Hay imágenes que nos trasladan con sorprendente facilidad a tiempos pasados, y digo trasladan porque realmente la sensación que percibimos es de total comunión con lo que estamos observando, nos sentimos como si estuviésemos asomados por una ventana y pudiésemos tocar lo que tenemos delante.
Si la imagen es una fotografía, esta sensación es relativamente más fácil de conseguir, pero si la imagen que nos subyuga es una pintura entonces estaremos contemplando algo especial. Esa obra de arte necesita, para impactar nuestra sensibilidad, una hondura mayor que la transparencia de la fotografía. Su mérito por tanto es mayor si es capaz de remover nuestro espíritu.
Una pintura es un camino de ida y vuelta, el pintor contempla la escena, siente la temperatura del ambiente, la luz que envuelve la estampa, el sonido que escucha, el movimiento y el olor del aire. En el camino de retorno, el artista devuelve lo que ha cogido, y hace material y perenne un instante fugaz. Sobre la tabla o lienzo vuelve a aparecer luz, temperatura, sonido, movimiento y olor.
Ese tiempo suspendido, idílico, podemos contemplarlo de nuevo para hacernos eternamente parte de él.
La maravillosa obra de arte que traemos a nuestro blog pertenece al pintor D. Martín Rico y Ortega (El Escorial 1833 – Venecia 1908 †), artista español especializado en pintura de paisaje. Este cuadro, titulado “La aguadora”, es un óleo sobre tabla de dimensiones 21,7 cm. x 34,8 cm. y representa una vista imaginada de la ciudad de Toledo.
En esta vista agrupa diversos motivos que estudió y contempló en nuestra ciudad entre mayo y agosto de 1875. De forma fiel retrata el alma y esencia de Toledo, conjugando hábilmente la composición con elementos inertes y animados. Arquitecturas vetustas: piedra, ladrillo, revoco, madera, forja, … la niña aguadora, los borriquillos, el perro, la mujer que se asoma a la puerta, el clérigo, los pájaros. Luz estival y cegadora del mediodía, de la que apenas puede huir la niña arrimada a la jamba sobre la estrecha sombra. Malvas reales sobre la ventana en busca del cielo, flores enjauladas rojas y blancas …
En esta vista agrupa diversos motivos que estudió y contempló en nuestra ciudad entre mayo y agosto de 1875. De forma fiel retrata el alma y esencia de Toledo, conjugando hábilmente la composición con elementos inertes y animados. Arquitecturas vetustas: piedra, ladrillo, revoco, madera, forja, … la niña aguadora, los borriquillos, el perro, la mujer que se asoma a la puerta, el clérigo, los pájaros. Luz estival y cegadora del mediodía, de la que apenas puede huir la niña arrimada a la jamba sobre la estrecha sombra. Malvas reales sobre la ventana en busca del cielo, flores enjauladas rojas y blancas …
Está documentada parcialmente la visita de este autor a determinados puntos de Toledo gracias a los bocetos y dibujos preparatorios que realizó. Tomó apuntes en la Casa de Samuel Leví, actual Museo del Greco, y realizó, entre otros, varios bocetos de las esculturas de la Puerta de los Leones de la Catedral. Teniendo como referencia sus apuntes realizó varios cuadros de temática toledana.
En el cuadro que hoy comentamos podemos descubrir diversos elementos de nuestra ciudad, que además de los mencionados, sirvieron de inspiración a Martín Prieto para completar su obra
En el cuadro que hoy comentamos podemos descubrir diversos elementos de nuestra ciudad, que además de los mencionados, sirvieron de inspiración a Martín Prieto para completar su obra
por Jose María Gutiérrez Arias
Fuente: http://consorciotoledo.wordpress.com/2014/02/17/la-aguadora-reflejo-del-alma-de-toledo/
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