De regreso el emperador Carlos V de una expedición a Niza, Génova y Marsella, llegó a Barcelona el 20 de Julio de 1538, y atravesando el Principado de Cataluña y el Reino de Aragón, entró en Valladolid el 1°. de septiembre, permaneciendo en esta ciudad hasta el día 21 del mismo mes.
Por sus Contadores y Tesorero conoció la mucha parte de las rentas Reales vendidas, las pocas de las Órdenes que se enajenaban y las grandes necesidades que exigían las importantes empresas en que se hallaba comprometido el Monarca español.
El servicio ordinario no bastaba a satisfacerlas, ya por ser escaso, ya porque los pecheros del Reino que le pagaban estaban alcanzados y fatigados de los servicios pasados; el último de los cuales aún no era acabado de pagar; y entre los diversos medios que los Contadores y Tesorero propusieron para reunir recursos, pareció al Rey el más conveniente el echar sisa general en el Reino, convocando a los Grandes y Caballeros más principales del Reino y a todos los Prelados y Procuradores de las ciudades y villas de voto en Cortes.
No faltaron personas que suplicaron al Rey no reuniese a Grandes y Prelados con los Procuradores, por el poco efecto que produjo otro ayuntamiento de los mismos el año de 1527 en la villa de Valladolid, para pedirles recursos con motivo de la guerra contra el Turco, y por otros inconvenientes que resultaban de tales reuniones.
La convocatoria se hizo en Valladolid por Real cédula de 6 de Septiembre de 1538 para la ciudad de Toledo el 15 de Octubre de dicho año, y se remitió una al Arzobispo de Sevilla y a veinticuatro Prelados más; otra al Condestable de Castilla y a todos los Duques, Marqueses, Condes y Caballeros de Castilla, y otra a las diez y siete ciudades y villas de voto en Cortes, encargándoles que los poderes se otorgaran según minuta, libremente y sin limitación. En estas convocatorias se hacía indicación de que el patrimonio y rentas de estos Reinos estaba gastado y consumido, y no bastaba a satisfacer los gastos ordinarios de la Casa Real y los necesarios al beneficio, defensa y reposo de los Reinos y al bien de la Cristiandad.
Reunidas las Cortes en el monasterio de San Juan de los Reyes de Toledo, y presididas por D. Juan Tabera, Arzobispo de Toledo, a quien acompañaron como asistentes D. Francisco de los Cobos, Comendador mayor de León, y D. García de Padilla, Comendador mayor de Calatrava, se leyeron dos proposiciones, una para los Prelados, Grandes y Caballeros, y otra para los Procuradores de las ciudades, villas y provincias.
Lo mismo en una que en otra proposición, se relataron las empresas realizadas desde 1520, en que ocurrió el fallecimiento del emperador Maximiliano, las treguas pactadas con el Rey de Francia, la pacificación de Italia, la guerra contra el Turco, la liberación de Viena y la liga concertada con Venecia; se enumeraron los grandes dispendios que todo ello había producido, indicando a la vez los muchos gastos que ocasionó la guerra de las Comunidades y el recobro de Fuenterrabía, que no sufrían ni recibían ninguna estimación, y la insuficiencia de los recursos y rentas para proveer a los gastos y necesidades extraordinarios y pagar las deudas forzosas de que corrían muchos intereses; y se terminó rogando ayudasen en el remedio de ello.
Las Cortes de Valladolid, abiertas el 11 de Febrero de 1527, se reunieron previa citación de todos los brazos, lo cual no se había hecho hacia mucho tiempo; pero los brazos no se reunieron para deliberar, sino que cada uno deliberó separadamente, y el eclesiástico se dividió en dos, uno de Prelados y Abades y otro de Diputados de los Cabildos eclesiásticos y los Comendadores de las Órdenes. De antiguos tiempos databa en España el conceder a la nobleza y al clero participación en el Gobierno, por medio de los Concilios o de las Cortes, pero siempre a voluntad del Monarca, y en las Cortes de Benavente de 1202, como en las de León de 1208, se vislumbra ya la intervención del brazo popular, en aquellas palabras: «la muchedumbre de las cibdades e embiados de cada cibdades por escote».
En las Cortes de Medina del Campo de 1302 y 1305 asistieron ya los «hombres buenos de las ciudades, villas y lugares», frase muchas veces repetida. Los brazos que podían concurrir a las Cortes fueron constantemente tres en Castilla: el eclesiástico, el noble y el popular.
Los tres fueron convocados a las Cortes de Toledo de 1538; pero los tres deliberaron con independencia, a pesar de haber pedido el brazo de la nobleza reunirse con los Procuradores de las ciudades y villas, lo cual negó el Monarca distintas veces. No constan las deliberaciones del brazo eclesiástico, pero en las del brazo noble se hizo constar, que el estado eclesiástico opinó, que siendo la sisa temporal, moderada y en cosas limitadas, parecía la más fácil y mejor manera de socorrer las necesidades del Emperador. En esta resolución debió ejercer bastante influencia la intervención del Arzobispo de Toledo, que presidía a las Cortes.
