La villa de Ocaña, que conforma actualmente un importante nudo de comunicación al noreste de la provincia de Toledo, se halla situada en una altiplanicie denominada Mesa de Ocaña, que se eleva más de 100 metros al sur del curso del Tajo a su paso por la zona y que conecta por el sur con la meseta manchega.
Este gran páramo ha servido como zona de paso natural entre la zona sur de la Península y el valle del Ebro (eje Norte-Sur) así como entre la zona de Levante y el occidente manchego (eje Este-Oeste) anteriormente a la presencia romana y durante ésta (Almagro Gorbea, M., 1976).
En la zona de Ocaña solo conocemos las excavaciones llevadas a cabo por González Simancas en 1932-33 (G. Simancas, 1934) en base a un estudio anterior de los materiales de una colección particular, así como noticias de otros hallazgos 2, pero tenemos evidencias arqueológicas, tanto en los materiales de la colección del padre Santos como por las excavaciones de Simancas, de una pronta ocupación de la zona en el calcolítico y la edad del bronce, y de un importante asentamiento en época ibérica que se prolonga hasta la ocupación romana; así estos dos ejes servían de comunicación entre la zona carpetana, en la que se situaría la actual villa de Ocaña, con las zonas celtibérica, ólcade, bastetana, oretana, etc. (Valiente Cánovas, S., y Balmaseda Muncharaz, L. J., 1983)
Y también servirían de vía de penetración para las tropas romanas durante la conquista y posterior romanización de la zona centro que se produjo durante el siglo 11 a. C. En época romana estas redes de comunicación indígenas serían aprovechadas, acondicionándolas, o bien se variaría su trazado creando un complejo sistema de comunicaciones que uniría toda la Península.
Las vías romanas más próximas a Ocaña serían, en un eje Suroeste-Noreste, la vía 25 del Itinerario de Antonino (Toletum-Titulcia-Complutum-Segontia-Caesaragusta), y en un eje Norte-Sur, Ocaña probablemente se uniría mediante una serie de vías secundarias a Titulcia (el llamado Vico Cuminario), Toletum, Vico, etc., desde donde entraría en contacto con las vías antes mencionadas (Lám. 1).
Esta serie de denarios se encuadra dentro de un marco cronoló- gico muy concreto dentro del siglo 11 a.c., entre los años 145-126 a.c., a excepción de los dos últimos que son de cronologías dispares y que, por tanto, analizaremos aparte.
Estos denarios carecen de un contexto arqueológico ya que pertenecen a hallazgos fortuitos a lo largo de varios años realizados por el padre Jesús Santos o gente de Ocaña que, posteriormente, se los ha entregado. González Simancas nos habla de la aparición de un denario perteneciente a la familia Aelia (González Simancas, 1934); este denario. que según la descripción que realiza el autor sería del tipo cabeza de Roma en el anverso y los Dioscuros en el reverso, nos da una serie de distintas acuñaciones que abarcarían un espacio de tiempo que iría desde el 175 a.c. hasta el126 a.c., ya que cinco de los miembros de esta familia se dedicaron a tareas monetales (Calicó. 1983).
Sin embargo. esta moneda que nos presenta Simancas se halla dentro de un contexto ritual al encontrarse dentro de una urna junto a una incineración S, lo que supone que esta pieza estaba desmonetizada y por ello se empleo para un ritual funerario (Campo, M., 1982), lo que nos hace pensar que fuese de una serie anterior a las que aquí presentamos. Esto, además, supondría una pronta romanización de esta zona tras la conquista de la Carpetania, llevada a cabo entre los años 193-179 a.c.
Los denarios de esta colección pertenecientes al siglo II a.C. se corresponden con un momento en el que la moneda ya tiene pleno valor de cambio en la Penín- 5 Este hallazgo casual y del que Simancas se hace eco en su libro nos dice que unos jornaleros encontraron un " ... ánfora antigua de las dimensiones de un cántaro, dentro de la cual había otra más pequeña, y así sucesivamente hasta el número de ocho, y la última contenía unos huesos calcinados, un gancho de hierro bastante torcido y la referida moneda ... " (GONZÁLEZ SIMANCAS, 1934). 27 sula, y en el que el numerillio de plata ibérico es incipiente \ comenzando las emisiones en las cecas del valle del Ebro, levante y zona catalana.
Durante ]a segunda mitad de este siglo se produce un incremento progresivo del volumen de emisiones de plata de Roma. Este tipo de moneda se emplea no como moneda de cambio habitual, sino para el pago de tropas e impuestos 7.
Las monedas que aquí presentarnos no muestran ninguna villiación significativa con los denarios de la época. Los denarios correspondientes a la primera mitad del siglo 1 a.e. no tienen solución de continuidad ya que pertenecen a dos fechas diferentes, pero que se pueden englobar en un millCO muy distinto a los anteriores.
