sábado, 21 de marzo de 2015

Necrópolis del Cerro Colorado, Villatobas, Toledo. Incineración en el Centro de la Península. (I)

Resumen. Se presenta en esta comunicación un primer avance de los resultados obtenidos en la excavación de la necrópolis de Cerro Colorado, Villatobas, Toledo, y su significado dentro del contexto de las primeras necrópolis de incineración en el Centro de la Península. Se hace especial referencia a otras necrópolis cercanas como las de Esperillas y Madrigueras.

1. La actuación arqueológica.

Durante el verano de 2002 se llevó a acabo una excavación de salvamento en el paraje conocido como “Cerro Colorado”, en las inmediaciones de la localidad de Villatobas, Toledo. Este lugar se había inventariado como asentamiento del Hierro II en 1994, con motivo de la prospección que realizamos entonces, y que se recogieron más tarde como la base del trabajo de investigación de uno de nosotros sobre el poblamiento de la Segunda Edad del Hierro en la Mesa de Ocaña (Urbina, 2000), en donde aparece denominado como “Villatobas”.

La necrópolis se localizó casualmente al localizar desde la contigua carretera manchas de ceniza bien visibles, gracias a las labores agrícolas de arranque de un viñedo que habían destrozado la mayoría del lugar. 

No nos cansaremos nunca de invitar a la reflexión sobre los daños que las prácticas agrícolas vienen produciendo en los yacimientos arqueológicos, ya que estas prácticas no están reguladas y los agricultores pueden libremente plantar olivos con excavadora o arrancar vides como en este caso, con arados de 1 m. de profundidad, sobre yacimientos arqueológicos inventariados.El arado había dejado unos surcos con forma de V de 80 cm. de profundidad, sobre un suelo de arcillas rojas arenosas, que tan sólo tienen 60 cm de potencia antes de llegar al nivel de las rocas de arenisca, fragmentos de las cuales fueron llevados a la superficie del terreno. La anchura de los surcos en superficie era de 80-90 cm. de ancho y tan sólo había entre surco y surco un ancho de 20 cm en superficie y unos 60-80 cm. en profundidad sin alterar por el arado.

 A todo esto había que añadir el peligro real que suponía la presencia de un excavador furtivo bien conocido en la localidad, capaz de saquear en una noche la necrópolis entera, de modo que los trabajos se realizaron con la premura y la intranquilidad que caracterizaba a las actuaciones arqueológicas de otras épocas que creíamos olvidadas.Para complicar más las cosas, el estrato de tierra sobre el que se asentaban los enterramientos estaba formado por una capa homogénea de arcillas rojas mezcladas con arena, de las que los 20-25 cm más superficiales ofrecían un aspecto de coloración más clara y consistencia más suelta debido al continuado laboreo de la antigua viña. En esta capa superficial, los elementos intrusivos eran abundantes, como manchas de color negro correspondientes a la basura con la que se había venido abonando la vid, esqueletos de animales como gatos entre esas manchas, y otros restos de plásticos, de botellas de vidrio, latas, etc.

Metodológicamente, hubimos de adaptarnos a las líneas que definían los surcos del arado, en un intento por determinar con precisión el desplazamiento que el arado había producido sobre los materiales de las urnas reventadas por el mismo. De esta forma, se pudo “seguir el rastro” a las destrucciones causadas por el arado y asociar numerosos materiales a su enterramiento original. Se excavaba primero la parte del surco alterado por el arado y a continuación la franja contigua sin alterar. El miedo al saqueo del lugar nos indujo a tomar la precaución de ir tapando las partes excavadas, de modo que éstas no fueran evidentes desde la carretera, para lo cual se procedía a excavar tramos de 10 m. de largo en el sentido del arado, y taparlos con la tierra procedente de los próximos 10 m. Aunque de este modo se perdió la oportunidad de contemplar toda el área excavada en su conjunto, las alteraciones producidas por las labores agrícolas le restaban interés y además conseguimos que la actuación pasara desapercibida en general para posibles saqueadores.


La cartografía de los 66 enterramientos exhumados y los restos dispersos de materiales que no se pueden adscribir a un enterramiento en concreto, nos permiten comprobar la ubicación del actual núcleo central de la necrópolis. Los llanos del páramo calizo se abren a una pequeña vaguada que ha formado la cabecera del Arroyo del Valle, a cuyas aguas debe su existencia el yacimiento y la localidad actual de Villatobas, que se encuentra 1,5 km aguas debajo de la necrópolis.En la ladera del talud del páramo, aflora un lentejón de arcillas rojas de las que el lugar toma su nombre, que cerca del arroyo presentan ya una coloración marrón claro pues están mezcladas con las calizas del páramo. 

