En la segunda mitad del siglo II d. C. los godos (originarios de lo que hoy es Prusia oriental, Lituania y Letonia) partieron de la costa sureste del mar Báltico, descendieron hasta el mar Negro y al alcanzar el bajo Danubio, atravesaron la región Balcánica para penetrar en la Península Itálica. En el año 290 d. C. se dividen visigodos y ostrogodos.
En el año 332 el emperador Constantino firma el Tratado de Federación por el que el Imperio Romano se convierte en tributario de la Nación Visigoda. En el año 376 atraviesan el Danubio y conquistan parte el Imperio. En el año 378 aniquilan las legiones romanas en la batalla de Adrianópolis y dan muerte al emperador Valente. En el 382 conquistan Tracia. En el año 410 tomaron Roma, pero la abandonaron y, tras la muerte de su rey Alarico, conquistan Francia y la Península Ibérica. . Su base territorial siempre estuvo en Escitia, entendido este término en sentido amplio como un territorio situado entre el mar Báltico y el mar Negro. De allí sacaban su potencial humano.
Casi un siglo después, en el año 507, perdieron la Aquitania francesa en la batalla de Vouillé contra los francos (que, por cierto, no eran germanos), y sus centros de poder se trasladaron a España, después de haber fundado el primer Estado independiente dentro de territorio Romano en el año 475, en que su rey Eurico así lo declara. Los españoles somos sus descendientes.
Los visigodos, nación de origen báltico, fundaron el Estado español, el Reino de España (nn: ñ). El Reino de España de los godos era una unidad política, administrativa, jurídica, cultural, religiosa y lingüística y que comprendía la totalidad de la Península Ibérica y la Narbonenese gala. Su sistema político era la monarquía hereditaria (la Iglesia romana intentó hacerla electiva) en la estirpe de los Baltos (y Amalos).
Se ha especulado mucho sobre cuántos eran, pero el primero que los estudio de forma científica fue el célebre investigador ruso Mijail Ivanovich Rostovvcev, 1870-1952, quien desmintió el mito pangermanista sobre las invasiones “bárbaras”. Los últimos cálculos, basados en que la movilización de un ejército supone el 5% de la población total de una nación, en el área que ocupaban en aquel momento los visigodos, y si tomamos en cuenta la cantidad de habitantes por km2 usual en aquella época, sitúa su número total en unos dieciséis millones de personas
El ejército que entró en España era de 200 banderas, integradas por mil soldados cada una, es decir, 200.000 guerreros, que si lo multiplicamos por cuatro familiares salen 1.200.000 personas. Si hubiesen sido menos no hubieran podido vencer al Imperio Romano, a los bizantinos, a los hunos, a los vándalos y dominar toda Europa con Teodorico. Las familias godas empezaron a colonizar España después de la derrota de Vouillé en 507, antes eran más bien ejército de ocupación.
Durante cuatro siglos fluyeron godos hacia España. Las cifras de obispos godos e hispanos se van igualando a partir del VII concilio de Toledo, y teniendo en cuenta que los obispos eran elegidos por todos los fieles católicos, es seguro que en las ciudades la población goda e hispana fuese pareja. Seguro que las cifras finales de godos en la Península superaban el 35% de la población total.
Todos los reyes medievales, incluido Alfonso X el Sabio, que así lo relata en su Crónica General, se consideraban sucesores de los reyes godos, de su misma estirpe, lo mismo que la nobleza, y con derecho legítimo a reconquistar el territorio perdido frente al Imperio musulmán. La dinastía de los Austrias españoles basó su legitimidad en la descendencia directa de los reyes visigodos. Desde entonces se han sucedido sin discontinuidad alguna todos los reyes españoles hasta Don Juan Carlos I, que conserva dicha sangre. El cambio de dinastías, Pelágico-alfonsina, Trastámara, Austrias y Borbones es un cambio en los apellidos, puesto que el nombre lo transmite el varón, pero la sangre, la mujer. Este hilo de legitimidad nunca se perdió en España, como los hechos demuestran evidentemente.
Los visigodos fueron el pueblo que primero identifico, dentro del Imperio Romano de Occidente, unos límites precisos como patria y Estado. La lengua goda fue determinante en la formación de la lengua Castellana, que es el latín hablado por los godos. Los españoles somos godos, somos sus descendientes, si no fuera así todos tendríamos la tez morena y el pelo negro y rizado, como nos describe el historiador Jordanes en el siglo VI d. C, en su Gética, Cap. II, 14.
Javier Albert Gutiérrez
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