Durante gran parte del periodo emiral-califal la ciudad de toledo, antigua capital de la España visigoda y dominada por un partido autonomista, estuvo en rebeldía contra el poder central cordobés.
Es el mismo caso de Mérida, antigua capital de la Diocesis Hispaniarum, en la que se tuvo que construir una alcazaba para proteger a la guarnición (de los emeritenses) y cuya murallla terminó por ser agujereada para impedir las continuas rebeliones.
El predominio de gran población mozárabe convirtió pronto a Toledo en un foco de continua preocupación para Córdoba.
En 797 (según Claudio Sánchez-Albornoz en 807 y 800 según otras fuentes), durante el emirato de Alhakén I, estalló una sublevación contra Córdoba.
El emir envió al muladí oscense Amrús ben Yusuf (llamado Amorroz en las crónicas cristianas) para someter la ciudad. Amrús diezmó a los muladíes locales mediante un cruel ardid.
El emir envió al muladí oscense Amrús ben Yusuf (llamado Amorroz en las crónicas cristianas) para someter la ciudad. Amrús diezmó a los muladíes locales mediante un cruel ardid.
Se trata del suceso conocido como la jornada del foso. Amrús organizó un banquete en el palacio del gobernador e invitó a comer a los muladíes principales de la ciudad.
A las puertas de la residencia, hizo apostar unos verdugos y, a medida que iban llegando los invitados, se les cortaba el cuello, siendo arrojado el cadáver a una zanja (de aquí el nombre con que es conocido el episodio).
De esta manera, el emir consiguió someter por un tiempo al pueblo toledano. No obstante, éstos volvieron a rebelarse en el 811 y en el 829, después de su muerte.
De esta manera, el emir consiguió someter por un tiempo al pueblo toledano. No obstante, éstos volvieron a rebelarse en el 811 y en el 829, después de su muerte.
En el año 930 inicia la campaña para rendir la ciudad de Toledo, gobernada por Tha'laba ben Muhammad ben 'Abd al-Warith.
Solo se consiguen tomar algunos enclaves fortificados cercanos a la ciudad como Mora, Alamín y Canales.
Solo se consiguen tomar algunos enclaves fortificados cercanos a la ciudad como Mora, Alamín y Canales.
En el caso de Toledo la estrategia cordobesa pasó por sustraer del territorio del N toledano espacio para fundar ciudades: Alamín en el Alberche, Canales, Olmos y Calatalifa en el Guadarrama y Madrid en el Manzanares, que protegían las vías de acceso y por lo tanto las posibilidades de los toledanos de recibir auxilio de la España cristiana.
En el año 932 el califa Abderramán III tuvo que llevar una campaña en toda regla para acabar definitivamente con la rebelión toledana. Al respecto se puede consultar p. ej. el artículo de Eduardo Manzano Moreno, "Madrid, en la friontera omeya de toledo", Madrid del s. IX al XI, Comunidad de Madrid, 1990, pp. 115- 129
Mientras , se produce una breve ocupación de Madrid por Ramiro II mientras acudía en apoyo deToledo
Abd al-Rahman III aplastó la endémica rebelión de la ciudad de Toledo , tras un asedio de dos años, sometiéndola al califato cordobés. Al desintegrarse el califato en el siglo XI, Toledo se convirtió en un importante reino de taifa, que no obstante, tuvo que pagar parias a los reyes de Castilla para mantener su independencia.
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