jueves, 11 de diciembre de 2014

Los Cigarrales de Toledo en la Época Islámica

Comenzamos este estudio analizando la situación de la periferia toledana en época islámica, ya que, como hemos comentado en la introducción, la mayoría de los autores sitúan, sin ninguna razón convincente ni documentada, el origen de los cigarrales en esta época, haciéndolos derivar de las huertas-jardín que se desarrollaron en las riberas del río durante aquel periodo histórico. Sin embargo,
nada de ello está presente en los textos de la época.

En primer lugar nos referimos a las descripciones sobre Toledo y sus alrededores que aparecen en las fuentes árabes y el análisis que llevan a cabo especialistas en el Toledo islámico para intentar reconstruir los alrededores urbanos en época islámica (711-1085) para rastrear un origen remoto de los cigarrales.

El geógrafo andalusí Al-Razí, que vivió en el siglo X (m. en 955), describe Toledo como una ciudad muy importante, muy grande, agradable, amurallada, y bien defendida (...) Su territorio es fértil para la agricultura, sobre todo cerealística, ya que produce cosechas de gran rendimiento e inmejorable grano que puede almacenarse durante largo tiempo sin estropearse. También resalta la calidad de su azafrán, tanto por su color como por su aroma.

1 En el siglo XI, otro geógrafo andalusí, al-Bakri, en su Libro de los itinerarios y de los reinos (Kitab al-masalik wa-l-mamalik) dice que “Toledo es en latín Tulatu que quiere decir la alegría de sus habitantes (...) Toledo está bañada por el río Tajo y en ella estaba un puente cuya descripción es difícil para quienes lo describen, siendo destruido en los días del emir Muhammad. Entre sus cosas características está que el trigo no se estropea al pasar los años y lo heredan de generación en generación.

El azafrán de Toledo se distribuye por los países, siendo exportado a todas partes del mundo, así como el (tinte) azul celeste” 

2. Al-Hiyari la describió como rodeada de árboles por todas partes y “A través de la Puerta de la Sagra se ven granados sin par cuya flor tiene casi el tamaño de la granada. Se usan diversos tipos de ingertos y de cultivo que superan a los de otras ciudades (..) hay una clase de higos que tiene la mitad verde y la otra mitad blanca extremadamente dulces”

3 Ya en el siglo XII Al-Zuhrí nos informa de la construcción de las clepsidras de Azarquiel en las riberas del Tajo junto a la Puerta de Curtidores, que estaría situada en la zona de la iglesia de San Sebastián, donde perduraron las tenerías durante toda la época medieval, y su destrucción en el año 1134; además habla de la fabricación de espadas. Al-Idrisí es más explícito y comenta que la ciudad está asentada sobre un cerro, rodeada de murallas, protegida por su fortificada ciudadela y con edificaciones sólidas y de gran altura.

El Tajo riega sus bellos alrededores y sus fértiles campos. Está rodeada de jardines que son cruzados por canales, con norias destinadas al riego de huertas y jardines que producen frutos de belleza y

calidad extraordinaria. Por todas partes, entre las huertas se veían almunias y torres fortificadas.

A partir del siglo XIV los geógrafos árabes se limitan a reproducir las fuentes clásicas en sus descripciones de la ciudad, lo cual es muy lógico ya que, a partir de esa época, el único reino musulmán que permanece en la península es el de Granada y la observación directa es inviable para ellos.

4 Según Torres Balbás , en los contornos de las ciudades andalusíes “Casas de campo –almunias y alquerías-, torres y palacios medio ocultos entre huertas, jardines, arboledas, formaban una cintura, verde de vegetación y blanca por el enjalbegado de los edificios alrededor de las ciudades. Monarcas y grandes señores daban ejemplos construyendo residencias extramuros para vivir, rodeados de árboles y flores, lejos de la agitación urbana y más seguros (...) los pobladores de las ciudades hispanomusulmanas acostumbraban a pasar temporadas en esas casas de campo de sus alrededores, entre huertos y jardines, lo mismo los monarcas y los grandes señores que las gentes de más modesta condición. 

Tenían en ellas sus fiestas y jolgorios que escandalizaban a los puritanos castellanos” Muchos autores árabes nos transmiten informaciones sobre la almunia real, mandada a construir por el monarca taifa toledano Al-Mamun ben Di-l-Nun (1043-1075), cuyos jardines eran comparados con el paraíso por los cortesanos del siglo XI.

Fueron diseñados por Abu-l-Mutarrif, sabio especialista en medicina, agricultura y jurisprudencia, y en su construcción intervinieron afamados arquitectos geómetras y pintores traídos de todos los confines del mundo islámico.

