viernes, 27 de marzo de 2015

El intrépido Capitán Boyton, último aventurero del Río Tajo: El descenso del Tajo desde Toledo a Lisboa ( y II )

Durante los primeros kilómetros el río le sorprendió por su carácter cambiante, alternando tramos donde era ancho y lento con otros estrechos y escarpados, donde navegaba con gran rapidez. Pero mucho más le llamó la atención pasar días enteros en el agua sin llegar a ver ni una sola persona, una carretera o un poste de telégrafos.


Entre las anécdotas más curiosas que le ocurrieron durante su viaje están los encuentros con la gente del campo, ya que la mayoría vivían ajenos a las noticias que aparecían en los periódicos anunciando el viaje de Boyton.

Cuando no huían despavoridos al verle, era tratado con mucha amabilidad por los paisanos. Al comienzo de su travesía, agotado después de recorrer una zona de curvas y cascadas, pidió ayuda haciendo sonar su corneta en el silencio de la noche y acudieron unos pastores que le dieron de cenar sopa y le acomodaron en suelo de su choza, donde durmió al calor de una hoguera alimentada con paja que le resultó sorprendente por el calor y luminosidad que desprendía.



Chozo de pastores. Tomada de "Los cabreros extremeños". Cuadernos Populares. Fernando Flores del Manzano (virada a blanco y negro)

Su primera escala de importancia fue en Puebla de Montalbán (Toledo), donde tuvo que parar por haber sufrido un desgarro en el traje. El alcalde se deshizo en atenciones con él e incluso le prestó un elegante traje para que estuviese presentable en las celebraciones que se hicieron en su honor, ya que no llevaba ropa de gala en su reducido equipaje.

Río Tajo a su paso de Puebla de Montalbán. Imagen de libro: La navegación por el Tajo. El reconocimiento de Carduchi en 1641 y otros proyectos. Real Academia de la Historia de Madrid (1998)

Tres días después de su partida llegó a Talavera de la Reina donde la gente, al verle pasar, le obligaban a salir del agua para saludarle. No obstante, no se detuvo en esta ciudad y continuó su recorrido aguas abajo. Cuenta que más adelante se encontró con unos pastores y al saludarles desde el agua, uno de ellos que se encontraba podando una encina, se cayó de árbol asustado por su inesperada presencia….y a continuación huyó atemorizado.

Más tarde, una pequeña niña al cargo de un rebaño de cabras se enfrentó a él cuando le vio llegar por el rio, amenazándole con tirarle una gran piedra que sostenía en sus manos. Finalmente, al ver que era una “persona”, soltó la piedra y le saludó diciéndole adiós a la vez que corría montaña arriba.

Chozo de pastores. Tomada de "La pesca fluvial en Extremadura.Un modo de vida". Cuadernos Populares. Julián Mora Aliseda (virada a blanco y negro)

Antes de llegar a Puente del Arzobispo, Boyton narra haber pasado por estrechos acantilados donde se sentía encerrado, como en un túnel, arrastrado violentamente por el agua en rápidos que discurrían entre saltos rocosos. En una de estas turbulencias fue lanzado con tanta fuerza que se rompió su cinturón y se desprendió la bolsa con las provisiones, sin que pudiese a recuperarla después.

Los disparos de saludo de la Guardia Civil desde lo alto de un acantilado le anticiparon la llegada a El Puente del Arzobispo, donde la gente le esperaba para verle pasar por una zona de grandes saltos y donde fue de nuevo literalmente vapuleado por el agua, emergiendo aturdido y medio ahogado. Un sacerdote le tendió la mano para sacarle del agua, a la vez que le preguntaba si aún seguía vivo.

En esta localidad le dedicaron grandes atenciones, organizando en su honor una ostentosa cena con más de 70 cubiertos y que Boyton agradeció enormemente. El cansancio y el dolor no le permitieron continuar su travesía al día siguiente y se quedó visitando el pueblo con las autoridades.

Le llamó especialmente la atención el ancestral modo de obtener aceite en las almazaras y cómo aprovechaban los restos para alimento del ganado, opinando que con la maquinaria americana sería posible obtener cuatro veces más rendimiento al prensar las aceitunas.

