Creemos haber probado suficientemente los tempranos y continuos contactos de D. Hernán con Isabel, primero como princesa, y más tarde con los Reyes Católicos. Bueno sería que dijéramos algunas de las notables mediaciones en la ejecución de su oficio.
La primera intervención, y sin duda la más notable, la realizó en la redacción de la autodefensa que hubo de hacer la Princesa Isabel contra las acusaciones de las que fue objeto, por parte de Enrique IV, y en consecuencia por las que la desheredaba y privaba de sus derechos sucesorios a la Corona de Castilla. Ya dijimos algo de cómo Isabel estaba en Ocaña recluida bajo la vigilancia del Maestre de Santiago, D. Juan Pacheco.
No podía abandonar la villa sin permiso preciso del monarca y sobre todo, no podía casarse sin el visto bueno del rey. Los pretendientes fueron varios, pero bien aconsejada por sus confidentes, y siguiendo su prudente juicio, los rechazó, teniendo únicamente éxito las pretensiones de los diplomáticos aragoneses -encabezados por Pierre de Peralta- del príncipe heredero a la Corona de Aragón. Siendo el anhelo un hecho, Isabel se vio obligada a desobedecer las órdenes del rey, pues precisaba salir de Ocaña y había elegido por su círculo al que hubiese de ser su esposo.
La primera intervención, y sin duda la más notable, la realizó en la redacción de la autodefensa que hubo de hacer la Princesa Isabel contra las acusaciones de las que fue objeto, por parte de Enrique IV, y en consecuencia por las que la desheredaba y privaba de sus derechos sucesorios a la Corona de Castilla. Ya dijimos algo de cómo Isabel estaba en Ocaña recluida bajo la vigilancia del Maestre de Santiago, D. Juan Pacheco.
No podía abandonar la villa sin permiso preciso del monarca y sobre todo, no podía casarse sin el visto bueno del rey. Los pretendientes fueron varios, pero bien aconsejada por sus confidentes, y siguiendo su prudente juicio, los rechazó, teniendo únicamente éxito las pretensiones de los diplomáticos aragoneses -encabezados por Pierre de Peralta- del príncipe heredero a la Corona de Aragón. Siendo el anhelo un hecho, Isabel se vio obligada a desobedecer las órdenes del rey, pues precisaba salir de Ocaña y había elegido por su círculo al que hubiese de ser su esposo.
Después de bien ponderados planes, Isabel se decidió a abandonar Ocaña para contraer matrimonio con D. Fernando de Aragón. La Princesa tuvo el buen detalle de escribir una carta a su hermanastro, que andaba por el sur peninsular, dándole cuenta de su salida con el pretexto de ir a celebrar el aniversario de la muerte de su hermano Alfonso. En el mes de enero de 1469, quedó todo decidido. No debemos olvidar que en la decisión precedieron los consejos del comendador D. Gutierre de Cárdenas y de D. Gonzalo Chacón, ilustres ocañenses.
El día 3 de febrero, en algún lugar entre Yepes y Ocaña, los testigos del compromiso se reunieron para hacer formal el acuerdo matrimonial. El Arzobispo de Toledo, Sr. Carrillo, Pierre de Peralta y D. Gómez Manrique, fueron los firmantes del encargo. Poco después partieron los citados Manrique, Peralta y Arnalte hacia Aragón, al encuentro de D. Fernando que aguardaba en Cervera.
Llevaban una breve misiva de D.' Isabel que seguramente, atendiendo a las palabras que D. Fernando dispensará a la labor de Arnalte -como hemos referido en anterior documento- portaba el ocañense Arnalte. U na vez que quedaba firmado el desposorio ya no faltaba más que realizar el viaje proyectado a Valladolid, tanto por parte de Isabel como por parte de Fernando.
El día 15 de mayo de 1469 partió la Princesa desde Ocaña dirección a Á vila con la intención de dirigirse a Valladolid, donde se encontraría con Fernando, al cual no conoce personalmente pero del que había procurado tener fidedignas referencias.
Hacia mediados del mes de julio del citado año, lo haría D. Fernando. El día 19 de octubre de 1469 tuvo lugar la ceremonia del enlace matrimonial en la casa de D. Juan de Vivero. Antes D.' Isabel escribía a Enrique IV dándole cuenta de su decisión. Al saber la noticia el monarca anuló los compromisos acordados en Guisando y, por lo tanto, los derechos sucesorios de la Princesa.
