El 4 de septiembre de 1866, el gran pintor francés Èdouard Manet visitó Toledo con el propósito principal de conocer las obras del Greco conservadas en la ciudad. Un día antes había escrito un carta a su amigo Henri Fantin-Latour,también pintor, dándole cuenta de esta proyectada visita aunque posteriormente no conocemos ningún escrito suyo sobre la impresión que nuestra ciudad y los cuadros del Greco le produjeron.
Su también colega y crítico de arte Zacharie Astruc, que tan sólo un año antes hizo un largo viaje por nuestro país, le había enviado una extensa carta, de más de veinte páginas, con toda clase de información sobre ciudades interesantes para ver (entre ellas Toledo), monumentos, horarios para las excursiones desde Madrid, hoteles y fondas en las que podría albergarse, y un sinfín de consideraciones precisas y diversas para no perderse y extraer del viaje el mayor provecho, pues Manet no sabía español.
A Toledo llegó acompañado del crítico Théodore Duret, para ver las obras del Greco que le había indicado Astruc (El Expolio y el Entierro). Las indicaciones que éste le había escrito sobre la ciudad eran precisas:
"En Toledo: Ver toda la ciudad. Sólo la catedral, es una maravilla. En la sacristía está el famoso Greco del que le he hablado y en otra pequeña iglesia otro cuadro de la misma fuerza original.
Subir al alcázar. No deje de ver las dos antiguas sinagogas perfectamente conservadas, las mezquitas, y una casa particular donde se encuentran magníficas salas árabes con espléndidos revestimientos de ladrillo.
Bajar también hasta la orilla del río y recuerde que hay pobres Zacarías buscando ruinas árabes entre difíciles cuestas."
No sabemos si la jornada dió para conocer tanto como su amigo le había sugerido, pero en cualquier caso, de lo que sí tenemos constancia es de que a raiz de esta visita el aprecio de Manet por la obra del Greco fue creciente.
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