Desde e] último tercio del siglo TI y comienzos del siglo 1 a.e., se produce un incremento de las acuñaciones de plata indígena, lo que provoca un amplio atesoramiento de moneda. Tras las guerras Sertorianas (80-72 a.C.) se produce un descenso en la producción monetaria, debido al cierre de numerosas cecas y por la continuidad en circulación de series monetales anteriores, así como la menor afluencia de plata extrapeninsulill, lo que nos hace pensar en una penuria monetaria (López Castro y Escoriza Mateu, 1985). Entre estos dos denarios del siglo 1 a.c.. destaca la aparición de un denario forrado o suberad0 8 • Este tipo de monedas no se pueden considerar falsas, pero si de carácter fraudulento (Herrero Albiñana, 1994), aunque no es de extrañar su presencia.
En el 91 a.c., M. Livio Druso fija a través del Senado la proporción de un denario forrado por siete de plata buena, curso que será suprimido en el 84 a.C. por M. Gratidiano; nueve años después, Sita promulgillá la Lex Cornelia, que se remite a la práctica antigua, por 10 que la circulación de este tipo de monedas fue bastante amplia. En el segundo de estos denarios se observa la rendición de Aretas, rey de Oriente obligado a pedir la paz en nombre de Pompeyo (62 a.c.), y que fácilmente pudo haber entrado en la Península en el regreso de ¡as tropas hispanas que combatieron en Oriente o en las que se trajeron pilla las guerras cántabras. Conclusiones
Estos denarios de la colección del padre Santos nos penniten hacer una aproximación al horizonte de la villa de Ocaña entre los siglos 11 Y 1 a.C. de una fonna general y siempre pendientes de posteriores investigaciones. Debemos recordill que es en esta época cuando comienza el despoblamiento de los oppida ibéricos y comienzan a surgir las primeras ciudades romanas debido a la remodelación que se lleva a cabo de aquél1os, y que generalmente son de carácter militar, por lo que es posible considerar que el asentamiento ibérico situado en Ocaña se transfonnase posterionnente en una urbe romana.
Esta situación también puede darse en el caso de que existiese alguna villae en la zona, lo que lleva- , Podemos situar el comienzo de las emisiones monetales de plata ibérica y celtibérica aproximadamente hacia la mitad del siglo 1I a.e., aunque también se ha propuesto como fecha el final de las guerras celtibéricas y la toma de Numancia, en el 133 a.e. (GIL FARRF..$, 1966, Historia monetaria de Hispania Antigua, 1997; LORRIO, J., 1997; MARTÍN VALLS, 1%6). , Blázquez señala que en la época republicana el mayor gasto público durante la conquista fue el sostenimiento del ejército (BLÁZQUEZ, 1978).!
La información sobre este tipo de denarios es muy amplia, aunque no todos los autores creen en su autenticidad (BELTRÁN. 1987; Historia monetaria de Hispania antigua, 1997; HERRERO ALBIÑANA, 1994). 28 ba a un pacto entre la aristocracia local y Roma, y que supondría la romanización del asentamiento indígena.
En esta época encontramos en la zona al menos un importante asentamiento ibérico, que por la infonnación que nos proporciona Simancas, ya estaba en contacto con algún núcleo romano próximo. Este núcleo podría ser un asentamiento militar romano situado en las inmediaciones de la actual población, cuya existencia se debería a la necesidad de controlar una zona de paso natural situada entre varios núc1eos urbanos importantes cercanos como Toletum, Titulcia o Vico y que, además, controlaría una zona importante sobre el valle del Tajo.
Este asentamiento tendría posteriormente una continuidad en el tiempo perviviendo posiblemente hasta el siglo 1 d.C. (Aurrecoechea Fernández, 1996) en el que ya formaría un núcleo más grande que continuará hasta la baja romanidad 9, y del que sí tenemos evidencias arqueológicas en el museo del Convento de los Dominicos de Ocaña. Por supuesto es posible que fuera abandonado durante las guerras cántabras (29-25 a.C.) o en cualquier otro momento, pero en principio parece que mantiene dicha continuidad. El estudio detallado de campamentos romanos es escaso.
Tan solo conocemos la existencia de un campamento romano cercano a esta zona de la meseta, el campamento de la Cerca en Guadalajara (Sánchez-Lafuente, J., 1979), cuya ubicación también responde a fines estratégicos y que podría haber sido fundado a principio del siglo n a.e. o bien durante las guerras celtibéricas. En este caso, no tiene una continuidad en el tiempo como creemos que pudo tener este supuesto asentamiento en Ocaña.
A falta de otras evidencias arqueológicas y otros estudios y basándonos en el material numismático de la colección del padre Santos, estas ideas nos parecen las hipótesis más indicadas frente a la mera zona de paso de tropas militares, recordando también que, al carecer de un contexto arqueológico, no podemos adscribirlas tampoco a un ritual funerario, un tesoro o una ocultación
Santiago Rodríguez Untoría
http://www.realacademiatoledo.es/files/anales/0038/02.pdf
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