También le llevaron a ver la prisión del pueblo, algo que le sorprendió en gran medida. Los presos esperaban dispuestos en fila custodiados por guardias, mientras que los anfitriones le iban contando los peores crímenes que habían cometido, algunos bastante sanguinarios. 

Uno de los presos, en representación de los demás, pidió a Boyton que intercediera ante el Gobernador para que les permitiera salir de la prisión y bajar al río para ver su partida. 

El Gobernador accedió a su petición y a la mañana siguiente todos ellos le estaban esperando en la orilla del Tajo. En agradecimiento, los presos se ofrecieron a escoltar a Boyton aguas abajo para “protegerle de los numerosos bandidos que podría encontrarse en su camino”, pero se lamentaban por no poder prestarle ese servicio por "estar retenidos en la prisión en contra de su voluntad".


En el tramo entre El Puente del Arzobispo y Berrocalejo (a orillas del actual Embalse de Valdecañas) el Tajo se encajona espectacularmente.

Prosiguió su viaje y comenzó a adentrarse en un largo tramo en el que el río se encajonaba entre paredes rocosas. Esa noche la pasó en una cabaña de un matrimonio de pastores que le dieron cobijo. Inesperadamente y de madrugada se presentaron en la cabaña dos miembros de la Guardia Civil, despertando a Boyton para anunciarle que habían sido mandados por el Rey Alfonso XII para ofrecerle protección y asistencia.



Les dio las gracias y continuó durmiendo….aunque seguro que le costó conciliar el sueño tras la impresión de ver a esas personas armadas con mosquetones y uniformadas con tricornios y capas.

Artículo del Conde de Canilleros en el ABC recordando el viaje de Boyton por el Tajo, en su "honda zanja de Extremadura"

Al día siguiente, tras degustar una deliciosa panceta de jabalí, se lanzó de nuevo al agua. Siguió recorriendo estrechos cañones donde apenas entraba la luz del sol (seguramente entre Valverdeja y Berrocalejo), sin encontrase a penas a nadie. En esta etapa del recorrido se vio obligado a dormir durante el día, ya que descubrió que los lobos eran muy frecuentes en todos los riberos del Tajo y escuchaba sus aullidos cercanos durante la noche. La posibilidad de sufrir algún ataque de los lobos le hizo cambiar el planteamiento de su viaje hasta llegar a la frontera de Portugal. No obstante, a saber cómo reaccionarían los lobos al ver Boyton vestido de esa guisa…

Después de pasar tres interminables días en los cañones del Tajo, sin víveres y agotado, estaba decido a salir del río y buscar algún signo de vida. Cuando más desesperado se encontraba avistó el tenue humo de una hoguera y unas voces humanas que procedían de la orilla y se dirigió presuroso a su encuentro. Se trataba de dos pastores que preparaban tranquilamente su almuerzo. 

Como llevaba puestas las botas de caucho no le escucharon llegar y al saludarles diciendo “!Buenos días, hermanos!”, ambos salieron corriendo y gritando al ver a Boyton enfundado en su traje impermeable. En su huida abandonaron la comida que estaban guisando y el vino, así que aprovechó estos inesperados manjares para saciar su apetito. Tenía la esperanza de que volvieran los pastores, pero al ver que no regresaban les dejo al lado de la hoguera una buena propina en agradecimiento (un dólar español, según cuenta).

Puente de Almaraz o de Albalat (Cáceres)

Aguas abajo, quizás en el Puente de Almaraz, el Gobernador de Cáceres acompañado de numeroso público esperaba su paso a orillas del río. El Gobernador, por encargo de Alfonso XII, tenía que asegurarse de que su viaje transcurría sin incidentes. Prepararon una improvisada carpa donde le obsequiaron con un gran banquete para celebrar su llegada. Pero la razón de interceptar a Boyton en ese preciso lugar también era para prevenirle de que estaba a punto de llegar a uno de los tramos más peligrosos del Tajo, los famosos rápidos de “El Salto del Gitano”.