La ladera presentaba una pequeña elevación antes de llegar al arroyo, en torno a la cual pensamos que se ubicaría la necrópolis primitiva, que hoy se encuentra muy destruida por el laboreo, ya que sólo ha sido posible encontrar en esta área manchas grises de cenizas. Marcamos en esta zona, al Noroeste del croquis, la existencia de las manchas y las piedras de arena que nos indican la fuerte erosión que ha sufrido la zona perdiendo la totalidad del suelo, ya que los arados han llegado a levantar las piedras del subsuelo. Los restos actuales corresponderían tan sólo a la parte conservada de un recinto que, si llegó a ocupar todo el entorno de esa loma erosionada, apenas representaría el 20% de su tamaño original, mientras que si se extendió por la parte meridional del collado, representaría aproximadamente la mitad de su primitiva extensión.La mayoría de los enterramientos estaban, como decimos, destruidos por los arados, lo cual nos impidió conocer el tipo de cubrimiento original de las urnas o la disposición de las mismas: formando alineamientos, en torno a ciertos lugares centrales, o completamente al azar.

 Ciertos restos dispersos, como los fragmentos de tres pequeños adobes juntos a los huesos y objetos metálicos del enterramiento 49, nos hacen plantearnos la posibilidad de la existencia de algún tipo de cubrición para algunas urnas, incluidos los cubrimientos tumulares, si bien, no se puede descartar que estos adobes funcionasen como receptores de los restos óseos ya que, como tendremos ocasión de ver, se utilizaron al efecto contendores muy variados.Al igual que sucede en la vecina necrópolis de Las Esperillas (apenas a 10 km al Este de Cerro Colorado), parece que se aprovecharon las concavidades de las piedras de arenisca que conforman la base del terreno para depositar las urnas y sus ajuares, en aquellas ocasiones(Tumba 25) en las que el nivel de arcillas rojas sobre las piedras tenía escasa potencia.Por lo que respecta al tipo de contenedores de los restos óseos, predominan en general las vasijas a torno de tamaños medios, entre las que se encuentra tinajillas con bases en ónfalos y bordes con pico de ánade, copas de gran tamaño, urnas ovoides con estrechos cuellos y algún ejemplar para el que apenas existen paralelos en los repertorios tipológicos conocidos en la región. 

En menor proporción aparecen las vasijas a mano, entre las que se constatan grandes vasos de base plana con mamelones sin perforar en el borde, de una tipología muya abundante en necrópolis antiguas como la de Arroyo Culebro (Penedo et alii, 2001) o la levantina de Les Moreres (González Prats 2002).Eran varios los ejemplos en los que los huesos se depositaron directamente sobre hoyos practicados en el terreno, existiendo algún ejemplo de revoco del hoyo con una delgada capa (1 cm.) de arcilla decantada de color amarillento, a semejanza de los revocos de yeso que se documentaron en los hoyos de algunas de las tumbas de Madrigueras (Almagro, 1969) y Palomar de Pintado (Pereira et alii, 2001).

A este respecto hay que señalar la excepcionalidad del enterramiento 53, en el que se depositaron directamente sobre un hoyo, los restos óseos, las vasijas de ajuar y un excepcional conjunto metálico en el que un escudo (del que se ha conservado tan sólo el pequeño umbo metálico) hacía las veces de tapadera cubriendo el enterramiento.Los efectos del arado nos impidieron también en la mayoría de los casos constatar las diversas asociaciones entre urnas y ajuares, aunque contamos con varios ejemplos que apuntan a una situación similar a la que se constata en necrópolis cercanas, como la de Las Esperillas en Santa Cruz de la Zarza (García Carrillo y Encinas, 1990a), en la que predominan los enterramientos individuales, acompañados por algunas vasijas de ajuar, por lo general no más de una o dos, sin llegar en ningún caso a la cantidad de vasijas de ajuar que se documentan en algún enterramiento del cementerio santacrucero (García Carrillo y Encinas, 1987).En concreto la tumba 47 presentaba una urna con los restos óseos sin alterar por los arados, y dos pequeñas vasijas de ajuar junto a ella: una urna de orejetas perforadas con pie de copa (ejemplo único que conozcamos al presente), y un vaso a mano tapado con un pequeño cuenco a torno.

