Ocupa ésta uno de los sitios más bellos de Toledo; al contemplar aquellos álamos que se elevan majestuosamente para unirse por sus copas, cual si, celosos, no quisieran que el sol contemplase las muchas bellezas que a sus pies tienen; al oir el agradable rumor del agua del río y al recrear la vista en las infinitas flores que en su huerta viven, la fantasía hace ver a uno aquellos tiempos en que el Ángel era una casa de placer de los reyes moros de Toledo, y se cree divisar por entre la espesura la forma vaga y encantadora de una africana, bella como las huríes del Profeta.
V. Fernández Cuesta. Cartas de Toledo. Artículo publicado en La Ilustración Nacional el 30 de octubre de 1887
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