Estas advertencias no fueron en vano y, al poco de retomar su viaje, Boyton tuvo que enfrentarse a grandes dificultades en este complicado tramo del Tajo. Aunque intentó agarrarse a las piedras, fue arrastrado en varias ocasiones por la corriente, lanzándole violentamente de una orilla a otra y haciéndole chocar con numerosas rocas. Recuerda haber caído por un enorme salto donde el agua sonaba atronadoramente, rodeado por grandes olas y posiblemente engullido por un remolino, sin que pudiera llegar a explicarse de qué modo consiguió salir de allí sano y salvo. Este fue sin duda uno de los momentos más complicados de su travesía y donde el Tajo se mostró con mayor dureza.



Imagen panorámica del Tajo a su paso por el Salto del Gitano (cedida por Kiko Esperilla)


Aunque aparentemente resulta imperceptible, entre Almaraz y Alcántra el nivel del Tajo desciende bruscamente unos 250 m, creando a su paso espectaculares chorreras y saltos, como el Corzo, Quitasustos y el Gitano. 

Al parecer, en el Salto del Gitano existía un abrupto tramo de legua y media (unos 6 km) que hacía imposible que el río fuese navegable y con el que se topó nuestro aventurero. Al pasar por el Salto de Quitasustos desgarró su traje tras chocar con las rocas y al día siguiente unos pescadores de Garrovillas de Alconetar le ayudaron a coser las piezas de caucho dañadas.

Pescador en el río Tajo. Tomada de "La pesca fluvial en Extremadura.Un modo de vida". Cuadernos Populares. Julián Mora Aliseda (virada a blanco y negro)

Resulta especialmente curioso que no hiciese ninguna referencia a la presencia de molinos durante su travesía, ya que en aquella época había centenares de ellos en el curso del río y era una de sus señas de identidad. Con toda seguridad debió saltar por encima de un buen número de azudes, aceñas y represas de molinos o navegar por canales que servían para desviar el agua. En una entrevista a un alcalde que apareció publicada en uno de los periódicos de la época sobre el viaje de Boyton, expresaba su temor a que este excéntrico navegante (al que cariñosamente había apodado como “el cetáceo”) terminase desgraciadamente engullido por las muelas de un molino.


Aceña en el río Tajo. Boyton debió atravesar muchas como ésta hasta llegar a Lisboa


Entrevista a una Alcalde sobre Boyton publicada en "La Ilustración en España y América"

Uno de los documentos bibliográficos más interesantes que he encontrado para documentar el viaje del Capitán Boyton ha sido el libro titulado

 "La navegación por el Tajo. El reconocimiento de Carduchi en 1641 y otros proyectos", publicado por la Real Academia de la Historia (Madrid, 1998)

Describe detalladamente las peculiaridades geográficas del Tajo en el siglo XVII, diferenciando los obstáculos naturales que aparecen en su curso, como islas, bajos fondos, raudales, chorreras, malos pasos, angosturas, estrechamientos y saltos, calificando en algunos casos las aguas de furiosas o furiosísimas y marcando la situación de los remolinos.

Del igual modo se indican los obstáculos artificiales, poniendo de manifiesto infinidad de molinos, presas, aceñas, azudes, canales, puentes y pasos. Sin duda, muchas de las cascadas a las que se refería Boyton debieron ser los saltos de las represas de los molinos, algunas con más de 5 m de altura.




Tramo del Tajo en que se aprecia la cantidad de azudes de molinos que había a lo largo de su cauce. Imágenes: "La navegación por el Tajo. El reconocimiento de Carduchi en 1641 y otros proyectos". Real Academia de la Historia. Madrid (1998)

Confluencia del Tietar en el Tajo en las inmediaciones del Puente del Cardenal, dentro del actual parque Nacional de Monfragüe. Imagen: "La navegación por el Tajo. El reconocimiento de Carduchi en 1641 y otros proyectos". Real Academia de la Historia. Madrid (1998)

Desembocadura del Almonte en el Tajo en las inmediaciones de las ruinas del Puente de Alconetar. Imagen: "La navegación por el Tajo. El reconocimiento de Carduchi en 1641 y otros proyectos". Real Academia de la Historia. Madrid (1998)

