domingo, 22 de noviembre de 2015

Sinforiano López Alía (1780-1815) ,Héroe en la Guerra de la Independencia (I)

"La Plaza de la Harina", en el siglo XIX

..."A su paso por las calles, camino del patíbulo, se dirigía al pueblo diciéndole: "Coruñeses, ¿dejaréis ahorcar a Sinforiano?". Y los coruñeses dejaron ahorcar a Sinforiano; pero le acompañaron a la horca con sus simpatías, y años después dieron su nombre a una de las calles modernas de la ciudad, como lo había hecho ya El Ferrol con la Calle Mayor"...

Escrito por W. R. de Villa-Urrutia

Político y escritor español, Sinforiano López Alía, nació el 22 de agosto de 1780 en Madrid y murió el 13 de abril de 1815 en La Coruña.

Hijo de Antonio López Alía, natural de la Puebla de Montalbán, y de Ángeles González Fernández, natural de Tembleque (Toledo).

Vivió en La Coruña, se casó en 1806 con Rosa Vázquez Comesaña, con la que tuvo cuatro hijos, y residió después en Santiago de Compostela.

El guarnicionero Sinforiano López fue el cabecilla de la rebelión coruñesa contra los franceses en 1808, que aprovechó la festividad del día de San Fernando.

La noticia del levantamiento popular sucedido en Madrid el 2 de mayo de 1808 se extendió por todo el país rápidamente y acrecentó el malestar que ya existía hacia los franceses, cuyas tropas se asentaban en diferentes puntos del territorio nacional.

Desde Madrid, los gobernantes, temerosos de que la situación se reprodujera en otros lugares del país, enviaron un comunicado a todos los capitanes generales en el que expusieron la gravedad de los hechos ocurridos en la capital y las terribles consecuencias que padecieron quienes osaron alzarse en armas contra el ejército napoleónico.

Un estudiante fue el encargado de llevar a los coruñeses las nuevas desde León, aunque las autoridades lo confinaron en la Casa de Correos con el fin de evitar que los ecos del alzamiento se propagaran aún más.

Pero la mecha de la rebelión se preparaba ya en la ciudad, donde los vecinos más emprendedores se confabulaban con oficiales del Regimiento de Navarra, acuartelado en A Coruña.

Un local de la calle de la Franja servía de lugar de reunión a los conjurados, quienes se alarman por la llegada del militar francés Mongat, ya que sospechan que pretende hacerse con los arsenales y la artillería de la ciudad para evitar una oposición armada al ejército invasor. El periodista y aristócrata Manuel Pardo de Andrade figura entre los cabecillas de la conjura, así como otro noble, el coronel de Infantería Francisco Javier Losada y Prado de Figueroa.

A los faccionistas, como se denomina a los confabulados, se les une un guarnicionero, también teniente de la Milicia Urbana, que tenía fama en A Coruña por su elocuencia y capacidad de iniciativa: Sinforiano López Alía. Nacido en 1780 en Madrid, llegó a esta ciudad en 1805 y al año siguiente se casó en la iglesia de San Nicolás con Rosa Vázquez, con quien tuvo cuatro hijos.


Como ardiente patriota que era, López se enardece cuando el 27 de mayo se sabe en A Coruña que Carlos IV y sus hijos renuncian a sus derechos al trono español, forzados por Napoleón Para entonces, los conspiradores ya cuentan con el apoyo del arzobispo de Santiago, Rafael de Múzquiz, quien promueve y financia el levantamiento coruñés mediante la entrega de fondos a Sinforiano López. Para ello se sirve de un fraile franciscano, el hermano C. Conde, quien se traslada a A Coruña y se aloja en el convento de San Francisco, donde se gesta el lema de "Venganza y Guerra" que habrá de inspirar el levantamiento.

La conjura establece que el día 30 de mayo habrá de producirse la revuelta contra los franceses, ya que debe aprovecharse que esa fecha se dedica a San Fernando, el rey español conocido como El Santo, y que la costumbre es engalanar los edificios con banderas nacionales y exhibir el retrato del rey.

Pero la existencia de una rebelión en ciernes llega a los oídos del cónsul francés en A Coruña, Fourcroy, quien hace que sus espías sigan a los conjurados e intenta que el capitán general de Galicia, Francisco de Biedma, impida un levantamiento popular.

Cuando llega el 30 de mayo, la ciudad se halla repleta de gentes provenientes de toda la comarca, que acuden a festejar la jornada en honor del rey que liberó a Sevilla de los musulmanes. 

Los patriotas comprueban que las autoridades no han izado la enseña nacional, por lo que aleccionan a la muchedumbre para que se dirija hacia el palacio de Capitanía General, situado en la entonces plaza de la Harina -las actuales de la Constitución y de Azcárraga, ya que en esa época formaban un mismo espacio en la Ciudad Vieja-, donde se hallan formadas las tropas de la guarnición coruñesa.

Dando pruebas de la astucia que le caracterizaba, Sinforiano López trata de vencer una posible resistencia de los soldados al levantamiento, para lo que reúne a varios niños y les proporciona unos palos en cuyas puntas ha anudado pañuelos. Los muchachos se encaminan hacia los militares y se entremezclan en las filas al grito de "Viva Fernando VII y muera Murat".

La estratagema surte efecto. La aparición de los pequeños y sus gritos en contra del general francés al que Napoleón ha encomendado la gobernación de España hace que los soldados se sumen a las protestas de la multitud que se encamina hacia el palacio de Capitanía y que no ofrezcan resistencia a su entrada.

Una vez en el recinto militar, los vecinos deciden requisar los fusiles almacenados en el parque de armas, pero en su camino se topan con un oficial, Juan Varela, al que los rumores atribuyen la custodia de centenares de esposas con las que los franceses pretenden maniatar a los patriotas para luego enviarlos a Francia.

La turba se lanza sobre Varela con intención de lincharlo, pero cuando Sinforiano López advierte la situación, reacciona al momento y alza en sus brazos un retrato de Fernando VII, al tiempo que reclama la atención de las masas. 

De nuevo el guarnicionero obtiene éxito y el pueblo opta por abandonar la persecución del militar -injustamente acusado de partidario de los franceses- para caminar en pos de Sinforiano López.

La ira del pueblo contra el invasor hace temer por la vida del cónsul francés, por lo que las autoridades deciden confinarlo en el Castillo del islote de San Antón, lugar en el que permanece a salvo de los sublevados.

Los responsables políticos y militares de la ciudad se decantan finalmente por apoyar el levantamiento, por lo que ese mismo día se constituye la Junta Superior del Reino de Galicia y se llama al alistamiento de ciudadanos para luchar contra los franceses.

Publicado por Beatriz Galindo a las 10:00
Fuente: http://villadtembleque.blogspot.com.es/search/label/Beatriz%20Galindo?updated-max=2012-02-21T07:00:00%2B01:00&max-results=20&start=21&by-date=false

1 comentario:

  1. Interesante las historias de estos personajes que dan nombre a nuestras calles y que, al menos en mi caso, desconocía por completo.

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