillo de Acuña constituya un censo enfitéutico perpetuo a cambio de una renta anual. Así aunque la iglesia toledana seguía siendo el titular del señorío, el titular del censo enfitéutico perpetuo era quien ejercía sus atribuciones, cobraba impuestos y se beneficiaba de los frutos y de los derechos señoriales. El primer titular de dicho censo enfitéutico en 1466 será, sospechosamente, Luis Carrillo, sobrino del arzobispo.
Poco a poco los vecinos de Añover se van trasladando al lugar donde hoy se encuentra el pueblo y adonde se dirigían los nuevos colonos que llegaban. Ante este hecho Fernando el Católico en 1479 y la Justicia de Toledo en 1484 prohíben dicha práctica sin obtener ningún éxito, existiendo por entonces, un “Añover bajo” y un “Añover alto”.
La fuente principal de conocimiento de los pueblos de España en aquella época son las Relaciones de Felipe II (VIÑAS Y PAZ, 1949), que para Añover llevan fecha de 1576. Gracias a ellas conocemos datos acerca de su población, que por entonces crece sustancialmente, de la existencia de una primitiva iglesia parroquial de Santa Ana de la que nada ha quedado, de la ruina del antiguo castillo del Cerro de la Vega o de los productos de la tierra.
Éstos eran principalmente trigo y cebada, aunque también se plantaban viñas y frutales. La centuria, por otra parte, se cierra con la promulgación de las primeras ordenanzas municipales de Añover en 1597.
Éste es concedido por Felipe IV en 1639 previo pago de 16000 ducados y supone el cambio de estatus jurídico de Añover de Tajo, que de lugar o aldea pasa a ser villa independiente de Toledo con su propia jurisdicción civil y criminal. En ella el vecindario elegirá desde entonces a sus autoridades libre y directamente, y la Justicia juzgará todos los casos en las dos instancias, pudiendo imponer penas incluso de muerte.
Así en 1764 se adquiere el actual trono de plata realizado por el artista platero Manuel de Bargas.
Durante este siglo se da el aumento y pujanza de la nobleza local. Destacan las familias de los Alcázar, Carmena, Cuellar, Horcasitas o Quintana, alguno de los cuales nos dejaron sus casonas con escudo nobiliario. Para el campo también es un buen momento.
Se introducen nuevos cultivos como el sen o el espárrago, se construye en 1730 un nuevo puente sobre el arroyo de la Fuente del Valle para bajar a la vega —y poder enlazar con el camino real de Toledo a Aranjuez— y se crea la Real Acequia del Jarama en 1741.
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