miércoles, 26 de noviembre de 2014

Una ventana al siglo X en la Puerta de Bisagra

Un testigo en la piedra que mira desde el pasado para intuir el futuro

Las referencias históricas de la puerta de Bisagra escritas en académicas partituras ensalzan su vistosa fachada exterior trazada por Alonso de Covarrubias a mediados del XVI -similar el acceso de Castel Nuovo en Nápoles-, donde campea, entre dos cubos semicilíndricos, el águila bicéfala del emperador Carlos. 

Los textos también invocan aquí la mano de Nicolás Vergara el Joven en lasprismáticas torres gemelas de chapiteles cerámicos rehabilitados a principios del XX. 

En medio, queda el patio de armas, espacio que en la vida diaria de la ciudad sirvió (y aún sirve), para escenificar los rituales protocolarios recibiendo, bajo mazas, ilustres y sonrientes visitantes, eso sí, sin la presencia de gentes y oficios varios como eran los vigilantes encargados de rechazar viajeros marcados por alguna enfermedad bíblica, garitas de guardias, empleados de consumos y prosaicos puestos de carnes, churros o melones, además de alguna becerrada en el XVII al abrigo de losmuros almenados.

Rebasada la puerta de Bisagra, el acceso al interior de la ciudad, por la calle Real del Arrabal, siempre fue un cuello de botella como lo demuestra una difundida imagen en blanco y negro con el paso dos filas de alumnos de la Academia que se cruzan con cura de sonata y bonete mientras que una aguadora provista de botijo y cesta de vasos ofrece su humilde mercancía a los uniformados infantes que regresan al Alcázar. La foto debió tomarse en octubre de 1926 a juzgar por dos carteles en el teatro de Rojas: Las de Caín, obra de los Álvarez Quintero, a cargo de la Sociedad Arte, que tuvo lugar el día 13, y El Ladrón,comedia que complementó la obligada puesta en escena de El Tenorioen vísperas del primero de noviembre de aquel año.

Calle Real del Arrabal con las casas adosadas a la Puerta de Bisagra

La escena confirma la angostura de la principal vía de entrada a Toledo, considerada por Fomento, desde 1864, como un tramo de una carretera radial entre Madrid y Ciudad Real. En tiempos de la dictadura del general Primo de Rivera, a la sombra de la torre mudéjar de Santiago, se mezclaban vecinos y contribuyentes de todo tipo, reatas de caballerías, carruajes y los cada vez más visibles vehículos de motor. Y es que, el paso del tiempo y el ajetreo carcomían los cimientos de este imperial acceso, dando la voz de alarma, en septiembre 1930, la Comisión de Monumentos que motivó un rotundo titular en ABC: «La Puerta de Bisagra en ruinas». Dos meses después, el mismo diario informaba sobre la conclusión de las obras de «restauración y afirmación». Aquella debilidad estructural del histórico acceso imperial a Toledo era pareja a la que, entonces, también vivía el trono de Alfonso XIII.

En agosto de 1931, el ahora Ayuntamiento republicano de Toledo aprobaba la puesta en marcha de un proyecto ya latente: aislar la puerta de Bisagra. Aquello exigía derribar diez viviendas particulares adosadas a ella para abrir sendos huecos en la muralla a fin de facilitar la circulación. Para afrontar el gasto previsto, unas 180.000 pesetas, el consistorio concibió primero hipotecar el Teatro de Rojas para decidirse luego por concertar un empréstito con el conde de Romanones, el único dispuesto a conferir los fondos necesarios al consistorio una vez que las entidades financieras de Toledo habían dado su negativa. No obstante, la reforma de Bisagra fue un asunto muy discutido en la ciudad saltando a la prensa madrileña, pues algunas opiniones estimaban que debería quedar totalmente aislada, al igual que la Puerta de Alcalá de Madrid, mientras que otras defendían como suficiente el derribo de las viviendas y perforar la muralla, tesis que mantenía el periodistaSantiago Camarasa y así la hizo patente en las primeras páginasABC, en la edición del 25 de febrero de 1932.

Al comenzarse las obras, según denunció en 1934 el académico Pedro Román Martínez (1878-1948), se observó que la esquina derecha de la fachada interior de la puerta -hasta ese momento oculta tras una casa particular-, carecía de sillares, quedando a la vista la estructura de época islámica que tuvo Bisagra hasta 1550. Además de documentar paso a paso la reforma con fotos hechas por el propio Román (que después acabaron el fondo Rodríguez), el historiador expuso que en el siglo XVI, al edificarse esta fachada, se colocaron sillares tan sólo entre las casas situadas a ambos lados de la calle, sin ser perfiladas ya entonces las esquinas. Esta reflexión influyó para que la tarea restauradora que se acometía ahora incluyese un singular testigo que constatase la desconocida obra medieval recién descubierta.

Para comprobar hoy la rehabilitación de hace ochenta años basta con mirar la distinta coloración existente entre los sillares del esquinazo derecho de la fachada y los que conforman el arco, el escudo y las ventanas centrales. Sin embargo, es más seguro fijarse en una pequeña ventana aquí ubicada que constituye el testigo antes aludido, y es que este oscuro vano, protegido por una sencilla reja, no ilumina ninguna estancia interior de la puerta de Bisagra, es tan sólo el hueco que permite mirar al pasado para intuir, a unos pocos centímetros, el primitivo muro que tuvo la islámica bab Sagra en en el lejano siglo X.

RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN / TOLEDO
Día 23/11/2014
http://www.abc.es/toledo/20141123/abcp-ventana-siglo-puerta-bisagra-20141123.html

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