Remolino en el Tajo. Imagen: "La navegación por el Tajo. El reconocimiento de Carduchi en 1641 y otros proyectos". Real Academia de la Historia. Madrid (1998)

Durante dos días más prosiguió su viaje río abajo entre cañones rocosos, hasta alcanzar su siguiente destino: Alcántara. La llegada a esta localidad debió se emocionante, sobre todo después de haber recorrido decenas de kilómetros sin ver ni un solo pueblo en las orillas del Tajo. Según cuenta, sobre las 2 de la madrugada descubrió, iluminado por la luz de la luna, un espectacular puente con dos pilares enormes que unía las laderas de dos montañas.

Desembocadura del Alagón en el Tajo en las inmediaciones del Puente de Alcántara. Imagen : "La navegación por el Tajo. El reconocimiento de Carduchi en 1641 y otros proyectos". Real Academia de la Historia. Madrid (1998)

Seguramente quedó impresionado al encontrase ante de semejante monumento después de recorrer algunas de las zonas más salvajes y abruptas de la península ibérica. Lógicamente no había nadie esperándole allí a esas horas, así que tuvo que trepar por la ladera para llegar hasta la cabecera del puente y buscar a alguien que le llevase ante el alcalde.

Imagen del Puente Romano de Alcántara publicada el 22 de noviembre de 1964 en el periódico ABC

Le debió gustar mucho Alcántara, ya que permaneció allí un día entero y donde le ofrecieron todo tipo de comodidades al navegante. Asistió a una obra de teatro y le invitaron a impartir una conferencia sobre sus aventuras. En sus memorias destaca que aquí encontró las mujeres más hermosas que había visto a su paso por España.

 
Puente de Alcántara (Cáceres)

A partir de aquí, su viaje fue completamente distinto. Cuando llego al tramo internacional del Tajo, donde una orilla es española y la otra portuguesa, le estaba esperando un barco enviado por el Ministro de Marina del Gobierno de Portugal y cuyo único cometido era escoltarle hasta su llegada a Lisboa.



Se trataba de una lancha de fondo plano con una cabina, adaptada a la navegación por este tipo de aguas. La posibilidad de contar con un barco de apoyo le permitió comer regularmente y dormir durante la noche en la cubierta (por fin a salvo de los lobos!), olvidándose de las penalidades pasadas en los tramos de Extremadura y Toledo.

A medida que avanzaba la navegación se hacía más fácil, siendo menos frecuentes las torrenteras y disminuyendo la altura de los cantiles, dejándose también notar el efecto de las mareas del Atlántico.

Mapa antiguo Abrantes (Portugal)

Su primera parada en tierras portuguesas fue en Vila Velha de Ródão (Castelo Branco), y después se detuvo en Abrantes y Santarem, siendo recibido con salvas de cohetes y con gran entusiasmo por multitud de gente que se concentraba en las orillas del río. Boyton cuenta una curiosa anécdota en relación con el apodo que habían puesto en la zona de Santarem, donde le llamaban “el hombre de las botas”, igual que a el personaje de una popular leyenda. Según la versión de Boyton, el “homem das botas” fue un personaje inventado por los políticos del gobierno cuando pretendían aprobar una ley con la que el pueblo no estaba de acuerdo. 

Hicieron correr el bulo de que un hombre con botas iba a caminar sobre las aguas del Tajo desde Santarem a Lisboa, con la intención de que todo el mundo acudiese al río a ver este prodigioso espectáculo. Una vez que desviaron la atención de la población, los políticos consiguieron aprobar la ley sin oposición. Muchos años después, cuando vieron a Boyton surcando las aguas del Tajo, recordaron la leyenda de “el hombre de las botas” y por eso decidieron apodarle así.

El río Tajo en Tramagal, aguas abajo de Abrantes (Portugal)

Pero la versión de Boyton posiblemente no era del todo correcta. La verdad es que resulta muy extraño que la promesa de un político llegue a cumplirse alguna vez (algo que no ha cambiado a lo largo de los siglos) y ese detalle me hizo sospechar sobre la veracidad de la leyenda. Indagando en la historia de Santarem, encontré otra versión distinta del “homem das botas”, a mi juicio más creíble. Parece ser que en 1810, durante la invasión francesa, para evitar que fuese profanado el Santo Milagro, una reliquia que contenía una hostia que manaba sangre, los files devotos la trasladaron desde Santarem a Lisboa. 

