La lengua arábiga empleada com˙nmente por los moz·rabes cayó paulatinamente en desuso de modo notorio a lo largo del siglo XIII quedando, prácticamente, reducida a la estampación de firmas en los documentos, siendo tarea común la copia por los monjes de nuevos misales, códices, etc., a medida que la influencia europea avanzó propiciada por los cluniacenses, pudiéndose afirmar que desapareció su uso definitivamente a partir de la primera mitad del siglo XIV.
La debilidad parroquial mozárabe recibió, sin embargo, un relevante empuje en la persona del cardenal Cisneros una vez elevado a la Silla toledana. Sus visitas en 1497 y 1498 a la Biblioteca catedralicia le permitió conocer la riqueza de la masa de libros visigodos existentes con el compendio de su valor histórico-litùrgico, con la trascendencia nacional que representaban al ser el testimonio vivo del ritual espiritual primitivo.
A tal efecto ordenó, como todos sabemos, su recopilación y puesta a punto a través del canónigo Alonso Ortiz ayudado por los párrocos mozárabes de Santa Eulalia, Santas Justa y Rufina y San Lucas apareciendo sucesivamente en 1500 y 1502 el Missale Mixtum morem eclessiae toletane y el Breviarum secundem regulam beati Isidori.
Los mencionados párrocos mozárabes auxiliares del canónigo Alonso Ortiz, fueron: D. Antonio RodrÌguez por la iglesia de Santa Justa y Rufina; D. Alfonso MartÌnez de Yepes que lo era de Santa Eulalia y D. JerÛnimo GutiÈrrez por la de San Lucas.
Por sendos decretos de su autoridad ordinaria dictados en 1502 y 1508 (18 de septiembre) que englobaba y prescribÌa el anterior, el cardenal Cisneros regulÛ b·sicamente la Capilla Moz·rabe y su funcionamiento para perpetuidad del rito secular y complemento de las respectivas parroquias, paliando su debilitamiento.
La etapa final que llega hasta la actualidad viene caracterizada por dos fases: una, de acusada y paulatina debilidad parroquial al irse agudizando las corrientes poblacionales migratorias derivadas de la mayor actividad socioeconómica, convulsiones nacionales, etc., con el correspondiente vacío de la feligresÌa determinante de la desaparición paulatina de las primitivas parroquias que hoy día han quedado reducidas a dos: Santas Justa y Rufina y Santa Eulalia y San Marcos, con el haber de la compilación del Misal de Cisneros llevada a cabo por el cardenal Lorenzana en el siglo XVIII, con las ediciones en 1775 y 1804, y otra fase de plena actualidad, tipificada últimamente por mayor vigor y recuperación del sentido de orgullo histórico-litúrgico iniciado en 1966 y cuya conmemoración celebramos, unido todo ello a la revisión llevada a cabo en el ritual litúrgico ordenada por el Concilio Vaticano II en la actualidad de plena vigencia.
Mención especial a destacar en Èsta última fase, es, sin duda alguna el acuerdo solemne del Excmo. Ayuntamiento de Toledo de Declararse Protector de la CofradÌa-Esclavitud de Ntra. de la Esperanza de S. Lucasî, aglutinante eclesial formal de la mozarabÌa toledana, suscribiéndose como Hermano Nato de la misma, en virtud de la larga e Ìntima tradición de siglos entre la ciudad y la mozarabÌa, firmado y refrendado en la sesión del 27 de septiembre de 1867.
Resumiendo, pues, la serie de ideas y concepto de lo mozárabe, cuyas raíces se hunden en la labor inicial elaborada en Toledo a través de los Concilios así como en la evolución de su liturgia con las sucesivas aportaciones de los prelados toledano en la Època visigoda, observamos que por encima de los avatares de la dominación musulmana, la mozarabía de Toledo conservó su ley, su religión, sus usos, costumbres, y formas sociales, en auténtico sentimiento de comunidad histórica.
Comunidad histórica que supo conservar y transmitir toda la tradición cultural romano-visigoda, dando vida permanente a su idea de España, compatibilizándolo con la cultura arábiga en curioso proceso de asimilación sin pérdida del ser propio.