Los recientemente marido y mujer huyeron a Valladolid, pasando primero por Dueñas y luego por Medina de Rioseco. En esta villa, Isabel procedió a escribir la defensa que hemos citado anteriormente, contra las acusaciones vertidas por su hermanastro. Todos los trabajos que hablan sobre este tema discurren que el memorial fue escrito por la propia Princesa. Sin embargo, e igualmente, concuerdan en que hubo en ello otras intervenciones. Precisamente aquí intervendrá nuestro personaje. Uno de los mejores historiadores de la vida de Isabel la Católica, el Padre Tarsicio de Azcona, escribe:
El día 3 de febrero, en algún lugar entre Yepes y Ocaña, los testigos del compromiso se reunieron para hacer formal el acuerdo matrimonial. El Arzobispo de Toledo, Sr. Carrillo, Pierre de Peralta y D. Gómez Manrique, fueron los firmantes del encargo. Poco después partieron los citados Manrique, Peralta y Arnalte hacia Aragón, al encuentro de D. Fernando que aguardaba en Cervera.
Llevaban una breve misiva de D.' Isabel que seguramente, atendiendo a las palabras que D. Fernando dispensará a la labor de Arnalte -como hemos referido en anterior documento- portaba el ocañense Arnalte. U na vez que quedaba firmado el desposorio ya no faltaba más que realizar el viaje proyectado a Valladolid, tanto por parte de Isabel como por parte de Fernando.
El día 15 de mayo de 1469 partió la Princesa desde Ocaña dirección a Á vila con la intención de dirigirse a Valladolid, donde se encontraría con Fernando, al cual no conoce personalmente pero del que había procurado tener fidedignas referencias.
Hacia mediados del mes de julio del citado año, lo haría D. Fernando. El día 19 de octubre de 1469 tuvo lugar la ceremonia del enlace matrimonial en la casa de D. Juan de Vivero. Antes D.' Isabel escribía a Enrique IV dándole cuenta de su decisión. Al saber la noticia el monarca anuló los compromisos acordados en Guisando y, por lo tanto, los derechos sucesorios de la Princesa.
Los recientemente marido y mujer huyeron a Valladolid, pasando primero por Dueñas y luego por Medina de Rioseco. En esta villa, Isabel procedió a escribir la defensa que hemos citado anteriormente, contra las acusaciones vertidas por su hermanastro. Todos los trabajos que hablan sobre este tema discurren que el memorial fue escrito por la propia Princesa. Sin embargo, e igualmente, concuerdan en que hubo en ello otras intervenciones. Precisamente aquí intervendrá nuestro personaje. Uno de los mejores historiadores de la vida de Isabel la Católica, el Padre Tarsicio de Azcona, escribe:
"Los secretarios Hemán Núñez y Arinyó, tuvieron que trabajar de firme con el equipo de juristas y caballeros del Consejo y de la Cancillería de Isabel... Isabel tenía su consejo y lo que podríamos llamar su cancil1ena: repitamos una vez más la lista de nombre conocidos: Gutierre de Cár- denas y Gonzalo Chacón, los secretarios Fernando Núñez y Alonso de Palencia, los expertos Alfonso de Quintanilla y el bachiller Rodríguez de Li- 110 ... " 12.
La actividad desplegada durante casi veinte años que ejerció los oficios de Tesorero y Secretario es dilatada y sería preciso revolver los archivos para darse cuenta exacta de esa labor. Por otra parte, tan delicada y responsable. Llamamos la atención sobre la gran confianza que los Reyes Católicos depositaron en él.
Precisamente encontramos en repetidas ocasiones ciertas alabanzas, algo natural en los documentos arquetipos de la monarquía, pero que secundan nuestra postura, tales como "como los muchos e buenos e grandes e señalados servicios que el dicho nuestro tesorero Fernando Núñez, vuestro marido, nos ovo fecho e fizo a nos los dichos rey e reyna, e a cada uno de nos ... e porque a los reyes e príncipes pertenece e es dado de usar de liberalidad e clemencia con sus súbditos e naturales, especialmente con aquel/os que tan fiel e diligentemente sirven a sus reyes y señores naturales, según e commo el dicho Fernando Núñez nuestro Tesorero, nos sirvió, los quales dichos servicios fueron e son tantos e tan grandes e tan dignos de gran remuneración, que creemos e sabemos que son e montan más a la remuniración del/os que los dichos cargos.
