Gerardo de Cremona, el traductor más célebre de la llamada Escuela de Traductores de Toledo, nació en 1114 en la ciudad italiana de Cremona y murió en Toledo en 1187. Durante cuarenta y tres años realizó en la vieja ciudad del Tajo más de setenta traducciones arabo-latinas que contribuyeron a difundir en Europa la cultura clásica y oriental, propiciando el tránsito hacia el Renacimiento.
El lombardo llegó a Toledo con treinta años de edad, hacia 1144, motivado por el deseo de encontrar un ejemplar del «Almagesto» de Ptolomeo, el tratado astronómico más importante de su tiempo.
Deslumbrado por la riqueza bibliográfica que atesoraba la antigua Tulaytula desde los tiempos de la dominación árabe, el cremonense decidió instalarse en Toledo, parece ser que bajo la protección del arzobispo gascón Don Raimundo de Sauvetat, dedicándose por entero a una colosal actividad traductora.
Para él parecen pensadas las palabras de Marañón al explicar la causa de su propio enraizamiento toledano: «…por ese instinto que atrae a los hombres, como a los pájaros (…) a los lugares donde el destino ordena que nuestra obra se va a cumplir».
Tras la reconquista de Toledo en 1085, se dio a conocer en Europa la extraordinaria biblioteca heredada de los árabes, en la que se conservaban muchas de las grandes obras de la ciencia y la filosofía greco-latinas perdidas en Occidente, pero también otras muchas obras de autores orientales completamente desconocidos por los europeos.
La inmensa labor traductora de Gerardo abarcó temas tan diversos como Matemática, Medicina, Lógica, Filosofía, Óptica, Dinámica, Astronomía, Astrología, Alquimia, Geomancia, etc, y autores tan relevantes como Aristóteles, Euclides, Hipócrates,Arquímedes, Avicena, Azarquiel, al-Kindi, al-Farabi y al-Jwarizmi, entre otros muchos.
Gerardo mostró un interés particular por Ptolomeo, Galeno yAvicena. En cuanto a la filosofía, su elección se volcó decididamente hacia Aristóteles. El cremonense llegó a ser uno de los más importantes traductores del Estagirita, cuyo conocimiento se difundió en Europa en buena medida a través de sus traducciones.
Un trabajo tan vasto y multidisciplinar no hubiera sido posible sin competentes colaboradores, de los que sin embargo solo tenemos noticia de la existencia de un mozárabe de nombre Galip que participó con Gerardo en la traducción del Almagesto.
El hipotético mecenazgo de los arzobispos de Toledo adquiere consistencia con el hecho de que el nombre de Gerardo de Cremona aparece en el cartulario catedralicio desde marzo de 1157 hasta marzo de 1176, formando parte del cabildo de canónigos en el periodo en que se suceden los arzobispos Don Juan de Castellmorum y don Cerebruno de Poitiers.
Otro indicio de la vinculación de Gerardo con la catedral toledana es su ejercicio docente en la escuela catedralicia, como atestigua su colega Daniel de Morley al comentar en un texto autobiográfico cómo durante una de las clases que impartía el italiano, expresó éste su opinión acorde con la influencia efectiva de los astros en los fenómenos naturales.
Al igual que Gerardo de Cremona, otros estudiosos extranjeros y también españoles realizaron su particular peregrinaje a la vieja Tulaytula para realizar traducciones de los códices árabes. Traductores coetáneos de Gerardo son, por parte española, el judío sevillano Juan Avendeuth y los mozárabes toledanos Marcos de Toledo y Domingo Gundisalvo; mientras por parte extranjera conocemos a los ingleses Daniel de Morley, Robert de Chester y Adelardo de Bath. Pero sin duda, como dice el especialista Francisco Márquez Villanueva: «Cabe la seguridad de que hubo muchos más traductores, tanto alienígenas como autóctonos, y muchos más libros que los de siempre catalogados».
Se ha especulado con la posibilidad de que Gerardo trabajase dentro de la catedral, que en el siglo XII todavía se asentaba en la antigua mezquita aljama de los musulmanes. Pero el único dato sobre una ubicación precisa de los trabajos de traducción es el aportado por el experto investigador Ramón Gonzálvez, en relación al traductorHermann el Alemán, revelando que éste trabajó en la capilla del monasterio de la Trinidad situado en el lugar que hoy ocupa el Hospitalito del Rey.