La reconquista de Toledo con la venida de gentes foráneas, dio ocasión a un modelo de convivencia sin igual en toda la Europa medieval, en el marco de sus respectivos Fueros con auténtico sentido de integración.
Todo ello compatible con el denominador común de defensa frente al radicalismo musulmán de almorávides y almohades, convirtiéndose Toledo en el baluarte defensivo nacional tras sufrir siete asedios al propio tiempo de protagonizar un verdadero puente cultural entre las culturas islámica y europea.
Hoy día, podemos y debemos afirmar que la levadura de España en su concepción cultural a lo largo de la Edad Media es hechura mozárabe, dado que la población peninsular conservó con fuerza la tradición superponiéndose a la influencia de árabes y francos, toda vez que lo que existió en la España cristiana fue el sustrato de vida mozárabe.
Si a ello añadimos que en las principales ciudades, especialmente Toledo, mantienen vigorosamente su liturgia, derecho, organización, lengua, etc., es decir, las especÌficas formas culturales que definen a un pueblo, en convivencia limitada con el dominador, ha de reconocerse su valor histórico.
El reconocimiento actual lleva a definir a Toledo como la ciudad de la convivencia y de la tolerancia, en virtud de la conducta observada tras su reconquista entre cristianos, judíos, árabes y francos, con sus respectivos fueros, convirtiéndose, incluso, en el ombligo cultural de Europa, en frase de Sánchez Albornoz, al propio tiempo de constituir la avanzada militar de Occidente resistiendo el embate de almorávides y almohades a lo largo del siglo XII, culminando su labor en la concentración de las tropas cristianas en la Vega que alcanzaron la definitiva victoria de las Navas de Tolosa en 1212.
La debilidad parroquial mozárabe recibió, sin embargo, un relevante empuje en la persona del cardenal Cisneros una vez elevado a la Silla toledana. Sus visitas en 1497 y 1498 a la Biblioteca catedralicia le permitió conocer la riqueza de la masa de libros visigodos existentes con el compendio de su valor histórico-litùrgico, con la trascendencia nacional que representaban al ser el testimonio vivo del ritual espiritual primitivo.
A tal efecto ordenó, como todos sabemos, su recopilación y puesta a punto a través del canónigo Alonso Ortiz ayudado por los párrocos mozárabes de Santa Eulalia, Santas Justa y Rufina y San Lucas apareciendo sucesivamente en 1500 y 1502 el Missale Mixtum morem eclessiae toletane y el Breviarum secundem regulam beati Isidori.
Los mencionados párrocos mozárabes auxiliares del canónigo Alonso Ortiz, fueron: D. Antonio RodrÌguez por la iglesia de Santa Justa y Rufina; D. Alfonso MartÌnez de Yepes que lo era de Santa Eulalia y D. JerÛnimo GutiÈrrez por la de San Lucas.
Por sendos decretos de su autoridad ordinaria dictados en 1502 y 1508 (18 de septiembre) que englobaba y prescribÌa el anterior, el cardenal Cisneros regulÛ b·sicamente la Capilla Moz·rabe y su funcionamiento para perpetuidad del rito secular y complemento de las respectivas parroquias, paliando su debilitamiento.
La etapa final que llega hasta la actualidad viene caracterizada por dos fases: una, de acusada y paulatina debilidad parroquial al irse agudizando las corrientes poblacionales migratorias derivadas de la mayor actividad socioeconómica, convulsiones nacionales, etc., con el correspondiente vacío de la feligresÌa determinante de la desaparición paulatina de las primitivas parroquias que hoy día han quedado reducidas a dos: Santas Justa y Rufina y Santa Eulalia y San Marcos, con el haber de la compilación del Misal de Cisneros llevada a cabo por el cardenal Lorenzana en el siglo XVIII, con las ediciones en 1775 y 1804, y otra fase de plena actualidad, tipificada últimamente por mayor vigor y recuperación del sentido de orgullo histórico-litúrgico iniciado en 1966 y cuya conmemoración celebramos, unido todo ello a la revisión llevada a cabo en el ritual litúrgico ordenada por el Concilio Vaticano II en la actualidad de plena vigencia.