También se pudo comprobar la existencia de enterramientos dobles, o al menos dos urnas juntas que contenían restos óseos, como el caso especial del la Tumba 13, en la que una vasija a torno y otra a mano se disponían una al lado de la otra.Como decimos, los enterramientos consistían esencialmente en una urna que conteníalos huesos de la cremación, tapada usualmente con un cuenco. Se interpretaron como vasijas de ajuar los pequeños cuencos (llamados catinos en algunas publicaciones) a mano y a torno que se hallaban junto al contendor de los restos óseos. Sin embargo, es probable que haya que interpretar algunos de estos como tapaderas desplazadas de su lugar por efectos de los arados. Así lo indican los restos de la tumba 32, en donde se encuentran estos pequeños cuencos cubriendo los restos óseos. En esta tumba, bajo la tapadera invertida a torno, se halló la huella de otra vasija a mano de muy mala factura, similar a otras halladas en diferentes enterramientos. 

Examinada en detalle, más que una vasija, estos restos de arcillas prácticamente sin cocer, parecen un tipo de materia que se encontraba en el interior de la tapadera y que el efecto del calor de los huesos ha contribuido a darle la forma de la tapadera a torno.No podemos descartar la posibilidad de que la verdadera tapadera de la urna haya desaparecido, ya que el tamaño del pequeño catino a torno es mucho menor que la boca de la urna que contiene los restos óseos, y que el pequeño cuenco a torno y su contenido sean en realidad parte del ajuar que se depositaba dentro de la urna junto a los huesos y objetos metálicos. En otros casos, aparecen pequeños vasos o copitas a mano, en barros muy deleznables por lo mal cocidos que están, o bien cuencos y copitas a torno, tapados pos estos pequeños cuencos o catinos a torno, entre el ajuar que acompaña a la urna del enterramiento.Una de las peculiaridades más sobresaliente de los hallazgos de Cerro Colorado es la abundancia de objetos metálicos entre los ajuares. 

En otras necrópolis cercanas esta proporción de objetos metálicos es mucho menor. En Palomar de Pintado los bronces publicados son escasos, mientras que en Madrigueras apenas parecieron escasas fíbulas entre los ajuares. Por lo que respecta a Esperillas, entre el escaso material publicado aparecen algunos ejemplares y nos consta la existencia de algunos más, aunque es difícil cuantificarlos puesto que 20 años después de las excavaciones, los directores de aquella actuación aún no han presentado el inventario de los materiales (ni la totalidad de los mismos) al museo correspondiente.Estos objetos se encontraban por lo común dentro de la urna entre los restos óseos, aunque en algún caso lo hacían junto a las vasijas de ajuar. 

De entre ellos las fíbulas son las más abundantes, sin duda. Se han hallado medio centenar de ejemplares, lo que equivale a casi una fíbula por enterramiento. En su inmensa mayoría corresponden a la tipología de anulares hispánicas en todas sus variantes, siendo las más escasas los tipos de puente de timbal. También aparecen algunos fragmentos de una fíbula de doble resorte y otra (T59) de pie vuelto que algunos autores denominan de resorte bilateral, similar al ejemplar hallado en prospección en Las Esperillas (Urbina, 2000:lam III.2), con remache alargado que conserva el arranque del motivo vuelto junto a la mortaja de la aguja, que la acerca más a las de tipo Acebuchal, con el puente de sección cuadrangular decorado con línea ondulada incisa en las dos caras laterales y en la superior.Junto a las fíbulas, los aros de pulseras son abundantes en Cerro Colorado, con una decena de ejemplares, si bien en su mayoría se encuentran fragmentados con las espiras rotas por los efectos de las alteraciones postdeposicionales. 

Las pinzas, clasificadas comúnmente como depilatorias, aparecen en proporción similar a la de las pulseras. Otros objetos de bronce son anillos, arandelas, algunas de ellas de pequeño tamaño y otras con forma de ocho, cuentas de collar o bolas perforadas, sin olvidar objetos más raros como un trísquele o el ajuar excepcional de la tumba 53 formado por un pequeño umbo plano de escudo y las dos placas de un cinturón de tipo ibérico, que conservaban además la lámina de bronce que ceñía la cintura sujetando el cuero del cinturón.Estos objetos, junto a otras arandelas de hierro aparecidas en diferentes enterramientos, que aunque están en proceso de estudio, es claro que pudieron pertenecer o argollas para sujetar las correas al escudo.

 Habría que añadir el mango de espada de antenas atrofiadas hallada en Las Esperillas (Urbina, 2000:lam III.1) o la falcata de Palomar de Pintado (Ruiz et alii, 2004). Estos hallazgos ponen de relieve la existencia de algunas armas en los ajuares de las necrópolis de esta zona, que si no llegan a las cotas de las necrópolis de Guadalajara, al menos sirven para que no se pueda hablar de una ausencia total de armas en los enterramientos.Los objetos de hierro son menos abundantes, aunque numerosos. Entre hay que hacer mención especial de los cuchillos de hoja afalcatada, de los cuales se conservan algunos ejemplares casi completos.

