El Cigarral de Buenavista fue construido por el cardenal don Bernardo de Sandoval y Rojas, que nació en Aranda de Duero en 1546, de familia noble, pues sus padres fueron ayos de los hijos de Felipe II y su sobrino llegaría a ser el duque de Lerma, quien influyó ante Felipe III para que ocupara en 1599 el arzobispado de Toledo, tras un doctorado en Alcalá de Henares, y ocupar los obispados de Ciudad Rodrigo, Pamplona y Jaén.
A partir de este momento divide sus actividades entre la alta política ( es Canciller Mayor de Castilla, pertenece al Consejo de Estado y llega a ser Inquisidor General, actividades que desarrolla en Madrid), la dirección de la iglesia española, y su faceta de mecenas cultural.
Entre las obras que realiza destaca las llevadas a cabo en el palacio arzobispal con la construcción del llamado Arco de Palacio, en la catedral de Toledo, erigió la capilla de la Virgen del Sagrario, y restauró la capilla de la Descensión.
En Alcalá de Henares fundó el convento de San Bernardo, de bernardas recoletas y, para su deleite y el de sus amigos, construyó el Cigarral de Buenavista, donde, según la tradición, se celebraban tertulias literarias, a las que sin duda acudió Baltasar Elíseo de Medinilla, quien escribe una obra en verso al Cigarral, por la que podemos hacernos una idea de la estructura de sus jardines y su construcción. Su amor por la literatura le llevó a relacionarse y proteger a Cervantes, Espinel, Salas Barbadillo, Medinilla, y a ser valorado por Lope y Quevedo que le dedican sendas alabanzas.
Murió en 1618 en Madrid. Buenavista se encontraba, y aún se encuentran sus restos, en la margen derecha del Tajo, a unos cien metros del río. Su origen es controvertido, ya que Fernando Marías lo hace formar parte de la Huerta del Capiscol de Juan de Zapata de Sandoval, de propiedad Real en 1605 (cuando Pisa la menciona), y del cabildo catedralicio hasta la desamortización. Julio Porres, por su parte, señala que la finca pertenecía al cardenal Quiroga, que fue heredada por Felipe III, junto con el Cigarral de Altamira, y donada por el rey a don Bernardo de Sandoval y Rojas.
Sea como fuere, el arzobispo decidió emular la grandeza del Cigarral de su predecesor realizando una residencia veraniega rodeada de unos artificiosos jardines “modelo tardío de jardín renacentista” 71 , que son los alabados por Medinilla.
La construcción del edificio corrió a cargo de Juan Bautista en 1610, mientras que el estanque y los jardines fueron diseñados por Juan de Orduña y Miguel Salazar. Un paseo de árboles conducía a la entrada principal sobre la que estaban esculpidas las armas del fundador.
El edificio, siguiendo las pautas renacentistas, era un cuadrado perfecto de 45 varas de lado, estaba dotado de espléndidos salones, donde Tirso sitúa la representación de su obra Vergonzoso de Palacio,
con estas palabras:
“Cuatro horas había que el mayor de los planetas cargaba en las Indias del oro que desperdicia pródigo con nosotros cada día –pues, a no venir con nuevos tesoros cansara verle tan a menudo-, cuando en la mayor de las hermosas salas (que en Buenavista conservan la memoria de su ilustrísimo dueño, fábrica digna de la mayor mitra del mundo) aguardaba la Comedia el más bello e ilustre auditorio que dio estimación al Tajo, y soberbia a sus aguas, por verse trasladadas de cristales en soles –si no es baja ponderación ésta para quien conoce la excelencia de las caras de Toledo-. Alumbraban el dilatado salón doce blandones, ardiendo en ellos la nieve transformada en cera (parto de las repúblicas, aunque pequeñas aves, y afeite del sol, que en la espaciosa Vega la convierte de oro en cristal. (...)”
Baltasar Eliseo es algo más explícito cuando nos dice que era un edificio cuadrado de dos plantas, de corte renacentista y estilo romano (Donde mejor que en Roma puso el arte), con un gran patio cuadrado en su interior, alrededor del cual se distribuyen los aposentos con justicia.