Una vez que pasó el peligro, los ciudadanos de Lisboa se negaron a devolver el Santo Milagro y amenazaron con impedir por todos los medios que volviese a Santarem. Entonces alguien tuvo la idea anunciar a bombo y platillo, colocando carteles por toda Lisboa, que el día 2 de diciembre de 1811, un hombre provisto de unas botas de corcho iba a cruzar el Tajo entre Lisboa y Almada (ciudad situada justo en frente de Lisboa). Aprovechando que las multitudes acudieron a la desembocadura del río para ver el espectáculo ficticio, nadie se percató de que se estaban llevando el Santo Milagro de vuelta a Santarem, consiguiendo así su propósito.

Reliquia del Santo Milagro de Santarem (Portugal)

Pero lo que realmente fue un milagro es que Boyton llegara a Lisboa al cabo de 18 días desde que salió de Toledo, enfrentándose prácticamente en solitario a toda suerte de peligros, recorriendo más de 700 km y atravesando más de 100 saltos o cascadas (la mayor de ellas con una altura de 80 pies). 

La ciudad se volcó para celebrar su llagada y se estima que más de 100.000 personas fueron a darle a bienvenida (no obstante, encontré una noticia en The New York Times donde estimaban en 200.000 las “almas” que fueron a recibirle). Un barco de vapor lo recogió del agua y nada más subir a cubierta le entregaron las cartas de felicitación de Alfonso XII y del Ministro de Marina de Portugal. A continuación fue escoltado por la guardia ecuestre hasta su hotel, donde continuaron las celebraciones.

Lisboa, el final de la travesía del capitán Boyton

Boyton recalcó al finalizar su viaje que, pese a haber sido advertido de que su vida corría peligro por las gentes salvajes e ignorantes que habitaban las orillas del Tajo, sólo encontró a su paso personas hospitalarias y generosas, tanto en España como en Portugal. Destacó también que, aunque llevaba consigo suficiente provisión de dinero, no consiguió que nadie aceptase su gratitud por los favores que le prestaron, fuese cual fuese su condición.

Antes de marchase de la capital portuguesa impartió una conferencia a los miembros de la Sociedad Geográfica de Lisboa, que quedaron deslumbrados por el interés científico de sus explicaciones. Boyton les habló de unas desconocidas ruinas árabes que había encontrado en uno de los cañones del río. 

Estas ruinas solo eran accesibles desde el agua, posiblemente como consecuencia del violento terremoto 1755, que provocó que cambiase el recorrido del cauce natural por el que discurría el Tajo. Una expedición enviada poco después por la Sociedad Geográfica verificó sus observaciones. He estado buscando más datos sobre la posible localización de estas ruinas árabes, pero no he logrado averiguar nada al respecto.

Se quedó en Lisboa unos días más aprovechando la celebración de los Carnavales y además tuvo la oportunidad de conocer al Rey de Portugal, Luís I, con el que tenía muchas cosas en común, ya que era un apasionado de la oceanografía.

Rey Luís I de Portugal

Este monarca invirtió gran parte de su fortuna en financiar barcos de investigación dedicados a recoger especímenes por los océanos del todos los mares y fue el responsable de la creación de uno de los primeros acuarios del mundo, el Vasco de Gama, en Lisboa, que sigue abierto al público en nuestros días. Su labor fue continuada por su heredero al trono, Carlos I, que emprendió 17 campañas oceanográficas entre 1896 y1907, recolectando e investigando la fauna marina. La historia de la familia real (pertenecientes a la Casa Sajonia-Coburgo-Gotha) también es muy curiosa, a la vez que dramática y con ellos terminó la monarquía en Portugal.

El Rey Carlos I de Portugal,  de gala, a la derecha.

Fuente: http://chajurdo.blogspot.com.es/2010/04/el-intrepido-capitan-boyton-el-ultimo.html

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