Mención especial a destacar en Èsta última fase, es, sin duda alguna el acuerdo solemne del Excmo. Ayuntamiento de Toledo de Declararse Protector de la CofradÌa-Esclavitud de Ntra. de la Esperanza de S. Lucasî, aglutinante eclesial formal de la mozarabÌa toledana, suscribiéndose como Hermano Nato de la misma, en virtud de la larga e Ìntima tradición de siglos entre la ciudad y la mozarabÌa, firmado y refrendado en la sesión del 27 de septiembre de 1867.
Resumiendo, pues, la serie de ideas y concepto de lo mozárabe, cuyas raíces se hunden en la labor inicial elaborada en Toledo a través de los Concilios así como en la evolución de su liturgia con las sucesivas aportaciones de los prelados toledano en la Època visigoda, observamos que por encima de los avatares de la dominación musulmana, la mozarabía de Toledo conservó su ley, su religión, sus usos, costumbres, y formas sociales, en auténtico sentimiento de comunidad histórica.
Comunidad histórica que supo conservar y transmitir toda la tradición cultural romano-visigoda, dando vida permanente a su idea de España, compatibilizándolo con la cultura arábiga en curioso proceso de asimilación sin pérdida del ser propio.
La reconquista de Toledo con la venida de gentes foráneas, dio ocasión a un modelo de convivencia sin igual en toda la Europa medieval, en el marco de sus respectivos Fueros con auténtico sentido de integración.
Todo ello compatible con el denominador común de defensa frente al radicalismo musulmán de almorávides y almohades, convirtiéndose Toledo en el baluarte defensivo nacional tras sufrir siete asedios al propio tiempo de protagonizar un verdadero puente cultural entre las culturas islámica y europea.
Hoy día, podemos y debemos afirmar que la levadura de España en su concepción cultural a lo largo de la Edad Media es hechura mozárabe, dado que la población peninsular conservó con fuerza la tradición superponiéndose a la influencia de árabes y francos, toda vez que lo que existió en la España cristiana fue el sustrato de vida mozárabe.
Si a ello añadimos que en las principales ciudades, especialmente Toledo, mantienen vigorosamente su liturgia, derecho, organización, lengua, etc., es decir, las especÌficas formas culturales que definen a un pueblo, en convivencia limitada con el dominador, ha de reconocerse su valor histórico.
El reconocimiento actual lleva a definir a Toledo como la ciudad de la convivencia y de la tolerancia, en virtud de la conducta observada tras su reconquista entre cristianos, judíos, árabes y francos, con sus respectivos fueros, convirtiéndose, incluso, en el ombligo cultural de Europa, en frase de Sánchez Albornoz, al propio tiempo de constituir la avanzada militar de Occidente resistiendo el embate de almorávides y almohades a lo largo del siglo XII, culminando su labor en la concentración de las tropas cristianas en la Vega que alcanzaron la definitiva victoria de las Navas de Tolosa en 1212.
Toledo, pues, como arquetipo donde se fraguó la concepción inicial de España modelada a través de los concilios toledanos, convertida en bastión defensivo de la cristiandad nacional, asÌ como en foco cultural de la gran empresa educadora bajo la Ègida del rey Alfonso X el Sabio, impulsor definitivo de la lengua romance, base de partida durante más de medio siglo en el empeño logrado de recuperación territorial del levante murciano y resto de AndalucÌa, ya que Toledo era toda Castilla, fue y sigue siendo la depositaria del legado cultural y litúrgico que configuró a España.
Desde aquí irradió a todos los rincones de la geografÌa peninsular, según las diferentes etapas, este tesoro histórico-litúrgico que condensa la carga de la historia nacional. Que el Señor nos depare las mismas energÌas para su mantenimiento y transmisiÛn generacional, en la misma medida que antaño infundió a nuestros antecesores.
Desde aquí irradió a todos los rincones de la geografÌa peninsular, según las diferentes etapas, este tesoro histórico-litúrgico que condensa la carga de la historia nacional. Que el Señor nos depare las mismas energÌas para su mantenimiento y transmisiÛn generacional, en la misma medida que antaño infundió a nuestros antecesores.
1 Conferencia impartida en el Hotel Beatriz de Toledo al Colegio Regional de Ingenieros TÈcnicos Industriales.
JosÈ Miranda Calvo
Numerario
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