El fenómeno de lastraducciones toledanas, que se extendió del siglo XII al XIII, fue bautizado a principios del siglo XIX por el historiador francés Amable Jourdain como «Escuela de Traductores de Toledo», una denominación bastante discutida por cuanto puede inducir a pensar erróneamente que se trató de una institución formal a la manera de una academia reglamentada.
En una primera etapa, los protagonistas de la «Escuela» debieron de contar con la protección de los arzobispos toledanos. Más tarde, en tiempos de Alfonso X el Sabio, se producirá una segunda época en que la Escuela de Traductores de Toledo adoptó características diferentes bajo el patrocinio y dirección personal del monarca, en torno a su scriptorium real.
Cierto es que otros puntos de España como Barcelona, Ripoll, Tarazona, Zaragoza y Tudela conocieron la actividad traductora, pero solo de manera puntual, sin continuidad en el tiempo ni con la profusión que en Toledo.
En la antigua Tulaytula se daban las condiciones idóneas para las traducciones arabo-latinas por cuanto la ciudad disponía, además de un acervo bibliográfico abundante, del recurso humano más capacitado para realizarlas: los mozárabes, versados por nacimiento en el manejo de las lenguas árabe, romance y latina. No obstante, junto a los mozárabes, también participaron en las traducciones judíos y mudéjares.
Fascina observar cómo Cervantes, seis siglos después, alude al escenario multirracial y plurilingüe de Toledo en el episodio donde busca en el Alcaná a un «morisco aljamiado» para que le traduzca el manuscrito del sabio arábigo Benengeli. En virtud de este pasaje conocemos que, después de tantas centurias, todavía resultaba fácil en Toledo encontrar traductores a pie de calle: …«y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua le hallara».
La técnica traductora consistía en que el colaborador mozárabe, judío o mudéjar traducía en voz alta del árabe a la lengua castellana («in lingua tholetana» dice Daniel de Morley) o a un deficiente latín, mientras el estudioso lo vertía palabra a palabra a un latín culto y esmerado.
No es aventurado suponer que los libros árabes de Toledo procedieran de la célebre biblioteca de Córdoba, cuyos fondos se dispersaron tras el desmoronamiento del califato, yendo a parar a las distintas taifas peninsulares. En aquel tiempo el emir Almamún de Toledo reunía en su corte a un círculo de sabios eminentes en torno a las figuras de Ibn Saíd y Azarquiel, que no dejarían pasar la ocasión de acaparar el mayor número posible de códices cordobeses.
Toledo en la Edad Media sirvió de puente cultural de Oriente a Occidente, y muchas de sus aportaciones mantienen todavía notable vigencia. Como afirma el historiador Thomas F. Glick, «Los mismos numerales se identificaron hasta tal punto con el movimiento de traducción centrado en Toledo que fueron conocidos en Europa como número toledanos («toledane figure»).
Resalta con cierto humor en el historial de Gerardo de Cremona su error al traducir en el códice de al-Jwarizmi el término «números inconmensurables» por el de «números irracionales», con el que se quedó consagrado para siempre en el nomenclátor matemático.
Asimismo, la huella de nuestro personaje alcanza literalmente las estrellas, pues el nombre árabe que designa a muchas de ellas procede de la versión que difundió Gerardo al traducir el Almagesto de Ptolomeo.
La llamada Escuela de Traductores de Toledo, con Gerardo de Cremona como cabeza simbólica, constituye uno de los capítulos más enaltecedores de la relación entre Oriente y Occidente y una muestra de las fuentes plurales de las que se nutre la cultura Europea.
Desde el siglo XI con Azarquiel al siglo XIII con Alfonso X el Sabio,Toledo fue un foco de creación científica primero y de difusión después, y en este rincón del Tajo se pusieron algunos de los primeros arcos del puente por el que la humanidad transitó de las oscuridades de la Edad Media a las luces del Renacimiento.
Por Mariano Calvo, escritor
Día 14/10/2014 - 15.23h
Fuente: http://www.abc.es/toledo/ciudad/20141014/abci-novecientos-gerardo-cremona-mariano-201410141429.html
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