Sandoval, Colmenares, Ortiz de Zúñiga y últimamente Colmeiro, recordando las opiniones de los historiadores del emperador Carlos V, convienen en que las Cortes generales de Toledo de 1538 fueron las últimas en que se juntaron los tres estados, Religión, Nobleza y Común, despedidos para no ser otra vez llamados; y, con efecto, por un manuscrito del Conde de la Coruña, que intervino en dichas Cortes y anotó cuanto en ellas pasara para instrucción y gobierno de su hijo primogénito D. Lorenzo Suárez de Mendoza, se sabe que el brazo noble comenzó a reunirse el 1°. de noviembre de 1538 en una sala de Palacio, donde el secretario Juan Vázquez les leyó una moción, en nombre de S. M., para que remediasen las necesidades pasadas y presentes con brevedad, y sin que nadie dijese palabras que alterasen el buen efecto.
En el siguiente día 2 se reunieron en el Capítulo de San Juan de los Reyes, designando una comisión de doce y jurando guardar secreto de todo lo que entre ellos pasase. Gaspar Ramírez de Vargas quiso entrar, como Secretario nombrado por S. M., y todos dijeron: «Salios fuera, que no tenemos necesidad de Secretario». La Comisión propuso, y se dirigió mensaje a S. M., para que les permitiese comunicar con los Procuradores del Reino; pero el Rey lo negó, contestando en su nombre el Arzobispo de Toledo, indicando que si pareciesen otros medios mejores que el de la sisa general, que lo tratasen.
Tras minuciosas deliberaciones, y en el día víspera de Pascua, acordó la nobleza española que no se hablase mas de sisa, y la misma conformidad tenían en desear servir a S. M. Nuevamenta se trató de reunirse con los Procuradores del Reino, y de nuevo se negó, porque esto no era dar medio, sino querer Cortes, y éstas no eran Cortes, ni menos había brazos, y que S. M. pedía ayuda de presente y no consejo. La nobleza insistió en su actitud, y el 31 de Enero de 1539 el Cardenal de Toledo la comunicó de parte de S. M., « que él mandó juntar a V. SSas. aquí para comunicarles sus necesidades y las de estos Reynos, porque le pareció que como las necesidades eran generales, así era el remedio general, y que todos entendiesen en ello; y viendo lo que se ha hecho, le parece que no hay para qué detenerse aquí V. Ssas., sino que cada uno se vaya a su casa ó a donde por bien tubiere». En estos términos fue despedida la nobleza española de las Cortes de Toledo en 1538, y en lo sucesivo ya no fue más convocada, circunscribiendo la representación nacional a los Procuradores de las ciudades y villas de voto en Cortes.
La actitud de la nobleza algo influyó en el ánimo de los Procuradores, pues aunque no se conservan las actas de las deliberaciones, existen varios ejemplares del cuaderno de peticiones generales, que en número de ciento veinte se decretaron por el Rey en 30 de Marzo de 1539, y fueron pregonadas el mismo día en la ciudad de Toledo. En ellas se vislumbra el deseo de la paz indicado por la nobleza, el afán de que el Rey residiese en Castilla, la moderación en sus gastos, el alivio de los tributos que pesaban sobre los pueblos, y a la par se manifestaba la inquietud por los peligros a que Carlos V exponía su persona por sus largas y continuadas ausencias y los grandes dispendios que todo ello producía. La morosidad del Consejo y los vicios de la administración de justicia fueron repetidos y denunciados; se pidió la reforma de varias cosas pertenecientes al estado eclesiástico, y se insistió en que se cumpliese lo decretado en las Cortes anteriores; resaltando por su importancia, la petición contra la adquisición de bienes raíces por las iglesias, monasterios y hospitales, de modo que cada día se iba menguando el patrimonio de los legos.
Aunque Marichalar y Manrique al ocuparse de estas Cortes consignaron en su Historia de la legislación, que el brazo de los Procuradores votó un servicio extraordinario de 150 millones, a creer una indicación de la carta circular del príncipe D. Felipe en 5 de Mayo de 1548 a las ciudades de voto en Cortes, puede hoy asegurarse, que en 4 de Marzo de 1539 los Procuradores de las ciudades y villas de estos Reinos acabaron de otorgar a S. M. 450 cuentos de servicio, allende del servicio ordinario, que son otros 100 cuentos para pagarse los 150 cuentos, con más los otros 100 del servicio ordinario luego y los 300 cuentos restantes en los años de 1541 y 1542. Esto otorgaron todas las ciudades del Reino, excepto Burgos, Salamanca y Valladolid, que contradijeron y no otorgaron más que el servicio ordinario.
De las materias comprendidas en el cuaderno de peticiones generales presentadas por los Procuradores de las ciudades y villas de voto en Cortes, veinte de las resoluciones del Rey formaron otras tantas leyes en la Nueva Recopilación, según se hará notar oportunamente.
Las Cortes de Toledo de 1538 revisten excepcional importancia, no sólo porque aclaran cierta época de la historia nacional, sino porque determina el momento histórico en que la nobleza española, por negarse a conceder la sisa general, es arrojada de las Cortes y queda profundamente quebrantado el sistema parlamentario español.
Fuente: http://www.cervantesvirtual.com/bib/historia/CarlosV/7_1_3_cortes1538.shtml
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