sábado, 11 de julio de 2020

Historia de la Vega Baja (I)

La Vega Baja

El territorio de la Vega Baja es singular por su geografía ubicado en una zona entre dos brazos del río con topografía casi horizontal. Ubicada en terrenos de buenas condiciones para el aprovechamiento agrícola y ganadero y con unas excelentes perspectivas desde y hacia la roca elevada donde se sitúa la actual ciudad histórica.


El Territorio

La zona de la Vega Baja es un territorio situado al norte del casco histórico y se extiende en una zona de más de cincuenta hectáreas. Ocupa una superficie casi llana delimitada a la izquierda por la presencia del río Tajo y en el norte y este por los cerros que rodean la ciudad por esta zona.

 La ciudad tiene en esta dirección unas vistas y perspectivas de gran calidad que marcan una salida que probablemente era el trazado de la vía Emérita Augusta.





 La zona de aportes detríticos de las terrazas fluviales ha constituido un terreno apto para los cultivos agrícolas y ganaderos y buen espacio de asentamiento humano, dada la proximidad del río 

El recorrido este oeste del río conforma una gran uve de dirección norte sur que queda cerrada en su parte posterior por la colina donde se ubica la ciudad histórica actual y una gran llanura en el norte que es el territorio de la Vega Baja. 


La Vega Baja comienza a estar ocupada por el hombre en la Edad del Bronce, época en la que parece haberse producido un poblamiento ocasional en la zona. Las excavaciones realizadas en el circo romano evidencian que, antes del siglo I d.C., la zona pudo tener un uso relacionado con actividades mercantiles y públicas.

La Ciudad Romana

A comienzos del imperio, se construyen los principales edificios lúdicos de la ciudad. El circo tiene su importancia histórica por el hecho de ser uno de los mejor conservados de la Hispania romana y el único del siglo I que se mantiene sin grandes reformas. 

El circo formaba parte de un complejo integrado por él mismo y el teatro tal y como lo identifican estudios recientes. Mide 423 metros de longitud y 101 metros de anchura, con una orientación noreste-suroeste.

 En el lado NE estaba el hemiciclo y en el otro extremo se situaban las salidas con doce cárceres. Este extremo está más cerca de la basílica de Santa Leocadia y en ella se construiría el convento de Mínimos o Bartolos en el siglo XVI. 

El edificio del circo es de época altoimperial y se conservó en uso hasta finales del siglo IV o principios del V. Cuando dejó de utilizarse como circo comenzó, como ocurre con muchos edificios clásicos, a ser cantera de otras edificaciones. 

Y servirá como refugio y zona de protección, espacio de producción cerámica y sobre todo en épocas posteriores (siglo X y XI) como maqbara. 


Además de estos edificios públicos existen numerosas villas de recreo. La más importante es la que aparece en la Fábrica de Armas que aparece a principios del siglo XX cuando se están construyendo las naves en esta zona.



Los descubrimientos de ese momento ponen en evidencia un salón y una fuente de planta octogonal decorados con mosaicos. El espacio construido en época romana es monumental y pervive en épocas tardías. 

Esta instalación se conserva en época visigoda probablemente con otra función, aunque sirvió de “referencia del conjunto palatino que fue creciendo a su alrededor como consecuencia de la imitatio imperi que rigió la política de diferentes monarcas visigodos.

La Urbs Regia de los Visigodos

Hacia el año 400 se celebra en Toledo el I Concilio de Toledo.

“Toledo no era entonces una ciudad pequeña y en decadencia, sino más bien todo lo contrario, como parecen atestiguar los hallazgos arqueológicos y el temprano arraigo del cristianismo, siempre vinculado a los centros urbanos más destacados. 

Frente a otras ciudades cercanas, en Toledo se mantuvo una creciente actividad durante los siglos IV y V, lo que supuso que cada vez destacase más y que su influencia se extendiera sobre un territorio cada vez más amplio del centro de la Península. 

Tras su asentamiento en la Península Ibérica, al ser derrotados en Vouillé en el año 507 los visigodos durante varios años no tienen sede fija.

Hasta que Hispania, en su mayor parte no estuviese conquistada no establecerán una ciudad como sede permanente de su poder. 




“Y esa ciudad habría de ser Toledo, aunque bien es verdad que de la misma, desde que en ella se celebró el I Concilio hacia el año 400, durante el siglo y medio siguiente no se tiene noticias documentales”. 

Hay constancia documental de una cierta permanencia en Toledo en el año 546 con la promulgación de la llamada ley de costas procesales del rey visigodo Teudis. La mención de Toledo en la ley no es casual sino que indicaba la fijación de la corte con su aparato administrativo y su cancillería en la ciudad. Y ello con un carácter de permanencia y estabilidad. 

Toledo se convirtió en la urbe regia, residencia de los reyes, de la corte y de la administración.

 En la ciudad se instauró el Oficio Palatino, órgano central de la administración del reino y de la casa del rey con diversas secciones cada una de ellas encabezada por un conde personaje del sector noble y que contaba con la confianza del rey.

La llegada de los Musulmanes

Tras la derrota de don Rodrigo, ultimo rey visigodo, a manos de los musulmanes en la batalla de Guadalete, la monarquía visigoda despareció y Toledo, el 11 de noviembre del año 711, cuando, según la tradición, Tariq entró en ella, dejó de ser la ciudad real y sede de la corte que durante siglo y medio había sido, para pasar a ser una ciudad más de la nueva entidad política que se iba a constituir, al-Andalus, aunque siempre de las más destacadas. 

La ciudad se irá adaptando a un nuevo modelo de urbanismo más acorde con la sociedad musulmana. Los geógrafos musulmanes hablarán de ella como la ciudad de los reyes, madinat-al-muluk.



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