En la fachada principal, orientada al este, se abría amplia portada con las armas del cardenal, y los ventanales se distribuían simétricamente en ambas plantas y es proporcionado (en igual proporción en alto y en bajo).
En la parte occidental se abría una galería con verjas verdes, que tenía vistas sobre un jardín dividido en cuatro cuadrados, en cuya intersección se levantaba una fuente de alabastro que lanzaba a lo alto un chorro de agua, gracias a un juego de canalizaciones.
El salón, que se hizo de obra nueva, ocupaba la parte meridional de la villa frente al río donde se continuó la galería de arcos del Cigarral, que en principio solo se extendía a poniente, y se ensolaron y enjalbegaron las estancias.
Los jardines eran espectaculares. Al sur, al lado del Tajo, el jardín se divide en veinte parterres que, convenientemente podados, representan las armas y escudo de Felipe III y las del Cardenal, animales heráldicos o exóticos como el León, águila y elefante y figuras geométricas. Por todas partes distintas especies de plantas y flores perfumadas como la menta, el alhelí, el jazmín, la azucena, el clavel, el acanto, la violeta, la madreselva o la rosa.
En el centro de este jardín había otra fuente de mármol blanco, y hacia el oeste, se edificó un estanque cuadrado de 70 pies de lado con las esquinas redondeadas que simulaba el mar donde se reproducían en cautividad diversas especies piscícolas para su posterior pesca y consumo. El jardín terminaba en dos huertas con viñas y árboles frutales que tenía acceso al exterior del Cigarral por un camino que acababa en una portada monumental.
Al norte se extendía otro jardín dividido en doce macizos de tomillo y murta adornados con narciso y alhelíes. Una pérgola cubierta con parras y moreras conducía hasta un cenador cuadrado con otra fuente de la que manaba hielo deshecho que discurría por la hierba refrescando el ambiente.
Los tamarindos separan el jardín del parque situado en el ángulo suroeste, en el que había enormes pajareras, cada una con su fuente, con perdices, palomas, loros y otros pájaros exóticos y multicolores, y detrás aún otro jardín con seis parterres en forma de toro y elefante, donde discurría la fuente que abastecía el Cigarral, con filas de naranjos para completar la ornamentación, y de allí a otro vergel con otra fuente con estatuas que lanzaba agua finamente pulverizada.
Los amplios paseos permitían acceder a todos los rincones y por un camino se accedía a un bosque donde alternaban las especies naturales de la zona como las encinas con otras especies cultivadas como abetos, castaños, morales, cipreses, almendros, enebros, robles, tejos y palmeras.
En él correteaban en libertad animales salvajes que eran abatidos en jornadas matinales de caza como liebres, perdices y venados. Además la finca tenía otra vivienda de 30 varas de frente por 29 de fondo, situada en un límite de la misma, en el borde del camino a Torrijos. Terminemos la descripción con una cita de Tirso sobre el Cardenal: “El Tajo es su cronista pues sin él los Cigarrales que hermosean los cristales no tuvieran Buenavista” (Tirso No hay Peor Sordo, I, 1)
El Cigarral fue dejado por el Cardenal para la dotación de la Capilla de la Virgen del Sagrario, que convirtió en su capilla funeraria. Para su mejor aprovechamiento económico, los responsables de la capilla dividieron sus extensas tierras en fincas que dedicaron a labores agrarias, dejando únicamente el jardín con la casa de recreo, que era alquilada en 1755 en 470 reales anuales, y la otra vivienda por 320 reales.
En 1801 la parte de sus terrenos que limitaba con el Tajo se había convertido en huerta y estaba arrendada al Marqués de Villanueva de Duero por 400 rs.
A mediados del siglo XIX Madoz la considera como una de las grandes fincas toledanas, con 250 fanegas de labor, 776 fanegas de pasto y 1.650 olivas. En 1920 fue adquirido por el conde de Romanones, cuyo heredero el conde de Mayalde, que fue alcalde de Madrid rehizo totalmente la propiedad.
En la actualidad se ha destruido totalmente para dedicarlo a establecimiento hostelero.
Alfonso Vázquez González y Pilar morollón Hernández
Fuente: http://abierto.toledo.es/open/urbanismo/03-CIGARRALES/Memoria/Historico.pdf
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