Merece la pena detenernos un instante en la descripción de estos palacios, que serían el referente más próximo de finca de recreo que se pudo encontrar en la tradición constructiva toledana cristiana posterior.

Los palacios estaban rodeados de jardines frondosos, con plantas exóticas aclimatadas, cuyo centro lo constituía una alberca, en la que se levantaba un quiosco con grandes vidrieras e incrustaciones de oro. El agua de la alberca subía a la parte superior de la cúpula y se derramaba por sus lados; en el interior se creaba un espacio lo suficientemente amplio para situara un salón en el que el monarca reposaba sin mojarse. 

En palabras de al-Fath b. Jaqan “El salón brillaba como si el sol se encontrase en lo alto del firmamento y la luna llena en su cenit, como una corona. Las flores embalsamaban el ambiente y sobre el río los invitados bebían sin cesar. La rueda hidráulica gemía como gimen, heridas por la llama devoradora del dolor, la camella que perdió a su cría o una madre al morir su hijo. El cielo estaba regado por las gotas del rocío; los leones (surtidores de las fuentes) abrían sus enormes bocas para vomitar agua”

A través de todas estas informaciones y los estudios de los especialistas, podemos reconstruir aproximadamente los alrededores de Toledo.

5 Siguiendo a la malograda Clara Delgado , al noroeste de la ciudad, entre el río y el recinto amurallado, se localizaban prados, huertas y jardines, llamados en ocasiones granadales, regados con norias movidas con aguas de los canales, donde se alternarían los cultivos de huerta con los árboles y los jardines. 

Estas propiedades rústicas serían las empleadas por los habitantes de la ciudad para su asueto en época estival. Tras el Puente de Alcántara se extendía la al-musara, amplio espacio sin construcciones, era utilizado para acoger a las multitudes durante conmemoraciones y rezos colectivos, juegos hípicos o alardes de las tropas. 

Más hacia el este, se extendía la almunia al-mansura, la almunia del rey, actuales Palacios de Galiana, anteriormente citada. Junto al arrabal del norte se extendió el amplio cementerio desde la puerta de

Bisagra hasta la actual ermita del Cristo de la Vega, donde han aparecido numerosas tumbas y cipos funerarios, aunque la gran extensión de este cementerio hace pensar que fue alternado con tierras de labor, en las proximidades de Santa Leocadia y actividades alfareras en los contornos del Circo Romano.

En la zona sur de la ciudad, se tienen noticias de molinos harineros, lo que da cuenta de la importancia cerealística de la ciudad, ya resaltada por las fuentes árabes, muchos de los cuales pervivirían en épocas medievales cristianas, como los de Azumel, los del bab al-Portiel, llamados posteriormenete del Daicán, los de Axam, los del Hierro, o los situados en las proximidades del Puente de Alcántara. Tras el Torno del Tajo, se situaban de nuevo huertas como la de Alhanaxi, al-Hufra, prado del Cadí o Marzalcadí, próximos a los molinos de Azumel.

6 En las elevaciones de la meseta cristalina se situaron diversas alquerías, ya que según Reyna Pastor, “los alrededores de Toledo, las zonas de la Sagra y de la Sisla, y todo el valle del Tajo, estaban durante la época musulmana densamente pobladas.”

7 Algunas de las alquerías serían las de Silec, Lacabín, Mancelaceuden, Alcubilete, Alpuébrega.

8 En todos estos territorios predominaban las tierras de labor, y las viñas, pues aunque el vino estuvo prohibido en el mundo islámico, en AlAndalus hubo una cierta permisividad, que alternaban sus cepas con el cultivo del olivar.

Como podemos comprobar en este necesariamente breve resumen de los suburbios musulmanes, no existen rastros de propiedades de recreo en las agrestes zonas del sur toledano, donde la ausencia de agua daba lugar a cultivos de secano, prefiriendo la población de la ciudad las huertas de la vega del Tajo como lugares de expansión, donde podían disfrutar del frescor del agua del río y la vegetación de árboles, plantas y cultivos de hortalizas que se expandían gracias a la tecnología hidráulica de norias, acequias, pozos y canales tan extendida en Al-Andalus.

Podemos concluir, por tanto, que el origen de los cigarrales no puede hallarse en las casas de recreo musulmanas del Toledo medieval, al tener éstas un carácter totalmente distinto a los cigarrales por conformar huertas-jardines de regadío y estar situadas en las vegas del Tajo.

Por Alfonso Vázquez Gonzalez y Pilar Morollón Hernández
Fuente: http://abierto.toledo.es/open/urbanismo/03-CIGARRALES/Memoria/Historico.pdf
https://placeresymas.wordpress.com/tag/patrimonio/page/3/

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