Toledo, en la Alta Edad Media, fue considerado como el núcleo clave del poder hispano. Quien lo poseía era el verdadero dueño de la península ibérica, como capitalidad que fue del reino visigodo: Toleto Pivs. Para al Islam también fue una provincia clave: Tolaytola, igual que al-Ándalus o el califato de Córdoba.
Necesariamente, Toletvm, al ser reconquistada por Alfonso VI el 25 de mayo de 1085, cumplió las mismas funciones como herencia del cristianismo visigótico que era, no teniendo más opciones que mostrarse respetuoso con los mudayyanes y los mozárabes, situación ésta que le dio pie a intitularse Imbaratur du-´l-Millatayn, Emperador de las dos religiones.
De antaño venía la existencia de un taller monetario en la ciudad, que el rey Alfonso siguió utilizando para sus primeras labras cristianas castellanas.
Primeramente lo hizo con tipología musulmana, acuñando dirhems argénteos en los años 478 y 479 de la Hégira, que tenían la peculiaridad principal de incluir el mes de inicio de la emisión en su leyenda, Yumadá y Safár respectivamente. En sus áreas, aparecen secuencias de puntos y glóbulos con y sin punto interior que posteriormente se emularían en acuñaciones ya eminentemente cristianas.
Más tarde, Alfonso VI, acuñó de manera excepcional otra moneda, un denario, más comúnmente llamado dinero, que daba continuidad tipológica al numerario visigodo, con una representación fácil de asimilar por los mozárabes, mostrando un busto esquemático de frente, idéntico al de las últimas amonedaciones godas y suevas, que eran el antecedente numismático cristiano más inmediato que
existía. Siguiendo los patrones bizantinos, los monarcas visigodos optaron mayoritariamente por el retrato regio esquemático de frente como dibujo habitual de sus tremises.
Con estas emisiones, Alfonso VI intentó ganarse a los musulmanes residentes en Toledo, y también a la comunidad mozárabe, que tenían al Liber Iudiciorum por fiel reflejo de la antigua tradición gótica peninsular.
Es muy destacable la mención a Toledo en su forma plural: “TOLETA”, cuya traducción sería “de los Toledos”, como si la posesión de la antigua capital visigoda sirviese como cabeza de reino a todos los territorios cristianos bajo la tenencia del rey Alfonso, y todos ellos fuesen uno, con la ciudad imperial.
Tipo A: Denario o Dinero de vellón. Ceca de Toledo. Acuñado entre 1086 y 1087. Peso de 1,003
grs. Diámetro de 19 mm.
Anv: Busto de cara estrecha de rey de frente, con corona diademada y perlada, en gráfila que va de un lado a otro del cuello orlando la cabeza: Leyenda: 3ª Nom.-Masc. “. AN.FVS R:”, la parte final con triangulo encima de la “R” como abreviatura de “Rex”, y tres puntos. Trad: “Alfonso Rey”.
Rev: Cruz patada de tipo visigodo, aislada en el centro, con pequeño punto encima. Leyenda: 1ª Nom.-Masc. Pl.. “TO: LE. TA:” Apócope mozárabe de “Tolaytola o Tolétula”. Trad: “De los Toledos”.
En una tercera fase, e influenciado por su esposa Constanza de Borgoña, Alfonso VI trató de facilitar la implantación de la liturgia romana o cluniacense en sus reinos, sustitutiva de la vieja Lex Romana Visigothorum. Para ello trajo a Castilla desde Francia, varios monjes de Cluny como Bernardo de Sedirac, que fue nombrado abad de Sahagún en 1081 y arzobispo de Toledo por Urbano II en 1088.
Éste, molesto por el excesivo respeto del rey a los sarracenos, le convenció para que adoptase el arte románico monetario europeo en su numerario. Así Alfonso VI intentó acuñar moneda propia, en esta ocasión de clara influencia carolingia en la epigrafía, diseño y métrología. Se intenta copiar el anagrama cuadrilítero utilizados por el rey de Francia Odón o Eudés, que se generalizó en occidente a modo de cuatro círculos, que representaban la escritura de su nombre en la forma ODDO. Alfonso, emulando las monedas francas ultrapirenáicas, labró dineros y óbolos de vellón de ley ternal de a ocho sueldos, de doce dineros cada uno en el marco de plata.
Tipo B: Denario o Dinero y Meaja u Óbolo de vellón. Ceca de Toledo. Acuñado entre 1088 o 1089
y hasta 1100. Peso: 0,82-1,1 grs. para el dinero y 0,40-0,48 para el óbolo. Diametros: 17 y 13 mm.
Anv: Cruz patada. Leyenda: 3ª Nom.-Masc. “ANFVS REX”. Trad: “Alfonso Rey”.
Rev: Dos aros con punto interior, arriba y abajo, y dos estrellas de seis puntas, a derecha e izquierda. Leyenda: 2ª Nom.-Neut. “+ TOLETVM”. Trad: “Toledo”.
Pero el monarca quiso cargar este primer tipo carolingio, conocido como “de aros y estrellas”, de simbología cristiana. El rey solo aparece en la leyenda del anverso, acompañando a la cruz, y quedando voluntariamente relegado a un segundo término basándose en la palabra de Dios (“Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tu formaste, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo del hombre para que te cuides de él? (Salmos, 8:4-5)”. Dios es el protagonista:
por un lado muestra una cruz, símbolo inequivoco de la victoria de la religión cristiana de origen astur con su lema “Hoc Signo Vincitvr Inimicos” o “Hoc Signo Tvetvr Pivs”, y por el otro, dos aros y dos estrellas de seis puntas, emblema que necesariamente tenía que ser entendido por todo un pueblo cuyas creencias religiosas eran muy profundas, pero cuyo nivel cultural era bajo, pues la mayoría
de la gente no sabía ni leer ni escribir.
Por ello, Alfonso VI decidió utilizar su moneda como engrandecimiento de Dios, y lo hizo utilizando la primera frase de la Biblia conocida por todos: “En el principio, creó Dios el [los] Cielo[s] y la Tierra” (Génesis 1:1). Y éso es lo que acuñó, un símbolo polisémico de la Creación del Mundo: el cielo en forma de estrellas, y los astros en forma de círculos.
Con la formación por duplicado se pretendía emular su movimiento, que a medida que avanza, genera el tiempo, pasado, presente y futuro, transmitiendo la imagen de Dios como Señor del Mundo(Cosmocreator), del Tiempo (Cronocreator) y de Todo lo Creado (Pantocrator). Comenzó las labras entre 1088 y 1089, hecho probado por la aparición de un ejemplar entre las ropas de Santo Domingo de Silos, en Burgos.
Este hallazgo aporta dos datos importantes: primero, que estas labras se iniciaron lo más tarde en 1088, último año en que se abrió el sepulcro; y segundo, que circularon por todo el reino, haciendo de „Toletvm‟ una mención al reino más que a la ciudad. Pero el diseño definitivo, cuarto en el tiempo, de las monedas de Alfonso VI, fue el monograma de Cristo con las letras alfa y omega pendientes, también llamado posteriormente crismón, como vulgarización del carolingio “Mi Cristo” (Christ Mon o Christ Mien), estando cargado de nuevo de simbología de Dios y de Cristo.
Por Manuel Mozo Monroy y Francisco Javier Garcia.
http://www.forumancientcoins.com/monetario-antiguo/alfonsovi_primeras_labras.pdf
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