lunes, 24 de agosto de 2015

Pedro Tenorio, Arzobispo de Toledo ( II )

En este momento en lugar de dos papas, la cristiandad tenía tres (el romano Gregorio XII, el aviñonés Benedicto XIII y el pisano Juan XXIII).

A instancias del emperador Segismundo, se convocó un nuevo Concilio, que se reunió en Constanza en 1414.

En 1415 Juan XXIII fue depuesto. Gregorio XII abdicó y terminó su vida como cardenal de Porto.

El emperador Segismundo acudió a Perpiñán para hablar con Benedicto XIII y lograr su abdicación, pero el papa Luna rechazó la propuesta; el Concilio entonces lo depuso y él se retiró a Peñíscola (donde murió en 1423 convencido de su legitimidad).

En 1417, los cardenales reunidos en Constanza eligieron como papa al cardenal Otonne Colonna, que tomó el nombre de Martín V.

Todos estos hechos influyeron en don Pedro Tenorio, en su comprensión de la vida eclesiástica y en sus decisiones.

Conoció personalmente la etapa final de Aviñón durante sus años como profesor y como representante en Aviñón de los reyes de Castilla y de Portugal.

En el problema del Cisma de Occidente, el arzobispo actuó como cabeza de la Iglesia española.

Su autoridad como letrado determinó en principio la posición del rey castellano, que en 1378 se decantó por Urbano VI, el papa de Roma; después el monarca adoptó una actitud neutral, hasta que se descubriese la verdad; y en 1388, tras el Concilio nacional de Palencia, celebrado bajo la presidencia del cardenal Pedro de Luna, reconoció como papa verdadero al de Aviñón. Don Pedro asumió esta obediencia, a la que pertenecía tras la decisión real, aunque no estuvo de acuerdo con ésta, sobre todo a partir del momento en que a Clemente le sucedió Benedicto XIII en Aviñón.

El arzobispo, tras apoyar las vías del compromiso y la renuncia, finalmente secundó la idea del Concilio general,  y con él lo hizo la mayoría de los prelados castellanos.

Don Pedro se volcó en hallar una solución al problema. Sin embargo, la muerte le sobrevino en 1399, antes del desenlace del conflicto.

En su diócesis, impulsó un programa de mejoramiento y reforma.

En lo que se refiere a la política castellana, la vida de don Pedro Tenorio se desarrolló durante el reinado de cinco monarcas, Alfonso XI, Pedro I, Enrique II, Juan I y Enrique III, y participó activamente en la política de los cuatro últimos.

Tras la muerte de Enrique II en 1379, durante la minoría de Juan I, se hizo cargo de facto del control del reino. Fue consejero principal durante el reinado de Juan I (1379-1390), sobre el que tuvo gran influencia.

En 1385 dirigió contra Portugal la batalla del Troncoso, donde fue derrotado. Estuvo encargado de los preparativos de la guerra de Granada, que no llegó a declararse. Formó parte del Consejo de Regencia durante la minoría de edad de Enrique III (1390-1393).

En la crisis que atravesó el reino a la muerte de Juan I don Pedro aseguró el acceso al trono de Enrique III.

En este periodo de regencia, la corte se dividió en dos bandos y don Pedro pasó un tiempo encarcelado por sus adversarios, un sector de nobles y religiosos que conspiraban para facilitar la invasión de Portugal. En 1393, liberado, retomó su papel protagonista en la corte.

A pesar de los turbulentos tiempos que le tocó vivir, don Pedro Tenorio dispuso de tiempo y recursos para patrocinar en su diócesis obras de interés religioso y social.

De hecho, Toledo debe buena parte de su riqueza patrimonial a sus arzobispos.

Bajo la prelatura de don Pedro, la catedral toledana recibió un fuerte impulso: Se terminaron algunas de las obras privadas, como la capilla funeraria de Albornoz.

Y Tenorio contrató para acabar la catedral a los mejores maestros, superando un periodo de construcción anónima.

La catedral de Toledo no tenía claustro.La iglesia había ocupado la totalidad del espacio de la mezquita. Incluso, para completar la cabecera,
Ximénez de Rada había tenido que adquirir terrenos. También Gil de Albornoz había comprado una parcela para abrir una plaza delante de la fachada.

El templo estaba constreñido por el entramado urbano de su entorno. Ni siquiera contaba con el lugar destinado a enterramientos que exigían las Partidas para las catedrales y conventos.

En el siglo XIV, salvo excepciones, como la catedral de Pamplona, los claustros catedralicios habían perdido su función básica, que era proporcionar un espacio donde el cabildo llevase una vida sometida a regla, razón por la cual los antiguos claustros estaban organizados como los de los monasterios, con capítulo, dormitorio, refectorio y cilla; en el siglo XIV todo ello ya no era necesario, los canónigos toledanos, como los de otras catedrales, carecían de regla que ordenase su vida comunitaria, pero las galerías de los claustros daban acogida a actividades de entierro, procesión, retiro y comunicación, a actividades de carácter no estrictamente religioso, reservando el templo para el culto.

El espacio donde habría podido erigirse el claustro estaba ocupado por la alcaicería o alcaná, el mercado de la ciudad, lo que dificultaba la compra de esos terrenos.

Un gran incendio, sin embargo, arrasó los comercios de la zona, y ello posibilitó su adquisición por el arzobispo.

El claustro empezó a construirse en 1389.

A partir de determinado momento, empieza a ser concebido como marco escenográfico para el panteón de don Pedro, cuyo escudo figura en las claves de las bóvedas (un león rampante barrado con bandas rojas sobre campo de plata).

Todo se planteó en función de la capilla funeraria que se construyó en un ángulo, donde se podía dar a la misma la amplitud deseada. El acceso se realizaba desde la galería, de modo similar a como la nave de itinerancia de la catedral conducía a la capilla de Gil de Albornoz.

En aquella época los poderosos deseaban que sus capillas funerarias fuesen focos de atracción de los fieles, y las capillas adquirieron carácter monumental.

http://buscandomontsalvatge.blogspot.com.es/2013/10/toledo-catedral-vii-pedro-tenorio.html

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