 En total han aparecido fragmentos de más de una docena de este tipo de cuchillos, abundantes en las necrópolis de incineración de períodos antiguos dentro de la Segunda Edad del Hierro. Junto a los cuchillos aparecieron varias arandelas de sujeción de correas de escudo con sus hembrillas, que habría que a añadir a los hallazgos de la tumba 53 dentro de la nómina de enterramientos con restos de armas.El hierro a veces suplanta al bronce como es el caso de una pinza fabricada en este metal, aparecida en la urna de la tumba 47.

 También se constatan algunos casos de fíbulas anulares en las que la aguja es de hierro, sobre todo en ejemplares de gran tamaño. El hierro se mezcla con el bronce en la manilla del umbo de escudo de la tumba 53. Junto a estos objetos de hierro se hallaron otros de difícil clasificación.La restauración de todos estos materiales metálicos acaba de finalizar al tiempo de escribir estas líneas, y su estudio detallado así como el dibujo de las piezas comienza en estos momentos, por lo que las consideraciones sobre los mismos, no pueden ir en más allá de las notas generales que se acaban de esbozar. Cabe destacar, no obstante, la excelente conservación de los bronces, bajo una pátina verdosa de escasos mm. aparece el dorado original con sólo una limpieza superficial. 

Aprovechando estas características se han limpiado y estabilizado unos pocos ejemplares bien conservados, dejando a la vista su aspecto original dorado, de cara a su futura exhibición, para que el público pueda apreciar la apariencia real dorada del bronce, en vez de los acabados verdosos o negruzcos que predominan en las restauraciones de ejemplares de este tipo. Esta limpieza, por otra parte, ha permitido descubrir delicadas decoraciones incisas sobre diversos soportes de bronce, a veces casi perdidas.En resumen, por lo que respecta a los rituales de enterramiento, parecen que existe cierta estandarización presente también en otras necrópolis de la zona, a pesar de que las condiciones del terreno determinan algunas particularidades locales, así en lugares con un subsuelo pedregoso como Esperillas o Cerro Colorado, las urnas se disponen en las oquedades de las rocas, aunque a veces se complemente el hoyo con refuerzos en forma de lajas de piedra o adobes. 

Por el contrario, en las llanuras de inundación en las que predominan las arcillas, los hoyos sobre los que se disponen las urnas y las cenizas se suelen recubrir con revoco de yeso, tal y como se documenta en Madrigueras o Palomar de Pintado y, en algún caso en Cerro Colorado.Las vasijas de ajuar que acompañan a las urnas que contienen los restos óseos aparecen en número variado, desde un solo ejemplar, hasta más de una docena, aunque los ejemplos más abundantes suelen tener de dos a cuatro vasijas de ajuar. 

Hay que llamar la atención sobre el hecho de que los enterramientos que sólo poseen vasijas a mano, y que se han venido considerando como la expresión de las tumbas más antiguas de estos cementerios, presentan idéntica disposición entre contenedores de huesos y ajuares que en los enterramientos con cerámicas a torno.Junto a estos objetos se hallan entre los propios restos óseos en el interior de las urnas, o a veces junto a las vasijas de ajuar, pequeños utensilios y adornos entre los que destacan las fusayolas, de formas variadas y a menudo con decoraciones incisas. 

Son frecuentes asimismo las cuentas de collar, bien sean oculadas o de pasta vítrea de un azul intenso, estas últimas tradicionalmente vinculadas al comercio fenicio-púnico.Lamentablemente, los trabajos de restauración y estudio de los materiales recuperados en la necrópolis de Cerro Colorado están en curso, de modo que no podemos extendernos más en la descripción de los mismos hasta que este estudio haya concluido, pero sí queremos insistir sobre la relación entre la necrópolis y su poblado (pues no hay que olvidar que un cementerio es siempre parte de un núcleo de habitación), y avanzar en la significación de la necrópolis en el panorama comarcal de inicios de la Segunda Edad del Hierro.

Artículo sobre la arqueologia en Villatobas, prestado para el blog de Guijarrito por Dionisio Urbina, arqueólogo jefe del yacimiento "Plaza de Moros"

Fuente del artículo : http://guijarrito.blogspot.com.es/2009/11/la-necropolis-del-cerro-colorado.html

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