Lo qual todo así declaramos ser verdad" 13. Resumiendo, D. Hemán fue el encargado de llevar la noticia del contrato matrimonial al Príncipe aragonés, portando la misiva que escribió la propia Isabel. También, el 7 de abril de 1475, los Reyes darán poder a su Tesorero y Secretario para que cobrase nada menos que 30.000.000 de maravedíes que Enrique IV había fijado a la ciudad de Á vila, y que por muerte de dicho monarca no habían sido cobrados.
En otra ocasión, el día 14 de junio, desde Valladolid O.' Isabel mandó al Secretario D. Alonso Dávila que distribuyese ciertas cuantías de dinero a ciertas personas, entre las que figuraba Arnalte "mi tesorero mayor de mi casa".
A éste le asigna la cantidad de 1.010.000 maravedís como pago de sueldo y acostamiento a su favor. En 1478, concedieron a Hemán Núñez Amalte por dos veces licencia para que sacara del arzobispado de Sevilla, 500 cahices de pan -cada vez- para cualquier parte mientras que no fuera para tierra de moros, ni para Francia ni Portugal... y así multitud de libranzas más y donaciones reales. Aunque ya lo hemos adelantado anteriormente,
Precisamente encontramos en repetidas ocasiones ciertas alabanzas, algo natural en los documentos arquetipos de la monarquía, pero que secundan nuestra postura, tales como "como los muchos e buenos e grandes e señalados servicios que el dicho nuestro tesorero Fernando Núñez, vuestro marido, nos ovo fecho e fizo a nos los dichos rey e reyna, e a cada uno de nos ... e porque a los reyes e príncipes pertenece e es dado de usar de liberalidad e clemencia con sus súbditos e naturales, especialmente con aquel/os que tan fiel e diligentemente sirven a sus reyes y señores naturales, según e commo el dicho Fernando Núñez nuestro Tesorero, nos sirvió, los quales dichos servicios fueron e son tantos e tan grandes e tan dignos de gran remuneración, que creemos e sabemos que son e montan más a la remuniración del/os que los dichos cargos.
Lo qual todo así declaramos ser verdad" 13. Resumiendo, D. Hemán fue el encargado de llevar la noticia del contrato matrimonial al Príncipe aragonés, portando la misiva que escribió la propia Isabel. También, el 7 de abril de 1475, los Reyes darán poder a su Tesorero y Secretario para que cobrase nada menos que 30.000.000 de maravedíes que Enrique IV había fijado a la ciudad de Á vila, y que por muerte de dicho monarca no habían sido cobrados.
En otra ocasión, el día 14 de junio, desde Valladolid O.' Isabel mandó al Secretario D. Alonso Dávila que distribuyese ciertas cuantías de dinero a ciertas personas, entre las que figuraba Arnalte "mi tesorero mayor de mi casa".
A éste le asigna la cantidad de 1.010.000 maravedís como pago de sueldo y acostamiento a su favor. En 1478, concedieron a Hemán Núñez Amalte por dos veces licencia para que sacara del arzobispado de Sevilla, 500 cahices de pan -cada vez- para cualquier parte mientras que no fuera para tierra de moros, ni para Francia ni Portugal... y así multitud de libranzas más y donaciones reales. Aunque ya lo hemos adelantado anteriormente,
es digno de mención la Cédula Real que fechada en Madrid, 8 de abril de 1478, por la que le otorgan la venta del señorío y heredad de Las Gordillas, perteneciente hasta ese momento a la catedral de la ciudad de Á vila, distante de la capital unos 20 kilómetros, El coste de la venta ascendió a 4,145.000 mrs., que correspondían al valor de unos juros y derechos de la escribanía que le pertenecía en Á vil a, así como unas casas en Toledo que le fueron otorgadas por el rey Fernando el Católica, las conocidas como Casas de la Reina de Aragón .
Fr. Jesús Santos Montes, O. P.
Académico correspondiente Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo
http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/02/files_anales_0044_01.pdf
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